Leer (entre todos)
Gerardo Cárdenas
Recientemente varias personas, y sobre todo varios escritores, se dieron a la tarea en redes sociales de leer La Divina Comedia de manera colectiva y subir fragmentos específicos a sus cuentas, o comentarlos de una forma que incitase a la respuesta.
Como suele suceder en esos casos, se empezó con el entusiasmo habitual y, con el paso del tiempo, rápidamente fueron decayendo los participantes, excepto aquellos para quienes la lectura, y la necesidad de encontrar nuevas formas de promoverla, son temas serios.
No minimizo en absoluto el esfuerzo, mucho menos el libro escogido. Al enterarme de la idea de una lectura colectiva de La Divina Comedia, pensé en dos cosas.
La primera, la lectura colectiva y en voz alta que viene haciéndose, hace años, del Quijote en abril. La segunda, las lecturas en voz alta que hacen los proscritos de los libros que intentan memorizar en Fahrenheit 451, la inquietante novela de Ray Bradbury.
Mi reflexión es que en la lectura colectiva hay un cierto sentido de urgencia, una necesidad de preservar y legar, un reconocimiento de que las letras son un patrimonio común. (Nos) leemos para explorar la literatura como una suma. Cierto: la lectura requiere de espacio, tiempo, soledad, concentración pero esas no son sus únicas dimensiones. Hay una fuerte dimensión comunicativa, ya sea que se lea en voz alta a otra persona, a todo un auditorio, o a una colectividad relativamente anónima que sólo se manifiesta a través del ambiguo espacio de las redes sociales.
Leer a otra persona me remite a ciertos libros favoritos que compartía con mi abuela, a quien le gustaba que me sentase frente a su mecedora y le leyese; o bien, a las primeras lecturas en voz alta a mi hija. Leer en amor, subrayar y comentar ciertos pasajes con la persona amada, buscar o provocar la reacción del otro, abandonarse al ejercicio de la voz con los ojos cerrados y la imaginación despierta.
Me gustaría que, además del Quijote, o de La Divina Comedia, nos aventurásemos en estos ejercicios colectivos, sean en redes sociales o en actos públicos, con otro tipo de libros. Si el tema o el objetivo es revitalizar ciertos clásicos, optaría por Moby Dick, Frankenstein, Madame Bovary o una selección de cuentos de Borges. Optaría también por más poesía: Hojas de hierba, Poeta en Nueva York, o alguna selección de Dylan Thomas, Yeats, o Juan Ramón Jiménez. Que cada quien escoja los suyos.
No propongo memorizar, como en Fahrenheit 451. La mayor tragedia de ese planteamiento es tener que escoger un solo libro. No sabría yo bien cuál, seguramente cambiaría de opinión varias veces y echaría a perder el experimento.
Pero creo firmemente que, leyendo a otros, sean cercanos o no, presentes o no, preservamos ese texto al colectivizar su memoria. Si no la memoria de las palabras, al menos la memoria de la sensación que nos dejan las palabras, que nos transmite una trama; sí, ciertamente, la memoria viva, presente, inextinguible, de leer para y con otros.
Gerardo Cárdenas es autor de A veces llovía en Chicago (2011), del poemario En el país del silencio (2015) y de la obra de teatro Blind Spot (2014), publicada por Literal Publishing. En 2015 obtuvo el premio Nuevas Voces de Repertorio Español. Es editor de la antología de relato breve en español de Estados Unidos Diáspora. Twitter: @elgerrychicago
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Posted: March 14, 2018 at 10:53 pm