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Presencia de Guillén de Lámpart

Presencia de Guillén de Lámpart

Alejandro Arras

Aquella historia novelada condujo a erróneas interpretaciones —parteaguas, por ejemplo, de la famosa y exagerada leyenda de El Zorro—, pero fue a partir de entonces cuando se inaugura un particular y serio interés por Guillén de Lámport.

 

• Andrea Martínez Baracs: Un rebelde irlandés en la Nueva España (Taurus, México, 2022)

 

I. Es el mes de diciembre de 1650 en la Ciudad de México, corazón de la Nueva España. Son alrededor de las cinco de la madrugada. Dos hombres caminan apresurados. Sus pasos retumban en los muros. Van nerviosos, cuchichean entre sí. ¿De dónde vienen? Están embarrados de lodo de pies a cabeza, mojados, visten varias capas de ropa. Uno de ellos toma su mano como si estuviera herido. Detrás: la catedral inconclusa. Ambos extraños personajes se aproximan a la puerta del palacio virreinal. Un soldado de la Guardia los atiende. Explican que vienen desde Veracruz con un pliego de la Habana para el Virrey. El guardia les dice reiteradamente que su Excelencia no los puede recibir porque estuvo jugando cartas hasta muy tarde y debe estar profundamente dormido. Uno de los hombres, de barba rubia y cabello castaño insiste en la emergencia de su asunto y, tras unos minutos, ambos sujetos logran adentrarse al palacio. Nadie sabe aún que se trata de dos reos que acaban de escapar de las atroces mazmorras de la Inquisición. El líder es irlandés, llamado William; el otro de apellido Pinto. Entre las cosas que el irlandés lleva consigo se encuentra un lienzo con 918 salmos latinos titulados Regio Salterio, proclamas sobre las injusticias y corrupción de la Inquisición, pero, ante todo, lleva en la mente la idea de una insurrección que podría resultar fatal para la corona española y crucial para ese país que, siglos después, se llamará México.

 

II. Al termino de las Guerras de Reforma, el entonces destacado político y escritor Vicente Riva Palacio recibió una orden del presidente Juárez: “Se ha servido acordar al excelentísimo señor presidente interino se encargue a usted que recoja del Arzobispado el archivo de la Inquisición”. Tal archivo había sido resguardado en el Palacio Arzobispal hasta 1863 en que fue oculto en una bodega de la Plaza del Volador. De ese sitio Riva Palacio lo extrajo y resguardó en su casa por décadas. Fue así como el autor de Cuentos del general se convirtió en el primer historiador en consultar el Archivo de la Inquisición de la Nueva España. En principio, con los fines políticos de demostrar los horrores de la iglesia y, por otro lado, desempolvar capítulos importantes de la historia de México, entre estos la presencia, vida y obra de William Lamport o, en español, Guillén de Lámport.

La fascinación de Riva Palacio por este peculiar personaje derivó en Memorias de un impostor, Don Guillén de Lampart, rey de México, publicada en dos tomos en 1872. Aquella historia novelada condujo a erróneas interpretaciones —parteaguas, por ejemplo, de la famosa y exagerada leyenda de El Zorro—, pero fue a partir de entonces cuando se inaugura un particular y serio interés por Guillén de Lámport. Obras posteriores como D. Guillén de Lámport. La inquisición y la independencia en el siglo XVII, de Luis González Obregón (1908), Don Guillén de Lámport y su “Regio Salterio”, de Gabriel Méndez Plancarte (1948) o las investigaciones de Fabio Troncarelli, han sido fundamentales para recrear una imagen más justa y clara de quién fue en realidad.

Andrea Martínez Baracs forma parte de este coro de importantes voces y nos explica que la primera causa del desconocimiento de Lámport es su propia excepcionalidad. Aporta, con la reedición de Un rebelde irlandés en la Nueva España (2022) —la primera edición es del año 2012, titulada Don Guillén de Lampart, hijo de sus hazañas— nuevas interrogantes y puntos para observar. La característica principal del trabajo de Andrea Martínez Baracs es que publica, sobre todo, documentos transcritos y de difícil acceso. No es un simple libro de historia sino un libro-caja de herramientas, repleto de hallazgos, anécdotas, pistas, que demuestran que casi todo lo que se decía de este fantástico personaje en realidad sí sucedió.

 

III. Guillén de Lámport, nos enseña Andrea Martínez Baracs en Un rebelde irlandés en la Nueva España, fue un renombrado académico, soldado, aventurero, espía, preso, poeta y mártir. Un anglo normando que provenía de una familia de luchadores sociales. Su prematuro talento provocó que su familia, originaria de una antiquísima nobleza de Wexford, lo enviara a Dublín a estudiar con los jesuitas y, más tarde, a Londres donde redactó un opúsculo declarando que el rey de Inglaterra no tenía ninguna legitimidad para gobernar Irlanda. Lo condenaron a muerte y huyo a España. Allá brilló como estudiante. Conoció al conde-duque de Olivares, figura importante para el resto de su vida, quien lo envió como soldado a las guerras europeas. Peleó por España en las batallas de Nördlingen, Baviera, Alemania y Fuenterrabía, en la década de los años treinta del siglo XVII. Destacó entre la diáspora irlandesa refugiada en España —tiempos en que los ingleses invadieron Irlanda prohibiendo la religión católica y provocando la mayor revuelta de la historia en ese país—. Sus logros le concedieron acceso a las cortes, maestros y bibliotecas, donde pudo haber leído a pensadores claves para su formación filosófica: san Agustín, Séneca, Platón, santo Tomás, Juan Eusebio Nieremberg, etcétera. Desde España, pero jamás desatento a las tierras donde nació, pidió ayuda a la corona de Castilla para luchar contra los ingleses y obtuvo el apoyo del conde-duque de Olivares para emprender la rebelión. Su propuesta era convertir a Irlanda en protectorado de España a cambio de que esta última se involucrará en la rebelión. El plan insurreccional falló y tal contienda acabó en sangrienta derrota.

