El punto de partida de “Los caminos sin ley” de Graham Greene
Tanya Huntington
El hombre que busca una escenografía se imagina bosques extraños y montañas insólitas; el romántico cree que las mujeres allende la frontera serán más hermosas y complacientes que las de casa; el infeliz se imagina cuando menos un infierno distinto; el viajero suicida espera una muerte que nunca se encuentra.
Graham Greene, Los caminos sin ley
El punto de partida de Los caminos sin ley de Graham Greene
Mientras más leo los libros notables que escribieron autores anglo no sobre México, sino contra México, más me doy cuenta de que no todas las miradas sesgadas son iguales.
Como si fuera dentro de un carril paralelo, pero separado al trazado por aquellos que sostienen como Lawrence o Huxley que México es el producto de un “mal” imperio español —plagado según ellos de un lento catolicismo oscurantista, que logró aplastar un mundo precolombino efímeramente superior o eternamente bárbaro— se asoma una variante curiosa: me refiero a los anglo católicos que juzgan que el México posrevolucionario socialista ha sido demasiado infiel. Graham Greene es uno de ellos.
México es, ni más ni menos, el lugar en donde este autor trotamundos de novelas de gran suspenso y sensibilidad espiritual experimentó su célebre conversión al catolicismo al atestiguar la profundidad de las expresiones de fe entre los campesinos. Cuando lo entrevistaron en The New York Times a principios de los años 80, Greene explica que se había acercado intelectualmente a esta creencia gracias a sus debates teológicos con el padre Trollope de Nottingham en Inglaterra. Revela, sin embargo, que se había convertido solo de manera nominal, siguiendo los pasos de Tomás el Dudoso más que los de Santo Tomás de Aquino. Fue hasta que le encargaron escribir una crónica sobre el conflicto entre Estado e Iglesia en México que comenzó a sentir en su interior una conversión más allá del raciocinio:
Reconocí las primeras incursiones durante mi visita a México en 1938. Todo está inmiscuido con mi lealtad con los de abajo —y así ha sido desde entonces. En México, los de abajo eran los católicos. Cuando escuché a una mujer contar sobre la muerte de un pariente suyo, de cómo tuvieron que comunicarse en secreto con la capital para que viniera un cura para celebrar los ritos funerarios en Tabasco (las persecuciones no afectaron a los oriundos de la Ciudad de México, quienes eran en cierto sentido “protegidos” por los turistas); cuando atestigüé el fervor de los campesinos quienes cruzarían de rodillas, ida y vuelta, las losas de aquellas iglesias en Chiapas que seguían abiertas (aunque no para los curas), mismos que se mantendrían arrodillados durante eternidades con los brazos extendidos como si estuvieran crucificados —intenté rezar así, y encontré que podía mantener los brazos alzados durante unos cuantos minutos, tal vez, no más, mientras que ellos permanecían como si estuvieran crucificados durante la ceremonia entera; cuando me encontré entre creyentes quienes sufrieron por su fe en las misas que se decían en secreto en Chiapas y Tabasco, donde ya no había ni iglesias ni curas; todo eso le brindó a la iglesia tal grandeza, y la fidelidad de los creyentes asumió tales proporciones, que no podía yo evitar estar profundamente conmovido.
Ya sea al caerse de un caballo, como le sucedió a Pablo camino a Damasco según el pintor Caravaggio, o al escuchar la voz de un niño invitándolo a leer la Biblia, como describió San Agustín en sus Confesiones, el momento de conversión es un punto culminante en la vida de cualquier cristiano. Y sin embargo, es un suceso que Greene no menciona en la crónica de su visita a México en la primavera de 1938, publicada al vapor al año siguiente. Tampoco lo menciona David Rieff en su prólogo de 2006 a la edición Penguin Classics de The Lawless Roads, un texto necesariamente breve que omite otro dato esencial sobre el origen de este viaje: el hecho de que no se debía únicamente al propósito ferviente de Greene de registrar los sucesos antirreligiosos en México por razones personales, sino que fue financiado por el editor católico Tom Burns con el encargo exclusivo de desenmascarar con su pluma la opresión de sus correligionarios. La asignación ha de haber sido muy seductora para Greene, sin duda: en un país profundamente creyente desde hacía siglos, se había prohibido de golpe el catolicismo. El punto de partida para esta misión cuasiperiodística fue la caza de religiosos del Presidente Calles, la “más feroz que había ocurrido en donde fuera desde el reino de Isabel”.
