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Aquí nadie habla solo

Aquí nadie habla solo

Ana Clavel

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• Monserrath Campos Sánchez: Aquí nadie habla solo (Ediciones La Rana, Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato, 2022, 96 pp.)

Dame un hombre cuerdo y lo curaré por ti.
Carl Jung

Los cuentos de Aquí nadie habla solo hacen eco de esa expresión coloquial con que solemos descalificar a los locos, esos de los que se dice “hablan solos”. Por supuesto, es una ironía que de inmediato ensancha sus fronteras para incluirnos en el territorio ominoso de la cordura imposible, pues ya se sabe, todos, a solas con nuestros ojos, tenemos nuestro propio universo de locura, sólo que nos cuidamos de que alguien nos vea cuando hablamos solos.

Con imaginación y destreza literaria, Monserrath Campos nos entrega en su segundo libro de cuentos un volumen poderoso y demencial, donde campea la locura en los más diferentes registros. Así en la manía de Mileidy que se cree mosquito en el cuento “Denguenere”, o la fruición gerontofílica de Bruno Malacara por las mujeres mayores en “Las aguas de Edipo”, o los colores y figuras de un cuadro abstracto que atestiguan el maltrato de un padre hacia el hijo pintor en el relato “La concepción de Diamantina”.

Perversiones, filias, fobias, manías, psicosis tienen cabida en esta exploración en la que el horror y lo fantástico se dan la mano, pero también otras formas de locura más “normales”, las provocadas por prejuicios machistas, de clase, de religión… Formas de violencia sobre la persona que, al ser llevadas al límite del sarcasmo o la exageración, nos hacen reflexionar sobre el grado de enajenación y patología que conllevan. Es el caso del relato “Juan Pescador” que narra con crudeza la ira paterna ante el embarazo de una hija adolescente. El tratamiento de la joven como si fuera un animal acorralado provoca una extrañeza perturbadora que singulariza este hecho cotidiano. Describirla como una perra, primero en brama y después atrapada, desarma la sensibilidad de los lectores. Insisto, se trata de un hecho de violencia normalizada y sin embargo, la mirada medusante de la autora, lo convierte en un retablo perturbador.

La animalización es un recurso presente en varias de las historias. Además del mencionado “Denguenere” —¿cruza de “dengue” y “degenere”?, cuya metamorfosis en mosquito emerge de juegos infantiles hasta derivar en una psicosis cuya lógica distorsionada tiene sus propios atisbos de coherencia—; el cuento “Soliloquio de una borrachera” nos plantea la interrogante de si el relato está siendo narrado por una mujer o por una mosca que sobrevuela un tarro de cerveza, como si una y otra fueran equivalentes; o “Beatriz”, una historia de autismo en la que la protagonista se reconcentra como caracol en laberintos de recuerdos iniciales.

Otras historias llevan implícita la tentación de lo grotesco, ligada a una forma perversa de placer o pulsión. Así el que lleva por título “Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”, diario que registra la convalecencia por un brazo amputado y los delirios de mutilación que ese “miembro fantasma” llega a provocar. O el cuento “El llamado” con resabios de una antropofagia mística que, por supuesto, recuerda el caso verídico del Caníbal de Rotemburgo –aunque aquí, entre otras peculiaridades, la historia se sitúa en Durango y con un ciudadano “ejemplar”, trabajador y temeroso de Dios, que acepta convertirse en prueba de la existencia divina en un peculiar acto de comunión.

Otro abordaje al tema de la locura se da a través de la fascinación por los objetos, que tal vez podría afiliarse a cierto fetichismo, pero que desborda esa clasificación en narraciones como “Ruth”, en la medida en que se convierte en la única predilección –la de acariciar con sus manos y su cuerpo las cosas más diversas–, de una joven con retraso mental, que desde su nacimiento se mantiene en un eterno sueño de gestación, donde el tacto es el único sentido desarrollado. De hecho, los objetos también adquieren una dimensión enemiga, no exenta de un siniestro sentido del humor, en el delirio paranoide del relato “El cariño de la abuela”, en el que prendas tan anodinas como una bufanda o unos pants pueden volverse una amenaza inminente.

