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Venezuela: antes y después del 23-f
COLUMN/COLUMNA

Venezuela: antes y después del 23-f

Gisela Kozak

Desde que Juan Guaidó -diputado por el partido centroizquierdista Voluntad Popular, ingeniero industrial de la Universidad Católica Andrés Bello, 35 años de edad, casado y con una hija- asumió la presidencia interina de Venezuela, el despertar ciudadano ha sido extraordinario. Enormes manifestaciones a favor de la democracia y del meteórico liderazgo de Guaidó han movilizado a todos los gremios y a personas de todo el país, todas las edades y condiciones sociales. Su gesto de asumir el interinato  muestra sin duda valentía, y la valentía mueve las voluntades en medio de la agonía de Venezuela. La tiranía -experta en apresar, torturar y perseguir-, no ha tocado a Guaidó, temerosa de las posibles reacciones del mundo internacional. Desde el 23 de enero, Guaidó ha demostrado las virtudes de un liderazgo que puede actuar con rapidez y decidir sobre la marcha. Se ha reunido con sindicatos, gremios profesionales, empresarios, estudiantes y universidades y ha promovido la discusión del Plan País, un conjunto de líneas maestras para sacar a Venezuela del marasmo en que se encuentra. El Plan País, que ha contado con las ideas de expertos y el apoyo de las comisiones por áreas del parlamento legítimo,  propone las bases de la  recuperación de Venezuela, un país devastado. Igualmente, hay un firme propósito de tender la mano a los chavistas disidentes y los militares para construir una paz duradera y democratizar al país.

El 23 de febrero se intentó que entrara ayuda humanitaria a Venezuela;  la respuesta brutal de la revolución mostró al mundo que Nicolás Maduro y su camarilla no quieren negociar otra cosa que su permanencia en el poder. La interpretación de estos hechos ha oscilado entre el enorme impacto internacional que ha producido la respuesta militar y paramilitar de la tiranía, pasando por la preocupación de quienes denuncian la politización de la ayuda humanitaria y los riesgos de una intervención militar, hasta la alegría de Maduro y sus secuaces dentro y fuera de Venezuela. Lamentablemente los venezolanos estamos sometidos a una extensa gama de intereses que trascienden nuestro diario sufrimiento.

II

A pesar de las intenciones expresadas por el presidente interino y la coalición de partidos opositora, las fuerzas armadas, parte de la cual es una guardia pretoriana de la tiranía, no ha reaccionado positivamente al llamado de restaurar la Constitución. Veinte años de infiltración revolucionaria no es poco y los castigos a los militares que se han revelado son una seria advertencia. El totalitarismo ha demostrado sobradamente su capacidad para que el espíritu de cuerpo de los ejércitos se alimente del miedo a las consecuencias de tener conciencia. La gente de armas  ha sido cómplice del desastre y ha estado vinculada a numerosos ilícitos, desde generales hasta simples soldados. Sin pretender que todos sus miembros son corruptos, es evidente que pertenecer a la Fuerza Armada Bolivariana requiere de cierta mentalidad autoritaria que desconfía de los civiles opositores, del pluralismo y de la alternabilidad en el poder. Que los militares no crean en la Ley de Amnistía promovida por la oposición en el parlamento, no es entonces de extrañar pues, como dice el dicho, verdugo no pide clemencia.

No obstante, el 23 de febrero, un mes después de que Guaidó asumiera la presidencia interina, fue una fecha clave. La ayuda humanitaria no pasó, la fuerza armada no se dividió más allá de un infinitesimal número de deserciones y colectivos paramilitares demostraron su poder de fuego. El asesinato y desaparición de los venezolanos indígenas pemones en la frontera con Brasil, la quema de parte de la ayuda humanitaria en la frontera con Colombia, los ataques a gente desarmada,   y la obscena exhibición de la Ministra de Asuntos Penitenciarios Iris Valera paseándose con civiles armados hasta los dientes por el Puente Simón Bolívar retratan el régimen de Nicolás Maduro de cuerpo entero.

Si los militares, como lo han hecho siempre en la historia de Venezuela, velan por sus propios intereses, más les valdría no seguir en el mismo barco de Nicolás Maduro. Aunque el sentimentalismo se ha adueñado del debate político venezolano, es mejor apostar por la razón: la política no es solo principios, aunque sin los principios se degenera en el ejercicio repugnante de la tiranía madurista.  El primer paso es que los intereses particulares  de los militares como cuerpo  coincidan con los objetivos de la instauración de la democracia, no idealizar una supuesta vocación democrática no probada.

III

A Guaidó lo  acompañan 50 democracias del mundo, aunque sin duda el respaldo del gobierno de Donald Trump ha sido el más llamativo de todos y le ha traído la inquina de parte de la izquierda mundial y de sectores moderados,  seriamente preocupados por la injerencia de Estados Unidos en la región y por la posibilidad de una guerra civil o una invasión extranjera en Venezuela.  El veloz reconocimiento de Estados Unidos despertó las clásicas sospechas herederas de la Guerra Fría acerca del injerencismo del país del norte. Igualmente las declaraciones de Mike Pompeo y John Bolton, por no hablar del reciente discurso de Donald Trump en Miami, hacen un enorme ruido. La revolución bolivariana actualizó el vocabulario y los gestos propios de los tiempos heroicos de la revolución cubana, “derecha pro-yankee”, “gobierno títere”, “vendidos al imperio”, entre otras perlas del desván rojo latinoamericano de la historia. Guaidó y la oposición han sido duramente atacadas por el gobierno y sus aliados  desde esta perspectiva.

