Interview
¿Cómo ha cambiado EU a partir de estas elecciones?

¿Cómo ha cambiado EU a partir de estas elecciones?

Diversos Autores

Las elecciones norteamericanas del 2016 han captado la atención del mundo. Por primera vez una mujer contiende a la presidencia de Estados Unidos representando a uno de los partidos principales y un candidato fuera del establishment tiene posibilidades de ganar el cargo. Sin embargo, estas elecciones serán recordadas en la historia por la división que han creado y por la dureza de los ataques entre ambos candidatos. El equipo de Literal realizó una encuesta para conocer cuál es la opinión entre algunos escritores e intelectuales sobre cómo ha cambiado Estados Unidos a partir de estas selecciones. Compartimos con nuestros lectores esta variedad de impresiones

***

Naief-Yehya

Naief Yehya

La cultura estadounidense y sus satélites buscan compulsivamente las maneras en que la realidad imita a la ficción. Es una paradójica obsesión por validar la adicción mediática así como justificar los sistemas de valores que hemos adoptado de nuestros shows. La estridente farsa que ha venido a ocupar el lugar de una contienda electoral no se ha caracterizado tanto por la polarización de posiciones (es ocioso hablar de ideologías o propuestas), sino por una división caricaturesca en dos bandos dignos de una función de lucha libre: técnicos contra rudos. Más que fascismo lo de Trump es una farsa esperpéntica, peligrosa sin duda, pero antes que nada un show que será reescrito como comedia y tragedia en un futuro cercanísimo, tanto que probablemente lo que vemos ya sea parte de la representación. Después de esta celebración desmedida de la política de la improvisación, el descaro y la bajeza, Estados Unidos no podrá volver a ser lo que era. El público ya probó el empalagoso almíbar de la decadencia gozosa. Quienes exigen el Regreso a la Grandeza no podrán conformarse con la rutina, el progreso incremental y la política de lo cotidiano. Este es el mayo del 68 para la “canasta de deplorables” que han dejado de temer exhibir su racismo, sexismo y su fascinación con la fuerza y el poder brutal sin restricciones. Nada ha cambiado pero todo será diferente porque el Reality Show es ahora el único show.

Miklos1David Miklos

Más que cambiar a partir de este proceso electoral, EUA ha dejado en claro que la relación entre sociedad y política está muy desgastada, y que la aspiración democrática es víctima de sus propios elementos y se halla en evidente erosión. No es un fenómeno particular de EUA: ocurre en México, en Brasil, en Argentina, en Perú –por no decir en toda América Latina– y, sobre todo, en aquel viejo ejemplo que era mamá Europa. Es muy claro que la cúpula política o establishment estadounidense tiene descontenta a una buena mayoría de sus ciudadanos, que se sienten identificados –por las razones equivocadas, creo– con una botarga de odio e ignorancia como es Donald Trump. Y Hillary Clinton es incapaz de hacer un real y contundente contrapeso, porque se trata de una pieza más de la cúpula política, un engranaje más del sistema, y no tiene el carisma ni el peso específico de esa peculiar anomalía que es Barack Obama (no sin dejar, él mismo, de ser parte de dicho sistema) o que, en su momento, fuera su esposo Bill (hoy una botarga de sí mismo, casi un muñeco de cera). Parte de lo peor de EUA es cercano a Hillary: Bush papá, republicano que la apoya, y eso, lejos de ser un apoyo, me parece que termina siendo un peso negativo en su balanza. Más allá de la cúpula, está la realidad: tensiones y enfrentamientos raciales sin parangón, en los que la policía –el control inmediato– parece ser cada vez más retrógrada, un consumismo cada vez más desbocado –la ilusión de que elegimos lo que compramos, cuando en realidad lo que compramos nos controla–, una falsa y aparentemente perenne escala en un presente de bienestar y plenitud, como si el tiempo no corriera más y no hubiera pasado ni futuro, para resumir lo que observo que acá, muy cerca en mi patria chica, ocurre. En menos de un mes sabremos si el electorado dará un real viraje o si la diferencia de votos será discreta. Peor aún: en menos de un mes sabremos si la pesadilla cada vez menos en potencia se hará realidad, para consolidar así este cambio que, lejos de “hacerla grande de nuevo”,  disminuirá a América.

