En busca de Pedro Páramo y de Juan Rulfo
Mónica Maristain
Cuando se cumplió el centenario del nacimiento de Juan Rulfo, es decir, en 2017 (había nacido en San Gabriel el 16 de mayo de 1917), muchos lamentábamos que no hubiera más libros críticos, más libros destinados a comprender al escritor y a su obra.
Pero no es así porque (a falta de otros trabajos, entre otras cosas) está Había mucha neblina o humo o no sé qué, de Cristina Rivera Garza.
“Por empezar no hubo muchos libros nuevos dedicados a Juan Rulfo, hubo el afán de la Fundación de que siga resultando su punto de vista hegemónico, sobre la obra y el trabajo de él. Su resistencia y su rechazo pusieron al libro en una multiplicidad de conversaciones. Se ha editado varias veces, ha estado en la boca de medio mundo, la Fundación hizo eso y generó un interés morboso, pero cuando se aplacaron los ánimos hubo muchas discusiones valiosas”, dijo recientemente Cristina en una entrevista que le hiciéramos.
“Me parece que hay una intención de crear esta imagen perfecta del gran genio. Hay que hacer otras lecturas laterales, que no han estado bajo la lupa del público salvo en fechas más recientes. Y lo que se refiere a libros de crítica, creo que el gran reto es ese, ofrecer libros que puedan poner en cuestión el estado de las cosas”, agregaba, en una respuesta que tenía como objetivo la imagen de la Fundación Juan Rulfo (que prohibió a la UNAM usar la imagen del escritor y se retiró de la Fiesta del Libro por considerar “difamatorio” el libro de Cristina Rivera Garza), pero que además apuntaba a toda la comunidad literaria.
No sabemos si el reciente libro En busca de Pedro Páramo, de Leopoldo Lezama, lo autoriza Víctor Jiménez, el director de la Fundación, pero recientemente salido y con pocas pero sustanciosas páginas, nos permite ver a Juan Rulfo de una manera coloidal, en donde vemos que la escritora Anamari Gomís, alumna de Juan Rulfo en el Centro Mexicano de Escritores, describe al escritor como “un tipazo” y Emmanuel Carballo (1929-2014), uno de los primeros críticos en advertir la obra de Rulfo, lo califica como “un hombre malo”.
“Me interesa el escritor y el hombre me es indiferente”, dice Carballo.
“Y ahora esta Clara Aparicio es la viuda que hace marca industrial en nombre de su marido para dos cosas: o se le está cayendo el negocio a Juan Rulfo y quiere hacer ese escándalo para recibir a Rulfo o quiere intervenir en escoger ella a los candidatos y los triunfadores del Premio FIL de cada año que lleva el nombre de Juan Rulfo. Es muy lamentable, los hijos de Rulfo nunca salían de las habitaciones cuando estaba Rulfo presente. Yo me acuerdo que cuando escribió Pedro Páramo vivíamos en el mismo edificio. Estábamos recién llegados de Guadalajara y subió a vernos. Pensaba que traíamos tiliches inservibles y que éramos unos huarachudos, no tenía idea de que era una familia importante la nuestra en Guadalajara. Había una cosa, que toda la gente tenía refrigerador, estufas Acros que vendía Juan José Arreola. Entonces rápidamente compró un refrigerador para Clarita. Siempre estaba en competencia con los demás y quería tener las mejores cosas. Después descubrió un departamento en un edificio que estaba en la calle de Nazas, junto al IFAL y le dije a Juan: Acompáñame a ver este departamento, a mí me gusta mucho, me gustaría cambiarme”. Había una librería de cristal abajo y el IFAL estaba a dos puertas. Y me dijo: “No, hombre, no te conviene. El casero es muy, muy difícil, el vecindario muy desagradable. No te conviene”. Y uno recién llegado cree que le están diciendo la verdad y que no está haciendo una de las suyas. Yo seguí viviendo en Tigris y Rulfo a los quince días se cambió a ese departamento. Cosas así de gente que no respetaba. En lugar de ayudar a un paisano suyo que llegaba, que había escrito sobre él, que teníamos una buena amistad”, dice Emmanuel Carballo, en una declaración contundente.
