“¡La señorita Nellie está dormida!”
Tanya Huntington
En mi entrega anterior presenté ciertos aspectos del trágico destino de Nellie Campobello que se asemejan más a la ficción que a la vida real como, por ejemplo, haber padecido una especie de “secuestro” dentro de su propio hogar, presuntamente perpetrado por gente que había sido de su confianza. Irónicamente, resultó que los mismos compadres que bien podrían haber sido elegidos como únicos herederos de una vasta colección de arte, muebles, joyas y manuscritos intacta y, por ende, mucho más valiosa, eligieron al parecer apuntalar esa herencia como una gran mentira para luego desbaratarla lentamente hacia los cuatro vientos.
Ya con eso habría suficiente para, cuando menos, una buena whodunnit basada en los hechos. Pero habrá que reiterar aquí que en el caso Campobello, como suele suceder con la vida real, resulta imposible saber con total certidumbre quién hizo qué y de qué manera. Así, los giros en la biografía de esta gran autora y coreógrafa siguen trazando piruetas más allá de su muerte.
Dicho eso, quizás la ficción puede ayudarnos a atar algunos de los cabos que los sucesos dejaron sueltos.
Después de que se supo en 1998 que Campobello ya no era una reclusa ni voluntaria ni involuntaria, sino que llevaba muchos años muerta, Carlos Monsiváis observó que la truculenta historia de sus años finales se parecía a la trama de Whatever Happened to Baby Jane, una película de suspenso de 1962 dirigida por Robert Aldrich y protagonizada de manera inolvidable por Bette Davis y Joan Crawford. [1] En ella Blanche Hudson, un ícono del sistema de estrellas de la época de oro de Hollywood, es confinada a una silla de ruedas después de un incidente automovilístico. En su vejez, sufre el maltrato psicológico y físico de su hermana envidiosa, “Baby” Jane Hudson, una celebridad infantil convertida en alcohólica rampante que la mantiene primero aislada y luego secuestrada en su casona.
Conforme procede en auge esta violencia sororal, Jane tira las cartas de los admiradores de Blanche a la basura, le corta el teléfono, le sirve primero un canario y luego una rata en una bandeja en lugar de comida. De allí deriva inexorablemente hacia el abuso físico y la inanición, manteniéndola maniatada y amordazada hasta el sorpresivo desenlace final.
En efecto, vemos en Whatever Happened to Baby Jane la temática de un supuesto cuidado que resulta ser en realidad una herramienta de explotación. Jane incluso ha aprendido a falsificar la firma e imitar la voz de su hermana con tal de conseguir lo que quiere, incluso poder cobrar su pensión. Esto nos recuerda el “poder” firmado presumiblemente por Nellie Campobello, según alegaban sus supuestos captores. Por otro lado, quizás Monsiváis estaba pensando un poco en la relación deteriorada entre la autora y su hermana menor, Gloria, quien llegó a ser la primera bailarina de México antes de hundirse en el alcohol y separarse definitivamente de su hermana. Previo a ese declive, durante muchos años Nellie y Gloria fueron, igual que Blanche y Jane, una dupla muy pública. De manera parecida, tuvieron sus años de celebridad y fama antes de dejar a la gente preguntándose qué habría pasado con las hermanas Campobello. Aunque claro, Gloria había fallecido por causas naturales muchos años antes de que empezara el encierro de Nellie.
Siguiendo por esta misma veta de buscar pistas en la ficción que nos ayuden a comprender mejor la realidad, el caso Campobello también me resulta afín a otro drama noir: la versión de Gaslight de 1944, dirigida por George Cukor y estelarizada por una joven Ingrid Bergman como Paula y por Charles Boyer como el carismático Gregory Anton. Este último resulta ser un lobo disfrazado de oveja que logra marear a la protagonista y procurar su mano en matrimonio después de un breve romance en Italia, cuando lo que quiere en realidad es ganar acceso a la casona de Londres donde Paula vivía con su tía, una célebre cantante de ópera.
