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Elisa Díaz Castelo: un altar para atravesar el tiempo
COLUMN/COLUMNA

Elisa Díaz Castelo: un altar para atravesar el tiempo

Adolfo Castañón

• Elisa Díaz Castelo: El reino de lo no lineal  (Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2020, México, Secretaría de Cultura, FCE, INBAL, Instituto Cultural de Aguascalientes, 2020, p. 25).

I

En medio de las largas semanas de la pandemia, se dieron algunas buenas noticias, principalmente en el orden literario y de la poesía. La concesión del Premio Bellas Artes de Poesía concedido por el INBA, por el Instituto de Cultura de Aguascalientes y la Secretaría de Cultura a un libro como El reino de lo lineal, fue una de esas noticias. La poeta laureada, Elisa Díaz Castelo (México, 1986), no es del todo desconocida. Publicó en 2018 Principia, un título que ya sugiere su vínculo con el orden de la ciencia, las matemáticas y la filosofía. Poemas firmados con su nombre aparecen asiduamente de un tiempo a esta parte en revistas como Letras Libres, Hispamérica, Revista de la Universidad, Tierra Adentro, Este País, Periódico de Poesía, Otros Diálogos. No ha pasado del todo inadvertida, prueba de ello es que los poetas Eduardo Casar, Lucia Rivadeyra, y Balam Rodrigo le concedieron el Premio por unanimidad. El humor era una de las cualidades que cita el acta del fallo. A esa virtud añadiría yo un rasgo complementario: la ironía, la capacidad de distancia intelectual que le permite pasar de un reino a otro, y pasar a través de diversas actitudes. Esta plástica capacidad se manifiesta en El reino de lo no lineal. El volumen consta de 69 páginas con la portada impresa en un fondo oscuro donde resalta un collage en el que una figura femenina que parece flotar en el agua se adelanta portando una especie de máscara donde se urden huesos con nidos y motivos vegetales. La sugerente composición se debe a Mira Nedyalkova, la fotógrafa búlgara descubierta por Elisa y propuesta a la editorial para ilustrar su libro. Me imagino que la propuso por la forma en que la artista trabaja o se deja trabajar por el agua. Este trabajo del agua, esta exploración del ahogo, del sofocamiento, del aliento perdido en la profundidad abisal, es, de hecho, uno de los motivos subyacentes de este sensitivo poemario.

II

Fiel al lema de su título, El reino de lo no lineal, el libro se inicia con una serie titulada “Vuelta” y concluye con una titulada “Ida”. Parecería que la tersa y recalcitrante inteligencia de la autora aspirara a sugerir que su libro está articulado siguiendo un andamiaje de dos polos, que no deja de evocar las curvaturas de una parábola. ¿Sería la de la trenza dorada del ADN? No lo sé, pero quisiera pensar que hay una inclinación o resonancia o inspiración musical, evocativa a las composiciones de Arvo Part. Las dos trenzas que dialogan en prosa y verso a lo largo del libro parecen imantadas por una idea fija a la cual obedece todo el libro y que está animada o desanimada por la experiencia límite de la muerte y, más allá, la experiencia ilimitada del volver de ese reino oscuro o transparente. Por fuerza, se da aquí una suerte de pinza entre eros y thanatos, el arte de morir y el arte de amar. Y esa pinza tiene siempre un perfil cortante, irónico, capaz de materializar y desmaterializar los enunciados en su andadura. ¿A quién le puede extrañar que uno de los poetas citados por la autora, o sea, incorporados en su decir, sea el poeta irlandés W. B. Yeats?

III

Otra voz poética que se pasea por los corredores misteriosos de este castillo de palabras es la del poeta norteamericano Edward Lee Masters y en particular la de The Spoon River Anthology (1915), cuya “Nota fúnebre suena como punto de órgano” en esa famosa antología donde “en cada poesía cuenta la vida de los habitantes del pueblo de Spoon River, dormidos en el cementerio”, como diría Pedro Henríquez Ureña en 1927. Lee Masters también está presente en la obra de Jorge Luis Borges, de Salvador Novo y entre nosotros no es desconocido de Luis Miguel Aguilar.

