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El Nerón de Macuspana
COLUMN/COLUMNA

El Nerón de Macuspana

Sergio Negrete Cárdenas

Sergio Negrete Cárdenas

No toca la cítara mientras Roma arde, pero sí come tlayudas en tanto familias lloran a muertos por el colapso del Metro, por Covid, otras enfermedades, o a resultas de un crimen. Se acumulan los desastres y Andrés Manuel López Obrador proclama, sin empacho, que una encuesta lo ubica como el más popular entre 13 líderes mundiales.

Con casi 30 meses de gobierno, el “estilo personal de gobernar” (diría Daniel Cosío Villegas) está perfectamente establecido. Si algo ha mostrado AMLO es una singular rigidez mental, consecuencia de toda personalidad mesiánica (los dioses nunca se equivocan). Habrá que esperar que los 40 meses que le quedan al frente del gobierno serán igualmente desastrosos en el ámbito económico en tanto continúa la deriva a la dictadura en lo político.

Quizá lo más grave en lo económico es el reducido crecimiento presente y futuro que provocan las políticas obradoristas. De los nueve trimestres que lleva gobernando AMLO, en ocho ha habido una contracción económica (en todos excepto el primero, que corresponde al primer trimestre de 2019). En ese sentido, el peor desempeño en términos de contracción del PIB y duración desde la Gran Depresión.

El magro crecimiento económico del sexenio peñista parece hoy de tigre asiático comparado con el retroceso que ahora se observa. Sí, la pandemia fue un golpe profundo e inesperado, pero pudo paliarse con una fuerte inyección de gasto deficitario. Con su fobia por la deuda pública (algo excelente en tiempo de bonanza, terrible en tiempos de contracción severa), el titular del Ejecutivo garantiza que la recuperación será lenta, como de hecho está siendo el caso durante el primer semestre de 2021.

Pero la pandemia quedará atrás. Lo que es permanente es la alergia presidencial a la inversión privada, sobre todo en el sector energético, pero que contagia en otros ámbitos. El crecimiento no llega por decreto, por más que ahora López Obrador lo desprecie como algo irrelevante. No hay forma de mejorar el bienestar de las mayorías sin crecimiento, por más que en las mañaneras diga lo contrario. Y sin inversión privada no habrá crecimiento, sin crecimiento no puede haber creación de empleos, y sin más empleos no podrá haber una mejora salarial para millones. El círculo virtuoso ha sido transformado en uno vicioso.

La solución para el inquilino de Palacio Nacional es tan simple como equivocada: una realidad alternativa construida en su mente y con elementos como sus “otros datos” que fundamentan los espejismos. ¿Millones más de pobres? No importa, porque los programas sociales de su invención han representado una sólida red que apoya a millones de familias. La corrupción existe, pero está siendo combatida con toda la fuerza que otorga el ser honrado. Si se exhibe a su parentela robando, o al menos exhibiendo riquezas cuyo origen es un misterio, entonces se erige en mártir: nadie ha sido tan atacado y cuestionado, pero lo bueno es que cuenta con el apoyo del pueblo.

La corrupción, de hecho, es el arma predilecta para la destrucción de personas e instituciones. La demolición de fideicomisos o de organismos autónomos siempre se justifica de la misma manera, como fue la cancelación del aeropuerto o de toda la infraestructura para la distribución de medicamentos. A toda la destrucción sigue invariablemente una propuesta improvisada y generalmente equivocada.

Si Nerón vio a Roma arder por días, AMLO no comprende que está acumulando pasivos que le pasarán factura creciente por el resto de su sexenio, con los fracasos siendo crecientemente estrepitosos a medida que se espera que funcionen. El PIB per cápita de 2018 probablemente se recupere en 2026, mucho más allá de su gobierno. El nuevo aeropuerto está trayendo ya problemas en el espacio aéreo metropolitano, antes siquiera de inaugurarse, mientras que Dos Bocas (que se supone producirá los primeros barriles de gasolina en 14 meses) muestra gran potencial como parque acuático. El tren maya se perfila como un costoso elefante blanco que cualquier gobierno sensato dejará de operar para evitar arrojar más dinero bueno al malo.

Pero esos elefantes blancos serán algo menor, voraces pero pequeños comparados con el gigantesco lastre que representará Pemex para la economía como un todo. El sueño guajiro de soberanía energética obradorista ya es un anacronismo en un mundo que acelera hacia las energías verdes y alimenta con recursos fiscales muy escasos a un agujero negro presupuestal. Una de las diversas ironías que espera a AMLO es que su proyecto estrella puede hundir a su gobierno, destacadamente llevando a la pérdida de grado de inversión para los bonos del Gobierno Federal.

Pero el pirómano mexicano no acaba por percibir que incendia sin construir y que sobre las cenizas de sus acciones no se puede construir absolutamente nada. Es improbable que se dé cuenta de ello en tanto se toma una foto comiendo una tlayuda.

 

Sergio Negrete Cárdenas. Profesor de Tiempo Completo en la Escuela de Negocios del ITESO. Trabajó en el Fondo Monetario Internacional. Profesor en varias universidades de España y México, destacadamente la Universidad Pompeu Fabra y la Escuela Superior de Comercio Internacional, en Barcelona, la UNAM y la Escuela de Periodismo Carlos Septién en la Ciudad de México. Doctor en Economía y Maestría en Economía Internacional por la Universidad de Essex. Diplomado en Política Exterior de Estados Unidos por la Universidad de Maryland. Licenciado en Economía por el ITAM y en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Twitter: @econokafka

 

 

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Posted: May 17, 2021 at 9:18 pm

There is 1 comment for this article
  1. A.R. at 11:38 am

    Lo dijo desde que destruyó el aeropuerto. Aquí mando yo. Y así entiende la política, a mayor destrucción más poder tengo.

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