“Rulfo no se portó bien conmigo. Amo al escritor y me es indiferente el hombre. La familia me parece digna de las revistas policiales: la moralidad es la palabra que no conocen”, concluye.
Casi todos coinciden (hay entrevistas a Huberto Batis, Alí Chumacero, Antonio Alatorre y Sergio López Mena) que Rulfo era un personaje cultísimo, a pesar que no había ido a la Universidad y que recomendaba a escritores desconocidos, como dice Gomís: “Rulfo era un lector avidísimo, leía mucho y todo el tiempo estaba citando escritores que uno no conocía y que te los ponía a leer porque los recomendaba Rulfo. Leía muchos españoles, muchos brasileños. La primera vez que yo escuché de Guimarães Rosa fue por él. Te daba un concepto panorámico de la literatura latinoamericana y conocía también a muchos escritores del otro lado del muro, a los buenos escritores comunistas. Como había sido traducido a muchos idiomas, él había tenido contacto con muchos escritores”.
Hay otra parte en la que se habla sobre el tándem Arreola-Rulfo y es Alí Chumacero, como editor de los dos libros de Juan Rulfo en el Fondo de Cultura Económica, el que declara: “Esa es una de las grandes mentiras que se inventan siempre en torno de una obra maestra. Arreola se juntó con él y me lo contó aquí en el Fondo de Cultura y me dijo que habían visto la novela, la habían manejado entre los dos para armarla debidamente, para hacer que funcionara y que caminara. Porque como estaba hecha en corrientes, en estratos diferentes, había que ver cómo intercalarlos a fin de que fuera efectiva. Yo creo que lo lograron muy bien y digo lo lograron en plural exagerando un poco. Pero no, no tuvo absolutamente nada que ver Arreola en la producción de la novela. También se ha dicho que yo le corregí la novela. Eso es simplemente una estupidez. Yo no le corregí ni una coma a lo escrito por Juan Rulfo, absolutamente nada. Yo hice la edición como tipógrafo, yo soy más que un escritor, un tipógrafo, un hombre de libros que hace libros, que sabe o que supo hacer libros, pues ya se me está olvidando. Pero no soy una persona que corrija nadie y menos a Juan Rulfo, a pesar de que un día le dije yo que cambiara algo en un cuento y no me hizo caso. Yo creo que hizo muy bien”.
El libro empieza con un gran estudio de Leopoldo Lezama, el autor, titulado “Breve historia de una obra maestra”, convencido de que “A un siglo del nacimiento de Juan Rulfo, su única novela es uno de los ejemplos más brillantes de la narrativa poética en lengua castellana. Sus cuentos fueron el presagio y el ejercicio previo para la obra mayor. En esa magistral pieza donde Rulfo llegó a una comprensión muy honda del dolor y la compasión, tenemos una de las cumbres de la imaginación literaria universal. Una imaginación fracturada y herida, tal como es esencialmente la naturaleza del ser humano”.
Un gran libro, diga lo que diga la Fundación Juan Rulfo.
Mónica Maristain (Concepción de Uruguay, Argentina). Editora, periodista y escritora. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales como Clarín, Página 12, La Nación y la revista Playboy. Ha sido colaboradora en las agencias EFE y DPA. En 2010 publicó “La última entrevista a Roberto Bolaño y otras charlas con grandes autores” . En n 2011, coordinó la antología El último árbol. Cuentos de navidad. El hijo de Míster Playa fue publicado originalmente por Almadía en 2012. Su título más reciente es Antes, poema largo editado por Literal Publishing en 2017.
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Posted: April 11, 2019 at 11:32 pm