Lámport llegó a la Nueva España en 1640. Tiempos en que el imperio español se desmembraba —perderían Cataluña, Portugal y Brasil—, además de la decadencia causada por las guerras contra Flandes y el protestantismo. En tales emergencias, el imperio español optó por un método para recaudar mayor capital: despojar a los financieros judíos. La comunidad judía había sido expulsada de España a finales del siglo XV, migrando muchos de ellos a Portugal ya que, en ese momento, era un territorio independiente. Portugal volvió a caer en manos españolas y un gran número de judíos tomaron la decisión de emigrar a la Nueva España.

Esta fue la razón por la que el conde-duque de Olivares envío a Guillén a la Ciudad de México como espía de la corte. No estaba de acuerdo con el despojo a los financieros judíos y, fundamentalmente, sospechaba que el nuevo virrey de la Nueva España, Diego López Pacheco y Braganza —miembro de la familia del nuevo rey de Portugal, el Duque de Braganza— apoyaría a los adversarios. En tan conflictivo contexto cayó Guillén de Lámport.

Apenas dos años de haber llegado, Lámport cometió un grave error: intentó pasar una carta confidencial por medio de gente ligada a la Inquisición. Lo denunciaron un domingo de octubre de 1642 y lo capturaron ese mismo día. 17 años estuvo preso en las mazmorras. El conde-duque de Olivares falleció en 1645 luego de una grandiosa y turbulenta vida, quedándose Lámport sin protector. La Inquisición nunca pretendió dejarlo en libertad. Lo acusaron de brujo, de faltas a la fe. Guillén se burló y acusó a los inquisidores de corruptos y mentirosos. Con valentía, defendió a los encarcelados cripto judíos novohispanos y manifestó, con argumentos teológicos muy bien elaborados, las injusticias que recibían. ¿Se habrá identificado con ellos en comparación a la historia de su familia católica versus el protestantismo?

Tras ocho años de encierro, en 1650, Guillen de Lámport se escapa de la cárcel. Logra salir y llega hasta la cámara del virrey donde deja una denuncia manifestando todo lo que estaba ocurriendo al interior de la Inquisición. Clava también en las puertas de la catedral y demás edificios importantes de la Ciudad de México varias proclamas. Su intención era causar un gran levantamiento contra la corona. Pensó en convocar a los mineros de Taxco y entrar en contacto con los descendientes de Yanga para generar una segunda rebelión de esclavos africanos. Tan solo unas horas duró su libertad. La Inquisición advirtió que quienes ayudaran al rebelde irlandés lo lamentarían y serían duramente castigados. Entre sus pertenencias confiscaron su poesía: el Regio Salterio, escrita en el encierro, para lo cual utilizó “lienzos blancos que se procuró, plumas de gallina que encontraba en los basureros, y elaboró la tinta con cenizas, cera, chocolate y otros materiales de ocasión”. Gabriel Méndez Plancarte, siglos después, rescató y calificó estos poemas de “acentos acerados y conmovedores” y que “bien merecen ocupar un lugar en la historia de la poesía Latino-Mexicana”.

 

IV. Ya están todos entre el portal de mercaderes y la casa del cabildo. Un tablado en forma de media naranja es el escenario de tan funesto desenlace. Guillén de Lámport se alcanza a ver de lejos, con la mano derecha colgada en una argolla, amordazado para que no hable. Las gradas, techos y alrededores atiborradas de curiosos, elegantes señores e indios descalzos.

Es el año de 1659. Son siete a quienes quemarán vivos. Caminaron antes a lo largo de las calles, con sombreros puntiagudos dibujados con llamas y demonios, portando en las manos cruces verdes.

Ya se dio el pregón. Ya se detuvieron en los cinco sitios que determina el Santo Oficio. Ya tocaron los instrumentos de viento y vibraron los tambores.

El cielo del Valle de México luce triste. Los numerosos caballos y mulas parecen inquietos. Un hombre y una mujer se alejan abrazados porque no pueden ver más. Otros ríen, chiflan, gritan. Guillén de Lámport es un cuerpo en llamas.

 

V. Al planear la construcción de la columna del ángel de la independencia para los festejos del centenario, Vicente Riva Palacio asesoró al presidente Porfirio Díaz sobre quiénes deberían estar en tan importante monumento. Riva Palacio sugirió a Guillén de Lámport como uno de los mártires precursores. Díaz acepto. Construyeron la escultura encarnada por un hombre amarrado, a punto de ser llevado a la hoguera, pero algo sucedió en el transcurso… ¿Quién es ese?, debieron de haberse preguntado los trabajadores dirigidos por el arquitecto Antonio Rivas Mercado o la comisión directiva que administraba los trabajos de ingeniera o algún respetado historiador. Entonces lo decidieron: la escultura no estaría en la fachada junto a Hidalgo, Guerrero, Iturbide, Allende, Aldama, y demás celebres héroes, sino dentro del mausoleo, precisamente en el pasillo interior.

Esta es la representación simbólica de Guillén de Lámport para México, nos enseña Andrea Martínez Baracs. Se sitúa en el núcleo de la historia del país mas no se alcanza a ver desde afuera, a simple vista.

 

 

Alejandro Arras (Ciudad de México, 1992), escritor y editor. Ha publicado en las revistas Punto de Partida y Siempre! así como en los suplementos culturales La Jornada SemanalConfabularioEl Cultural y El papel literario. Twitter: @alejandroarras.

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Posted: August 3, 2022 at 8:48 pm

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