Tanto en What Ever Happened to Baby Jane y Gaslight como el caso Campobello hallamos ciertos elementos que no pueden faltar en el género detectivesco: coincide el ambiente tétrico de una casona deteriorada, como si fuera embrujada por las gloriosas escenas de un pasado opulento que se ha extinguido. Invariablemente, la víctima es una mujer y la motivación, aunque sea parcialmente, su riqueza. Incluso los elencos son parecidos: hay vecinas fisgonas, sirvientes leales o desleales, admiradores de la víctima y hasta figuras de autoridad: policías o detectives o jueces que resultan ser o eficaces o ineptos. Aunque los villanos de estas tres historias se varían –la hermana Blanche, el esposo Gregory, los compadres María Cristina y Claudio– todos desempeñan papeles familiares que idealmente representan un amor y un apoyo incondicionales; por ende, su traición resulta aún más terrible.
Mientras el filme de Aldrich se centra, más que en el usufructo de una pensión, en el dolor de la fama perdida y el terrorismo emocional entre dos hermanas celosas –que a fin de cuentas resultan ser dos caras de la misma moneda, como todos los hermanos–, la motivación central de Gaslight es el patrimonio de la protagonista –específicamente, una colección invaluable de joyas que ella ni siquiera sabe que posee. La tortura que emplea su marido para buscar este tesoro escondido no es física, sino mental, y ha llegado a ser arquetípico: hace un par de años, entró en el uso popular el término gaslighting dentro del contexto del movimiento feminista, que busca deconstruir y así cuestionar ciertos aspectos de la relación de poder patriarcal que tradicionalmente se sostiene entre hombres y mujeres.
El argumento transcurre durante la época victoriana antes de que hubiera instalaciones eléctricas, para que las luces de gas en el hogar sirvan como metáfora ambiental de la manipulación ejercida sobre la joven ilusa por su marido. Poco a poco, Gregory logra convencer a Paula de que se imagina cosas, que escucha sonidos inexistentes, que se olvida de sus propios actos, que está perdiendo poco a poco sus facultades mentales. Mientras que Blanche, la víctima de Whatever Happened to Baby Jane, emprende varios esfuerzos valientes de comunicarse con el exterior y escaparse de su hogar, que es también su cárcel, en Gaslight, Gregory no tiene que impedir físicamente que Paula salga de casa, porque la ha convencido de que está “enferma” y que debe, por lo tanto, recluirse.
A diferencia de Gregory Anton, los cuidadores de Nellie Campobello no tenían el beneficio como punto de partida de la patria potestad que brindaba el matrimonio en aquel entonces –recordemos que hasta hace relativamente poco, un marido tenía el poder legal de enviar a una esposa que consideraba demasiado latosa al manicomio. Su posición de poder al comienzo de la relación con Nellie andaba al revés, de hecho María Cristina Belmont Aguilar, que había sido su alumna, y Claudio Fuentes Figueroa, su marido, entraron en escena como empleados suyos. Aun así, lograron a través de la (muy mexicana) institución del compadrazgo que ella llegara a ser cómplice, hasta cierto punto, en el control cada vez más absoluto que ejercían sobre su vida. Primero, se convirtieron en los directores de facto del Ballet de la Ciudad de México, que fue fundado con el apoyo de Martín Luis Guzmán y José Clemente Orozco –quienes fueron amantes de Nellie y de Gloria, respectivamente, según varias fuentes– albergada en las instalaciones de la Escuela Nacional de Danza. De allí darían el brinco a la casona de la colonia Tabacalera.
