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Llueve en Tenochtitlan
COLUMN/COLUMNA

Llueve en Tenochtitlan

José Antonio Aguilar Rivera

Si el régimen actual no estuviera empeñado en consumar una regresión autoritaria los resultados de las pasadas elecciones no serían muy notables. En casi todas las elecciones intermedias el partido en el poder sufre cierto grado de castigo en las urnas. Esto es natural, pues inevitablemente el gobernar produce desgaste político. Los comicios intermedios de 2021, sin embargo, no fueron ordinarios. Tuvieron un aire plebiscitario. Fueron considerados por tirios y troyanos como un referéndum del gobierno. Las expectativas eran por ello bastante singulares. Una épica de la transformación requería para mantener su plausibilidad de un voto a favor tan copioso como el que obtuvo en el 2018. La merma normal de la política electoral no alcanzaría a satisfacer esa expectativa. La oposición, por su lado, buscaba y esperaba un voto masivo de castigo por los pésimos resultados del gobierno en múltiples frentes. Esa lluvia de votos de censura no se produjo, salvo en un caso notable: la ciudad de México. El partido gobernante perdió votos, más o menos como se esperaría en otras condiciones, pero no sufrió un revés catastrófico. Perdió, es cierto, la mayoría absoluta de la cámara de diputados y no podrá, sin pactar con algún partido de oposición, reformar la Constitución. No es cosa menor. Con todo, el resultado electoral llama la atención porque en escasos dos años y medio el gobierno ha destruido una parte del Estado mexicano y tiene en su haber cientos de miles de muertos por la pandemia y miles de homicidios por el crimen organizado.

Pocas de las expectativas de ambos bandos parecen haberse cumplido. Quisiera, sin embargo, detenerme en lo más notable de los comicios del 6 de junio: la rebelión de los electores de la ciudad capital. Una ciudad que desde 1997 había votado sólidamente por la izquierda se volcó por la alianza opositora que despojó de varias alcaldías a Morena y pintó de azul al occidente de la CDMX. Nada ilustra mejor a esta marea que la patada que los electores le propinaron a Pablo Gómez. Este voto de castigo es particularmente importante porque ahí se gestó el liderazgo nacional de Andrés Manuel López Obrador. La capital del país podría ser una premonición del porvenir.  No sólo es un termómetro de la cabeza del cuerpo político. Es el lugar que concentra una buena parte de la inteligencia y el dinamismo –empresarial, intelectual y cultural– de la sociedad mexicana.

La participación a nivel nacional fue superior a otros comicios intermedios, pero no por una gran margen (5%). Sin embargo, muchas personas que votaron en la capital y en otras grandes ciudades no recuerdan haber visto colas para votar en elecciones no presidenciales. Creo que lo más útil que podría hacer la oposición es escudriñar con lupa lo ocurrido ahí. En el imaginario popular la explicación es sencilla: los electores cambiaron el sentido de su voto entre 2018 y 2021. ¿Pero es así? Otras experiencias, como la de Estambul en 2019, nos indican hacia dónde mirar (a esos comicios dedico mi columna en Nexos de este mes). Tres cosas pudieron haber ocurrido en la ciudad de México: 1. quienes votaron por Morena hace tres años ahora votaron por la oposición, 2. electores que en las elecciones pasadas no votaron ahora salieron a sufragar mayoritariamente por la oposición o 3. los votantes de Morena, insatisfechos con el desempeño del gobierno local y nacional, no quisieron votar por la oposición y mejor se abstuvieron. Estas tres dinámicas pudieron haber estado en acción simultáneamente, en diferentes grados y combinaciones. Saber exactamente cómo se produjo el aguacero chilango es crítico. ¿Qué tan factible es que los electores del gobierno cambien su voto? Si un número importante de ellos lo hizo, ¿cuáles fueron sus razones sustantivas? Como en el 2000 una parte de la izquierda de la ciudad, la más progresista del país, parece haber votado por el PAN. Si hay un contingente de votantes que se abstuvieron en el 2018: ¿qué los motivó a salir a las urnas? ¿Cuál de los muchos desastres recientes los movilizó electoralmente? De entre los partidarios tibios del gobierno, ¿qué cosas  simplemente no se pudieron tragar al punto de no salir a refrendar el mandato de hacer tres años? Entender cuáles son sus desilusiones principales sería muy iluminador. Los encuestólogos –y los partidos políticos— tienen mucho trabajo que hacer.

El voto de castigo es real: se manifestó por y a pesar de la oposición. La CDMX puede ser un rico laboratorio de mecanismos. Desentrañar el voto de castigo es crucial. Deberíamos, muy probablemente, adoptar el plural y hablar de “los votos de castigo”. La explicación facilona de la revuelta de las clases medias oscurece las sutiles y poco evidentes dinámicas en acción. La excusa del gobierno y sus animadores de que fueron “los medios de comunicación” los responsables de su derrota les impide mirar con frialdad la realidad. El entusiasmo, sin embargo, también podría cegar a la alianza vencedora y llevarla a falsos diagnósticos. No es evidente por qué y cómo ganó. Prueba de ello es que nadie se lo esperaba. Las campañas de la oposición fueron en términos generales patéticas. Un recordatorio de la complejidad del comportamiento político es que la otra mitad de la ciudad se mantuvo fiel al régimen. Lo cierto es que una lluvia copiosa revivió los cauces secos y malolientes de los partidos de oposición en la capital. La Alianza pudo canalizar el descontento de manera efectiva: eso es exactamente lo que hacen los partidos políticos en una democracia. Para quien quiera acabar con la sequía democrática en amplias franjas del país es vital comprender las razones del aguacero. Por lo pronto, llueve en Tenochtitlan. Tal vez, es el principio del fin del estiaje.

 

José Antonio Aguilar Rivera (Ph.D. Ciencia Política, Universidad de Chicago) es profesor de Ciencia Política en la División de Estudios Políticos del CIDE. Es autor, entre otros libros, de El sonido y la furia. La persuasión multicultural en México y Estados Unidos (Taurus, 2004) y La geometría y el mito. Un ensayo sobre la libertad y el liberalismo en México, 1821-1970 (FCE, 2010). Publica regularmente sus columnas Panóptico, en Nexos y Amicus Curiae, en Literal . Twitter: @jaaguila1

 

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Posted: June 9, 2021 at 10:18 pm

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