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Pare de sufrir, sonría

Pare de sufrir, sonría

Ana Clavel

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La alegría suele ser sospechosa en los tiempos turbulentos que corren. O se la asimila a un estado de idiocia intelectual, o se le adjudica una ligereza fanática: Pare de sufrir, sonría al mundo –y a la foto para Instagram… Los libros serios, sesudos, desesperanzados, pesimistas suelen ser más prestigiados para la mentalidad crítica, quizá, porque están más acorde con el desencanto y nihilismo a que nos obliga la realidad.

Sin embargo, la risa posee un poder luciferino, subversivo, como lo sabía Jorge de Burgos, monje y bibliotecario medieval en la novela El nombre de la rosa de Umberto Eco, quien ante la posibilidad de que se conozca y difunda el libro que Aristóteles presuntamente escribiera sobre el arte de la Comedia, prefiere llegar al asesinato en serie y a la autoinmolación, convirtiéndose él mismo en una pira humana para abrazar con fuego los pergaminos de un libro así de peligroso. Y es que en sus palabras: “La risa libera al aldeano del temor de Dios. Cuando ríe, el aldeano se siente amo porque ha invertido las relaciones de dominación… La risa sería el nuevo arte capaz de aniquilar el miedo”.

¿No fue Nietzsche quien dijo que el hombre inventó la risa para soportar la desgracia y la sinrazón del mundo? Según un proverbio japonés, el tiempo que pasa uno riendo es tiempo que pasa con los dioses… Tal vez porque nos volvemos un poco como ellos: inmortales pues la risa nos coloca en un lugar fuera del tiempo —como también sucede en el éxtasis amoroso.

No obstante, qué complejo abordar el tema de la alegría auténtica y sus sucedáneos: la risa, el humor, la felicidad, el placer, sin caer en el robotismo de los manuales de autoayuda, o la superficialidad ramplona de una picaresca complaciente.

Como Sísifo descreído mas sonriente, Armando González Torres —poeta y ensayista— nos muestra en Libros alegres (El Tapiz del Unicornio, 2024) su faceta de lector apasionado con un repertorio comentado de libros y autores que proponen, con inteligencia y mesura, una alegría íntima, acaso silenciosa, como forma de vivir y de pensar. González Torres (Ciudad de México, 1964) que, de joven, nos aclara en el prólogo de bienvenida, fue “un consumidor compulsivo de literatura del abismo, pesimismo ácido y tóxica contracultura”, se convirtió con los años en adicto a obras que, sin caer en la receta o la ingenuidad, inyectan un optimismo exigente y más pleno. No se trata tampoco de libros y autores abiertamente festivos o groseramente edificantes, sino de una apuesta vital que no renuncia al fervor crítico ni a las iluminaciones de la razón ardiente.

Dividida en dos partes —la primera, en alusión al título del volumen, “Libros alegres”; la segunda, referida a “Escrituras tónicas”—, la obra reúne una selección de más de 60 textos publicados, en una primera versión, en la columna “Escolios” del autor, en el suplemento Laberinto del diario Milenio, durante más de una década.

Frente al catastrofismo existencial y el victimismo autorreferencial como estrategias extremas de mercado, González Torres busca reivindicar una tradición de la literatura gozosa, cuya vivacidad no está peleada con las exigencias de un rigor creativo e intelectual. Reconoce que existen los libros alegres que, si bien no eluden la tensión, el conflicto o el dolor, tampoco se quedan inmersos en los pantanos de la depresión, y “la alegría o la epifanía surgen, a menudo, después de conocer íntimamente la pesadumbre y el sufrimiento”. Así, apunta el ensayista, la comedia, la novela risueña, la poesía extática registran las diferentes facetas de la sensibilidad humana, produciendo una huella indeleble de bienestar. Se trata de una tradición de autores “partidarios de ciertas formas de optimismo, celebración de la vida y conexión con el mundo y la naturaleza”. Y ejemplifica con la poesía vitalista y sonriente que va de Safo a Wislawa Szymborska, pasando por Walt Whitman y Marin Sorescu; el humor clarividente que viene de clásicos como Aristófanes y Luciano a Evelyn Waugh o Ibargüengoitia, pasando por Rabelais, Cervantes o Laurence Sterne y su Tristam Shandy. Lo mismo que el ensayo lenitivo que abarca desde Michel de Montaigne hasta Bertrand Russell, pasando por George Steiner, ciudadano del libro.