SandraLorenzanoSandra Lorenzano

Mi sensación como persona “de a pie” (no soy especialista en política internacional ni nada que se le parezca) es que los cambios que se perciben en Estados Unidos son, a pesar de que tienen sus propias características, similares a los que podemos ver en otros países; pienso en Europa (Francia, Reino Unido) y en América Latina (Argentina, Brasil, Colombia). En el sentido de que hay una polarización cada vez más brutal de la sociedad en términos político-ideológicos, pero también en términos culturales. Es decir, por un lado tenemos sociedades cada vez más abiertas, más tolerantes, más inclusivas; la lucha de las propias comunidades ha abierto caminos impensados hasta hace poco tiempo (las mujeres, las minorías étnicas y religiosas, la comunidad LGBT, los grupos indígenas, etcétera) que en muchos casos se han traducido en cambios fuertes en las leyes. Pero sobre todo se han traducido en cambios culturales que se reflejan en la cotidianeidad, en las costumbres, en las relaciones personales y comunitarias. Matrimonio igualitario, aborto, laicidad, son algunos de los temas que muestran estas transformaciones.

Por otra parte, y en el extremo opuesto a esta tendencia, podemos percibir un endurecimiento de los sectores más retrógrados y conservadores de la derecha. La intolerancia, la misoginia, el racismo, la xenofobia, y una larga lista de etcéteras, caracterizan a estos grupos que buscan “la fuerza y el orden”, como lo dijo el candidato republicano, o el orden por la fuerza, para decirlo más claramente.

Lo importante para mí en este momento, más allá de las anécdotas, de los debates, de  los “trapitos sucios”, de las amenazas más sucias aún, de las “payasadas” que no me parecen ni casuales ni inocentes, más allá de las bravuconadas, o de las “pláticas de vestidor” (no entiendo esa “disculpa”: ¿una bestia machista en los vestidores y un caballero fuera de ellos? Come on!!!), es entender qué proyecto de país hay detrás de cada una de estas posiciones que polarizan no sólo a la sociedad estadounidense. Por supuesto, pienso también en Brexit, o en el plebiscito colombiano, por poner sólo dos ejemplos recientes que muestran el resultado del enfrentamiento de estas dos posiciones. Un país incluyente y democrático, un país que privilegie el diálogo como base para los acuerdos de todo tipo, y una economía que tome en cuenta también las necesidades de los sectores más desprotegidos de la sociedad; y, ojo, que no estoy hablando de “izquierda” tradicional, sino de una política más bien de centro, centro-izquierda democrática. O un país excluyente, conservador, neoliberal a ultranza en términos económicos, y que privilegie la voz de mando autoritaria.

Clinton o Trump: el recrudecimiento de la polarización de las ideologías. Así debería titularse este párrafo que termino de escribir mientras me entero de que Bob Dylan es el nuevo Premio Nobel de Literatura. Más allá de las discusiones literarias que ya han comenzado y seguirán por un buen rato, me pregunto si no se trata también de un espaldarazo a la propuesta que se acerca más (un poquito más, tampoco exageremos) al mundo que deseamos. The answer, my friend, is blowin’ in the wind… 

Hinojosa2-150x150Francisco Hinojosa

Creo que la contienda entre dos candidatos a gobernar los EEUU nunca había tenido un impacto tan fuerte en México. Suele no importarnos tanto porque, ya sea que ganen demócratas o republicanos, fuera de la inercia comercial que tienen nuestros países, estamos en una zona secundaria de su agenda. Ahora, con el discurso xenófobo y mediático de Trump, hemos sido amenazados de manera directa: un muro que pagaremos si no queremos jugar a las guerritas y la deportación masiva de once millones de inmigrantes. Seguramente el magnate no ha visto la película Un día sin mexicanos, a pesar de que ese sea su sueño, ni imagina el impacto que tales amenazas tendrían en la política y la economía de su país. Aunque se vea difícil que llegue a la Casa Blanca, lo que ya ha logrado es avivar el fuego del odio.