De esta manera, Aquí nadie habla solo esboza un universo de terror atávico no por lo desconocido, sino por lo que nos resulta cercano y familiar, amenazadora e íntimamente conocido. Entre los antecedentes, uno no puede evitar traer a la memoria poéticas de lo siniestro como las de Allan Poe, Hoffman, Horacio Quiroga, Francisco Tario, Amparo Dávila, Adela Fernández, Guadalupe Dueñas. Pero acá, en Monserrath Campos, lo siniestro invierte su naturaleza perturbadora al volverse territorio “diestro” y próximo a nuestra cotidianidad.

Aunque una ironía mordaz está presente en muchas de las narraciones que así deconstruyen un estado de cosas y creencias, una normalidad aceptada como única, o nuestro modo de calificar la demencia, también hay historias que se resuelven abiertamente por el lado del humor, a veces negrísimo, y que dan un respiro a este universo asfixiante y patológico de los que no siempre hablan solos. Es el caso de Mariana la Marrana en el cuento “Lubina”, a quien una mujer despechada acosa llamándola por tal mote. O el borracho curado con un toloache sintético por una esposa que sabe bien “Que el amor lo perdona todo”. También hay un atisbo de esperanza en el cuento que cierra la colección, sobre la abuela Cucú que espera a Capullo, su amor encantado de setenta años atrás. No es un azar que sea el último de los veinte relatos que integran Aquí nadie habla solo, porque con toda la sordidez de sus diferentes historias, la figura de una abuela que platica con un pretendiente del pasado, nos obliga a repensar la fuerza vital del amor frente a los reinos de la locura, del horror y de la muerte.

Así como los títulos complementan o ponen en tela de juicio el desarrollo de las historias, los finales de cada relato muchas veces se perfilan con una ambivalencia desestabilizadora. Antes hablé de la mirada medusante de la autora, porque no sólo nos asombra e inquieta, también nos paraliza con los sesgos inusitados que los cuentos toman para salirse de lo ordinario. Y aquí debo celebrar su capacidad imaginativa para encontrar derroteros novedosos como en el cuento “La concepción de Diamantina” en el que un cuadro abstracto es coprotagonista de una historia onírica y surreal que habría hecho las delicias de la pintora, pero también narradora, Leonora Carrington.

He dejado para el final dos narraciones notables en las que es posible percibir ecos de cuentos ya clásicos: “Verónica Segundo” y “El señor H”. El primero es un relato escabroso de reclusión por razones religiosas y demoniacas. Aquí la imaginación creadora de Campos concibe un mundo enrarecido, el tiempo introspectivo de un reloj dentro de otro reloj, que evoca el cuento de Adela Fernández que le mereció elogios de García Márquez, el hermoso y triste y sórdido relato de “La jaula de la tía Enedina”.

“El señor H” es un cuento espléndido que juega con el lector al hacerle suponer una historia de horror al estilo de “La gallina degollada” de Horacio Quiroga. Sólo al torpe y demente señor H se le puede ocurrir poner a su hijo de tres años en la lavadora para tomarle fotos sin medir consecuencias. No les daré más pistas, pero al final uno agradece que la autora haya tenido compasión con esta forma de locura “accidental” y nos devuelva el aliento mediante un sutil sentido del humor.

No ha de ser fortuito que cada vez más autoras nos hablen desde una otredad demencial. Monserrath Campos con Aquí nadie habla solo se sitúa por derecho propio entre la camada de escritoras como Samantha Schweblin, Lina Meruane, Bibiana Camacho, Lola Ancira, Alma Mancilla, capaces de hacer tambalear las pocas certezas que aún teníamos como lectores entregados a la placidez de la ficción.

 

Ana V. Clavel es escritora e investigadora. Ha obtenido diversos reconocimientos como el Premio Nacional de Cuento Gilberto Owen 1991 por su obra Amorosos de Atar y el Premio de Novela Corta Juan Rulfo 2005 de Radio Francia Internacional, por su obra Las violetas son flores del deseo (2007).  Es autora de Territorio Lolita, Ensayo sobre las ninfas (2017), El amor es hambre (2015), El dibujante de sombras (2009) y Las ninfas a veces sonríen (2013), entre otros. Su Twitter es @anaclavel99

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Posted: September 14, 2023 at 7:19 pm

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