Three poems
Rogelio Guedea
English translation by Roger Hickin
• From O me voy o te vas (unpublished)
XVII
There’s no denying it,
the days are flying by:
it’s Friday again
and I still haven’t finished with Monday
when we had liver and onions
for breakfast
at the inn of Dona Rafaela,
it seems like yesterday you told me
you were tired of being with me,
even though you love me.
Tomorrow will be Saturday
and we’ll go to eat at your mother’s place
with me more than likely feeling
that last Saturday’s meal
is still undigested.
The days pile up one on top of another
and not one after the other,
in such a way it that it seems instead of feeling
that I’m dragging them, I’m actually carrying them
on my back.
Some of this you yourself must feel with me.
The other day (when was it in fact? yesterday,
a year ago?) you told me I was becoming
a burden to you,
and I suppose it’s a bit like that
with me and my load of days,
I feel it getting heavier and heavier and it crushes me
and I understand you better now than I used to,
because I would like to get rid of that load
for ever,
as you would like to get rid of me.
All things, I realize, are connected:
the years with the months, the months with the weeks,
the weeks with the days, the difficult days of your love.
XX
They say that memories are small clouds
that break up in the wind
or round soap bubbles a pin can pierce,
but in reality they’re steel mesh
or strong planks
or even concrete sidewalks
on which we can walk unperturbed,
because memories are solid floors that support us.
I have several (not many, but some)
and I’m saved from falling simply by recalling them.
Mostly memories of childhood, and of adolescence,
music from the past,
faces, certain streets, a few embraces, numerous afternoons,
countless showers of rain,
treasured objects,
books, poems, there to keep me
from ending up on my back
or to pick me up
when I fall flat on my face.
At home I have a few things
thanks to which I’m still here.
How would I have ended up if I hadn’t grabbed them as I fell!
They’re memories, lamellae
that overlap inside us,
there to keep us on our feet,
the way foundations hold up houses,
that’s how it is, precisely,
so too with that memory of yours
that burst into my room today
and knocked me flat.
XXI
This morning I wanted
to write a poem about our
quarrel last night
(your hair, I remember, shone in the lamplight)
but I had to get my breakfast
myself (you were still upset and refused to) and there was no time to sit down quietly
” in front of the computer,
I had to wash the dishes too
and make the bed, I even took out the garbage and still had time to season the fish
we’d be eating at my mother’s
as we do each Wednesday.
I was going to write a poem, not about what we quarreled over, clearly,
poetry’s no good for that,
but about how your hair looked when you waved your arms about as you scolded me,
how your eyes looked as you tore
strips off me,
and the memory of that trip that we took to Chihuahua,
that train we embraced in, looking through the windows at the green mountains,
and how much we’ve loved each other since then.
That’s what I wanted to write a poem about this morning, but I couldn’t,
you told me last night that if I didn’t want to die of hunger I’d better learn how
” to fry an egg.
As you got worked up you looked so beautiful
I paid no attention to what you were saying,
there was only the radiance of your hair in the the night:
drenched––as always––in eternity.
Rogelio Guedea nació en México en 1974. Es autor de quince libros de poesía, entre los que destacan: Mientras olvido (Follas Novas, Premio Internacional de Poesía Rosalía de Castro 2001), Razón de mundo (Instituto de Cultura de Nayarit, Premio Nacional de Poesía Amado Nervo 2004), Fragmento (Instituto Sonorense de Cultura, Premio Nacional de Poesía Sonora 2005) y Kora (Rialp Ediciones, Premio Adonáis de Poesía 2008). En 2015 recibió un Premio Fulbright por su contribución a la cultura y educación neozelandesa. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano, griego, portugués, chino y alemán. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Investigadores y académico correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua.
Roger Hickin nació en Nueva Zelanda en 1951, es artista visual, poeta y traductor. Ha publicado traducciones de Rogelio Guedea, Blanca Castellón, Ernesto Cardenal, Carlos Martínez Rivas, Juan Cameron y Sergio Badilla Castillo. Entre sus libros se encuentran Up that country road (2005), Waiting for the transport y The situation and other poems (2009). Es director de Cold Hub Press.
De O me voy o te vas (inédito)
Si te hago tanto mal
por qué le das tantas vueltas
y te evitas ridicularizarme más
para que esto se termine en santa paz
o me voy o te vas.
Marco Antonio Solís
XVII
Tomo conciencia de los días
y me parece que pasan volando:
hoy es viernes otra vez
y todavía no termino de cerrar el lunes
que fuimos a desayunar
hígado encebollado
en la fonda de doña Rafaela,
parece que fue ayer que me dijiste
que estabas cansada de estar conmigo,
a pesar de que me amabas.
