Essay
¿Por qué las palabras dan miedo?
COLUMN/COLUMNA

¿Por qué las palabras dan miedo?

Angelina Muñiz-Huberman

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¿Por qué las palabras dan miedo? Decirlas o no. Implican sentimientos, cariño, amor, insultos, vergüenza, enojo, violencia, desprecio, verdad, mentira, burla, ironía, respeto, soberbia, cultura, ignorancia, información, sabiduría, alegría, tristeza, ternura, piedad. No son neutras ni indiferentes. Abarcan todos los matices, tonos, texturas, sonidos, tactos. Es decir, son todo el diccionario y más aún. El diccionario que está por venir.

Tienen vida, nacen, crecen, se reproducen, mueren.

Persiguen al hombre y a la mujer en todas sus edades.

Sirven o no.

Suenan o callan.

Afirman, niegan, interrogan. Hacen falta palabras para describir a las palabras. Se usan en todo momento. Son renovables. Son indispensables, aunque también aburren y estorban.  Dominan la vida y la muerte. Se tienen a la mano, pero a veces no se las encuentra. Pueden ser traicioneras y dar lugar a lapsus. Si son benévolas animan a quien las escucha. O de lo contrario son destructivas.

Provocan reacciones, indudablemente.

Abren caminos.

Los cierran.

Prohiben.

Autorizan.

Se vuelven muy serias e indiscutibles cuando elaboran leyes, constituciones, reglamentos. O muy nutritivas cuando recomiendan cómo preparar alimentos. Si se trata de recetas médicas no queda más remedio que seguirlas al pie de la letra.

Se vuelven muy divertidas y salen a escena cuando las recitan los actores de una obra de teatro, divididas en cómicas o trágicas. Lo mismo ocurre con los guiones cinematográficos o de la televisión. Hay gustos para todo. Y palabras, por supuesto.

En el campo de la política es donde más abusivas y mentirosas son. Utilizan todo tipo de disfraz y prometen lo que no han de cumplir.

En cambio, en el campo de la enseñanza, las palabras de los maestros en toda rama del conocimiento son iluminadoras.

En la poesía es donde más libres son y se agrandan hasta llegar al cielo. Hasta hay una licencia para usarlas. Sus posibilidades son indescriptibles. Descubren el alma y vuelan al infinito. Se convierten en las estrellas del firmamento. Son los hoyos negros.

Pertenecen a la historia. Son la historia misma. Sobre el origen del habla y su datación son muchas las teorías sin que ninguna sea definitiva. La mayor parte de los lingüistas se inclinan por atribuirle al Homo sapiens y a la Australopithecus afarensis la ocurrencia de repetir unos sonidos que, poco a poco, se convirtieron en casi-palabras, lo que ocurrió hace 50,000 ó 100,000 años. A partir de entonces las palabras no han parado en su carrera sin fin. Van parejas con la evolución de la vida y sus necesidades. Las básicas son longevas.

Cuando se inventó la palabra “gramática” las cosas se volvieron graves:

Sujeto, verbo, complemento.

Artículo, sustantivo, adjetivo, adverbio.

Conjunción, preposición.

Tiempos verbales.

Modos verbales.

Indicativo, subjuntivo, imperativo.

Luego están los términos especializados de los filósofos, los lingüistas, los científiicos, los artistas, los fotógrafos, los cibernautas. De los campesinos, los obreros, los carpinteros y el resto de los oficios. Por eso, los diccionarios son tan gruesos.

Las palabras trepan por las paredes.

Se suben a los árboles.

Se hunden en la tierra.

Nadan en el mar.

Vuelan por el aire.

Dan miedo.

En el reino de los sentimientos incendian pasiones, las apagan, las desatan, las enlazan. Se vuelven neutras, indiferentes, apáticas. Bondadosas, piadosas, comprensivas. En el reino de la mística pueden ser visionarias, heréticas, melancólicas, reveladoras, apocalípticas. Hay reinos para todo.

¿Y los sentimientos que no pueden definirse exactamente, que quedan a medio camino entre dos o más estados? Odio y desesperación. Venganza y justicia. O los mixtos como dolor y placer. Pues a crear nuevas palabras.

La ironía hace su aparición para dar a la palabra la oportunidad de trastornar el sentido y dar a entender lo contrario de lo expresado con un cambio de tono hacia la burla. No hay que olvidar que la palabra es un en-canto.

Otro juego de la palabra es volverla del revés, como los calcetines. Todo es lo contrario de lo que parece:

-La muerte no es el fin de la vida, sino la vida el principio de la muerte.

-La manzana no se cae del árbol, es la tierra la que la atrae.

-No es ser sordo, sino que el otro no habla alto.

-No es pereza mental, sino inteligencia artificial.

Y así por el estilo.

Las palabras dan miedo.

 

*Foto de Alexandra en Unsplash

Angelina Muñiz Huberman es autora de más de 50 libros. Ha ganado el Premio Xavier Villaurrutia ,  el Premio Sor Juana Inés de la Cruz el Premio José Fuentes Mares, Magda Donato, Woman of Valor Award, Manuel Levinsky, Universidad Nacional de México, Protagonista de la Literatura Mexicana, Orden de Isabel la Católica, Premio Nacional de Lingüística y Literatura 2018, entre otros. Recibió el doctorado Honoris Causa por la Universidad Autónoma de México y es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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Posted: March 17, 2024 at 6:56 pm

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