Chick Corea, un muchacho inquieto e imprevisible
David Dorantes
En la tarde del jueves 11 de febrero del 2021 un frío inmenso cayó sobre Estados Unidos.
Murió Chick Corea. El país se quedó helado. Los amantes del jazz en el resto del mundo también sienten el ramalazo gélido de la pálida muerte que les arrebató a otro de los grandes. El primero del nuevo año que despunta. La familia y el entorno cercano de Corea lo anunciaron por medio de un mensaje en su Facebook y Twitter: “Con gran tristeza anunciamos que el 9 de febrero Chick Corea falleció a los 79 años por una rara forma de cáncer que fue descubierta hace muy poco”. Así de lacónico es el primer párrafo que se colocó a las 2:41 de la tarde, hora del Este, para anunciar su muerte.
La muerte de Corea no significa tan sólo el deceso de un gran pianista de jazz. Es algo mucho más grave y desolador. Armando Anthony Corea, su nombre completo, era un pensador en el sentido más intelectual del término. El hombre pensó el jazz. Dentro de ese género desarrolló conceptos fusiones, mezclas, luces, pachangas, uniones, caminos. Tocó y luego habló de sus ideas. La vitalidad con la que Corea todavía se conducía a una edad en la que mucha gente ya piensa en comprarse la mecedora fue su firma como artista. Desde que irrumpió como acompañante del baterista Pete La Roca, en el disco Bliss! (1967), el jazz ya no fue el mismo. El desarrollo de armonía modal obsesiva y suave que hace Corea en el tema que da título a ese disco es una verdadera master class del post-bop. Apenas tenía 26 años y casi nadie le conocía pese a que había empezado a estudiar piano desde los 5 años, bajo la tutela de su padre trompetista, y ya se había graduado de la Juilliard School of Music en Nueva York como alumno prodigio.
Corea pasará a la historia como uno de los icónicos pianistas de jazz-fusión. Un término algo raro de definir porque el jazz en sí mismo ya es una fusión. El pianista era descendiente de inmigrantes italianos y originario de Chelsea, Massachusetts, un suburbio de Boston. De joven se ganó un lugar al lado de los maestros del mestizaje sumergiéndose en Nueva York como acompañante en las corrientes del latin-jazz y bossa-jazz con grandes solistas como Stan Getz (saxofón) y Mongo Santamaría (percusión), entre otros. Entonces, ya desde muy joven, para él la unión de distintos estilos fue el gran lenguaje en el que se le hacía lo normal para expresarse. Para Corea la música era un gran punto de encuentro espiritual y multicultural en donde todo era bienvenido.
Gracias a esos antecedentes Miles Davis, siempre rodeándose de jóvenes, llamó a Corea para que fuera el pianista y tecladista de dos de sus discos fundamentales, In a Silent Way (1969) y Bitches Brew (1979), que son piedras angulares en los cimientos de lo que después se llamó jazz-fusión. Escuchar esos discos aún ahora es como enfrentarse a un caleidoscopio sonoro que contiene todo, todos los sonidos posibles, y gira a gran velocidad en una descarga de jazz, rock, improvisaciones, ruidos, funk, atonalidades, disgregaciones melódicas y armónicas. En la grabación de esos discos Corea encontró a uno de sus grandes aliados, el Fender Rhodes, un piano eléctrico y su modulador de reverberaciones, que fueron parte de su estética
Luego de su paso por los discos de Miles, en donde coincidió con Joe Zawinul otro maestro del piano en el jazz, Corea fundó en 1971 Return To Forever uno de los grupos que marcó el desarrollo y destino de ese estilo. Zawinul fundó el otro grupo que fue pilar de esa amalgama, Weather Report. En Return to Forever, además de Corea, el único otro miembro permanente era Stanley Clarke (bajo). Fuera de ellos dos el grupo tuvo decenas de integrantes, siempre bajo la guía del pianista, con los cuales recorrió estilos desde el latin-jazz, el jazz-rock y hasta la experimentación avant-garde. El primer disco de la banda, de título epónimo, se lanzó en Alemania en 1971 bajo el sello discográfico ECM y por ello tuvo poca repercusión en aquel entonces.
El disco de Return to Forever que tocaría como un guamazo la conciencia de los melómanos de todo el mundo fue Ligh as a Feather (1972), bajo el sello de la transnacional Polydor, que es una de las obras más compactas y artesanalmente precisas en la historia del jazz-fusión. Con ese disco Corea y sus aliados borraron las fronteras, ensancharon los caminos y navegaron por aguas ignotas. Por supuesto, los puristas los destrozaron. El disco abre, no podría ser de otro modo, con el sonido del piano Fender Rhodes el nuevo juguete de Corea para adornar la voz de Flora Purim en el tema samba-jazz You’re Everyting. El resto del personal es Clarke (bajo), Joe Farrell (flautas y saxofones) y Airto Moreira (percusión y batería).
Corea calculó cerrar ese disco con el tema Spain. La pieza abre con una cita al segundo movimiento de El Concierto de Aranjuez (1939) del compositor español Joaquín Rodrigo. Sólo por eso A Return To Forever le llovió de todo. Halagos e insultos. Gritos y sombrerazos. A Corea lo acusaron hasta de plagiario siendo que siempre dio crédito a Rodrigo. La voz de Purim doblando la línea melódica en la flauta de Farrell, mientras las palmas los acompañan, de repente alguien lanza gritos onomatopéyicos de gozo antes de lanzarse a los fraseos de improvisación. Todo eso es uno de los momentos cumbres en la historia, ya no del jazz, sino de la música contemporánea. El sólo en el Fender Rhodes es hermoso, matemáticamente preciso, veloz e incierto como vuelo de colibrí. Una obra maestra en nueve minutos y cincuenta y cuatro segundos que le ganaron a Corea la posteridad. Una oda brillante, escrita en séptimas a partir del Sol menor, dedicada al sur de España y llena de referencias al flamenco pero con un dejo de samba cortesía de Moreira. El tema se ha vuelto hoy pieza de estudio y repertorio para cualquier músico de jazz que se respete.
