Essay
El desorden es un orden
COLUMN/COLUMNA

El desorden es un orden

Angelina Muñiz-Huberman

Empezaré por la conocida frase de Shakespeare: “Though this be madness, yet there is method in it”, es decir, sobre el método que puede haber en la locura y de ahí al desorden como un orden para llegar a otra variante del azar y la necesidad. En pocas palabras, a borrar las fronteras. Las imprecisas fronteras. Las fronteras problemáticas. Ojalá no las hubiera. Pero para eso están el orden y el desorden.

Lo que pasa con la palabra “orden” es que subyace en ella la idea de un mandato, de un obedecimiento forzado, de una falta de libertad. Aunque, desde luego, están el orden en el espacio y el tiempo, en los números, en los planetas.

En cambio, con la palabra “desorden” todo se ha echado a perder. No se sabe por dónde empezar y cuándo terminar. Pero atrae, no diría que es recomendable, pero es simpático. Es alegre. Es atrevido. Rompe con la rutina.

Diría que es como una niña que después de jugar todo el día, se ve obligada a recoger los juguetes antes de irse a dormir. Y cuando ve las ilustraciones de los cuentos los juguetes se quedan tirados en la página y nadie los recoge. Niña que empieza a conocer orden y desorden. En la realidad el orden, en la imaginación el desorden.

Y cuando paso a la ciencia, resulta que las llamadas proteínas desordenadas existen y ¡oh sorpresa! tienen una función. Las IDP (intrinsically disordered proteins) acabaron con el dogma de que la estructura es la base de la función, pues carecen de estructura y sí pueden tener función. Es más, el desorden es su función. Como estas proteínas desestructuradas poseen gran diversidad funcional complementan las funciones de las proteínas estructuradas. Su flexibilidad es su libertad y su falta de prejuicios les permite la hibridación y el mestizaje. Deberían servir de ejemplo a imitar. Se acabarían muchos convencionalismos.

El siglo XVIII nos convenció de que la razón y el orden regían el mundo. El XIX, con el romanticismo en pleno, nos instaló la duda, y las pasiones y el desorden hicieron de las suyas. De ahí en adelante se puede escoger a qué bando pertenecer. O a mezclarlos, trasmutarlos, extrapolarlos.

A estas alturas ya no sabemos qué sucede con el orden y el desorden. O, mejor dicho, sí sabemos pero debemos cambiar nuestros ritos y creencias. Lo cual es difícil. Lo dejo planteado.

El desorden se asocia con el caos. Y esto es otro gran problema, desde que Dios se dio cuenta que al querer eliminarlo apareció la creación. Y pensó en la nada como origen del todo. Poco a poco, ya sin Dios, se llegó a la teoría del caos, aunque suene contradictorio. Un ejemplo clásico es el de una hoja arrastrada por el viento que no sabemos dónde irá a parar. Lo que le crea un problema al determinismo.

De ahí a los fractales es sólo un paso. De nuevo, el desorden es necesario: existe: para bien o para mal. Los fractales son bellísimos, por ejemplo: los cristales de nieve. Y a pesar de su geometrismo incumplido pueden ser comestibles: la coliflor, otro caso de belleza cumplida.

Los diccionarios que parecen tan ordenados, son un desorden total. Se leen por cualquier parte y nunca se acaban de leer. No importan principio ni fin. Fueron ordenados alfabéticamente, pero una palabra debajo de la otra no tienen nada que ver: por ejemplo: después de “árbitro” aparece “árbol”. A no ser que el árbitro tome sus decisiones bajo un árbol.

Orden y desorden se interponen.

Luz y oscuridad juegan.

Blanco y negro.

En gramática, sinónimos y antónimos hacen su entrada triunfal. Otra forma de orden y desorden. Estamos rodeados de lo igual y lo opuesto. Los sinónimos nos ayudan a entender los vocablos y sus matices: bonito, bello y hermoso: que no son lo mismo aunque se parecen. Los antónimos nos presentan la otra cara de la moneda (¿el dinero es un antónimo?): feo, horrible, repelente. Es decir, tenemos una doble visión de las cosas. Alegre-triste, interesante-aburrido, cuerdo-loco. Ahí están Don Quijote y Sancho, Hamlet, Segismundo.

Se trataría de una escalera que ordena los pisos de una casa, pero que desordena, pues lo mismo sube que baja. ¿Cuál escoger?

¿Y el libre albedrío? En su libertad está su obligación: la temible situación de escoger. ¿Esto o aquello? ¿Hoy o mañana? ¿Sí o no?

La interrogación es un desorden. No digamos la pregunta.

Aunque, luego de la tempestad viene la calma.

Los números son otro caso de aparente orden. Orden que se convierte en desorden al efectuar las operaciones matemáticas cuyo resultado puede ser 847, 3251, 65709. Orden que en su origen era letras, para mayor confusión.

Un desorden en busca de orden es la otredad. El otro y yo dependen desde dónde se mira. Emmanuel Lévinas nos propone: “Todo entra en conflicto, a pesar de la diferencia de regiones a las que pueden pertenecer los términos en conflicto”.[1]

La enfermedad gusta de seguir un orden: infección, inflamación, fiebre, ataque, defensas, medicamentos. Y claro, un desorden. El cuerpo se altera, no cumple con su función, pide descanso, rompe con lo cotidiano. A la cama.

Susan Sontag escribió sobre la enfermedad y sus metáforas. Nada menos. Su orden y su desorden. La tuberculosis como romántica, melancólica, idealizada. El cáncer como eso: “un cáncer”. Pensemos en su representación literaria. En La montaña mágica De Thomas Mann y en La dama de las camelias de Alexandre Dumas, hijo. O en Pabellón de cáncer de Aleksandr Solzhenitsyn. Unas  enfermedades más ordenadas y otras más desordenadas.

En fin, como todo lo humano la lucha entre uno y lo otro, en hacer y deshacer, ordenar y desordenar, amar y odiar. La fragmentación eterna y de ella la aspiración a la unidad. El universo dejándonos desamparados. Sin ejemplo al que acudir.

Vida y muerte en equilibrio desequilibrio.

Nada se elimina.

Conjunto de oposiciones.

La balanza de los contrarios.

Los astros ya muertos e iluminando.

Sólo quedan los libros para que recordemos.

Leídos en desorden.

———————————————————————————

[1] Emmanuel Levinas, De otro modo que ser, o más allá de la esencia, Salamanca, Ed. Sígueme, 1987, p. 47.

*Imagen de parameter_bond

Angelina Muñiz Huberman es autora de más de 50 libros. Ha ganado el Premio Xavier Villaurrutia ,  el Premio Sor Juana Inés de la Cruz el Premio José Fuentes Mares, Magda Donato, Woman of Valor Award, Manuel Levinsky, Universidad Nacional de México, Protagonista de la Literatura Mexicana, Orden de Isabel la Católica, Premio Nacional de Lingüística y Literatura 2018, entre otros.

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.

Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores y columnistas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de esta revista ni de sus editores, aunque sí refrendamos y respaldamos su derecho a expresarlas en toda su pluralidad. / Our contributors and columnists are solely responsible for the opinions expressed here, which do not necessarily reflect the point of view of this magazine or its editors. However, we do reaffirm and support their right to voice said opinions with full plurality.


Posted: October 5, 2022 at 8:31 pm

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *