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La ministra de Schrödinger
COLUMN/COLUMNA

La ministra de Schrödinger

Alberto Chimal

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¡La ministra Yasmín Esquivel, candidata a presidir la Suprema Corte de Justicia de México, plagió su tesis de licenciatura!

¡La ministra Yasmín Esquivel, candidata a presidir la Suprema Corte de Justicia de México, NO plagió su tesis de licenciatura!

¡La ministra (entonces pasante) Esquivel copió casi palabra por palabra la tesis de otro estudiante!

¡Otro estudiante copió casi palabra por palabra la tesis de la pasante (ahora ministra) Esquivel!

¡La pasante Esquivel no pudo haber sido la autora original de una tesis publicada un año antes que la suya!

¡La pasante Esquivel SÍ pudo haber sido la autora original de una tesis publicada un año antes que la suya!

¡Los enemigos de la ministra Esquivel la atacan porque es cercana al régimen!

¡Los amigos de la ministra Esquivel la defienden porque es cercana al régimen!

¡La culpa de la ministra ha sido rotundamente comprobada!

¡La inocencia de la ministra ha sido rotundamente comprobada!

¡Los amigos de la ministra son unos hipócritas!

¡Los enemigos de la ministra son unos hipócritas!

¡Todo el que critica a la ministra es nuestro enemigo!

¡Todo el que defiende a la ministra es nuestro enemigo!

Y así sucesivamente, a lo largo de miles de textos publicados en la prensa mexicana, de videos difundidos por todas las redes. Notas masticadas y vueltas a masticar, convertidas en memes y en material de nuevas notas. Una especie de pasta sin consistencia, más bien repugnante, con burbujas y rastros de materia incierta, que después de poco rato da asco y fuerza a apartarse, a no preguntarse más por la verdad, a desesperar de que realmente haya una verdad.

*

Podemos suponer que sí hay una verdad, naturalmente. Ciertos acontecimientos impiden que otros acontecimientos, diferentes, hayan tenido lugar en el universo que ocupamos. Podemos imaginar que, en otras circunstancias, esa verdad podría descubrirse y ser aceptada por al menos la mayor parte de la población del país. Muchas personas están mintiendo al hablar de este asunto, sea por ignorancia o a sabiendas. La tesis de la ministra no existe en un estado de superposición cuántica, como el gato del famoso experimento mental del físico Erwin Schödinger. O la plagió o no la plagió. Los asuntos humanos no son partículas subatómicas.

La verdad podría descubrirse y aceptarse, digo, en otras circunstancias. Pero en las realmente existentes, no hay manera.

Los medios informativos a nuestro alcance, diversos, con más o menos recursos, con posturas enfrentadas o contradictorias, presentados en nuestras pantallas en selecciones personalizadas (por nosotros mismos, a veces; con más frecuencia por los algoritmos de ordenamiento de tal o cual plataforma), nos ofrecen la posibilidad de mantenernos encerrados en las proverbiales burbujas de información. No tenemos por qué leer o ver nada que no refuerce las actitudes o creencias que ya tenemos. Más todavía, con frecuencia el encierro lleva a la radicalización: como las redes sociales están hechas para atraer nuestra atención mediante emociones fuertes y negativas (indignación, ira, desesperación), sus algoritmos nos muestran más y más de aquello que nos disgusta y a la vez confirma lo que creemos saber, y esto puede llevar a contenidos cada vez más virulentos o de plano al discurso de odio.

Y como un grupo cerrado, desconfiado, opuesto a cualquiera que parezca “extraño”, es sencillo de explotar y seguir manipulando, en esta época resulta fácil encontrar a personas dispuestas a mentir descaradamente, insistir en la mentira cuando son descubiertas y arrastrar a otras más a creer cualquier cosa. Les conviene.

Nada de esto es nuevo. Lo sabemos y lo experimentamos todos los días. La polarización que produce –la adopción de puntos de vista cada vez más paranoicos y hostiles ante cualquier diferencia– es lo que ocasiona que la ministra Esquivel pueda haber y no haber plagiado su tesis simultáneamente. Sus partidarios no le creerán jamás a sus enemigos, ni viceversa. Cada uno puede recibir tantas “evidencias” de que tiene razón como pueda desear. Aunque existen en el mismo universo material que el resto de la población del país y del mundo, su percepción de ciertos aspectos de lo real, como esa tesis, es inamovible incluso si está desligada de lo que verdaderamente sucedió, sea lo que haya sido.

