Morir en México, por ser mujer
Irma Gallo
Sus fotos, casi todas obtenidas de sus redes sociales, las muestran sonrientes; en ese instante que las hizo eternas gracias a la cámara de un celular, muchas en modo de selfie, con su peinado al natural y poco maquillaje –no necesitan más, todas son jóvenes y se ven hermosas.
Difícil imaginar que hoy todas ellas están muertas. Victoria Pamela Salas tenía 23 años, Anayetzin Damaris Fragoso 26, Nazarea Iraís Simón Aguilar 34, Mariana Fuentes Soto 20, Isarve Cano Vargas 19, Tania Luna 23, Minerva Calderón Hernández 28, Noemí Guadalupe Vergara 20, Patricia Verónica Rosales 27, Zury (nunca supieron su apellido) 29, Giselín López 23, Mara Fernanda Castilla 19. Y la lista podría seguir y seguir. Pero ellas son más que nombres, más que las cifras que engrosaron con un desenlace sórdido. Ellas son las historias que no se terminaron de contar, las lágrimas de sus seres queridos que no encuentran una respuesta medianamente lógica a su ausencia, las palabras que se quedaron a la mitad, la culminación de la violencia por haber nacido mujeres.
Victoria y Anayetzin fueron asesinadas en la Ciudad de México. Victoria apareció degollada en el baño de una villa del Hotel Novo Coapa, en Calzada del Hueso, al sur de la ciudad. A Anayetzin la encontraron en el closet del departamento de su novio en la colonia Lindavista, en el norte de la ciudad, envuelta en una sábana, con 16 puñaladas en el vientre. Estaba embarazada de dos meses.
¿En qué momento un novio, esposo o amigo, alguien en quien confías, se convierte en un monstruo? En su ensayo titulado “Una patología del vínculo amoroso: el maltrato a la mujer”, Lola López Mondéjar, afirma que “El hombre maltratador es el hombre identificado con los valores machistas de la masculinidad, es decir, vive como egosintónica su parte violenta, dura, agresiva, fuerte, pues no ha desarrollado la capacidad de empatía, de identificación con el otro para lograr comprenderlo”. Es, pues, explica después Mondéjar, un hombre inseguro, que se siente incompleto, y que ve a la mujer como un objeto, algo que sólo está ahí para satisfacer su enorme angustia. Pero las señales no siempre son claras, o al menos, no al principio. Y cuando empiezan los celos, el someterla al aislamiento, la violencia psicológica y verbal, ya es demasiado tarde: ella también ha desarrollado dependencia hacia él, y es muy difícil que se decida a dejarlo.
Pero las explicaciones desde la psicología, desde la sociología, desde el sentido común, desde la sabiduría popular, salen sobrando ante el paraje sórdido de un cuerpo en descomposición, mutilado, violado, arrancado de tajo.
A Nazaria, Mariana, Isarve, Tania, Minerva, Noemí, Patricia, Zury, Giselín y Mara Fernanda las mataron en Puebla. Según algunas ONG´s, entre las que destaca Odesyr (Observatorio Ciudadano de Derechos Sexuales y Reproductivos) el de Mara Fernanda, cuyo cuerpo fue descubierto el 15 de septiembre, fue el feminicidio número 83. Según el fiscal general de ese estado, Víctor Carrancá, el 59. Quién sabe cómo clasifique a los demás.
Y el problema es ése: en medio de la guerra de cifras las mujeres siguen siendo asesinadas. Y el gobierno del estado (como antes el del Estado de México) no quiere llamar feminicidios a estos casos porque “desalientan” al turismo, a la inversión. No se ha decretado la alerta de género.
No importa que Noemí fue golpeada hasta la muerte y que luego su asesino le cortó una pierna e intentó incinerarla. Ni que a Tania su novio la estranguló con la cadena que ella usaba para pasear a su perro y luego la amarró a la pata de una mesa. Tampoco que a Zury la hayan encontrado dentro de una casa deshabitada en el municipio de Santa Rita Tlahuapan, con cortes en el cuello y en la cara. Mucho menos que a Minerva, también su novio, le asestó 70 puñaladas en el pecho, el abdomen y la espalda.
Ni Rafael Moreno Valle en el sexenio pasado, ni José Antonio Gali Fayad, gobernador desde el 1 de febrero de este año, habían tomado en serio el asunto.
En la marcha que se realizó tras el feminicidio de Mara Fernanda Castilla, las mujeres volvieron a exigir la alerta de género en el estado, que ya habían solicitado organizaciones civiles el año pasado. Como respuesta, la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim) nombró un grupo de trabajo que hizo 11 recomendaciones al gobierno de Puebla, pero en julio de este año decidió no decretar la alerta porque consideró que éstas ya se habían cumplido.
Sin embargo, después esta marcha (que tuvo réplicas en otras ciudades del país), Gali Fayad declaró a la prensa que “si las autoridades federales determinan que es procedente la alerta de género para el estado de Puebla, ésta es bienvenida”. Esa palabra usó. Y con ella se lavó las manos: insistió en que este instrumento es responsabilidad de la federación, no del ejecutivo estatal. O sea, no de él.
Pero la bloguera y activista Verónica Villalvazo, conocida como Frida Guerrera, que se ha dedicado a contabilizar estos casos en todo el país y a localizarlos en un mapa para darles visibilidad y exigir respuestas por parte de las autoridades, dice que del 3 de febrero (dos días después de que Gali comenzó su periodo como gobernador) al momento en que se escribe este artículo (11 de octubre de 2017), se han cometido 80 feminicidios en Puebla. Es decir, alguien no está haciendo su trabajo.
El 2 de octubre Mariana Fuentes, estudiante de Derecho en la UAP (Universidad Autónoma de Puebla) fue encontrada un tiro en la frente en la colonia Reforma Agua Azul, en la capital del estado. Como su cuerpo no presentaba signos de tortura, no se le clasificó como feminicidio.
El lunes 9 de octubre María Fernanda Cancino, de 21 años, salió de su casa rumbo a la escuela de estilismo y diseño de imagen en donde estudiaba. Eran las 7 de la mañana. Desde entonces no se sabe nada de ella.
Sólo en el mes de septiembre fueron asesinadas ocho mujeres en el estado de Puebla.
Notas:
Revista de la Asociación Española de Neuropsicología, 2001, no.77, pp. 7-26.
Irma Gallo es periodista y escritora . Colabora para Canal 22, Gatopardo, El Gráfico, Revista Cambio, y eventualmente para otros medios. Es autora deProfesión: mamá (Vergara, 2014), #yonomásdigo (B de Block, 2015) y Cuando el cielo se pinta de anaranjado. Ser mujer en México (UANL, 2016).
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Posted: October 12, 2017 at 8:46 pm