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Ex-república: la tragedia de una izquierda petrolera

Ex-república: la tragedia de una izquierda petrolera

Gisela Kozak Rovero

Introducción

En diciembre de 2015 Venezuela escogió una nueva Asamblea Nacional. La oposición al Partido Socialista Unido de Venezuela, organizada en la Mesa de la Unidad Democrática de tendencia básicamente socialdemócrata, ganó las dos terceras partes de los curules. Esta victoria no pareciera significar un cambio en tanto no son posibles acuerdos para enfrentar la crisis caracterizada por la inflación más alta del planeta, racionamiento de agua y electricidad, fuerte sobrevaluación de la moneda y desabastecimiento de alimentos y medicinas. A diferencia de Cuba, Venezuela no puede pretextar un bloqueo económico para haberse convertido en una potencia energética arruinada. Entrampado en subsidiar hasta prácticamente convertir en gratuitos comida, medicinas, libros, computadoras, transporte, gasolina, electricidad y gas natural, el gobierno no sabe qué hacer ante el hecho cierto de que todo tiene un costo: al bajar los precios del petróleo la magia de la gratuidad se revela como truco populista.

La Asamblea Nacional no puede ejercer el poder conferido por la constitución porque se lo impide el Tribunal Supremo de Justicia. No es una típica relación ejecutivo-oposición parlamentaria sino una lucha entre un autoritarismo competitivo –que viola la constitución o se pone fuera de la ley pero ha sido validado por los votos hasta el 2013– y una coalición que intenta mantenerse dentro de los límites constitucionales. El gobierno revolucionario es una mezcla de nacionalismo, religión, machismo y populismo –que recuerda a Putin, Lukashenko y Orbán– con las políticas económicas de Velasco Alvarado, Mugabe y los Castro, más el toque vernáculo caudillista, petrolero y militarista. Por estas razones contempla una victoria opositora no como parte del orden democrático sino como producto de una vasta conspiración.

Como es tan difícil explicar lo que ocurre en Venezuela, apelo a la imaginación del lector latinoamericano o de otras latitudes con estos episodios luego de este necesario prólogo de la tragedia.

Elisodio I: Paseando por la universidad

Imagínense usted que es profesor(a) de la mayor y más antigua universidad pública de su país. Después de dar clases con tiza y pizarrón en salones polvorientos, con ventanas rotas, el suelo sucio y un calor de 32 grados centígrados, camina por una rampa de pasamanos algo tambaleantes desde la cual se observa un mural de un gran pintor. Al acercarse notará las grietas en el mural pero igual es preciso saludar animosamente a sus alumnos, que quieren irse del país en cuanto terminen la carrera sin pisar una biblioteca porque tienen treinta años desactualizadas, sin conocer sino de oídas lo que es una base de datos ni disponer de tecnologías de información y comunicación. Usted está preocupado(a) tal vez porque sólo un cincuenta por ciento de la planta profesoral sigue en el país: los profesores con doctorado, publicaciones y máximo rango académico ganan menos de tres sueldos mínimos. Alguien comenta que el comedor no funciona por falta de alimentos. Usted camina hasta el cafetín de Humanidades, un lugar feo que ese día no tiene café ni agua embotellada. No hay servicio de agua corriente en la universidad, por cierto; mejor entonces no acercarse a los sanitarios. Preferible irse a casa, por falta de bombillos la universidad está oscura. Recientemente unos delincuentes entraron a un salón para robar las pertenencias de estudiantes y del profesor, otros han violado jóvenes, asesinado y robado en pleno día. Usted eligió un parlamento pero no puede aprobar leyes sobre educación, cultura, ciencia y tecnología ni tomar decisiones como interpelar al Ministro de Educación Superior: el ministro no irá y el Tribunal Supremo de Justicia declara inconstitucionales las leyes que la oposición proponga. Pero el comedor, la educación y el transporte son gratis.

colas

Episodio II: En fila pero con Iphone

Imagínese que usted está en un supermercado de su ciudad. Vive de su pensión de retiro que no le alcanza ni para la décima parte de lo que hacía con ella hace diez años y está obligado por necesidad a hacer una fila de cuatro horas para comprar leche, café, azúcar y papel higiénico. Observa a un joven sentado, rodeado de bolsas, que vive en una zona popular muy pobre. Tal vez como tantos terminó el bachillerato gratuito sin profesor de matemática. Lector(a) está leyendo bien, sin cursar esta disciplina por falta de docentes, pero le promediaron las notas de las otras asignaturas en las que sí tenía profesores no graduados y le estamparon alguna calificación en la casilla correspondiente de su expediente académico. El joven, eso sí, sabe sacar cuentas. Habla en voz no muy baja por su Iphone ( lo subrayo: Iphone)

–Hay harina precocida, café y azúcar. El guardia que cuida el supermercado se le van los ojos contigo, dale su besito y ese te da los productos Después los vendemos por treinta veces el precio.

