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Saludos,  Nicolás Maduro
COLUMN/COLUMNA

Saludos, Nicolás Maduro

Gisela Kozak

Camarada Padre Máximo Líder Etc: 

Tu celebración  después de los resultados amañados en la madrugada del pasado 29 de julio parecía una escena de El dictador, la saga de Larry Charles protagonizada por Sasha Baron Cohen. Charles construyó el personaje protagónico inspirándose en dictadores como Kim Jong-il, Idi Amin y  Muammar Gaddafi. Lástima que no te conocía; le hubiese encantado ver aquella escena en el Palacio de Miraflores con gente silenciosa mirándote entre cansada y anonadada, mientras un par de hombrazos movían los brazos para animar al baile. Solo faltó que gritaras:  Les ordeno que se alegren. 

Me cuentan que andas citando a Bertold Brecht en esas apariciones por la televisión estatal en las que predomina el verde oliva. Tú no eres muy versado así que me imagino al Fiscal General que presume de poeta, Tarek William Saab, soplándote las citas de Brecht. Por cierto, ¿cuál es el autor de la frase del fiscal a raíz de las detenciones, actos benéficos de depuración de la sociedad? A ver, ¿Hitler, Stalin, Fidel, Videla, Pinochet, Mao Zedong? Perdonen mis dudas, lectores y lectoras. Tal vez  Luis Alberto Crespo, el vate que proclamó  a Hugo Chávez como el mayor poeta de Venezuela, pueda indicarnos con exactitud la autoría de las palabras del fiscal. Su entusiasmo por el difunto máximo líder fue premiado con  la  embajada de la UNESCO en París: de favor que nos explique también qué quiere decir nuestro esbirro mayor, Diosdado Cabello, al asegurar que Freddy Superlano, dirigente del partido Voluntad Popular, está cantado muy bien. ¿Sometido a tortura? No es nada nuevo, tú eres un torturador en la silla de Miraflores.

Volviendo al tema literario: ¿lees sentado en el baño mientras gobiernas? Intuimos para qué usas las páginas de los libros, esos libros que has retirado de las escuelas venezolanas a las que arruinaste, con maestros que donan el trabajo e infantes a los que les inculcan basura ideológica cuando van a clase un par de veces por semana. La gente  saca lo poco que tiene del bolsillo, si es que puede,  para pagar las escuelitas en casas de las maestras: estas pueden sustentar mínimamente a sus familias y nuestra infancia no queda en la absoluta inopia. Chico, le abriste paso a la PRIVAAAATIZACIÓOOOONNNNN, al NEOLIBERALISSSSSSMO. 

En estas bases de la sociedad se conformaron organizaciones populares (“comanditos”) para ayudar con las elecciones: comida para las personas de la mesa de acotación, propaganda, vigilancia del voto. Ahora amenazas a nuestra gente modesta con encarcelar a quienes participaron en este esfuerzo. Para esto quedó la “democracia popular, participativa y protagónica” de la que presumían tú y Chávez. 

Eres grandote, Nico, un refrigerador de tres puertas vestido para la ocasión de rojo, de verde, o de los metros de tela que necesitas para cubrirte. Tú no comes la bazofia que en ocasiones se le reparte a las personas de pocos recursos para que no terminen de morir  de mengua. Tú y tu padre Hugo Chávez arruinaron el campo  y las empresas  confiscadas por ambos son un  parapeto y fabrican una harina de maíz incomible. Te han aventado  la harina cuando sales a la calle. Tienes caspa, papá, dirían mi gente de las barriadas, esa que estás matando. Nieva, nieva, por culpa de Estados Unidos, nieva sobre mis hombros, no es caspa. 