El apoyo del impopular Trump despierta la sospecha de sectores democráticos que conocen perfectamente la naturaleza despótica del régimen chavista-madurista. ¿Si hubiesen sido Barack Obama o Hillary Clinton quienes tomasen la decisión de Trump, las reacciones de los moderados serían distintas? Nancy Pelosi, líder de los demócratas en el Congreso ha manifestado su apoyo a Guaido, y Bernie Sanders, la izquierda del partido, su rechazo a la tiranía en Venezuela. Estados Unidos desde el punto de vista político no se reduce a Trump y su equipo. En todo caso, haga lo que haga Estados Unidos, será visto con sospecha por amplios sectores académicos, políticos y mediáticos. Vale la pena recordar que apoyó a Chile en su salida de la dictadura y a Suráfrica en el fin del apartheid, pero solamente el tiempo dirá si las decisiones tomadas en estos tiempos serán las adecuadas para sostener una democracia en el marco del multilateralismo. Tratar de convencer a los enemigos de Trump de que construiremos nuestro país como Estado soberano solamente  será posible por la fuerza de los hechos y, no cabe duda, habrá gobiernos y sectores a los que nunca convenceremos hagamos lo que hagamos. Trump tiene sus propios intereses de cara a su reelección y los  problemas internos que enfrenta  en Estados Unidos. Al igual que con los militares venezolanos, lo importante es que sus intereses coincidan con nuestros objetivos de rescatar Venezuela. Su gobierno tendrá fin; en cambio si Maduro se queda, Venezuela no tiene remedio.

Al momento de escribir este artículo, Juan Guaidó se reúne con el Grupo de Lima y el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, con el fin de plantear los escenarios posibles ante la negativa de la tiranía madurista de aceptar la ayuda humanitaria. La revolución bolivariana ha colocado al país en una disyuntiva cruel: hambre, enfermedad y represión frente a una improbable pero no imposible intervención militar.  En medio de una censura absoluta de los medios de comunicación y una vida cotidiana miserable, los venezolanos se han convertido en una masa indefensa cuya condición de ciudadanos y sujeto de derechos se reduce a la protesta de los últimos tiempos. Mientra tanto, Maduro da señales en extremo contradictorias para ganar tiempo: propone diálogo pero no acepta la ayuda humanitaria; reta a la oposición  a medirse en las urnas  sin por asomo manifestarse dispuesto a elecciones libres y supervisadas internacionalmente; habla de ayuda humanitaria rusa y se desdice diciendo que ha sido pagada; proclama la llegada de medicinas y comida mientras vocifera acerca de  un bloqueo internacional.

IV

Un tema importante a la hora de de medir los apoyos internacionales es el de  no politizar la ayuda humanitaria, pero de hecho está politizada dada la negativa Maduro de dejarla entrar en tanto significa reconocer su fracaso. Es vital que la ayuda sea manejada por organizaciones expertas como Cáritas, la ONU o la Cruz Roja, además de las ONGs involucradas en Venezuela en el tema, pero la acción del 23 de febrero demostró por qué no es posible acordar con el régimen revolucionario la llegada de esta ayuda a quienes la requieren. Esperemos que así como el liderazgo opositor planificó la jugada magistral que ha colocado la instauración de la democracia de nuevo en el tapete, se tengan claro los pasos de los próximos días y meses. La comunidad internacional debe aumentar las presiones sobre Maduro y no abandonarlas por más que se preocupe por una acción unilateral militar del gobierno de Trump. El uso de la fuerza no trata solo de bombardeos sino de la presión suficiente, amenaza militar incluida, que lleve a la tiranía a aceptar la ayuda humanitaria y elecciones libres y supervisadas. Una pistola que apunte a la cabeza de un criminal no tiene que dispararse, pero no se puede guardar la pistola hasta que se dé por vencido. La usurpadora de la vicepresidencia de Venezuela, Delcy Rodríguez, proclamó a los cuatro vientos que las acciones violentas, en las que participaron militares y paramilitares, fueron una pequeña muestra de lo que el régimen es capaz de hacer.

Vientos de guerra en Venezuela: hay que evitarla y sacar a Nicolás Maduro del poder, no evitarla y permitir que la tiranía continúe su labor de exterminio en mi país.

 

Gisela Kozak Rovero (Caracas, 1963). Activista política y escritora. Algunos de sus libros son Latidos de Caracas (Novela. Caracas: Alfaguara, 2006); Venezuela, el país que siempre nace(Investigación. Caracas: Alfa, 2007); Todas las lunas (Novela. Sudaquia, New York, 2013); Literatura asediada: revoluciones políticas, culturales y sociales(Investigación. Caracas: EBUC, 2012); Ni tan chéveres ni tan iguales. El “cheverismo” venezolano y otras formas del disimulo (Ensayo. Caracas: Punto Cero, 2014). Es articulista de opinión del diario venezolano Tal Cual y de la revista digital ProDaVinci. Twitter: @giselakozak

 

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Posted: February 24, 2019 at 9:17 pm

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