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En el corazón de las tinieblas

En el corazón de las tinieblas

Jorge Iglesias

Elefante blanco

Dir. Pablo Trapero

Argentina/España/Francia, 2012

Nuevo Cine Argentino, Cine Argentino Independiente: dos etiquetas que han caído en desuso, pero que no obstante siguen constituyendo un marco de expectativas en el público que se acerca a determinadas películas. La tan bien recibida Pizza, birra, faso (Adrián Caetano & Bruno Stagnaro, 1998) constituyó un ejemplo temprano de esta estética; luego vendrían Bolivia (Adrián Caetano, 2001) y Taxi, un encuentro (Gabriela David, 2001). En 1999, Pablo Trapero contribuyó al movimiento con Mundo grúa. Como sería el caso de Bolivia, la película estaba filmada en blanco y negro, se enfocaba en la rutina urbana de un personaje subalterno, favorecía la deriva en vez de la trama e incorporaba elementos del género documental. Más satisfactoria y comprometida fue El bonaerense (2002), selección oficial para el festival de Cannes, que sigue la carrera de un policía de la Provincia de Buenos Aires desde su ingreso a la fuerza hasta su dudosa condecoración. El film estableció a Trapero como una de las figuras claves del cine argentino del nuevo milenio. Tanto la conmovedora Leonera (2008), sobre la maternidad dentro del sistema carcelario, como la impecable Carancho (2010), que aborda la corrupción en torno a las demandas por accidentes automovilísticos, fueron seleccionadas para representar al cine argentino en los Academy Awards.

Elefante blanco es el séptimo largometraje de Trapero y marca su segunda colaboración con el inigualable Ricardo Darín. Completan el elenco Martina Gusmán y el belga Jérémie Renier. El título se refiere a un proyecto inacabado, el esqueleto de una construcción que nunca llegó a convertirse en el hospital que debía ser. En torno a este elefante blanco existe Ciudad Oculta, una villa de emergencia ubicada en la Capital Federal, donde se desarrolla la acción. Julián (Darín) es un sacerdote que ha dedicado su vida a ayudar a los pobres y con el correr del tiempo se ha ganado el respeto de los habitantes de Ciudad Oculta; Luciana (Gusmán), una joven asistente social, lo acompaña en la tarea. Entra en escena el padre Nicolás (Renier), quien atraviesa una crisis luego de haber presenciado una masacre en el Amazonas, donde llevaba a cabo una labor humanitaria.

“Lo que más me gusta son las cosas que no se tocan”, dice la canción que suena durante los créditos iniciales del film. Lo prohibido, lo que está más allá de los límites. Los tres personajes se atreven a entrar al lugar donde nadie quiere ir, esa villa miseria de la que el porteño promedio prefiere apartar la mirada y que es en sí un personaje clave en la película. Ciudad Oculta es el campo de batalla de pandillas y narcotraficantes, un enclave que se rige por sus propias leyes, principalmente por la de la supervivencia. En el corazón de las tinieblas, Julián, Nicolás y Luciana buscan la luz. Para Nicolás, también Luciana es “lo que no se toca”. Elefante blanco, sin embargo, no es El crimen del padre Amaro (Carlos Carrera, 2002). Nacido y criado (2006), Leonera y Carancho demuestran que Trapero se siente cómodo en el territorio del drama desgarrador, inclusive en el del melodrama; lo que impera en sus películas, no obstante, es el factor de denuncia, su compromiso con el sujeto subalterno.Trapero

Al encarnar con convicción al personaje del padre Julián —un patente avatar del padre Carlos Mugica, asesinado en 1974, a quien está dedicada la película— Darín amplía la gama de personajes que ha interpretado hasta ahora y hace ver que su talento trasciende el encasillamiento. Si su contribución a Carancho fue sin duda inmejorable, en Elefante blanco el actor parece dar un paso más, al tiempo que deja espacio para el desenvolvimiento de los otros dos personajes principales. Martina Gusmán, por su parte, añade otra actuación magistral a su filmografía. Como los demás personajes a los que Gusmán ha dado vida en sus anteriores colaboraciones con Trapero y en La vida nueva (Santiago Palavecino, 2011), Luciana es una mujer de carne y hueso, con sus defectos y virtudes, un ser complejo, contradictorio, creíble. Renier, finalmente, conmueve con su interpretación de un hombre atormentado que busca dar forma a su destino. De los tres personajes es el padre Nicolás quien parece arrastrar la carga más pesada, que es el sentimiento de culpa, y su idealismo lo lleva a cruzar límites que el padre Julián ya no está dispuesto a franquear; Renier se pone a la altura de su personaje, asume el rol de ese ser marcado para la tragedia que Trapero favorece en sus películas.

La cinematografía de Elefante blanco, como la de El bonaerense, es el trabajo de un virtuoso. En ambas ocasiones, este aspecto de la puesta en escena ha estado a cargo de Guillermo Nieto, quien también fue director de fotografía en Nacido y criado y Leonera. Son particularmente memorables en Elefante blanco las tomas largas, como la escena en que Julián refiere a Nicolás la historia del edificio, a medida que los dos descienden en la oscuridad una escalera caracol para luego abandonar la construcción y emerger a la luz del día. El film, dicho sea de paso, alterna eficazmente las escenas de oscuridad con aquellas de luz, de la misma manera que se permite —en los momentos apropiados— escenas en las que la tensión disminuye. En otro momento notable, la cámara sigue el progreso de Nicolás mientras éste se interna en la guarida de un narcotraficante en busca del cadáver de un muchacho. El espectador comparte con el personaje la oscuridad, la incertidumbre, la ansiedad, la sensación ominosa de que se está cruzando un límite más, la incógnita de si será posible regresar a la luz.

Además de la música de bandas locales como Intoxicados y Damas Gratis, el film cuenta con piezas sublimes del legendario Michael Nyman, quien ha trabajado con directores de la estatura de Peter Greenaway y Jane Campion. El espectador volverá a oír “Fish Beach”, que se incluyó en Drowning by Numbers (1988) y The Cook, the Thief, his Wife and her Lover (1989), ambas de Greenaway. También da buen resultado la incorporación de “A Satire Against Reason”, de la película The Libertine (Laurence Dunmore, 2004).

Realismo brutal, la ley de la calle, hombres que caen muertos sobre bolsas de basura, una mirada a esa parte de la realidad urbana que nadie quiere ver: podríamos trazar un paralelo entre Elefante blanco y Los olvidados (Luis Buñuel, 1950). Las películas de Pablo Trapero parecen decirnos que el cine ya no puede ser mero artificio. Elefante blanco presenta una historia ficticia —lo cual no equivale a decir una historia irreal— en el marco de una realidad vergonzosa. Da al espectador los personajes y la trama al tiempo que lo enfrenta con lo que la mayoría querría ignorar. El resultado de esta mezcla de realidad y ficción es una de las películas mejores logradas de Trapero, un film imposible de olvidar.


Posted: December 6, 2013 at 1:13 am