Como otros asuntos controvertidos, la inocencia o culpabilidad de la ministra ha pasado a importar, sobre todo, como un signo de identidad de grupo. Se está con ella o contra ella; con quienes la defenderán siempre o con quienes siempre recordarán lo que sostienen que hizo.

*

Estos fenómenos no son nuevos, repito, pero recientemente me he encontrado varias veces con una de sus peores consecuencias: una que tiene lugar en la vida real, lejos de las pantallas de computadoras o teléfonos.

Por dar un solo ejemplo, no siempre sé cuándo decir lo que pienso de la ministra Esquivel. Puedo decir lo que pienso del PLAGIO en general, como práctica de fingimiento y abuso de poder diferente de sus primas INTERTEXTUALIDAD o INFLUENCIA LITERARIA, con las que se le confunde tantas veces. El plagio me parece repugnante, detestable: una forma de explotar a otros seres humanos para ganar un poco de atención o de dinero, o bien para cumplir con un gesto socialmente prescrito pero que en el fondo no le importa a nadie que tenga poder en una sociedad.

Por otra parte, hay personas a las que quiero y que tienen, lo sé, la opinión opuesta de la mía en el caso concreto de la ministra. Además, defienden su opinión con fervor, porque es en verdad un componente de su identidad dentro de una tribu, y me mirarían con desconfianza o desprecio de saber que no pienso como ellos.

Tampoco puedo, en muchas ocasiones, decir lo que pienso de las vacunas. O de los ovnis. O de dios, de la idea en general de una divinidad y menos todavía del Dios cristiano. Y también trato de evitar referencias a ciertos personas: no voy por ahí diciendo “Andrés Manuel López Obrador”, “Vladimir Putin”, “Amber Heard”, “Daniel Ortega”, “J. K. Rowling”, “Ricardo Anaya”, “el Chapo Guzmán”.

Obsérvese que no estoy revelando ninguna de mis opiniones aquí. Si tú, que me lees, te estás indignando, vuelve a leer los párrafos anteriores: de lo que se dice en ellos no se puede saber si soy antivacunas, si pienso que los ovnis son reales o si no creo en la existencia de los dioses o qué opino de las celebridades mencionadas. Tal vez llegues a conocer mis opiniones por lo que he escrito en otros lugares, o tal vez has hablado conmigo y hemos descubierto tener ciertas posturas en común. Pero aquí me encuentras todo parco y reticente porque quiero ilustrar un problema real. Nos estamos volviendo más y más incapaces de lidiar con la diferencia, y de discutirla racionalmente, incluso más allá de la red.

Aquí debo dar, qué remedio, una opinión precisa y categórica: lo que he dicho aquí no es la misma queja victimista de muchas personas en la extrema derecha, según las cuales las sociedades contemporáneas “persiguen” y “censuran” a sus sectores más privilegiados y tradicionalistas. Esa es una mentira vil –utilizada, por desgracia, en muchos países de la actualidad– para radicalizar de otra manera a ciertas poblaciones y hacerlas apoyar a toda clase de extremistas impresentables. Nadie está discriminando a los blancos en México, por ejemplo. ¿Cómo se puede creer que alguien les niega espacio, en una sociedad que lleva siglos excluyendo a todas las personas que son ligeramente distintas de ellos, y sigue siendo francamente racista de tantas formas?

Dos opiniones categóricas!)

No. Nadie me está “cancelando” ni “censurando”. Nadie me impulsa a callar salvo yo mismo, a veces por mera conveniencia social y a veces por una preocupación real. Llevamos cerca de veinte años de polarización ideológica abierta en México (recuérdese la campaña presidencial de 2006), pero la situación no mejora. Incluso quienes no estamos en esas poblaciones más codiciadas por el extremismo nos estamos volviendo extremistas. Y pese a que vivimos en realidades (experiencias subjetivas de lo real) cada vez más separadas e irreconciliables, seguimos compartiendo el mismo espacio físico.

No quisiera pelear contigo. Quisiera pelear contra la desinformación y el engaño. Pero de momento no se me ocurre cómo lograr ambas cosas a la vez.

