Poetry
Instantáneas

Instantáneas

David Oliva López

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LÜBECKER BUCHT

…si coral y doncel rizo las voces, nieve los caminos;
de la segunda:
…espejo es de ondas, no recuerdo.
“La poesía de José Lezama Lima”—Roberto Fernández Retamar

Amanda irá a la playa esta tarde, sabe que es la mejor época para nadar. El lugar es el mismo de siempre, la playa en la que aprendió a nadar, la playa que visitaba tan frecuentemente con su familia durante su infancia. Ahora sólo es ella. Viajar siempre es un fastidio para Amanda, tener que trasladarse de un lugar a otro. Detesta viajar, pero su familia la acostumbró a la búsqueda y al extravío constantes. Toda travesía implica soledad. Recordará a su padre al volante y a su madre como copiloto.

Al manejar sólo sabían hablar de asuntos de adultos, como si estuvieran solos, como si yo no escuchara nada de lo que decían. No me quedaba más que mirar por la ventana derecha. A veces miraba el cielo; otras, nada fijo: miraba nubes lentas cual panteras negras al acecho o nubarrones fugaces y amorfos como sus sombras al perseguir su presa. A través del cristal todo luce grisáceo. Mi memoria usualmente me engaña. Cuando recuerdo algo, una escena de mi vida, lo veo todo en blanco y negro. Incluso a veces puedo verme en tercera persona, como si pudiera salirme del recuerdo y entrar a su vez en él. Pero esto seguramente sucede por las fotografías que tanto tomaron mis padres y mi memoria fotográfica que recuerda perfectamente mis prendas y mi cabello aunque destiñe todo, diluye todo en el Leteo. Jamás he podido recordar a colores. Como si el color fuera un invento posterior a mi memoria.

La arena es ahora más oscura que en su memoria, y el mar, menos mate. Hay mucha gente, como siempre. Algunos son turistas, otros viven muy cerca y piensan en esa playa como su jardín trasero, pero prefieren el mar a las flores. Amanda pondrá un pie dentro del agua y quedará fascinada al ver cómo la ola se alejará repelida, como si la desconociera. Como una frontera impenetrable, que no puede traspasarse más que por un instante.

En esa milésima de segundo en que el mar me rechazaba yo lo vi. Un grano de arena que ahora recuerdo negro entre el resto, todos blancos. Me bastó ese instante para saber que ese grano de arena se ahogaba ahí en la playa.

Pudo casi sentirse ella también de pronto sin aliento y supo que ese grano de arena, a simple vista tan similar al resto, no provenía de ahí, sino de un desierto, de un lugar cálido, sólido…

Entonces me desmayé y al despertar una mujer de tez blanca y rosácea y cabello rubio castaño, realmente delgada y con labios muy gruesos, pequeña, incluso frágil; me pregunta: “¿Estás bien?”, en alemán. Pero no sé qué responderle. Entonces me preguntará: “¿Eres extranjera? ¿Estás bien?”, en castellano. Por alguna razón esta vez asentiré con la cabeza, aunque ni ella ni yo sabremos a cuál pregunta he respondido.

 

ANALOGÍA

[…] del otro lado hay un jaguar, que mide con secretos pasos iguales el tiempo y el espacio del cautiverio.
“La escritura de Dios” — Jorge Luis Borges

Es curioso cómo cuando Amanda se distrae de la clase y voltea hacia otro lado, cuando no enfoca al maestro, éste se calla o tartamudea. Amanda se reclina hacia atrás, apoyándose en el respaldo de la silla y estirando un poco los pies. A su izquierda está Ditte, que tiene entre sus dedos índice y pulgar de ambas manos un solo cabello estirado desde el costado derecho de su cabeza al que mira fijamente. A veces cuando habla con los demás los mira con los ojos entrecerrados, o bien porque duda de lo que dicen, o porque no concuerda con ello, o quizá sólo cree muy pequeño el tamaño de las palabras que pronuncian.

Tras encontrar un cabello con alguna textura inusual lo arrancará y cuando haya terminado de examinarlos uno por uno, acercará un mechón a su nariz e inhalará profundamente, luego lo colocará contra sus labios con la boca cerrada. Ditte siempre está leyendo, descifrando signos, buscando las marcas en todo… y en toda ella. Amanda no necesita ver la marca, le basta con presenciar la búsqueda de la marca para poder interpretar, sabe que cuando Ditte relee algún libro es para recordar lo que pensó durante las lecturas anteriores, que necesita distraerse con algo para poder concentrarse—su oído escucha con atención al maestro—y que por más firme que sea su postura en una discusión uno siempre puede hacerla tambalear un poco valiéndose de alguna buena metáfora.