Desde luego, de todo lo anterior podemos concluir que las motivaciones del autor no eran turísticas. Esta agenda preexistente complica de entrada la clasificación de Los caminos sin ley como un texto enfocado en el viaje en sí, o en las posibilidades que este brinda en cuanto a la expansión de la propia experiencia o conciencia. Quizás de allí no deba sorprendernos que el resultado muestra las secuelas de haber sido concebido por una mente más estrecha que amplia.
No solo eso: la misión de Greene subraya el hecho de que él estaba plenamente consciente de que su destino —al subirse en un taxi de Laredo en la primavera de 1938 y cruzar hacia Nuevo Laredo— no era un descanso turístico agradable sino viajar a un país enfrascado en un conflicto fratricida: la guerra cristera que se había desatado después de la Revolución de 1910.
Más sobre eso en mi próxima columna…
Notas
1.En el inglés original, “The man seeking scenery imagines strange woods and unheard-of mountains; the romantic believes that the women over the border will be more beautiful and complaisant than those at home; the unhappy man imagines at least a different hell; the suicidal traveller expects the death he never finds.” The Lawless Roads, New York: Penguin Books, 2006, 20.
2.”I recognized the first inroads during my visit to Mexico in 1938. It’s all bound up with my loyalty to the underdog – and so it has been ever since. In Mexico the underdogs were the Catholics. When I heard a woman tell of the death of one of her family, how they had to send in secret to the capital for a priest to come and celebrate the funeral rites in Tabasco (the persecutions did not affect the inhabitants of Mexico City, who were in a way ”protected” by the tourists); when I had witnessed the fervor of the peasants, who would go back and forth on their knees across the flagstones of those churches in Chiapas which were still open (though not to priests) and who would kneel for ages with their arms outstretched as though crucified – I tried to pray this way, and I found I could keep my arms up for a few minutes, perhaps, no longer, while they would stay as though crucified for the entire service – when one has been with believers who suffered for their faith – the masses said in secret in Chiapas and Tabasco, where there were no longer either churches or priests – this endowed the church with such grandeur, the fidelity of the believers assumed such proportions that I couldn’t help being profoundly moved”. “Selection: The uneasy Catholicism of Graham Greene”, The New York Times, 3 abril 1983, Sección 7, página 11. Nueva York, EUA. Consultado en línea 31 mayo 2021. https://www.nytimes.com/1983/04/03/books/selection-the-uneasy-catholicism-of-graham-greene.html?smid=url-share
3. David Rieff, “Introduction”, The Lawless Roads, New York: Penguin Books, 2006, vii-xi.ç
4. “The fiercest persecution of religion anywhere since the reign of Elizabeth”, The Lawless Roads, 15.
Tanya Huntington is the author of Martín Luis Guzmán: Entre el águila y la serpiente, A Dozen Sonnets for Different Lovers, and Return. Her most recent book is Solastalgia (Almadía / UAA, 2018). She is Managing Editor of Literal. Her Twitter is @Tanya Huntington
©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.
Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores y columnistas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de esta revista ni de sus editores, aunque sí refrendamos y respaldamos su derecho a expresarlas en toda su pluralidad. / Our contributors and columnists are solely responsible for the opinions expressed here, which do not necessarily reflect the point of view of this magazine or its editors. However, we do reaffirm and support their right to voice said opinions with full plurality.
Posted: August 2, 2021 at 10:05 pm
Sin duda que Graham Greene idealiza el catolicismo en su viaje a Tabasco y Chiapas durante la era de represión gubernamental. Tan solo diez años despues, cuando se publicó Al filo del agua, de Agustin Yánez, Greene se habría dado cuenta de la represión católica sobre el pueblo de México en general. Esto es, si Greene hubiera leído esta gran obra. El estupendo escritor Ingles padecía del trastorno romántico de que se puede ser un gran pecador, y no obstante merecedor del perdón otorgado por la ‘Santa Iglesia’. Se puede robar, matar y violar, pero igual que Barrabas, serás favorecido por el pueblo por encima de otro mejor. En el caso del cura alcohólico, que importa esto, si en el fondo amaba a Dios y a su iglesia. Es una muestra de relativismo moral. Si soy un padre desobligado hacia mis hijos, y un marido cruel con mi mujer, pero en el fondo los amo, igual como amo a Dios y su santa iglesia, merezco todo el perdón. Ese es el mensaje católico de Graham Greene.