Usted se anima, se acerca y le dice al joven:

–¿No te da vergüenza venderle a tu gente la comida tan cara? En tu barrio hay gente que hace una, dos comidas al día o ninguna.

–Así la van a tener que pagar cuando liberen los precios porque eso es lo que vale. Usted me va a decir que en un país donde un dólar se consigue a mil cien bolívares, un kilo de harina puede costar veinte bolívares. No me joda, abuelo, que la vida está muy dura. Venga, lo pongo en un puesto en la fila más adelante, me recuerda al mayor de mis tíos.

–Déjame aquí.

–Ah pues, viejo pendejo, no acepta un favor. Cuidado y se enferma, no hay medicinas y los hospitales están reventados.

Usted sabe que es así porque el nieto de su hermana murió de cáncer por falta de tratamiento.

El joven se va airado, verdadero genio de la economía que no estudió matemáticas. Usted piensa en el parlamento elegido hace pocos meses: no puede interpelar a los ministros de economía porque no asisten; tampoco puede hacer propuestas económicas porque el poder ejecutivo afirma que son “capitalistas, imperialistas, apátridas y para hambrear al pueblo”.

Pero, ¿qué importa que haya que hacer filas de horas para comprar leche, que no haya comida a precios regulados por el gobierno o que haya un terrible racionamiento de la electricidad y el agua? ¿Qué importa que cueste más un kilogramo de carne que un mes de televisión por suscripción o un tanque de gasolina? Al terminar la fila tal vez consiga café casi, casi gratis.

Episodio III: Victorias originarias

Usted es un indígena, un hombre de los pueblos originarios, uno de los tres diputados de la oposición que triunfaron en las elecciones de su estado. El máximo poder electoral reconoce su victoria y la proclama públicamente; una vez cumplido este paso sólo queda posesionarse del cargo. Repentinamente, su adversario electoral lo acusa de fraude. ¿Fraude? ¿Cómo la oposición puede hacerle fraude al candidato del partido de gobierno si la revolución siempre ha negado cualquier acusación sobre irregularidades en las votaciones? ¿Pero no se supone que en el país existe el mejor sistema electoral del mundo? El poder judicial decide que no puede formar parte del parlamento, han pasado tres meses de las elecciones y usted permanece en el limbo.

Usted es un don nadie: indígena. Un opositor es blanco, imperialista y apátrida. Sus rivales dicen que usted compró votos: los indígenas se venden, pues, por cuatro monedas. Pero hay un Ministerio de Asuntos Indígenas en el cual quejarse de racismo y no tiene costo.

REUTERS/Carlos Garcia Rawlins

REUTERS/Carlos Garcia Rawlins

Fin:¿No hay salida?

He aquí una ex república que recibió un millón de millones de dólares en diecisiete años, con treinta millones de habitantes y grandes recursos naturales, pero que sobrepasó los niveles de pobreza que tenía en 1999: Venezuela, donde todo es gratis, hasta la muerte en manos de la delincuencia.

Elecciones generales y acuerdo nacional: única vía pacífica para salir de la tragedia de una izquierda petrolera.

GiselaKozakRoveroGisela Kozak Rovero (Caracas, 1963). Activista política y escritora. Algunos de sus libros son Latidos de Caracas (Novela. Caracas: Alfaguara, 2006);  Venezuela, el país que siempre nace (Investigación. Caracas: Alfa, 2007); Todas las lunas (Novela. Sudaquia, New York, 2013); Literatura asediada: revoluciones políticas, culturales y sociales(Investigación. Caracas: EBUC, 2012); Ni tan chéveres ni tan iguales. El “cheverismo” venezolano y otras formas del disimulo (Ensayo. Caracas: Punto Cero, 2014). Es articulista de opinión del diario venezolano Tal Cual y de la revista digital ProDaVinci. Twitter: @giselakozak

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Posted: March 20, 2016 at 9:47 pm

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