Nuestro autor concluye: “La aspiración a la dicha no es anti-literaria, ni se reduce a la cursilería del aficionado o a la marrullería del maquilador de best-sellers. De hecho, escribir sobre la dicha exige una serie de recursos literarios bastante más diversos y complejos que los de la lágrima fácil”. Lo cual no quiere decir, descartar la importancia de los auténticos pesimistas que fundan mucho del canon moderno, pero sí de hacer espacio a la experiencia literaria que reafirma la vida a través de la comunión y el goce, alimento reconstituyente para el alma y el espíritu individual y colectivo, en los tiempos perentorios y convulsos que nos han tocado vivir.

Lector enfebrecido y omnívoro, González Torres nos adentra en la Biblioterapia del rabino francés Ouaknin como método de diálogo social a través de la palabra renovada, o la épica del libro como personaje protagonista en El infinito en un junco de la aclamada Irene Vallejo. Da cuenta de la necesidad humana de contacto colectivo y el enigma de reconexión en Una historia de la alegría. El éxtasis colectivo de la Antigüedad a nuestros días, de Barbara Ehrenreich, o de ese animal de historias que es el ser humano, capaz de urdir narrativas que le den sentido al universo y a sí mismo, con cuentos y personajes reales o ficticios como lo conciben el filósofo italiano, Remo Bodei en Imaginar otras vidas. Realidades, proyectos y deseos, o la psicoanalista Arabella Kurtz y el Nobel John Maxwell Coetzee en el volumen El buen relato, diálogo que traza analogías y diferencias del relato como recurso terapéutico o forma estética en sus prácticas profesionales.

Libros alegres abarca un abanico de temas que no excluye los considerados difíciles como el mal, la ira, el caos, el fracaso, el suicidio, la muerte. Así da lugar al comentario de El mal en el pensamiento moderno. Una historia no convencional de la filosofía de la norteamericana Susan Neiman, o La ira y el perdón. Resentimiento, generosidad, justicia de Martha Nussbaum, títulos que encuentran en el dato erudito y la reflexión espacios de reconocimiento y liberación.

A veces a través de una caminata, esa práctica a contracorriente de la modernidad, a decir del sociólogo David Le Breton, otras a partir de la contemplación de la naturaleza —a lo Thoureau—, o del jardín —a lo Epicuro—, como se predica tanto en Caminar, un elogio, como en Jardinosofía, una historia filosófica de los jardines, todos ellos senderos de goce y libertad íntimos de una filosofía sonriente, que se hace al andar. Ese andar también puede hacerse camino a través de las palabras y los viajes del pensamiento y la imaginación. Así parece sugerirlo La salvación por las palabras. ¿Puede la literatura curarnos de los males de la filosofía? de la autora irlandesa Iris Murdoch, que legitima el disfrute del arte como forma de autonomía frente a las tiranías de la imaginación; o el libro de Sarah Bakewell, Cómo vivir una vida con Montaigne, donde a partir de veinte preguntas extraídas de la biografía del padre del ensayo, perfila la dimensión del hombre de a pie, “que al cuestionarse a sí mismo, enseña un nuevo arte, no doctrinario ni perfeccionista, de vivir”. Eso sí, con humor y mesura, como cuando el autor francés nos conmina a ser nosotros mismos, en esta sabrosa reflexión: “no tiene caso que nos subamos en unos zancos, porque aunque llevemos zancos tenemos que andar sobre nuestras propias piernas. Y hasta en el trono más elevado del mundo nos tenemos que sentar sobre nuestro propio culo”.

En resumen, Libros alegres es un libro tonificante del pensamiento y el espíritu en estos tiempos antropocénicos y despiadados, que propone el goce y la libertad como formas íntimas de rebeldía y resistencia. ¿Por qué no permitirnos ser Sísifos que sonríen?

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Armando González Torres, Libros alegres. México, El Tapiz del Unicornio, 2024, 168 pp.

*Foto de Suad Kamardeen en Unsplash

Ana V. Clavel es escritora e investigadora. Ha obtenido diversos reconocimientos como el Premio Nacional de Cuento Gilberto Owen 1991 por su obra Amorosos de Atar y el Premio de Novela Corta Juan Rulfo 2005 de Radio Francia Internacional, por su obra Las violetas son flores del deseo (2007).  Es autora de Territorio Lolita, Ensayo sobre las ninfas (2017), El amor es hambre (2015), El dibujante de sombras (2009) y Las ninfas a veces sonríen (2013), entre otros. Su Twitter es @anaclavel99

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Posted: May 26, 2024 at 9:53 pm

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