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Cualquier circunstancia

Cualquier circunstancia

Daniela Tarazona

Salí de casa para ir al banco. En el centro comercial, bajo el cielo abovedado con nubes grises, encontré la fila de personas que formaba una serpiente de anillos separados y le daba la vuelta al enorme edificio. Los asistentes esa tarde queríamos realizar algún trámite para el que necesitábamos que nos atendiera una persona. Los requisitos eran varios: llevar tapabocas, hacer la infinita fila y, cuando hubiéramos mostrado la paciencia suficiente para aproximarnos a la puerta de entrada, esperar a que saliera la persona anterior para, finalmente, entrar al banco de nuestra preferencia.

En la puerta estaba el policía con una metralleta atravesándole el cuerpo, llevaba tapabocas. Imposible ver si esbozaba algún gesto con la boca. Pero hablaba con claridad y explicaba a las personas desesperadas, como yo, las reglas del juego para entrar al banco.

Lo miré durante el tiempo que estuve allí. Estaba a una distancia de quince o veinte metros. Llevaba el uniforme completo e impoluto; la gorra con emblemas azules le coronaba una cabeza que, con certeza, albergaba también angustia. Pensé en la contradicción de base que representaba su estampa desafiante: el uso de tapabocas y la metralleta atrapándole el pecho y media pierna. La fragilidad y la furia. No era alto. El policía tenía alunarada la frente, no supe si era alguna enfermedad de pigmentación a la manera de un mapa que resguardaba su cerebro incómodo.

Esperé hasta que se hizo tarde, deslicé mi intención hacia el suelo, con la vista clavada en una coladera de la banqueta y tomé la decisión de irme. Se nos había hecho tarde a cada uno de los que estábamos allí formados, pero, me pregunté (y la pregunta cayó como un rayo sobre mi boca, y me hizo decirlo en voz alta): ¿Cuál es la prisa que tenemos? ¿Cuál podría ser, en este momento que los humanos atravesamos, lo urgente?

Cuando me di la vuelta con la intención de buscar el coche entre los pocos que se encontraban estacionados en la plaza inmensa del estacionamiento, imaginé el mundo vacío de personas y las plantas y animales habitándolo de nuevo: fue una reminiscencia de las noticias: animales repoblando las calles de asfalto aquí y allá; un canguro que salta sobre el cemento en alguna ciudad australiana…

El policía debía estar preparado para cualquier circunstancia, como se supone que tendríamos que encontrarnos todos sosteniendo nuestra guardia, ¡al ataque!, acomedidos para evitar nuestra propia enfermedad, dispuestos a defender lo que no debe quebrantarse; para eso, me dije, es la metralleta.

 

Daniela Tarazona es narradora y ensayista. Fue jefa de redacción del suplemento Hoja por hoja del periódico Reforma y ha sido colaboradora de las revistas LuvinaLetras LibresCrítica y Renacimiento (Sevilla, España) y de los suplementos Laberinto del periódico Milenio Diario y El Ángel de Reforma. Es autora de dos novelas: El animal sobre la piedra (Almadía, 2008) y El beso de la liebre (Alfaguara, 2013). Su Twitter es @dtarazonav

 

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Posted: May 6, 2020 at 8:00 pm

There is 1 comment for this article
  1. Manuel at 8:20 pm

    Desde el primer renglón supe que se trataba de un escritor o escritora. Pensaba encontrar una nota roja, pero la nota roja se tornó 🌹, como la piel de la escritora. Felicidades!

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