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¿Se puede volver a la “normalidad”?

¿Se puede volver a la “normalidad”?

Donald E. Nuechterlein

Hace siete meses, Estados Unidos era un lugar feliz. La economía estaba en auge. Teníamos una tasa de crecimiento del dos por ciento y el desempleo había alcanzado mínimos históricos, incluso para las minorías. Teníamos el placer de salir a comer a los restaurantes, asistir a iglesias, ir al cine y conciertos y ver partidos de béisbol. Ahora el país está casi cerrado y tenemos miedo de viajar en avión.

Cuando un amigo me preguntó si podríamos regresar a esa época, le respondí “lo más probable es que no sea así, pero nos acostumbraremos”.

Esta pandemia ha cambiado profundamente nuestras vidas. Algunos lo llaman un “cambio tectónico” por la forma en que ahora vivimos. Los jóvenes se adaptan más rápido que sus padres y corren más riesgos porque dan más prioridad a su libertad que a quedarse en casa. Por otro lado, muchos padres piensan que hacer que sus hijos regresen a la escuela es más importante que las preocupaciones de los maestros sobre Covid-19.

El impacto económico, político y de política internacional en nuestro país es tan grande que muchos han llegado a pensar que Estados Unidos se ha rezagado si lo comparamos con otros países. Los costos económicos son enormes. El optimismo que vemos en los inversionistas de la bolsa de valores, queda opacado por el continuo desempleo, el cierre de restaurantes y pequeñas empresas, y la reducción o, incluso la quiebra, de las principales tiendas minoristas.

Mientras el Congreso discute otro paquete de estímulo que eleva el déficit presupuestario a casi cuatro billones de dólares, muchos se preguntan: ¿Quién pagará esta enorme deuda? Porque este paquete pondría en riesgo la economía si el Congreso no aumenta los impuestos o reduce drásticamente los programas federales. En realidad, Estados Unidos se acerca ahora a un precipicio financiero y se necesita un liderazgo valiente para evitar el desastre.

En el aspecto político,  desde la década de 1930, cuando se enfrentó a la Gran Depresión, el país nunca había estado tan dividido como lo está ahora entre conservadores y liberales. Nuestra actual división política comenzó, quiero pensar, en la década de 1990 después de que terminó la Guerra Fría y fue reavivada por las guerras interminables en Afganistán e Irak. La tendencia se ha acelerado  durante la presidencia de Donald Trump.

Muchos estadounidenses, liberales y conservadores, están frustrados con los líderes nacionales y exigen cambios. Sin embargo, ambos partidos políticos están lidiando con distritos electorales muy poderosos que exigen que sus líderes en el Congreso sean más radicales.

Los optimistas creen que las elecciones presidenciales han estado empujando a que  el presidente y el Congreso entren en negociaciones para  solucionar los problemas importantes. Los realistas argumentan que estamos viviendo en una nueva era en la que los líderes del Congreso no pueden ponerse de acuerdo sobre temas importantes, resultando en el uso excesivo de órdenes ejecutivas de parte de los presidentes y algunos son cuestionados en los tribunales. El hecho de que el Congreso no promulgara una reforma migratoria, por ejemplo, le dio a Trump una excusa para darle la vuelta y construir un muro en la frontera entre Estados Unidos y México. Como resultado, Estados Unidos se está moviendo constantemente hacia un modelo de poder presidencial que no hemos visto desde la administración de Franklin Roosevelt.

El impacto en la política exterior de nuestros problemas económicos y el creciente estancamiento político ha llevado a la pérdida de la influencia de Estados Unidos en el exterior. Europa comenzó a distanciar sus relaciones con Washington durante la administración de George W. Bush, en gran parte debido a que fue él quien detonara la guerra contra Irak. Las buenas relaciones se restablecieron parcialmente durante la presidencia de Barack Obama, pero siguieron siendo polémicas porque él también reprendió a los europeos por no responsabilizarse por su parte económico en la OTAN.

Esta tendencia se aceleró cuando el presidente Trump declaró su política de que “Estados Unidos estaría primero” como su nueva política exterior. Se salió de varios acuerdos internacionales que apoyaban los europeos, incluyendo el acuerdo de armas nucleares con Irán.

Estados Unidos ya no tiene la capacidad de persuadir a otros para que acepten sus políticas sobre los principales problemas internacionales. Un buen ejemplo es Turquía, quien en su momento había sido un aliado incondicional durante la Guerra Fría y ahora trabaja con Moscú para expandir su influencia en el Medio Oriente. Otro es Filipinas, un firme aliado de Estados Unidos en Asia que ahora respalda los reclamos de Beijing en el Mar de China Meridional, en gran parte debido a su gran comercio con China. Turquía y Filipinas pusieron en el poder a  líderes nacionalistas que no aceptan la forma de ver el mundo de Washington.

El columnista George Will y muchos académicos concluyen que Estados Unidos está en declive y continuará mirando hacia adentro. Sin embargo, uno debe recordar que a finales de la década de los sesenta y principios de los setenta, muchos tenían puntos de vista similares cuando la guerra de Vietnam produjo disturbios internos y fanáticos radicales de la contracultura que amenazaron la seguridad interna. Esta situación fue exacerbada por el escándalo de Watergate que provocó la renuncia del presidente Nixon. La confianza pública sólo fue restaurada parcialmente por Ronald Reagan en la década de los ochenta.

Estados Unidos tiene al menos una ventaja importante sobre China, Rusia y otros estados autoritarios: votamos cada cuatro años para elegir un presidente y cada dos años para elegir a los miembros del Congreso.

En el 2018, los votantes decidieron darles a los demócratas el control de la Cámara de Representantes debido a la insatisfacción con los primeros dos años de Trump en la Casa Blanca. En noviembre, decidiremos si Donald Trump debería recibir otros cuatro años. o reemplazarlo con el ex vicepresidente, Joe Biden. Ni Rusia ni China brindan esa oportunidad; sus líderes se quedarán ahí de por vida.

 

donald-nuechterlein--144x150 Donald Nuechterlein es especialista en temas de la Guerra Fría e imparte cátedra a este respecto en la Universidad de Richmond. Autor de numerosos libros sobre política norteamericana y exterior, sus títulos más recientes son A Cold War Odyssey (1997), America Recommitted: A Superpower Assesses its Role in a Turbulent World (2000), Defiant Superpower: The New American Hegemony (2005).

 

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Posted: September 29, 2020 at 8:11 pm

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