El reino de lo no lineal no es un conjunto de poemas escritos al hilo de los días. Se presenta como una composición orgánica, un cuerpo textual comunicado letra adentro por alusivos vasos comunicantes. En ese sentido, busca instaurar un espacio y un tiempo soberanos, los de la escritura sus sombras, su sombra. Sus páginas están recorridas por la experiencia de la muerte o del morir, del límite y así abre el espacio al misterio. Durante la lectura pensé en los Poemas japoneses a la muerte. Escritos por monjes zen y poetas de haikú en el umbral de la muerte. [1]

Una nota al final del libro, en la página 69, informa que “Las secciones en prosa de Vuelta reproducen algunas frases de Wikipedida, del Diccionario de la Real Academia Española y de otros diccionarios en línea. La sección I y la IX están inspiradas en testimonios de experiencias cercanas a la muerte relatadas en la página de la Near Death Experience Research Foundation”. De estas líneas no sólo se desprende la información relacionada con la ciencia y de esta etnología de Lázaro o de los Lázaros, de aquellos que volvieron de su viaje por el más allá; también se desprende la familiaridad con que la autora se sirve y hace suya la información alojada en las computadoras como materia para la elaboración de su escritura. En el libro, se van alternando en un calculado contrapunto una decena de definiciones o enunciados que buscan definir la vida.

Vida: el reino de lo no lineal: Prigogine: de la autonomía del tiempo: también: la banqueta rota por las raíces de una acacia: la sintaxis inútil del desorden: el agua a contraluz: canto para sobrellevar la espera: Dickinson: teoría de los principios simples: enzimas: esporas: ribosomas: el amor desmedido de Dios por los escarabajos: [2]

Vida: si te da limones: ver biosfera: gameto: limonada: la vida depende se asocia se vincula: vivo sin vivir en mí: santa Teresa: no te tardes que te espero: la misma: vida perra: vida mía: por ejemplo ciertas bacterias quimiosintéticas anaerobias: comer metabolizar excretar respirar moverse crecer reproducirse: vida: continuamente intercambia sustancias con el medio circundante sin alterarse: vida: gracias a la: Violeta Parra: vive y deja vivir: refrán: véase el color verde: el estado de latencia: de lactancia: dar vida: quitarla: vida la de los otros: vida: duración real o esperada del funcionamiento de un objeto: persona amada: vida: otro país: un paisaje distinto: lugar que no sea éste: [3]

Al lector no le habrá pasado inadvertido el sentido de la música que tiene la autora.

IV

De ahí resulta un caleidoscopio en el cual se reflejan o refractan en forma no-lineal las cantidades de la experiencia, el canto, la meditación y la escritura, como un espacio de pertenencia. El poeta, parece decirnos, no pertenece ni a la vida ni a la muerte sino al decir, a la palabra, a la voz que se hace letra y pauta.

V

Orfelia y no Ofelia es el nombre de la máscara-persona de que echa mano la autora para practicar esa inmersión o exploración en el inframundo o trasmundo, convenientemente anclado en datos de la experiencia concreta.

“Orfelia borra viejas fotografías de su celular”

Ya terminó el viaje: jardín de erizos,

piedras contra el agua, marea y estría,

el artilugio diario de los atardeceres,

cosas que aseguramos

no olvidar nunca,

el sabor de la sal y su intemperie, el mar,

sábana sin sueño que dobla y desdobla

sus esquinas, tu piel contra la mía,

las cabañas de Mario, su guitarra

y canciones. Era la última noche.

El mundo era un acorde pulsado

justo a tiempo. La música redondeaba

las cifras inexactas de nuestros cuerpos

y el hambre del mar. Lo sabíamos bien.

Yo miraba la sombra de la voz,

que es el cuerpo. Tú, la frente

contra mi hombro, aferrabas

mi mano entre las tuyas como un niño:

la felicidad y su envés

de desamparo.

Es cierto. Ya para siempre

es tarde en esa tarde.

Es lógico colegir que el sitio

en el que estuvimos existe

todavía, aunque nosotros no

o no de la misma forma.

Mario afilará su voz

contra la piedra cerrada de la noche

y al fondo el mar aún

y siempre se romperá la cara

contra las roscas. Sólo aquellas cosas

que repiten una y otra vez

su propia destrucción

permanecen. Ya terminó el viaje.

Nuestra piel olía a citronela. [4]

Quien dice Orfelia, dice Ofelia, dice Hamlet. De hecho, la figura del vacilante “príncipe” melancólico merodea a veces como un lobo, a veces como un perro o un gato o un enamorado desaparecido o difunto el cuerpo del libro en el cual “Orfelia desvaría sobre Las metamorfosis”.