A partir de aquel disco a nadie, salvo a los ortodoxos, le quedó dudas de la grandeza de Chick Corea. El hombre era una máquina amorosa de producir, componer, girar en conciertos y dar charlas para ir moldeando el jazz como un arte en constante renovación. Era como un muchacho imprevisible que sorprendía incluso a artistas mucho más jóvenes con sus tendencias e ideas.
Su piano era un torrente que quedó grabado en cientos de discos en los que brincó del jazz en el piano solo al formato tradicional de trío con John Pattittuci (contrabajo) y Dave Weckl (batería), las diversas versiones de Return to Forever siempre con Clark como piedra angular de una pléyade de virtuosos, la sorprendente fusión junto a un artista de bluegrass como Béla Fleck (banjo), sus fascinantes duetos de pura maestría melódica con Gary Burton (vibráfono), desplantes de humildad como pianista en una Big-Band comandada por Joe Henderson (saxofón), sus interpretaciones de Mozart con Bobby McFerrin (voz), el divertido Pas de deux, de Igor Stravinsky, reconvirtiéndolo en una descarga de latin-jazz junto al cubano Carlitos del Puerto (Contrabajo) y el español Jorge Pardo (saxofón y flauta), entre otros, en un combo de artistas que podrían ser sus hijos y con los que recorrió medio mundo. Muchas veces sus conciertos terminaban con buena parte de la audiencia bailando Spain junto a él en el escenario o incluso en un dueto a cuatro manos, de algún pianista novicio de la audiencia, que él invitaba a acompañarlo. ¿Cómo no admirar y querer a alguien así?
Chick Corea creía con firmeza en el compromiso del artista para transmitir a otros creadores más jóvenes su conocimiento. Esa lógica venía de su juventud cuando, según él mismo lo contaba, era aprendiz junto Stan Getz, Mongo Santamaría y Miles Davis. Corea se refería a su paso como acompañante de esos artistas como “mis universidades”. Salvo para estudiar a los grandes maestros del piano, desde Frédéric Chopin hasta Thelonious Monk, Corea en realidad siempre estaba viendo hacia el futuro. Ese deseo de pasar la estafeta a las nuevas generaciones lo motivó a crear lo que llamó la Chick Corea Academy (Academia de Chick Corea) en donde por una suma determinada al mes los jóvenes músicos de todo el mundo lo escuchaban hablar, exponía problemas, ofrecía soluciones, explicaba sus composiciones, deconstruía piezas clásicas, les hablaba de conceptos como memorizar notas vs. intuir las notas, revelaba claves para armar ritmos y bases de acompañamiento. El muchacho inquieto e imprevisible quería que los otros muchachos vivieran el jazz. Su intención era ayudar a los artistas a que hicieran todo lo que ellos quisieran hacer. En total libertad. Su descarga de conocimientos era tan incansable como su deseo de crear.
De repente Corea dejó de aparecer en sus clases virtuales. El rumor de que algo andaba mal se expandió. Su representante Jean-Jacques Cesbron reveló a mediados del año 2020 que el pianista tenía una forma de cáncer que aún no estaba muy estudiada. En un año brutal y desolador en el que la pandemia azotaba al mundo la noticia caló profundo. Sin embargo, el marasmo de dolor no dio para pensar mucho en Corea pues el mundo andaba preocupado con otras cosas. Hasta que llegó lo inevitable. Para despedirse Chick Corea pasó una nota a su representante la cual debía publicarse tan sólo después de su muerte. El músico vivía hace años en Tampa, Florida, pero nadie sabe con certeza en dónde murió.
“Quiero agradecer a todos aquellos que a lo largo de mi viaje me han ayudado a que las flamas de mi música se mantengan encendidas. Tengo la esperanza de que aquellos que tienen el deseo de tocar, escribir, o actuar, buscando otras maneras, lo hagan. Si no es por ustedes, entonces por el resto de nosotros. No es sólo que el mundo necesite más artistas, además es muy divertido. Y, para mis increíbles amigos músicos que han sido como una familia para mí desde que los conozco, ha sido un honor aprender y tocar con todos ustedes”.
El frente frío no cesa. Qué feo e inmenso es este invierno.
David Dorantes (Guadalajara, México) periodista y escritor. Ha sido reportero de deportes, cultura, crimen e investigaciones especiales para los diarios Siglo 21, Público-Milenio y Houston Chronicle, además de columnista de música en los semanarios Primera Plana y Cambio. Tomó el taller de Crónica Periodística con Gabriel García Márquez invitado por la Fundación para un Nuevo Periodismo Ibericamericano 2000 y ganó el Premio Emisario de Periodismo de la Universidad de Guadalajara 2000. Uno de sus cuentos apareció en la antología Dime si no has querido. Antología de cuentos desterrados (Literal Publishing, 2018), la primera de autores Latinoamericanos en Houston. Actualmente es periodista free-lance para varias publicaciones en Estados Unidos, México y España. Su Twitter es @HDaviddorantes
©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.
Posted: February 13, 2021 at 12:26 pm
Qué nota tan completa y llena de sensaciones. Gracias.