Luce López-Baralt
Adolfo Castañón
I
Hay una afinidad entre la figura del crítico literario y la del ángel de la historia y del juicio final cuya mirada va recorriendo los campos para separar la semilla del grano, el germen de la paja. El crítico, el lector, es el ser capaz de distinguir y de hacer de esa distinción un arte y algo más: un estilo de vida. Espíritu capaz de pasar por la tela del juicio y la sensibilidad el paisaje pasado y presente. “Comprender es algo más que entender: significa abrazar, en el sentido físico y también en el espiritual”, dice Octavio Paz en Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe (Obras completas, III. Generaciones y semblanzas. Dominio mexicano, 2ª ed., México: FCE, 2014, p. 997).
Cuando le escribí a Pedro Lastra, el poeta y escritor chileno que fue el ganador anterior del Premio Internacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña, para decirle el nombre de la galardonada de este año y pronuncié el nombre de Luce López-Baralt, me respondió con su voz pausada y exacta: no sólo es una fina escritora, es “a very fine scholar”. Una estudiosa, una erudita que está en la línea de los estudiosos e investigadores del islam y de sus expresiones fronterizas con nuestra cultura, en particular con las de esas fronteras entre todas que son las de la experiencia mística y la experiencia profética.
Gracias a Antonio Alatorre, Luce López-Baralt, discípula de Raimundo Lida, participó en el número que la Nueva Revista de Filología Hispánica dedicó In memoriam Raymundo Lida en 1980 (t. XXIX, núm. 2). Su colaboración se titulaba “Las problemáticas ‘profecías’ de San Isidoro de Sevilla y de Ali Ibnu Yebir alferesiyo en torno al islam español del siglo XVI. Tres aljofores del manuscrito aljamiado 774 de la Biblioteca Nacional del París”. Probablemente estas páginas fueron escritas en paralelo a las de su obra mayor San Juan de la Cruz y el islam (1985) y creo que pueden y deben leerse como un compendio o un microcosmos del arte de la memoria practicado por esta filóloga. Luce López-Baralt recuerda las “repetidas conversaciones sobre la realidad trascendente” que tuvo a lo largo de los años con Lida. La historia, el conocimiento vivo y redivivo de la comunidad amenazada y asediada de los desesperados miembros de “la comunidad morisca española” en el siglo XVI, el tacto, la compasión y el cuidado en rescatar debidamente esos textos sepultados para volverlos legibles.
Asocio el nombre de Luce López-Baralt con los de Emilio García Gómez, Miguel Asín Palacios, Louis Massignon, Robert Ricard, Louis Cardillac y Marcel Bataillon. Está en el secreto de los que saben que bajo las grandes y pequeñas construcciones culturales, se despliega el lecho de diamantes de la experiencia que vale ser conocida entre todas: la experiencia mística.
Su primera obra San Juan de la Cruz y el islam (Estudio sobre las filiaciones semíticas de su literatura mística) (1985) participa de esas cualidades señaladas por Pedro Lastra: la buena escritura –en el sentido de hermosa y vivaz, caritativa y esperanzadora– que va de la mano de la sagacidad y la fineza expositiva para dilucidar un tema difícil, el de San Juan de la Cruz y el islam, que ha sido también y por lo visto un camino, un método. La arqueología de las creencias se remonta a fuentes compartidas. Esas fuentes y manantiales del saber de lo último marcan en buena medida el itinerario espiritual de Luce López-Baralt. Esa fidelidad al tema la ha llevado por muchos caminos. La obra es más amplia de lo que promete su título, en realidad se da como una reconstrucción del ir y venir de las letras en el mundo mediterráneo medieval entre el islam, la cultura italiana, castellana, catalana y provenzal. Tiene también un perfil nítidamente político que subraya el paralelo entre la decadencia cultural de los moriscos españoles y la civilidad hispánica misma.
Luce conversó varias veces con Jorge Luis Borges sobre el tema de las experiencias místicas que éste tuvo. Luego entrevistó, junto con Emilio R. Baéz, a María Kodama de Borges en torno a esta cuestión: “¿Vivió Jorge Luis Borges la experiencia mística del Aleph?” (en “La experiencia mística: tradición y actualidad”, prólogo a la obra colectiva del mismo título coordinada junto con Lorenzo Piera para Trotta, Madrid, 1996.)
No se puede mirar la luz sin volverse luminoso. Luz sobre Luz es el libro de poemas que publicó hace dos años. “Muy allá de la música poesía / muy atrás de los cantos sin palabras” reza, entre paréntesis, un epígrafe del poeta puertorriqueño Luis Palés Matos. En ese libro de poemas se eleva una verdad deslumbrante: el silencio que trae “la dicha de enmudecer”.
II
Luce López-Baralt sabe desde siempre que no se puede hablar de o sobre la experiencia sino desde ella. No extraña por ello que una de sus obras más recientes sea una reunión de poemas breves: Luz sobre luz, escritos al margen del Corán, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Ibn Al Farid, Juan Goytisolo, Fray Luis de León, Blas Pascal, Federico García Lorca, Victor Hugo, Angelus Silesius, Clara Janés, Ernesto Cardenal, Vicente Aleixandre, Pedro Salinas, Annemarie Schimmel, Shiban al Din Yahya Suhrawardi, Lope de Vega, Jorge Guillén, Abu-l-Hasan al Nuri, Ibn Arabi de Murcia. Jardineros del éxtasis, maestros de la cetrería trascendental, astrónomos del firmamento interior que acompañan y alientan a través de sus cristalinos y misteriosos poemas. Estos alados poemas cuentan el ir y venir, el encuentro y el desencuentro, la búsqueda y los avatares de la experiencia, de la odisea interior que gira y gira sus signos alrededor de la luz y exalta la “Luz negra” entrevista por Victor Hugo en sus últimas palabras.
III
La idea y práctica de la inteligencia como una forma de la alegría informa y alimenta la obra de Luce López-Baralt, nieta espiritual de Pedro Henríquez Ureña y discípula inteligente de Raimundo Lida, Juan Marichal y Jorge Guillén, heredera de Miguel Asín Palacio y de Américo Castro. Su fascinación infantil por el mundo árabe la redescubrió al adentrarse en el mundo de la poética y prosodia de Juan de Yepes, San Juan de la Cruz. Ella ha relatado cómo fue decisivo en su biografía intelectual el encuentro con este poeta de lo inefable y entre todos inefable. El trabajo en las fuentes mozárabes llevaría a Luce por un camino iluminado por el asombro: descubrió, gracias a esos estudios, un verdadero continente cultural, una Atlántida literaria alojada en los manuscritos de los mozárabes expulsados en Marruecos y en Túnez. La joya de esta corona es el manuscrito anónimo que ella ha bautizado, con conocimiento de causa, Un Kama Sutra español, un tratado de orientaciones nupciales que es, como ella misma ha dicho, “un libro reverencial sobre el arte de hacer el amor”, donde dialogan los poetas del Siglo de Oro: Lope de Vega en primer lugar, con Al Gazel e Ibn Arabi. Este descubrimiento solamente lo podía hacer una inteligencia extraterritorial, para parafrasear a George Steiner, una insular venida de la isla de Puerto Rico donde, dicen algunos, se dan las condiciones genéticas para que nazcan ahí los seres más felices de la tierra.
Adolfo Castañón. Poeta, traductor y ensayista. Es autor de más de 30 volúmenes. Los más recientes de ellos son Tránsito de Octavio Paz (2014) y Por el país de Montaigne (2015), ambos publicados por El Colegio de México. Twitter:@avecesprosa
©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.
Posted: April 23, 2017 at 7:41 pm