Essay
Pasión puma

Pasión puma

Ana Clavel

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Soy Puma de corazón. Es curioso que sin ser fan o ni siquiera levemente aficionada al futbol, me salga a la primera de cambio declarar mi heráldica personal. Digamos que es parte del paquete de ser universitaria. Por eso concedo que el lema es atinado: Orgullosamente Puma…

Hace poco tuve oportunidad de manifestar mi estirpe pumífera, al publicarse el volumen Pasión Puma, que reúne más de setenta voces y p(l)umas en torno al 60º aniversario del ascenso a Primera División del equipo universitario de futbol, conocido por todos como “los Pumas”. Puede que no seas universitario, o que no sea tu escuadra preferida, o que incluso no te interese el futbol, pero los Pumas indudablemente forman parte del relieve de nuestras vidas.

En sus 273 páginas, Pasión Puma: desde la cancha congrega voces y relatos de vida entrañables. Desde el recuerdo del exrector Enrique Graue que cuenta cómo a sus once años escuchó en un radio de transistores el partido en que, tras una goliza, su equipo favorito se ganó el derecho a la primera división un 9 de enero de 1962; hasta el testimonio de Alejandra G. Campillo, vendedora de boletos, que narra las interminables jornadas de trabajo detrás de un campeonato en el que Pumas vs. Chivas se disputaban el título, con legiones de aficionados que hicieron filas durante días para conseguir entradas.

También se encuentran los relatos de figuras emblemáticas del futbol mexicano como Enrique Borja, Bora Milutinovic, Jorge Campos, Hugo Sánchez, entre muchos otros, sobre sus inicios en la escuadra universitaria, sus aprendizajes, la filosofía del trabajo colectivo y el ánimo e ideales que los impulsaban a traspasar las perladas puertas de la portería con un gol. Lo mismo que historias de aficionados y sus momentos estelares, como el caso de Carlos Guzmán que, con el texto “Tucazo, recuerdo inolvidable”, consigna una tarde de junio de 1991, cuando los Pumas disputaban el campeonato de la liga contra el América. Entonces, en el minuto 9, “con la adrenalina en pleno apogeo, Ricardo Ferretti, el Tuca, recibió una falta fuera del área” que no tardaría en cobrar: “De manera parsimoniosa, el Tuca tomó la pelota y la colocó en el césped, miró fijamente la porterı́a rival y se enfiló para patear. De pronto todo el estadio quedó en un silencio sepulcral, mirando cómo el balón se enfilaba con angustia hacia la porterı́a de Adrián Chávez, quien se estiraba acrobáticamente. Todo fue inútil: el balón besó las redes y, con ello, llegó la explosión inimaginable del estadio”. Vaya manera de apropiarse del tono de cronista de oficio, y todo por la pasión de rememorar una anécdota que lo marcó.

Igualmente admirable es la bitácora “60 años de vivencias azul y oro” (recuérdese que el logotipo de los Pumas ostenta esos colores), donde un legendario Miguel Mejía Barón refiere su paso como jugador, técnico y más tarde directivo del club universitario, con sabrosas anécdotas de miembros famosos y no tan famosos del equipo, sus peculiaridades, gustos y hasta defectos. Sin lugar a dudas, una historia individual en la que se refleja la zaga generacional de todo el equipo de los Pumas.

“Mente sana en cuerpo sano”, dice la sentencia de Juvenal. Esa máxima se vio con el transcurrir del tiempo también aplicada al género femenino (mente sana en cuerpa sana, nos corregiría una voz  reivindicadora) con una presencia cada vez más destacada por parte del equipo Pumas Femenil. Testimonios de Deneva Cagigas, Dirce, Dinora Garza, Diana Gómez Palito, brindan historias de esfuerzo por partida doble en un mundo caracterizado por reglas y códigos patriarcales. Inconmovibles ellas en sus anhelos deportivos y su amor a la camiseta, bien pueden hacerse eco de la emotiva “Carta abierta al club de mis amores” de Lucía Rodríguez. Jugadoras todas con garra de puma y destreza felina.

Todo un mural con los más diversos registros, incluidos los de secretarias y administrativos como Guadalupe Galindo Torices, enlace con la Federación Mexicana de Futbol, que confiesa “mis mejores amigos los he hecho en el futbol”; del propio “Goyo” —la mascota del equipo, en honor a la porra de la Universidad Nacional: ¡Goooya!— con su recuerdo más triste ligado a un estadio vacío por el Covid; de Carla Medina Cuevas, que describe el nerviosismo y emoción de su primera vez como cronista al escuchar su propia voz amplificada en las bocinas del imponente Estadio Olímpico Universitario. O la de Manuel Pajarito Andrade, creador del aclamado símbolo que ostentan bandera, escudos, uniformes, objetos conmemorativos. ¿Cuántos bocetos estuvieron detrás de la versión definitiva que se dio a conocer en 1974?

“Me llevó varios meses encerrar todo en una esfera, todo lo que quería expresar. Me había propuesto reunir en una sola imagen los sentimientos que puede tener un universitario en relación al deporte. En un símbolo quería contar una pasión.

En mi caso, esa pasión tiene raíces. Porque yo también quería jugar al futbol. Quería ser parte del equipo. Y con mi emblema, creo que lo logré. A mi manera. Estoy en la cancha y fuera de ella. En millones de personas. En emociones que se contagian y me llegan como flashes que no se pueden explicar.

En esa cancha donde también juego, yo diría que soy el jugador número 13. Hay 11 que saltan al campo. El 12 es el que está en las tribunas. Y ese otro, el último, es el que los une en un emblema que es una forma de decir corazón.”