Por cierto, tu archienemigo imperialista reconoció la victoria de González Urrutia, esa que ya sabes que ocurrió. No te está yendo bien, Stalincito: hasta la izquierda te pide que demuestres que ganaste. Tienes a las cancillerías de Brasil, México y Colombia pariendo una negociación a ver si te quedas tranquilo. Lograste un pequeño milagro: Brasil decidió proteger a la Embajada de Argentina de tus matones e izó su bandera,  para que dejes en paz a la plana mayor de Vente Venezuela, el partido de María Corina Machado,  asilada en esta sede diplomática.

Estás asesinando gente valiéndose de tus “tonton macoutes”. Me tocó verte hace dos o tres días informándonos de los mensajes que los  cavernícolas de uniforme  que te acunan te envían a tu teléfono; te avisan que después de las elecciones andan jodiendo a la gente y metiendo miedo. Eres hermano de Jean Claude Duvalier (Baby Doc), el dictador haitiano que le hizo a Haití lo que tú a Venezuela. También de Miguel Díaz Canel, el tirano que le rompe los huesos a su gente,  y de Daniel Ortega y su consorte, la pareja infernal. 

Te gusta bailar, con la pista debidamente rociada de sangre fresca, así te deslizas sin inconvenientes con la antes mujer fuerte del régimen: tu esposa Cilia Flores, a la que llamas “la primera combatiente”. Hablaste de un baño de sangre si “la dereeeechaaaaaa fascistaaaaaaaa” llegaba al poder: estás cumpliendo. Bañarse con sangre es bueno camaradas, fíjense que Drácula es eterno, como la revolución. Qué enérgicos Cilia y tú, se ve que están bien alimentados y que  tienen médicos en clínicas privadas que los mantienen libres de dolor en las articulaciones. Aquí abunda la salud; solo la derecha fascista se enferma de una vaina que se llama realidad. 

Tienes un psiquiatra (el Hannibal Lecter de Venezuela, Jorge Rodríguez) que les receta a ti y a tu mujer los calmantes con los que lidias con la ruina que siembras, el miedo patológico a las conspiraciones y las mentiras que siempre dices pero que se han vuelto de locura desde las elecciones del 28 de julio. Jorge, receta un calmante para fumigar al pueblo opositor  desde el aire, es decir, para fumigar a todo el mundo. Lejos quedaron los tiempos en que  el Consejo Nacional Electoral se apresuraba a publicar los resultados de las elecciones estado por estado y mesa por mesa. Chávez era un autoritario que ganaba; tú eres un perdedor con poder. El que diga que pierdo elecciones dice la verdad, pero la verdad es un invento neoliberal. Elvis Amoroso, máxima autoridad del Consejo Nacional Electoral, un brazo de tu dictadura, no termina de dar los resultados y anuncia boletines en rueda de prensa que no se celebran.

Yo te entiendo, chamo. No te tocaron los tiempos de gloria del estalinismo ni los triunfos comunicacionales de la Revolución Cubana. Apenas el respirar agónico de la izquierda radical después de la caída del muro de Berlín. Físicamente, tienes aire a Stalin y a Saddan Husseim, y te enorgulleces del parecido. Está bien, sí te pareces a ellos, en todo, no solo en el bigote. Stalin, padrecito, cómo construyo los dos campos de concentración que acabo de ofrecer con bombos y platillos por televisión. Seguro mis ministros se roban el dinero para construirlo. 

Perdiste las elecciones y lo sabes muy bien. Colombia, México y Brasil, gobiernos de izquierda, tratan de que negocies, de que te quedes tranquilo, de que te sientes a hablar con la oposición. Los calmantes que te da el Hannibal Lecter de Venezuela te atontan pero no te dan lucidez. Estás arruinando a tu partido, lo cual no deja de alegrarme. Le queremos dar un lugar al chavismo en la política del futuro, pero te empeñas en que te detestamos y ese odio se traslada. Pobre Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). 

Te crees que somos unos tontos. Sabemos quién eres, sabemos que eres capaz de gobernar sobre la cenizas invocando sanciones extranjeras. Me reí cuando te vi alardeando del respaldo de Rusia, China e Irán,  un chavo presumiendo de sus  amigotes más grandes de regímenes iliberales. El mundo que no piensa como yo está en mi contra. Hay que volarlo en pedazos.