 

 

Alberto Chimal es autor de más de veinte libros de cuentos y novelas. Ha recibido el Premio Bellas Artes de Narrativa “Colima” 2013 por Manda fuego,  Premio Nacional de Cuento Nezahualcóyotl 1996 por El rey bajo el árbol florido, Premio FILIJ de Dramaturgia 1997 por El secreto de Gorco, y el Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí 2002 por Éstos son los días entre muchos otros. Su Twitter es @AlbertoChimal

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Posted: February 9, 2023 at 10:31 pm

There are 6 comments for this article
  1. J. Andrés Herrera at 1:06 pm

    Está muy rudo. Leyendo a Boll (y de pasada añado a Kundera y Lem por varias similitudes), encuentra uno a la gente en medio de guerras, de un mundo polarizado, y es triste y sorprendente encontrar muchas similitudes de acciones vividas en sus entornos, los que vivieron y los que novelan, con el mundo “libre” actual. Hay una autocensura terrible también porque uno tiene, además de aversiones, afinidades, así como críticas a esas cosas afines, pero no se pueden expresar porque resultará que eres enemigo de tus afinidades. Por poner un ejemplo -y no pretendo dejar caer aquí una bomba-, mi acercamiento al “lenguaje inclusivo” no deja de importarme ideológicamente y de hacerme ruido gramaticalmente, sobre todo al redactar. Pero nadie parece estar dispuesto a hablarlo sin que medien posturas que van desde “snob-academicista-letroso” pasando por “macho-patriarcal-horrible” hasta “reaccionario-provida-panista”. No asumo ninguna ni expresaré mi opinión, sólo ejemplifico. Otro caso es el del Chapo, uno se cuida de un comentario contra el narco en general en ciertos espacios (las rutas acá en Morelos, por ejemplo) porque, mito o realidad, uno teme que pase algo muy sonado: te bajan, te cortan la lengua o te matan si te oyen.

    En el mundo editorial, incluyendo revistas, también hay esta censura. Puedes ensayar o escribir ficción sobre lo que quieras, pero es muy difícil que publiquen algo que no se mantenga en esa línea de lo “decible”, ya no es lo “discutible” lo que importa, sino ser o no parte de algo, como dices. ¿Se podrá superar esta situación, Alberto? Volviendo a la relación con Boll, encuentro, además, mucho arte actual similar a las estéticas-posturas ideológicas del cine fascista o realista-socialista o libertario-norteamericano, que jalan por montones a gente con un deslumbramiento de “verdad” parcial; sin importar pa’ qué lado, la misma cosa falaz.

  2. J. Andrés Herrera at 12:28 pm

    A riesgo de parecer un fan ultrararo aquí, siguiendo y comentando esta columna siempre, sólo quiero aclarar que me refiero específicamente a la autocensura. Lo que ejemplifico, ocurrido por miedo principalmente (a la exclusión, a la cancelación, a los mitos/realidades de la violencia del poder), nos vuelve a la vez otra cosa: además de autocensurarnos, somos persecutores regularmente. Siguiendo con las analogías de la guerra, de la guerra fría más bien, me suena a la actitud de los ciudadanos acusándose entre ellos con la autoridad o asumiendo ese papel coactivo.

    • Alberto Chimal at 11:24 pm

      Muchas gracias por tus dos comentarios, Andrés. Tengo la impresión de que una parte del problema es, también, que la presión para juzgar y denostar públicamente a otros es más fuerte que en otras épocas, porque atrae atención en las redes.

  3. Javier Gómez Baéz at 3:49 pm

    ¿La complejidad genera polarización? o ¿Ante falta de verdades se nos presenta La Aparecida?
    No tengo respuestas y sí mucho agradecimiento a quienes dentro y fuera de la UNAM están tratando el asunto.
    Algunos resultados son disciplinarme a referir las fuentes de todo aquello con lo que “me tropiezo” y a avanzar en autoconstrucción como pesador crítico.
    Tengo confianza que en algún momento la instancia de la UNAM abocada al asunto publique sin prisas sus conclusiones, de entrada, Yasmín Esquivel está citada.

  4. Ulises Rodríguez Ortíz at 11:19 pm

    Gracias, Alberto. La verdad tan buscada por Descartes.
    Percibo como lo comentas, una conducta social creciente, de no tolerar lo diferente. Esto nos puede llevar (o ya estamos), al caos.
    No parece haber salida, o así lo percibo.
    Muchas gracias, Alberto!

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