La coreografía de la muerte que va desde los médicos y enfermeras hasta los ángeles y Perséfone, se conjuga en un tablero en el que se juega, por así decir, al revés y al derecho, creando “campos de fuerza”, que logran producir una “nueva alianza” para recitar a Ilya Prigiogine, [5] una nueva alianza, un nuevo ajuste entre lo dicho y lo decible, la escritura y la experiencia de los limites o, más crudamente, el límite, el punto inalcanzable.

VI

“Vuelta” e “Ida”, las dos partes del libro, se construyen en forma de caracol, en espiral. Se da un sistema de variaciones al estilo de la música de J. S. Bach y que el libro se va construyendo en forma de “Fuga”. Alternan folia y cordura, el arte de la demencia y el arte de la sensatez. “Vuelta” e “Ida”, “Ida” y “Vuelta”: sube y baja, péndulos, arquitectura verbal al estilo de Escher. Esta experiencia del que regresa es la de los sobrevivientes, en ese sentido, la de los náufragos que han visto cara a cara el abismo del vertiginoso Maelstrom. Es curioso cómo el laberinto creado por Elisa se presenta al lector de una forma hospitalaria, casi entrañable. El lector logra, por así decir, ver al personaje o máscara poética inventado por Elisa, esa Orfelia que “no encuentra un comprobante de domicilio”, “visita al médico”, “aguanta la respiración en la tina”, “piensa en una vieja Navidad”, “lee a Virgilio”, “escoge fruta en el mercado”, “borra viejas fotografías de su celular”, “encuentra la garantía del refrigerador”, “desvaría con Las metamorfosis”, “Mira la foto borrosa de un conejo”, “recae”, “se pone la pijama”, “termina de leer una novela”, “limpia el clóset” o “apunta lo que él subrayó en los libros”… Al motivo de la muerte lo secunda el de la ausencia del ser preferido o amado, el esposo, el padre, el compañero. La música de la ausencia, por llamarla de algún modo, no sólo arrastra a los seres sino toca a las civilizaciones y continentes desaparecidos, por ejemplo, la legendaria Atlántida, el reino de Hiperbórea, los mundos perdidos como el de Lemuria o de Mu. La ausencia también se da cuerpo adentro. Orfelia dialoga con Ofelia, la novia de Hamlet, de hecho, el príncipe de Dinamarca cabría ser considerado como uno de los maestros secretos de este tablero de divagaciones melancólicas y a la vez de peregrinajes furtivos, escapes: fugas.

A este procedimiento se añade el de una calculada inestabilidad sintáctica que ayuda a la corrosión de la escenografía identitaria y pronominal: el ser que murió y regresa, puede ser un marinero que naufragó en Aruba llamado Celso, una niña atropellada, una dama olvidadiza que gustaba de maquillarse, un obrero que limpiaba vidrios en lo alto de un edificio, un soltero que se despierta en la noche y cae muerto después de buscar un vaso de agua, un hombre casado que se desprende de la vida el día de su aniversario mientras su esposa ronca, un ilustre profesor políglota que pierde el sentido de las conjugaciones y de los pronombres, una mujer sin edad que dice “Estuve muerta / lo que tarda / una fruta / en madurar”, un enfermo terminal que practica el arte de la auto-observación, una mujer ansiosa de morir y que no puede y no puede… alcanzar su meta. El horizonte de este ejército singular parece dominado por el fracaso, por un calendario desarreglado de desfases que les impide alcanzar la plenitud de la vida o de la vividura.

Por curiosa coincidencia, me di a la lectura de este libro entre el día 1 y 2 de noviembre, ante un altar como los que hacemos en México en esas fechas. El reino de lo no lineal parece un altar hecho para atravesar el tiempo.

Notas

[1] Prologado y antologado por Yoel Hoffman, traducción de Eduardo Moga, DDV Ediciones, Barcelona, 2000.

[2] Elisa Díaz, El reino de lo no lineal, Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2020, México, Secretaría de Cultura, FCE, INBAL, Instituto Cultural de Aguascalientes, 2020, p. 25.

[3] Idem, p. 28.

[4] Idem, p. 57.

[5] Ilya Prigiogine, Isabelle Stengers, La nouvelle alliance, Folio Gallimard, Paris, 1986.  

 

Adolfo Castañón. Poeta, traductor y ensayista. Es autor de más de 30 volúmenes. Los más recientes de ellos son Tránsito de Octavio Paz (2014) y Por el país de Montaigne (2015), ambos publicados por El Colegio de México. Premio Alfonso Reyes 2018. Twitter: @avecesprosa

 

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Posted: December 3, 2020 at 9:46 pm

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