yuriYuri Herrera

Este proceso electoral sacó a la luz pública cosas que han estado ahí desde hace mucho: la connivencia entre políticos y millonarios, la utilización de los migrantes como chivos expiatorios, la superficialidad del debate político, y en el caso específico de los Estados Unidos, el dramático desfase entre un sistema universitario que cada año produce premios Nobel y amplios segmentos de la población sumidos en la ignorancia más vergonzosa. La postulación de un cerdo fascista ha dejado ver todo esto con claridad, pero también ha servido para ser poco críticos con sus adversarios demócratas, que de manera formalmente más civilizada son parte del mismo entramado. El peligro de que un tipo racista, misógino y enloquecido de testosterona tenga control sobre las armas nucleares ha hecho que se olvide que, bajo una administración “progresista”, los migrantes han sufrido la más inflexible política migratoria en una generación, o que la administración de Obama no sólo no tocó a los responsables de la crisis económica sino que los ha enriquecido con dinero público, o el golpe de Estado en Honduras, ejecutado con el beneplácito de Hillary, entre muchos pendientes de una lista larguísima que tendríamos que revisar (cuando terminemos de revisar la lista de los álbumes de verano de Obama, claro). Espero que Trump sea derrotado, y que sea derrotado por una mayoría aplastante, porque su relativo éxito ha animado a toda clase de oscurantistas a sacar la cabeza, pero espero también que eso no nos devuelva al estado de apatía en el que la delincuencia neoliberal ha prosperado.

Cane fotoMiguel Cane

En los últimos meses la elección presidencial de los Estados Unidos, una batalla campal entre Donald Trump y Hillary Clinton, ha servido para mostrar a Estados Unidos como una especie de parodia de El ángel exterminador, la célebre película de Luis Buñuel en la que un grupo de amigos pertenecientes a la alta burguesía se ven gradualmente degradados a su condición de salvajes al quedar, inexplicablemente, encerrados en un salón. Poco a poco la buena educación se disuelve y da pie a la patanería y la crudeza. Y eso es lo que he visto a lo largo de esta campaña: cada vez son más los votantes y los medios que se degradan de manera magistral para mostrar lo que va ocurriendo en los encontronazos verbales entre el payaso de la tez naranja y la cada vez más desesperada señora. Y atrapados en medio, cautivos de la televisión, los estadounidenses de todas las extracciones; tanto los más ignorantes y resentidos –que en Trump han encontrado la voz que les dio la libertad para salir del proverbial clóset–, como los liberales ostensiblemente ilustrados que, igual que niños encaprichados, se niegan a apoyar a Hillary y prefieren aguantar la respiración hasta ponerse morados, nada más porque Bernie Sanders no fue el candidato demócrata. Más allá de ser un circo apasionante –o la mejor soap opera del año, con espectaculares vueltas de tuerca. Personalmente, no puedo evitar ver la situación con una mezcla de horror y compasión. Si gana Trump, están fregados; si gana Hillary, es ella quien estará fregada. Pero así son las cosas, y como espectadores no nos queda más que pegar los ojos a la pantalla y esperar a ver cómo termina esto. Si es que termina.

martinez-miriam-mabel-150x1501Miriam Mabel Martínez

Estas elecciones nos han mostrado un rostro de Estados Unidos que ha estado ahí, pero que nos negamos a ver: un país con problemas sociales, con diferencias, con una creciente vertiente conservadora, con una sociedad temerosa con acceso a mucha información pero incapaz de metabolizar el conocimiento, como en el resto del mundo. Sobre todo se evidencian los excesos del capitalismo tardío, en el que todo es un producto, hasta el mismo presidente, y donde el miedo ha sido una de las mercancías más rentables y el pensamiento un objeto en desuso.

jaime-munoz-27i1a
Jaime Muñoz Vargas

En general siento que los mexicanos no entendemos con claridad los procesos electorales de Estados Unidos. Hasta donde recuerdo, siempre los hemos visto con cierta lejanía, como si diera lo mismo que gane uno u otro, quien sea. Esta vez, sin embargo, las campañas lograron despertar el interés de México por obvias razones: la hostilidad verbal de Trump contra los mexicanos en general, no sólo contra los migrantes. Jamás en la historia hubo un candidato que fuera tan explícito en su odio, y ahora me da gusto que sus posibilidades de triunfo se hayan visto severamente disminuidas. El candidato republicano es a todas luces un energúmeno, y la lección que queda, si pierde como queremos que suceda, es de todas maneras triste: ¿cómo ha sido posible que un sector amplio de la sociedad norteamericana haya visto con simpatía a ese sujeto? ¿Qué ha pasado en los Estados Unidos para llevar hasta la candidatura por la presidencia a un psicópata? Algo anda muy mal y el hecho de que pierda Trump no significa que deban apagarse los focos de alarma ante la xenofobia.

 

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.

Posted: October 16, 2016 at 10:16 pm

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *