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Terror en Niza: “No podíamos pensar, sólo correr”

Terror en Niza: “No podíamos pensar, sólo correr”

Odette Casamayor-Cisneros con Flavio Clermont

Los autores se encontraban en Niza, Francia, cuando el jueves pasado un terrorista arrolló con un camión a la multitud reunida para la celebración anual del Día de la Bastilla. Este es un relato de su experiencia.

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Traducción de David MedinaPortillo

Como siempre en el Día de la Bastilla, los fuegos artificiales eran magníficos. Nos las arreglamos para encontrar un lugar privilegiado en La Promenade des Anglais, frente al mar. Tras los fuegos artificiales, emprendíamos felizmente el regreso al hotel cuando notamos que algunos oficiales de la Policía Municipal corrían en sentido contrario al cauce de la multitud.

De inmediato vimos correr a gente llorando en nuestra dirección e instintivamente comenzamos a correr también acelerando el paso a medida que las personas a nuestro alrededor gritaban en inglés y francés: Run! Go! Attentat! No podíamos pensar, sólo correr desesperadamente hasta alcanzar nuestra calle (mi primera idea de refugio) y, luego, nuestro hotel (al que sentimos como la casa más segura que haya existido jamás).

No sabíamos por qué estábamos corriendo. Habíamos perdido toda conciencia. Corriendo como animales, tuve miedo de no ser capaz de alcanzar mi hotel. Recuerdo que en cierto momento pensé que alguien podría surgir de una puerta o de una calle y abrir fuego contra nosotros; no tenía idea de nada y sólo la sensación de peligro y una necesidad salvaje de correr. Tuve miedo de perder a mi hijo Flavio entre la multitud; pero corrimos con suerte y los dos llegamos a nuestro refugio sin un rasguño.

Cortesía de la autora

Cortesía de la autora

Ya en nuestra habitación tratamos de encontrar información sobre lo ocurrido en internet y en la televisión, pero no había nada: sólo la transmisión del concierto del Día de la Bastilla parisino al pie de la Torre Eiffel. Creímos que en realidad nada había sucedido y comenzamos a ver El Padrino. Mientras me estaba duchando mi hijo me gritó: “¡Algo ha pasado de verdad!” La historia íntegra e inhumana del camión blanco masacrando a gente que, como nosotros, se había reunido para disfrutar de los fuegos artificiales, estaba desplegándose.

Las escenas de ese camión blanco continuaron apareciendo sin cesar ante nuestros ojos, así como el creciente número de muertos. Nos dimos cuenta de que el camión fue detenido por la policía a unos 100 metros de nuestro lugar en La Promenade des Anglais. En ese preciso momento el terror se convirtió en una idea verdadera: algo más que esa fuerza animal que nos llevó corriendo, sin aliento.

No lo podía creer. Vi las noticias pero no lo podía creer. Vi a las masas corriendo y reconocí mi propio pánico pero, aún así, no lo podía creer. Quería dormir y despertar pensando que sólo había sido una pesadilla. Pero el hecho es que no podía dormir y, acaso por primera vez en mi vida, ni siquiera podía pensar. Nada. Nada. Rien.

El miedo es indecible, el terror inexplicable. No había palabras, sólo pánico, tristeza; la vida y la muerte.

Finalmente preparé las mochilas con los pasaportes, dinero, un cambio de ropa, lo esencial. Puse nuestros zapatos más cómodos justo al lado de nuestras camas y le dije a mi hijo que, de ser necesario, saltara de la cama, que cogiera sus cosas y zapatos y corra. Siempre que empezaba a dormirme era interrumpida por ruidos y, desde luego, por el miedo.

Al día siguiente aún estábamos allí y el cielo era más brillante que nunca; supongo que esta es la paz que describen los sobrevivientes tras el caos de una batalla, de un atentado. Sabía que teníamos que movernos, salir y hacer algo, pero no tenía fuerzas para nada. Estábamos agradecidos por estar vivos e ilesos aunque, adentro, había una roca dolorosa en alguna parte del pecho, como el despojo insoportable de una fiesta nacional que nunca fue. Esta pesada roca aún estaba allí cuando logramos salir finalmente a la calle sólo para descubrir una ciudad casi en silencio, detenida, vacía de sí misma. El más maravilloso azul brillando bajo el sol, un día perfecto en una playa vacía. Las banderas francesas tristemente ondulantes a media asta.

No podemos dejar de pensar en los muertos y los heridos. Sólo tuvimos suerte.

A partir de ahora el terror vive en nuestra carne.

© Texto aparecido el 16 de julio en el diario Hartford Courant.

La traducción al español y su reproducción en nuestro sitio

se han realizado con el permiso de la autora.

OdetteOdette Casamayor-Cisneros es Associate Professor de Latin American and Caribbean Literatures and Cultures en la Universidad de Connecticut-Storrs y Visiting Scholar en el David Rockefeller Center for Latin American Studies de la Universidad de Harvard. Su libro más reciente es Utopía, distopía e ingravidez: Reconfiguraciones cosmológicas en la narrativa postsoviética cubana. Twitter: @odettecasamayor


Posted: July 17, 2016 at 9:57 pm

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