En las tres historias, los empleados domésticos tienen papeles decisivos. En Whatever Happened to Baby Jane, la criada de entrada por salida paga con la vida el intento de rescatar a Blanche. En Gaslight hay dos criadas de planta, una buena y una malvada. En el caso Campobello, después de que María Cristina Belmont Aguilar y Claudio Fuentes Figueroa se mudan bajo su techo, su primer acto fue deshacerse de la sirvienta fiel, en este caso una asistente personal: “Una prueba de tal intromisión fue que Nellie despidió a Carmen Huerta, persona que la había acompañado todas las mañanas en su casa haciendo las tareas de su secretaria privada por veintisiete años. Por intrigas de sus captores, la maestra le dio dos tremendas bofetadas y la echó a la calle. Carmelita huyó despavorida, porque, además, Claudio Fuentes Figueroa la había amenazado con tirarla por la escalera de la vieja casona”. Nuevamente aquí la crónica de César Delgado Martínez resulta ser un compendio indispensable de los hechos circundantes al caso Campobello. Como observa él, “así fue como los Fuentes-Belmont tuvieron el campo libre para hacer lo que quisieran.” [2]
Eso habrá sido en 1982. El deterioro de su persona a partir de allí, según Delgado Martínez, fue palpable: “Nellie Campobello ya no se podía levantar; pasaba la mayor parte del tiempo acostada en su cama. Dejó de comer. Lo único que le daban eran bebidas alcohólicas”. Había rumores y alegatos también de abuso físico y sexual.
Un año después, Nellie Campobello asistió a un evento en Villa Ocampo, Durango, como invitada especial. “La llevaban en una silla de ruedas, vestida con un raído y sucio abrigo de mink y con un gorrito que a cada rato se le caía de su despeinada melena blanca”. [3] Ya no era la mujer de garbo de unos años antes. Luego, en 1984, dio una entrevista en radio UNAM a Elvira García. Fuentes y Belmont bajaron del coche “a jalones a Nellie, que no apoyaba los pies en el piso. Parecía mareada o ida de este mundo. Tenía los ojos entrecerrados y la boca y los puños de las manos apretados (…) Elvira García le preguntaba a Nellie Campobello mientras la escritora y bailarina no le contestaba, no escuchaba, no entendía o de plano no le interesaba hablar”. [4] Declamó el poema ”A Roosevelt” de memoria y rompió a llorar amargamente. La cinta de esta entrevista, desafortunadamente, se extravió. Pero en 1985, dio otra entrevista para la prensa y se presentó en el despacho del abogado de los Fuentes-Belmont exclusivamente para aclarar que estaba con la pareja Belmont-Fuentes Figueroa bajo su propia voluntad. Sin embargo, según los presentes, no daba la impresión de que esa voluntad estuviera intacta:
Nellie Campobello lucía un abrigo de piel café oloroso a naftalina, zapatos oscuros, pantalón y calcetines azul marino, y una camisa color vino que apenas se asomaba bajo el suéter azul claro. Daba la impresión de que no estaba en este mundo. Sus ojos y su boca parecían arreglados para la ocasión. Su cabello escaso y blanco en su totalidad mostraba un corte mal hecho.
No acertaba qué contestar ante las preguntas de los reporteros. Repitió en varias ocasiones que no estaba secuestrada, como si le hubieran dicho que eso dijera. [5]
¿Por qué diría semejante cosa? ¿Por qué no pelearía como Blanche por su libertad? El comportamiento que observaba la gente en Nellie Campobello en esas ocasiones, desde la exaltación histérica hasta la confusión, recuerdan más bien al de Paula en la escena del concierto de alta sociedad en Gaslight, donde la protagonista monta un escándalo para luego salir huyendo, dando la impresión de que, en efecto, “padecía de los nervios”.
Uno de los primeros pasos del gaslighting consiste en convencer a la víctima de que es inestable o está enferma, so pretexto de alejarla de personas que pudieran interceder por ella. En un giro inesperado, no solo Nellie Campobello, sino el público también, fue víctima del gaslighting de los presuntos secuestradores: según Delgado Martínez, Belmont Aguilar y Fuentes Figueroa contaban mentiras evidentes sobre el estado físico y mental de la autora. Sus acciones no tenían que ver con sus palabras, es decir, se definían como unos abnegados cuidadores de Campobello o afirmaban que actuaban bajo sus instrucciones para manipular la confusión de periodistas y amigos. Definían a aquellos que preguntaban por ella como hostigadores agresivos que no la dejaban en paz; los llamaron locos por sugerir que estaba siendo privada de su libertad. Cada vez que alguien hablaba por teléfono y quería comunicarse con ella, respondían que la señorita Nellie “estaba dormida”.