Amanda sentirá que alguien la está observando y volteará hacia atrás para corroborarlo, poco después voltea Ditte por la misma razón. Ambas ven justo lo mismo, caras indiferentes e impacientes, que esperan con ansias el momento justo en que la explicación termine y el tiempo se libere de su marasmo.

 

EVOCACION

Je te parle à voix basse, car c’est seulement lorsque nous parlons à voix basse que nous nous écoutons nous-mêmes. “Phédon ou le vertige”—Marguerite Yourcenar

 

Amanda escucha que sus compañeros preguntan a Ditte el significado de su nombre.  Amanda guardará silencio, la escuchará responder lo mismo de siempre. Luego de soltar el aire para dar a entender que la frecuencia de la pregunta es proporcional al fastidio que le genera dice que responderá lo que les ha dicho a todos: “Si realmente quieres saber qué significa, asiste a mi funeral”. Nadie parece entender por qué Ditte les dice que vayan a su funeral si quieren averiguarlo, pero tampoco parecen ya intrigados. Luego de la respuesta inesperada, la sorpresa desaparece junto con la duda.

Pero luego de oír eso, Amanda no perdió su interés, quizá al contrario. Luego de dar vueltas en su cabeza por largo tiempo al pensamiento detrás de esa respuesta llegó a la conclusión de que Ditte sabía que el sentido de su existencia estaría definido hasta el momento de su muerte y el sentido de su vida debía ser el significado de su nombre. Así, ya que su ser albergaba aún posibilidades infinitas, su nombre podía significar aún cualquier cosa. Ahora que lo recuerda en silencio, sonríe y a la vez se entristece.

“Amanda”. Su madre lo eligió por una razón muy sencilla. Le gustaba cómo sonaba. Si hubiera tenido una hermana mayor ese nombre le habría sido arrebatado antes de poseerlo, de la misma manera que le fueron negados todos los demás nombres: el nombre que le correspondía según el calendario, el nombre que habría elegido su padre, el nombre de su flor favorita, el de alguna estrella moribunda, el nombre de su madre y el nombre de su amada…

El nombre de Amanda no fue elegido por su madre, sino impuesto. Ditte tiene otro nombre, un nombre conocido por todos, un nombre por el que nadie le preguntaría, pero nadie la llamaría ahí de esa manera, es un nombre que ella nunca escribe cuando escribe su nombre y que calla siempre que se presenta. Amanda no la llamaría así ahora que todos salen del aula, ni cuando se la encuentra en las escaleras, ni cuando la encuentra en el estacionamiento, ni las pocas veces que la he visto jugar ajedrez en el parque… porque teme comprobar esa certeza, porque teme que al llamarla de esa forma ella no le responda…

 

ARTIFICIO

Apenas Ditte escuche al maestro pronunciar “incienso”, su nariz se arrugará gradualmente como si percibiese al momento el olor y fuera cada vez más penetrante. Tiempo después Amanda le preguntará sobre sus fobias, le preguntará si hay algo en específico que en cualquier contexto le cause pavor o repulsión. “El incienso”, responderá de inmediato, como si la pregunta misma acabara de encender uno. Explicará que probablemente se debe a la relación que su madre establece con el aroma, como quien supone que debe a su madre ese color de cabello o tener dedos delgados.

Al terminar la clase seguirán platicando en el estacionamiento, sus compañeros fuman y pretenden ignorarlas, pero en realidad ni siquiera hablan entre sí, mueven los labios como si hablaran de cosas serias, pero ninguno está diciendo nada, prefieren escuchar la conversación ajena, la conversación entre dos mujeres que ríen de repente; ellos deciden apagar su cigarrillo cuando las escuchan hablar de un olor desagradable.

 

 

David Oliva López (Xalapa, 1995) es narrador y crítico literario. Ha colaborado con las revistas La Palabra y el Hombre, Marabunta y la Revista Literaria Taller Ígitur. Fue seleccionado por la Fundación para las Letras Mexicanas para el “Curso de Creación literaria para jóvenes” en 2015 y 2017.

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Posted: August 12, 2024 at 9:52 pm

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