CRISTINA FALLARÁS, LA ANTAGONISTA Y EL GRITO DE SE ACABÓ
Mónica Maristain
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En el reciente enredo en España por el ex presidente de la Real Federación de Fútbol, Luis Rubiales, una gran antagonista fue sin duda la escritora Cristina Fallarás, que en su nutrida cuenta de Instagram, pergeñó lo que hoy casi todas las mujeres gritan allí: Se acabó, que es la estrofa de una canción interpretada por la recientemente fallecida María Jiménez.
Recordemos la situación, al beso “inocente” que predicaba el presidente sobre la jugadora de futbol, Jenny Hermoso, al beso con “abuso sexual” con el que atacaba el gobierno de España, encabezados por Pedro Sánchez (presidente) y Yolanda Díaz (la vicepresidenta), hubo en el medio un clamor popular que fue sin duda la falta de respeto de un dirigente que con ese gesto, rebasó el vaso. Las cosas están resueltas con Rubiales, aunque no en el futbol femenino español, que a todas luces aparece como el gran líder a cambiar un poco las cosas en este deporte, tan menor frente a su par masculino.
Ahora bien, ninguna de esas cosas fueron las que despertaron el instinto feminista de un país atosigado por una cultura machista, donde decenas de mujeres pierden la vida a manos de sus parejas o exparejas. Muchas de ellas, son a veces incluso víctimas menores de edad. Ahora, en lo que transcurre de 2023, ya hay 74 víctimas mortales, sin hablar de las miles de denuncias por violencia de género que llegan a las comisarías.
“No voy a dimitir” fue una afrenta directa al “Se acabó” que instituyó Cristina Fallarás desde las redes sociales.
Hay muchos más protagonistas en este lío que todavía sacude a España y en cierto modo nos obliga a pensar sobre todo en Latinoamérica hacia dónde irá este futbol machista y homofóbico, cuando las cosas comienzan a hervir de un modo incontrolable.
Claro, no es sólo de futbol que queremos hablar en esta columna de opinión, sino presentar a la escritora y periodista Cristina Fallarás, que en su país de origen está llamando la atención para convertirse en una verdadera líder feminista.
Hoy se preguntaba, por ejemplo, ¿dónde meter todo esto?, al hablar de los muchos (muchísimos) casos de abusos sexuales que le han mandado a su Instagram desde que comenzó el “se acabó”.
Todo su Instagram (@cfallaras) tiene testimonios durísimos, que el abuelo, que el tío, que el primo era abusador; que el entrenador, que el jefe, que el profesor, que los hijos de mi madrina, que desbloquee el recuerdo: los vecinos me desnudaban en la puerta y me tocaban, que mi padre, que mi padrastro, consiento el deseo aunque no tenga ganas, la culpa, la vergüenza…todos esos testimonios infinitos nacieron del “no dimito” y el “se acabó”.
Conocimos a Cristina Fallarás en México cuando en la casa de Paco Taibo II recibió a los periodistas para presentar A la puta calle, un libro con el que la periodista y escritora española describe su propio proceso de desahucio, mezclando reflexiones personales, contando su vida de periodista en paro luego de haber sido despedida del periódico ADN, cuando estaba embarazada de ocho meses.
“Ustedes dicen prima de riesgo, treinta mil seiscientos millones, subasta de deuda. Pero nada dicen de la madre encogida en la cocina agarrada a la enésima pata, de la llamada amenazante de la voz del banco en el buzón del móvil, del vértigo que provoca en la mirilla el operario de la luz armado con una orden de oscuridad.”, dice el libro.
Cristina Fallarás ha ganado el Premio Internacional de Novela Negra Hammet (2012) por su obra Las niñas perdidas, que también se alzó con el Premio “L’H Confidencial 2011”. También se hizo acreedora al premio Ciudad de Barbastro de Novela Breve 2011 con el relato “Últimos días en el Puesto del Este” y ahora ha comenzado a circular Honrarás a tu padre y a tu madre (Anagrama), una apasionante indagación en la Guerra Civil y el pasado familiar a medio camino entre la crónica y la novela, dice la editorial.
Para hacer el libro A la puta calle, Cristina Fallarás (Zaragoza, 1968), tuvo que vencer muchos pudores, el primero de los cuales tiene que ver con el oficio periodístico, donde “uno aprende muy temprano a no ser relevante”.
“Otro era el pudor humano, pues yo iba a contar un proceso de empobrecimiento y de degradación que afectaba también a mi familia. La crónica en primera persona te elimina el primer pudor. Es algo que existe en el periodismo. Tanto así que un día me dije: Cristina, si conocieras esta historia de parte de otra persona, ¿no la contarías?”, relata Fallarás.
“Al responderme sí, entró el pudor más bestia, es decir, la conciencia de que lo que iba a contar no era bonito. Tenía que alejarme de la autocompasión y evitar mencionar a gente que no tenía por qué aparecer en el libro. Así que fue difícil. Fue un libro que hice con mucho cuidado”, agrega.
Otro pudor consiste en cómo una persona que ha vivido bien durante mucho tiempo, se ve obligada a contar su empobrecimiento.
“Creo que uno de los problemas de España y de por qué hay tan poco relato de la crisis, es porque la crisis ha afectado sobre todo a la clase media profesional que ha vivido bien durante toda su vida y de pronto se ha encontrado en la calle”, dice la autora.
Para Cristina Fallarás una de las características esenciales de la crisis económica española es que pasó muy rápido sin que las personas pudieran prever el desastre y defenderse con mejores armas de la hecatombe social.