Dice Anel Pérez, responsable del proyecto junto con Carmina Estrada, que la idea era crear puentes, un punto de unión y de tránsito entre el Estadio Universitario y la Biblioteca Central, entre la patada y la palabra. Porque el campo del deporte no está reñido con las batallas verbales de la imaginación. Por eso convocaron inicialmente un concurso para que la afición vertiera en un texto sus emociones y lo que quisieran decirle a su equipo predilecto. Surgió así “Cómo no te voy a leer”, haciendo coro a la conocida porra de los Pumas “¡Cómo no te voy a querer, si mi corazón azul es y mi piel dorada. Siempre te querré!”. Y ante la inminencia de los 60 años en la primera división, el volumen conmemorativo contó también con la participación editorial de Julieta García y Leonardo Tarifeño, responsable este último de convertir las numerosas entrevistas realizadas a los astros y asteroides del equipo en textos disfrutables para el lector.

Hay que reconocer que además de los testimonios e historias, la Pasión Puma estuvo también en los responsables de la edición impecable al cuidar cada detalle, como las fotos del archivo histórico del club que acompañan los textos, como la idea de estructurar el libro cual partido de futbol, con secciones de Primer Tiempo, Intermedio, Segundo Tiempo y Tiempo Extra. Para completar el proyecto, invitaron además a escritores a que se aventaran sus “cascaritas” en torno al futbol y al equipo de los Pumas. Así se cubrió el espectro del cuento, la crónica, el artículo de opinión, el ensayo con los textos de autores como Ana García Bergua, Bernardo Esquinca, Guillermo Fadanelli, Daniela Tarazona, Julia Santibáñez, Eduardo Rabassa, L.M. Oliveira y otros. Entre mis predilectos, recomiendo especialmente el cuento fantástico del maestro Naief Yehya titulado “Apocalipsis zombi en el estadio Puma”: una distopía muy cercana con esos zombies-mass-media digitales, que nos devoran el cerebro y nos convierten en autómatas sin darnos cuenta; el relato “Portera” de Karen Villeda sobre una familia disfuncional que sólo tiene momentos de verdadera convivencia durante los partidos de futbol; y el ensayo “El grito, el no grito y el pensar” de Mónica Maristáin, que conjunta reflexión, poesía y futbol para hablar del rugido de un público como el mexicano que es signo de identidad colectiva:

“A veces pienso en el no grito del puma. Más bien tiene un ronroneo de gigante. Como si quisiera atrapar todas las ternuras del mundo y construir otro universo, tal vez más justo, tal vez con menos calentamiento climático.

Ese no grito esconde también tragedias y cosas que a uno no le gusta contar. Como si todo fuera el puma de una marca que le encanta hablar en inglés cuando todos hablamos en español. O como ese programa de la selva virgen visto en el verano con aire acondicionado desde tu habitación con olor a pizza y a cerveza.

¿No piensas en el puma de la Universidad, el de la UNAM? ¿Qué es ese símbolo que une dos elementos contradictorios: la U y la cara del puma, creada por Manuel Pajarito Andrade Rodríguez?

Sólo para abrirles más el apetito, consigno otras dos anécdotas, entre las muchas historias apasionantes de Pasión Puma. La primera, referida al exrector Octavio Rivero Serrano, que en su funeral vistió el uniforme del equipo de su corazón, pues —nos refiere su hija Paulina— ante la duda de qué traje ponerle para el velorio, uno de los hijos recordó su estirpe azul y oro, y ya no tuvieron duda. Así, como gran aficionado, acudió vestido con la camiseta Puma a su última morada.

La segunda, es muy pintoresca y la describo en el texto “Pd. Happy married en el estadio de CU”: El partido ya había comenzado y de pronto entre los pasillos apareció una pareja singular: ella con el vestido de novia blanco y largo, él con traje negro y corbatín al aire. Sudorosos, agotados, se miraba que habían bailado/bebido toda la noche y venían de su fiesta de recién casados. Él la guiaba entre las huestes socarronas pero respetuosas. Ella, una novia rolliza, se dejaba conducir entre ese mundo de varones que la veían con gesto de aprobación. Me imaginé la escena previa: “Está bien, me caso, pero de ahí nos vamos al partido de mis Pumas”. Y así empezó su luna de miel, una luna futbolera: alguien les hizo espacio en su fila y un poco más tarde, la tímida novia gritaba a todo pulmón.

Dice Leonardo Tarifeño, en su texto de presentación, que con Pasión Puma el Club “marca un incomparable gol de la memoria”, capaz de abarcar con un abrazo de 60 años a sus grandes o pequeños protagonistas, siempre todos, imprescindibles. Yo digo que es un golazo. O mejor dicho: un goooyazo.

Como obra conmemorativa su edición en papel es limitada, pero por fortuna está disponible en línea. No se la pueden perder. Aquí el enlace para descargarla gratuitamente por cortesía de Literatura de la UNAM:

https://literatura.unam.mx/storage/uploads/archivos/1700763130-pasion-puma-desde-la-cancha.pdf

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Varios autores. Pasión Puma: desde la cancha. Dirección de Literatura y Fomento a la Lectura, UNAM, 2023, 273 pp.

*Foto de Sandro Schuh en Unsplash

Ana V. Clavel es escritora e investigadora. Ha obtenido diversos reconocimientos como el Premio Nacional de Cuento Gilberto Owen 1991 por su obra Amorosos de Atar y el Premio de Novela Corta Juan Rulfo 2005 de Radio Francia Internacional, por su obra Las violetas son flores del deseo (2007).  Es autora de Territorio Lolita, Ensayo sobre las ninfas (2017), El amor es hambre (2015), El dibujante de sombras (2009) y Las ninfas a veces sonríen (2013), entre otros. Su Twitter es @anaclavel99

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Posted: February 28, 2024 at 8:35 pm

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