Mónica Mayer, pionera del arte feminista en México
Miriam Mabel Martínez
Mónica Mayer (México, 1954) es pilar en la historia del arte en México, por su enfoque político y estrategias colectivas. Sus obras, la mayoría colaborativas, son una invitación para reflexionar sobre la mujer y lo social. El Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la Universidad Nacional Autónoma de México exhibe la muestra: Si tiene dudas… Pregunte: una exposición retrocolectiva, que celebra el trabajo de Mayer, quien es “la referente más clara y consistente en el arte feminista mexicano desde la década de los 1970”, como lo afirma Karen Cordero Reiman, curadora de está exposición. Artista multidisciplinaria y crítica, su obra se caracteriza por un enfoque integral y social, es una de las pioneras de la práctica sistemática del feminismo en México. Fue alumna de la performancera estadounidense Suzanne Lacy en The Feminist Studio Workshop del Woman’s Building. Mayer es pionera de la práctica sistemática del feminismo en el arte en México, su obra es considerada arte político. Es una de las voces femeninas como Helen Escobedo, Alaíde Foppa y Magali Lara. En 1983 fundó el colectivo Polvo de Gallina Negra con las artistas Maris Bustamante y Herminia Dosal, es muy famosa su obra ¡Madres! En 1989 creó el proyecto de arte conceptual Pinto mi Raya.
Apunta Sol Henaro, curadora del MUAC: “Considerada parte primordial de una generación que impulsó y defendió la práctica performática en México y que posibilitó tanto la ruptura como la renovación de lógicas instaladas en el modo de producir y circular la ‘obra artística’, Mónica Mayer es una de las artistas que se inserta en las ‘formas insubordinadas del arte mexicano’”. Esta artista, como señala Andrea Giunta, “generó desde una comprensión de la cultura visual y de las prácticas performáticas como dispositivos de un arte emancipatorio”. He ahí su gran contribución.
¿Cómo fue el proceso de esta exposición?
Nos tomó como dos años desde que se plateó la idea. Hubo mucha investigación, recuperación de archivo. Mucha reflexión. Para mí es como si fuera una pieza de Karen y mía; claro, contamos con el apoyo muchas personas, Erin McCutcheon se metió al archivo, otros en el video.
Hicimos mucha labor de edición, son más de 40 años. Las primeras piezas son de los años setenta. Hay piezas recientes y otras reactivadas. Fue un proceso de eliminación. Al principio se fotografiaron 800 piezas, quitamos el 75 por ciento del primer guión museográfico, que nos sirvió de índice. Para mí ha sido muy interesante ver qué saco y cómo lo saco del archivo. Ha sido muy complicado y revelador, hay dibujos que no había visto en años.
¿Qué pensaste al verlos?
“Ah, mira no estaba tan mal”… Pero hay otros, como Proyecto collage íntimo de 1977, que para mí es un trabajo escolar, y para Karen es el cimiento de lo que vendría después: está temática activista, la investigación formal donde ya mezclo texto, formas femeninas. Lo maravilloso de hacer una exposición es que ves el trabajo desplegado, lo entiendes y contemplas desde otra perspectiva. La señora que me ayuda desde hace muchos años en la casa vino a ver la exposición y me dijo: “¡Qué diferente se ve esto aquí que en la casa”. Ella estaba muy contenta porque estaba viendo las cosas ya no desde la cotidianidad sino desde afuera; estaba muy orgullosa.
¿Cómo surgió el nombre de la exposición?
Retrocolectiva es un término inventado por María Laura Rosa, la crítica argentina, para hablar de mi trabajo. Cuando se enteró de la muestra me dijo “¿Cómo te van a hacer una retrospectiva, si tú tienes puro trabajo colectivo y en colaboración?”; entonces creó el término que ya están usando otras personas.
“Si tiene dudas… Pregunte” es parte del “Performance parásito” que hacemos Víctor Lerma y yo (Pinto mi Raya) desde 2005, en el que converso con el público para incitarlos a participar mientras alguien más hace un performance. Esta acción refleja genuinamente mi interés en el público, el cual nos enseña muchas cosas. Durante las visitas guiadas he descubierto cosas de mi trabajo que yo interpretaba de una forma; de repente, me encuentro confesando cosas…
¿Cómo qué?
Por ejemplo, durante una visita a un grupo vinculado a los estudios de género, frente a Las Bodas y el Divorcio, una pieza muy personal (es un proyecto que inicié en 1980 con mi compañero de vida y de arte Víctor Lerma), que da cuenta de nuestro interés y aceptación de que el arte y vida se entrelazan… estábamos viendo la documentación del performance El nacimiento de la Sra. Lerma y de pronto me descubro diciendo: “y cómo son las cosas, yo la feminista radical y llevo toda la vida con Víctor”. No es que yo crea en la monogamia, pero esto es lo que me ha acomodado, con lo que soy feliz, y si no dejé que la iglesia me dijera con quien me acostaba, tampoco permitiré que el deber ser feminista ser me califique. Hablaba y me iba poniendo roja, roja… Fue muy bonito, porque es ahí donde están las cosas desde la vida.