Compárese con las escenas ficticias en que Jane ahuyenta a la vecina, advirtiéndole que su hermana “jamás sale, y no está a la altura de tener visitas” o que estaba dormida, cuando en realidad la tenía drogada, o cuando informan a la vecina de Gaslight en repetidas ocasiones que la señora no puede recibir a nadie por encontrarse indispuesta o descansando.
La entrevista realizada por Cynthia Palacios Goya en El Universal que se publicó en abril 1998 resulta concluyente en ese sentido y demuestra que las víctimas del gaslighting en este caso fuimos todos:
–¿Dónde está ahora?
–No quisiera llegar a los ochenta y cinco años y convertirme en producto del morbo y que se me anduviera exhibiendo como monito de feria. Me parece algo muy personal; además, en la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal me dijeron: “cualquier anciano está en todo su derecho de no querer aparecer”.
–¿Es ella quien no quiere que se sepa dónde está?
–Así es.
–¿Está bien?
–Afortunadamente.
–¿Usted la ha visto?
–Así es. [6]
En ese momento, Nellie Campobello llevaba doce años muerta en el Panteón de Dolores de Progreso de Obregón, Hidalgo, donde el propio entrevistado la había mandado enterrar en “un sepulcro lleno de zacate y otras hierbas” de la tercera fila, bajo las siglas “Srita. N.C.M.-F.M.L. 9 de julio – 1986”. [7] Sus compadres la habían llevado primero a Durango, luego allí cuando la presión de la opinión pública se volvió demasiado difícil de torear. Claudio Fuentes Figueroa y María Cristina Belmont Aguilar habían logrado liberarse del cargo de secuestro el año anterior presentando a Nellie al juzgado y luego sacándola “en vilo” antes de que pudiera la juez Margarita Guerra y Tejada entrevistarla o someterla a “pruebas para determinar su estado de salud físico y mental”. [8]
El género policiaco existe como un interrogatorio sobre la justicia de cualquier sociedad. Por ende, no pueden faltar en él las figuras de autoridad. En el filme de Cukor, un joven detective de Scotland Yard revela todo a Paula antes de que ella misma sepa la gravedad del peligro que corre a manos de su esposo. En el de Aldrich, la policía resulta ser inepta y no logra salvar a Blanche de la ira de su hermana. En el caso real de Nellie Campobello, a fin de cuentas, serían sus admiradores quienes presionaron a las autoridades a través de la comisión ¿Dónde está Nellie?, creada desde la sociedad civil, durante años hasta lograr que se esclarecieran, aunque fuera parcialmente, las oscuras circunstancias de su muerte.
Tanya Huntington is the author of Martín Luis Guzmán: Entre el águila y la serpiente, A Dozen Sonnets for Different Lovers, and Return. Her most recent book is Solastalgia (Almadía / UAA, 2018). She is Managing Editor of Literal. Her Twitter is @Tanya Huntington
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NOTAS
[1] “Revelación de una historia de horror: La muerte de Nellie Campobello, escritora mexicana a quien se creía reclusa, permanece en el misterio”, AP México, La nación, 31 diciembre 1998. Consultada el 9 de julio de 2020 en http://wvw.nacion.com/viva/1998/diciembre/31/cul1.html
[2] César Delgado Martínez, Nellie Campobello: Crónica de un secuestro, Xalapa: Universidad Veracruzana, 2015. Edición Kindle. Loc 302
[3] Ibid., Loc 590
[4] Ibid., Loc 1147.
[5] Ibid., Loc 487-497.
[6] Ibid., Loc 872-882.
[7] Ibid., Loc 1240.
[8] Ibid., Loc 507.
Posted: July 20, 2020 at 10:13 pm