Te estamos dando un chance: hazlo por Cilita y tus narco-sobrinos, por tu hijo Nicolasito, que se identifica con el Capitán América (que cosa con los hijos), por el PSUV. Vete, vale. Yo sé que no puedes con María Corina Machado y Edmundo González Urrutia. Qué rabia, ella, precisamente ella es la que ganó la popularidad de Chávez, no tú. La humillaron hasta lo indecible y creyeron que era como ustedes, conspiranoica y patética. Llamaste viejo decrépito  a Edmundo González Urrutia y te burlaste de él porque no es un patán, como tu. Parece que te ganó por treinta puntos; lo peor es que la “derecha fasciiiiiiista e imperialiiiiista” cargó las actas de votación en una página web. La tecnología y la verdad están de nuestro lado; Elvis Amoroso, tu cancerbero en el CNE, está de tú lado: no entregas la información requerida porque perdiste. 

Si forjas las actas electorales, semejante cosa no aguantará un mínimo peritaje tecnológico. Pero eres capaz de hacerlo y pedirle respaldo a la Corte Suprema de Justicia, regida por Caryslia Beatriz Rodríguez, una “abogada” que cuando oye la palabra “Derecho” piensa que es una indicación para seguir caminando. La izquierda demente, muchas veces adornada con títulos universitarios, tal vez te respalde, aunque ya el Consejo Latinomaericano de Ciencias Sociales (CLACSO) te pidió que publiques los resultados.  No creo que puedas convertir a Venezuela en una Corea del Norte; China está muy lejos y América Latina muy cerca. ¿Vas a cerrar las fronteras y prohibir que la gente salga, como la dinastía Kim? Sé que te encantaría hacerlo, pero lo que va a ocurrir es que la gente se va a ir en masa. A Lula y a Petro no les gusta la idea, de verdad.

El peor castigo para la gente como tú no es la cárcel o la muerte, es convertirse en uno más. El dictador Marcos  Pérez Jiménez, al que Hugo Chávez visitó en campaña en 1998, nunca olvidó, aunque vivió siempre como un millonario, sus años de dictador. Cuarenta años añorando los tiempos de gloria es mucho tiempo. Yo sé que este es el problema de fondo, no quieres ser un pobre tipo que de vaina le puede dar órdenes a su chofer. Nadie me obedece y me quitaron la pistola. 

Tu revolución se llevó el cuarto de siglo más productivo de mi vida. No soy cristiana, no perdono, pero con el desprecio basta, esa sensación desagradable como cuando se ve salir a una cucaracha de una alcantarilla. Me siento orgullosísima de haberme opuesto a ustedes sin dudarlo desde que los conocí. Es mi mayor prenda, aparte de ser venezolana, como el pueblo que te adversa. El chavismo de base está con nosotros porque la verdad existe y no son imbéciles, que es lo que tú crees que somos todos.

Bienvenido el futuro sin ti. 

Adiós, Nicolás. 

*Foto Agencia EFE

 

Gisela Kozak Rovero (Caracas, 1963). Activista política y escritora. Algunos de sus libros son Latidos de Caracas (Novela. Caracas: Alfaguara, 2006); Venezuela, el país que siempre nace (Investigación. Caracas: Alfa, 2007); Todas las lunas (Novela. Sudaquia, New York, 2013); Literatura asediada: revoluciones políticas, culturales y sociales (Investigación. Caracas: EBUC, 2012); Ni tan chéveres ni tan iguales. El “cheverismo” venezolano y otras formas del disimulo (Ensayo. Caracas: Punto Cero, 2014). Es articulista de opinión del diario venezolano Tal Cual y de la revista digital ProDaVinci. Twitter: @giselakozak

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Posted: August 2, 2024 at 9:44 pm

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