“Cuando me despidieron del periódico en 2008, en España había un millón de parados. Cuatro años después, había seis millones y medio, 12 mil de los cuales eran periodistas que fueron directamente a la calle. El empobrecimiento de la población no tuvo parangón y se dio en menos de cinco años”, explica.
“Cuando me dicen que en Argentina o México ya están acostumbrados al desempleo, a la pobreza, lo que digo es que cuando pasa tan rápidamente como pasó en España, te quedas paralizado y no sabes cómo reaccionar”, agrega.
“Existe además en mi país la sensación de que no ha habido un empobrecimiento de todos, sino que ha habido una fractura brutal de la sociedad. Una parte de esa sociedad ha caído, se ha desplomado en la nada y la otra parte está como antes, aunque con mucho miedo y por eso se achica el consumo”, afirma.
“El periodismo en realidad es el oficio que menos me interesa en el marco de la crisis, porque es un oficio que ha protestado poco por su empobrecimiento y sus despidos”, señala.
No obstante lo cual, la pregunta que sobreviene es inevitable: “Si había 16 mil periodistas y echaron a 12 mil, ¿significa que con 4 mil están haciendo los mismos medios y cumpliendo las mismas funciones”.
“Lo que ha pasado que se ha precarizado el trabajo. Se despide al profesional que cobraba un sueldo digno y en nombre de la crisis se lo vuelve a contratar por cuatro pesetas”, dice la periodista.
Por qué no se quejan los periodistas de la pauperización de su oficio es un enigma que Fallarás no ha podido resolver. “Yo escribía una columna en el periódico El Mundo el día en que llegó el tipo a casa a avisarme del desahucio. Mi primera reacción fue querer escribir lo que me pasaba para poder entenderlo”, afirma.
En ese proceso, no faltaron correos de algunos colegas que le aconsejaban no seguir hablando del tema, pues de ese modo no iba a conseguir trabajo en ningún sitio.
“Yo no estaba denunciando nada, estaba contando lo que me pasaba. En el periodismo están echando a la gente por los sueldos, no por su valía. Quieren el puesto libre para poder tomar a personas por la mitad del salario o directamente sin pagarles”, expresa.
“Así, el trabajo se está des-profesionalizando y a menudo recibimos propuestas como, ¿por qué no me escribes esto gratis?”, agrega.
“En el periodismo están echando a la gente por los sueldos, no por su valía. Quieren el puesto libre para poder tomar a personas por la mitad del salario o directamente sin pagarles”, expresa.
La situación obedece a los nuevos dueños de los medios de comunicación. ¿Quiénes son? ¿Qué quieren que contemos?
“Se acabó la idea romántica del periodismo y además tenemos que analizar el papel de las redes sociales y del fin del intermediario en la comunicación”, dice.
“La red social rompe la jerarquía de la información y la clase política comienza a tomar sus prevenciones. ¿Por qué va a dejar que el periódico la meta en una cuarta página si puede armar un grupo de Twitter donde aparecer en primer plano?”, explica Fallarás.
En el periodismo también se han perdido los géneros. La crónica, la entrevista, el reportaje, requieren de tiempo y buena pluma, algo por lo que los nuevos dueños no están dispuestos a pagar.
En la visión de la profesional española, el periodista es dueño de un saber para el que no hay mercado. En ese sentido, el panorama para el oficio es más que desalentador.
“Cuando el periodismo se basa sólo en la noticia, pierde ante las redes sociales y el verdadero periodismo nadie lo quiere pagar”, dice la periodista.
Cristina Fallarás en todos estos años, desde A la puta calle, ha ganado popularidad y tiene una voz totalmente ligada al feminismo. En ese sentido, tampoco faltan los trolls, que frente a una fotografía de ella en ropa interior (no sé dónde la consiguieron), han desplegado sus más oscuros insultos.
No importa. Ella sigue. Tiene una columna en el periódico Público (publico.es), donde ha puesto su opinión en torno al rey Felipe: “Un rey tiene súbditos. Esto es así. Un rey no tiene votantes, no tiene “representados”, por lo tanto, no es representante. Un rey no tiene conciudadanos. Un rey tiene vasallos.”
A propósito de las denuncias que recibe en su Instagram, Cristina Fallarás a veces no sabe qué hacer con tanto dolor. Mientras, piensa en forma positiva y deja su red para que todas denunciemos, nos quitemos el horror, lo compartamos: “Veo a mi hija de 14 años salir en pantalón corto a caminar monte arriba hacia el bosque en el precioso valle del Baztán. Al rato, veo pasar un coche por la carreterilla que ha cogido. Pienso que le dirán algo desde la ventanilla. Lloraría de rabia por pensarlo. Antes, hace nada, lo daba por hecho, el mundo era así. Ahora, por primera vez, siento que no, que eso no debería pasar, que podría no suceder. Pienso por primera vez en serio en la posibilidad de vivir en un mundo sin dar por hecho que una mujer será agredida por el hecho de serlo. Ni siquiera llego a imaginármelo, pero el simple hecho de pensarlo ya es un paso. Y #SeAcabó.”
Mónica Maristain (Concepción de Uruguay, Argentina). Editora, periodista y escritora. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales como Clarín, Página 12, La Nación y la revista Playboy. Ha sido colaboradora en las agencias EFE y DPA. En 2010 publicó “La última entrevista a Roberto Bolaño y otras charlas con grandes autores” . En n 2011, coordinó la antología El último árbol. Cuentos de navidad. El hijo de Míster Playa fue publicado originalmente por Almadía en 2012. Su título más reciente es Antes, poema largo editado por Literal Publishing en 2017.
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Posted: September 30, 2023 at 9:31 am