Mañana será sábado
e iremos a comer a casa de tu madre
y seguramente sentiré que todavía
no me hace digestión la comida
del sábado anterior.
Los días se me acumulan uno encima de otro
y no uno detrás de otro,
de tal modo que parece que en lugar de sentir
que los arrastro en realidad los llevo cargando
sobre la espalda.
Algo de esto debes sentir tu misma conmigo.
El otro día (¿cuándo fue en realidad: ayer,
hace uno año?) me dijiste que me estaba convirtiendo
en una carga para ti,
y yo ahora me imagino que es algo parecido
a la carga que yo llevo de los días,
cada vez la siento más pesada y me doblega
y te comprendo ahora más que nunca,
porque yo también quisiera quitármela de encima
para siempre,
como tú lo quieres hacer conmigo.
Todas las cosas, me doy cuenta, se comunican entre sí:
los años con los meses, los meses con las semanas,
las semanas con los días, mis pesados días con tu amor.
XX
Se cree que los recuerdos son pequeñas nubes
que se rompen con el viento
o redondas burbujas de jabón atravesadas por un alfiler,
pero en realidad son mallas metálicas
o sólidas duelas
o incluso aceras de concreto
sobre las cuales podemos caminar sin ninguna preocupación,
porque los recuerdos son pisos firmes y nos sostienen.
Yo tengo varios (no muchos, sólo algunos)
y basta con que los evoque para ser salvado en la caída.
Son recuerdos de infancia, principalmente, y de adolescencia,
músicas que vienen del pasado,
rostros, ciertas calles, algunos abrazos, muchas tardes,
ya no sé cuántas lluvias,
objetos queridos,
libros, poemas, y están ahí para detenerme
cuando me voy yendo de espaldas
o para jalarme por la espalda
cuando me voy yendo de bruces.
En casa tengo algunas cuantas cosas
gracias a las cuales yo sigo aquí,
!qué habría sido de mí de no haberme asido a ellas en la caída!
Son los recuerdos, esas laminillas
que se superponen en nuestro interior,
a la manera de los cimientos de las casas,
para sostenernos en pie,
y así es como funciona esto, ni más ni menos,
tal como ese recuerdo tuyo que hoy
ha irrumpido en mi habitación
para ponerme contra la pared.
XXI
Quería esta mañana
escribir un poema sobre nuestra
discusión de anoche
(el pelo, recuerdo, te brillaba con la luz de la lámpara)
pero tuve que prepararme el desayuno
yo mismo (seguías molesta y te rehusaste a hacerlo) y ya no me dio tiempo de sentarme con
calma frente al ordenador,
también tuve que lavar los trastos
y tender la cama, incluso saqué al patio la basura y aún me dio tiempo de salpimentar el pescado
que comeríamos en casa de mi
madre, como cada miércoles.
Iba a escribir un poema no sobre lo que discutimos, obviamente,
que la poesía no sirve para eso,
sino sobre cómo se veía tu pelo mientras me amonestabas con las manos,
tus ojos mientras me reñías
o increpabas,
y el recuerdo de aquel viaje que hicimos a Chihuahua,
ese tren en el que viajamos abrazados mirando a través de la ventana las verdes montañas,
y cuánto nos quisimos desde entonces.
Sobre eso quería escribir el poema esta mañana, pero no pude,
tú anoche me dijiste que si no quería morirme de hambre más me valiera que aprendiera a
cocinarme un huevo frito.
te veías tan bella fuera de tus cabales,
que ni siquiera escuché lo que me dijiste,
solo tu pelo era lo que resplandecía en medio de la noche:
mojado -como siempre- de eternidad.
Rogelio Guedea nació en México en 1974. Es autor de quince libros de poesía, entre los que destacan: Mientras olvido (Follas Novas, Premio Internacional de Poesía Rosalía de Castro 2001), Razón de mundo (Instituto de Cultura de Nayarit, Premio Nacional de Poesía Amado Nervo 2004), Fragmento (Instituto Sonorense de Cultura, Premio Nacional de Poesía Sonora 2005) y Kora (Rialp Ediciones, Premio Adonáis de Poesía 2008). En 2015 recibió un Premio Fulbright por su contribución a la cultura y educación neozelandesa. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano, griego, portugués, chino y alemán. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Investigadores y académico correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua.
Roger Hickin nació en Nueva Zelanda en 1951, es artista visual, poeta y traductor. Ha publicado traducciones de Rogelio Guedea, Blanca Castellón, Ernesto Cardenal, Carlos Martínez Rivas, Juan Cameron y Sergio Badilla Castillo. Entre sus libros se encuentran Up that country road (2005), Waiting for the transport y The situation and other poems (2009). Es director de Cold Hub Press.
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