¿Siempre quisiste ser artista?
Estaba entre arte y comunicación. En mi entrevista para entrar a comunicación en la Universidad Anáhuac me preguntaron qué estaba pasando en ese momento en mi vida. Siempre he sido directa y respondí que mi mamá se había tratado de suicidar y mi novio había salido del clóset. Me dijeron que me aceptaban pero que no hablara mucho con las niñas de mi edad porque las iba a espantar. Decidí que prefería que me “espantaran” en San Carlos. Y entré a estudiar arte. La comunicación es fundamental de mi discurso. Escribí 20 años en El Universal, he hecho radio y televisión. Entiendo al arte como un sistema, no como el acto de creación del artista inspirado, lo asumo como algo que se da entre varios, más allá de lo que yo propongo si no está Karen, tú, la maestra que manda a los niños, un publico que acepte o no lo visto, no se da el fenómeno arte. Este es el eje de Pinto mi raya, y es también mucho de lo que yo entendí sobre el feminismo.
¿Cómo fue tu despertar feminista?
Después de la primera clase en la que dijeron que las mujeres no somos creativas porque la creatividad se nos iba en la maternidad, pensé: “si no hago algo para cambiar esto, por más que sea buena artista no servirá de nada”. Desde ese momento tuve clara mi postura, y me topé con Jesusa Rodríguez, Magali Lara, Maris Bustamante, Romina Morales… Éramos un grupito, pero en la escuela también estaba el que nos ponía groserías en el locker o frases disque dizque insultantes, como ‘lesbiana’. Luego descubrí que en Los Ángeles había dos lugares, el Feminist Studio Workshop del Woman’s Building. Víctor y yo ahorramos dos años y nos fuimos a Estados Unidos en 1978. Esta escuela de arte feminista era maravillosa, era como la revolución mexicana o la rusa, cuando sientes que el arte sirve para algo más que tapar hoyos en la pared. Mientras juntábamos el dinero, me metí en el movimiento feminista; en ese sentido soy de las pocas artistas que se ha metido también a la militancia, y lo hice para aprender. Fue una experiencia muy importante. Pero hoy mi militancia es desde el medio artístico. El trabajo político es muy arduo. Yo entiendo al feminismo más allá del ámbito de lo legal, se debe hacer desde la cultura. Hay que cambiar las cosas de fondo, para eso sirve el arte que sí cambia mentalidades. Sí afloja,
¿Te han censurado alguna vez?
Mis dibujos de vírgenes me los censuraron. El espacio donde los expuse no se quejó, pero las mujeres sí. Les expliqué que mi intención era decir que el que nos traten como vírgenes es tan opresor como que nos traten como putas. Ellas me explicaron que lo que les incomodaba era que había usado “la imagen”. Entonces empecé a usar mi imagen y ya no me volvieron a censurar. Mi estrategia no es provocar, es de humor y de acercamiento al público.
Tu exposición aparece en un momento muy oportuno, ¿qué piensas?
Es una situación casualmente coyuntural. El tema de la violencia hacia las mujeres no es nuevo, pero ha llegado su momento, se está visibilizando mucho más y hay que aprovechar para hablar. Necesitamos que se ponga de moda, como pasó con el bullying, para desatar la polémica. Hoy este tema está muy visible también por la tecnología. Muchas de las piezas reactivadas así lo confirman, está la de Maternidades Secuestradas, la cual no se iba a activar, pero dos curadoras del museo me convencieron de la oportunidad de esta pieza: muchas mujeres siguen perdiendo su trabajo porque son madres. Si un hombre pinta maternidades es Leonardo Da Vinci, si eres Fanny Rabel y pintas niños es un tema de señoras.
¿Ha cambiado la historia?
Se habla más, hay más banda joven. Lo del acoso está peor porque ya está naturalizado, pero hay muchas chavas trabajando contra eso desde el arte y desde la militancia. Si nos tomó 10 mil años construir el patriarcado, no va a ser rápido ni fácil el cambio. Las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía apuntan que 90 por ciento de la población piensa que los hombres y las mujeres son iguales, y sin embargo el 85 porciento gasta menos en la educación de las hijas. Esto puede parecer muy negativo, pero por lo menos ya se acepta. Las mujeres tenemos que participar más, ahí está mi grilla.
A lo largo de toda la exposición hay un ensartar historias entre la vida y el arte. Aquí es visible que vida y arte se van hilando. Yo sí me tome muy en serio eso de que el arte está integrado a la vida y la vida al arte.
Miriam Mabel Martínez (Ciudad de México en 1971) escritora y tejedora. Aprendió a tejer a los siete años; desde entonces, y siguiendo su instinto, ha tejido historias con estambres y también con letras. Entre sus libros están: Cómo destruir Nueva York (colección Sello Bermejo, Dirección General de Publicaciones de Conaculta, 2005); los ebook Crónicas miopes de la Ciudad de México y Apuntes para enfrentar el destino (Editorial Sextil, 2013), Equis (Editorial Progreso, 2015) y El mensaje está en el tejido (Futura libros, 2016).
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Posted: July 20, 2016 at 9:32 pm