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Paraíso a sangre fría

Paraíso a sangre fría

Anadeli Bencomo

  • Páradais de Fernanda Melchor. Narrado por Karina Gibi.

Penguin Random House Audio, 2021. Audible.

  • In Cold Blood de Truman Capote. Narrado por Scott Brick

Penguin Random House Audio, 2006. Audible

He escuchado hace poco la novela de Fernanda Melchor en Audible. Anteriormente había confesado mi admiración por la obra de Fernanda Melchor y entonces me preguntaba cómo sería escuchar su particular prosa en el formato audiolibro. Me complace reportar que la remediación de Páradais logra su cometido al sumergir al lector en un mundo escindido entre los impecables jardines del exclusivo fraccionamiento con sus calles adoquinadas, y la pobreza del pueblo donde viven algunos de los trabajadores que prestan sus servicios en tal urbanización. Un pueblo a la vera del río, que lleva irónicamente el nombre de Progreso cuando todo en él marcha a contracorriente de un futuro promisorio. Uno de los protagonistas del relato, Leopoldo García Chaparro -Polo-, regresa a esta realidad sin salidas cada noche luego de laborar como jardinero en el flamante fraccionamiento. Polo, como otros de los personajes creados por Melchor en Falsa liebre y Temporada de huracanes, rezuma rabia, insatisfacción ante las condiciones que le rodean, ante una existencia que nada promete, ante la amenaza de quedarse atrapado en una vida llena de sinsabores.

El otro personaje, el gordo Franco, es un adolescente calentón, un aficionado al porno que ha trocado las imágenes de su computadora por las redondeces más contundentes de la vecina recién mudada al exclusivo fraccionamiento: la señora Maroño, madre de Micky y Andy, esposa de un personaje de la televisión, asiduo rostro en las páginas de sociales. Claramente, mujer fuera de su liga, pero nada convence a Franco, obsesionado como está con hacerla suya. Pero no estamos aquí ante una historia como la de Una noche con Sabrina Love de Pedro Mairal, puesto que los tintes de la calentura de Franco por la señora Maroño no sólo desbordan la paciencia de su confidente, Polo, sino que lo convierten en personaje necio, giro que no ocurre en la novela de Mairal donde el lector termina del lado del joven que viaja a Buenos Aires a encontrarse con la actriz porno de sus sueños. En la novela de Melchor no hay rasgos simpáticos que dulcifiquen a Franco, como tampoco se da un trato clemente a los caracteres secundarios: la madre de Polo, o la prima preñada, o los malcriados retoños Maroño, todos resultan personajes molestos. Sin embargo, la mala índole de estos personajes antiheroicos aparece ligada a sus circunstancias de vida, son seres desprovistos de afectos familiares durables y auténticos. Es el Polo que crece sin figura paterna, añorando la figura del abuelo que empinaba el codo pero que le prestaba atención y le ofrecía el sueño de construir un bote juntos. Igualmente huérfano de afectos resulta Franco, quien vive con los abuelos pues su padre no tiene tiempo para atenderlo o criarlo. Subjetividades torcidas, vaciadas de empatía, ansiosas de sexo o dinero que compense una existencia desolada. Se abre así en el relato de Melchor el camino para el crimen en contra la familia Maroño donde cada quien, Franco y Polo, busca su recompensa.

Y ocurrió que al llegar a las escenas horrendas del asalto en la casa de los Maroño, me vino a la mente el clásico de Truman Capote, In Cold Blood. Si no me equivoco, Fernanda Melchor estudió Comunicación Social y/o Periodismo, resultando entonces obvio su conocimiento de este texto pionero de la novela de no-ficción en Norteamérica. In Cold Blood marcó un hito en la manera en la que los reporteros de la violencia contarían sus historias y perfilarían a los protagonistas de la llamada nota roja.

Entre In Cold Blood y Páradais hay bastantes paralelos en las escenas del crimen dentro de un domicilio familiar, pero estas similitudes se acrecientan -a mi juicio- en el formato audiolibro donde el narrador testigo y testimoniante nos lleva de la mano al subir las escaleras, las de la casa de la familia Clutter en Kansas o de la familia Maroño en el fraccionamiento Paradise. El narrador recrea de manera vívida las respectivas escenas homicidas al simular las declaraciones ante un reportero o un detective policial. El estilo indirecto libre de narración es recurso rendidor en ambas novelas, aunque debemos apuntar a una importante distinción en el discurso de estos audiolibros. El trabajo de Karina Gibi a cargo de vocalizar la historia de Páradais no traduce provechosamente el estilo indirecto libre, pues su modulación impecable y su reposado ritmo no se corresponden con la prosa de Melchor ni mucho menos con el habla de un personaje como Polo. En consecuencia, en el audiolibro de Páradais se activa una especie de interferencia, una mediación que se interpone entre el relato y su narrador oral. En contraste, In Cold Blood narrado por el veterano Scott Brick explota a cabalidad el discurso indirecto libre creando la sensación de acercarnos junto con Capote al mundo interior de los asesinos Richard Hickock y Perry Smith. Me parece superior el trabajo que como narrador realiza Scott Brick (uno de los lectores de 2666 de Bolaño en inglés) pues por momentos la voz de Karina Gibi suena ajena a la materia narrada. Su entonación educada, de lectora culta, chirría un tanto cuando describe los ambientes que rodean a Polo, por ejemplo. Su voz suena a vecina del fraccionamiento Paradise, cuando la perspectiva narrativa de Melchor es otra. Pienso aquí en la novela de Claudia Piñeiro, Las viudas de los jueves, que trata también de la vida de ciertas familias acomodadas dentro de un fraccionamiento del tipo de Paradise y que se escucha muy bien a cargo de una narradora como Flavia Pitella quien tiene un audioperfil semejante al de Gibi. Si la novela de Melchor tratara de la vida y miseria de los Maroño, la narración a cargo de Karina Gibi se acomodaría como anillo al dedo, pero al pronunciar las procacidades de algunos personajes, al convertirse en la voz del discurso rudo, propicia una disonancia difícil de ignorar: “A Polo aquellas ilusiones le hicieron un chingo de gracia. Por dios que jamás pensó que el vato estuviera hablando en serio o ¿acaso nunca se había visto en un espejo? […] un chamaco todo gordo, seboso, cundido de asquerosas espinillas. El muy joto ni siquiera era capaz de sostenerle la mirada a la vieja.” (Cap. 2, 58:23-58:46) La voz y cadencia narrativas que hemos imaginado al leer el libro no se corresponden a la tersa interpretación de Gibi en el formato audio.

Sin embargo, y a pesar de estos reparos, ambos audiolibros cumplen con el objetivo de sacudir a quien los escucha, al colocarnos como los jurados que escuchan las confesiones de los criminales en un tribunal. Y entonces pensamos que, de correspondernos la responsabilidad de dictar un veredicto ante los crímenes, estaríamos en un aprieto pues ambas obras representan el perfil de los homicidas como desadaptados sociales que crecieron dentro de un contexto de violencia, de alcoholismo, de la existencia como calle ciega, sin salida ni recompensa posible. Son los homicidas de estos relatos parias de un sistema que no se hace responsable por sus sujetos descartados.


Posted: December 6, 2021 at 10:27 pm

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