Los talleres literarios y sus mitos
Alfonso Muñoz Corcuera
El internet ha revolucionado muchas disciplinas y esos cambios han llegado hasta los talleres literarios, un tema que hemos abordado en Literal en el pasado. Esta ocasión tuvimos la oportunidad de hablar con Alfonso Muñoz Corcuera, el director de Central de escritura, sobre los mitos y realidades que siempre han acompañado a la escritura creativa.
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Tu especialidad está en la problemática de la literatura e identidad. ¿Por qué comenzar ahora este nuevo proyecto? ¿De dónde surge la idea de una escuela virtual?
La idea viene de muy atrás, pero tomó forma hace tres años cuando me mudé a México. Me sorprendió encontrarme ante un panorama literario tan apasionante y, al mismo tiempo, tan desconectado de lo que conocía en España. Me hizo darme cuenta además de que la relación entre México y España no era un caso aislado. Prácticamente no sabemos lo que se escribe en otros países a pesar de que se hable en el mismo idioma. Es una pérdida enorme para la literatura que exista esa distancia. Hablaba con Juan Gómez Bárcena, mi socio, y coincidíamos en ello. La idea de crear una escuela virtual como Central de Escritura surge de esas conversaciones: ¿cómo se podría contribuir a crear un vínculo literario entre los países hispanohablantes? Como señalas, yo tengo un perfil más académico. Estuve investigando en universidades de España, México, Estados Unidos… Juan, siendo escritor, estaba mucho más metido en el mundo de las escuelas literarias. Pero nuestros intereses fueron un buen punto de encuentro. Un proyecto en el que creemos y en el que ambos podemos aportar algo.
¿Por qué crees que una escuela virtual podría funcionar mejor que un taller literario a la antigua usanza? En ésta los alumnos se nutren de los comentarios de los otros y, en ese sentido, una escuela virtual podría carecer de tal posibilidad.
En un primer momento pareciera así aunque en un taller en línea también es factible ese ambiente. Es cierto que se puede perder intensidad dada la inmediatez de la respuesta que ofrecen los talleres presenciales. Pero a cambio se gana en dos cosas. Por un lado, en profundidad: el hecho de leer los textos de los otros participantes con calma nos da otra perspectiva y permite emitir y recibir mejores comentarios. Por otra parte, la virtualidad funciona muy bien para algunas personas que en un taller presencial no se sienten cómodas leyendo en voz alta sus textos y escuchando los comentarios que puedan hacerles. Gracias a internet se consigue un punto intermedio entre el distanciamiento y la proximidad que hace que se pierda ese pánico escénico.
Eso por no hablar de todas las ventajas que tiene romper con las limitaciones del tiempo y la distancia. En un taller en línea se tiene una flexibilidad de horarios enorme. Y lo más importante, gracias a internet se puede conseguir un ambiente internacional imposible en un curso presencial. Fijándonos simplemente en los tres próximos talleres que impartiremos, tenemos un escritor colombiano, uno español y una mexicana. Y entre los alumnos hay aún más variedad: hay alumnos de Argentina, Bolivia, Colombia, España, México, Perú… Incluso de Alemania. Todos viviendo en diferentes ciudades. Ese tipo de ambiente es muy enriquecedor, le da otra vida al taller.
¿Cuáles son los mitos al rededor de la escritura y cuáles los que circulan alrededor de los talleres literarios?
Mitos hay muchos. Que no se puede enseñar a escribir. Que hay que estar inspirado. Que se tiene que escribir con el corazón… Etcétera. Al final la realidad es mucho más simple. Aprender a escribir es como aprender a bailar o tocar la guitarra. Algo que puede hacer cualquiera, dentro de sus posibilidades, con un poco de dedicación. Otra cosa es que cualquiera pueda ser Carlos Santana o Julio Cortázar. Pero lo importante es la dedicación. Escribir no consiste en esperar a que llegue la historia hasta nosotros sino en sentarse delante del teclado durante horas para teclear pero, sobre todo, para corregir, revisar, borrar… Es una visión mucho menos romántica pero más cierta.
La escritura es un trabajo que, como todos, requiere de esfuerzo, disciplina, trabajo invertido. Sin embargo, no es bien remunerado por distintas condiciones del mercado. ¿Qué se puede prometer y qué no a un escritor en el siglo XXI?
Creo que hoy en día no se puede animar a nadie a escribir con la promesa de que podrá vivir de ello. No es realista. Las probabilidades de conseguir un best-seller deben ser parecidas a las de que te toque la lotería. Y si no consigues un best-seller, lo más probable es que necesites trabajar en otra cosa además de escribir. Lo que sí se puede prometer es la publicación. Existen multitud de editoriales con perfiles muy distintos. Si nos tomamos en serio como escritores, estudiamos y preparamos un buen libro, se puede conseguir publicar un libro del que estemos orgullosos. Después, si todo va bien y se puede vivir de la literatura, excelente. Pero eso vendrá después y, desde luego, no es algo que se pueda prometer.
El equipo de trabajo está formado por escritores muy reconocidos. ¿Existe un compromiso por parte del escritor para con su alumno? ¿Hasta dónde se extiende el compromiso de parte de los profesores para apoyar a sus alumnos para que se puedan desarrollar en el mundo literario?
Efectivamente, tenemos la suerte de contar con un equipo de escritores increíbles que se interesaron en el proyecto y decidieron colaborar con él. Como coordinadores en distintos países nos apoyan Edmundo Paz Soldán, David Miklos, Margarita García Robayo, Carlos Yushimito… Y entre los profesores, tenemos a Ana García Bergua, Alberto Olmos, Rodrigo Hasbún, Luis Miguel Rivas, Liliana Colanzi… Son personas muy reconocidas internacionalmente, escritores de primer nivel. La oportunidad de tomar talleres con todos ellos es algo magnífico. Se puede aprender mucho de escritores con un talento y una trayectoria así. Supongo que tu pregunta se dirige a qué puede esperar un alumno que tome un taller con alguien tan conocido. Lo que puede esperar es aprender mucho. Todos nuestros profesores se interesaron en el proyecto porque les gusta enseñar a escribir y, en ese sentido, todos tienen un compromiso con sus alumnos. El compromiso de enseñarles, de animarles a escribir, de corregir sus textos. En definitiva, el compromiso de ayudarles a ser tan buenos escritores como puedan. Más allá, si un escritor ve mucho potencial en un alumno y desea ayudarle fuera del curso, puede hacerlo. Pero no existe ningún compromiso en este sentido y no creo que nadie debiese tomar un taller literario pensando en ello. No sólo no se puede prometer sino que tampoco es deseable. El único motivo para tomar un taller debe ser que queremos aprender a escribir mejor.
Posted: January 5, 2017 at 11:35 pm