Essay
Tono y tumba de Clément Marot (1496-1544)
COLUMN/COLUMNA

Tono y tumba de Clément Marot (1496-1544)

Adolfo Castañón

A Jean-Clarence Lambert
para saludar sus noventa años

 

I. Tenía el libro Le Ton beau de Marot, de Douglas R. Hofstadter, [1] guardado en la sección francesa de la biblioteca, como quien tiene en su casa un arma de alto poder y no lo sabe.

Le Ton beau de Marot es varios libros a la vez: de un lado, es una obra sobre la traducción, los juegos del lenguaje, la inteligencia artificial; del otro, una autobiografía intelectual en que explica cómo se gestó Gödel, Escher, Bach (1979), cómo armó esta monumental obra (la edición española, traducida por Mario Usabiaga, tiene 882 páginas) y luego cómo se puso a traducirla, se dan animadas discusiones intelectuales y filosóficas (como las que había en Gödel, Escher, Bach entre Tortuga, Cangrejo y Aquiles) que renacen en los diálogos entre el Rígido y Gris Humano y el Ace Traductor Mecánico, también hay largos paseos, parábolas y bucles que podrían parecer autocomplacientes pero que sirven al autor para dibujar con exactitud su propia sombra intelectual. Douglas R. Hofstadter (1945) es hijo de un Premio Nobel de Física (Robert H.), pertenece a una familia de traductores e investigadores (Albert H. tradujo a Martin Heidegger); ha tenido no pocas oportunidades de hacer cosas, cruzando campos y disciplinas, desde las matemáticas hasta la poesía, pasando por las neurociencias, la música y la computación. Tal itinerario del singular “homo filologicus” está presente aquí.

II. Le Ton beau de Marot. In Praise of the Music of Language pone en práctica, desde el título, su idea rectora; en ella resuena la frase Le tombeau de Marot. El género del “tombeau” ha sido usual en la literatura francesa. Stéphane Mallarmé escribió el poema “Le tombeau de Edgar Poe” por invitación de Charles A. Swinburne, para acompañar el monumento fúnebre del poeta, que sólo sería publicado en 1877. La primera línea de ese poema (“Tel qu’en lui-même l’éternité le change”) podría ser el epígrafe de esta obra.

He oído decir que sobre algunas tumbas, en algunas noches, aparecen fuegos fatuos, vapores fosforescentes que se estremecen como luciérnagas sobre las oscuras lápidas. Le Ton beau de Marot está impregnado de digresiones, excursos, encajes, diálogos, interpolaciones en torno al tema de la traducción, la cultura políglota, la traducción en cascada, el lugar de la traducción en el mundo editorial, la transculturación, la música más que la pintura, las neurociencias, la historia de la cibernética en Silicon Valley, la computación y la Inteligencia Artificial, las bases neurobiológicas de la conciencia (trans) lingüística, el surgimiento y aclimatación del lenguaje no sexista o lenguaje de género, la tipografía, la transformación de la figura del autor en el universo de la reproducción tecnológica… Es además una “historia documental” (al estilo de Alphonse Daudet y de Alfonso Reyes) de ese otro libro sobre el tema de la traducción que es Gödel, Escher, Bach, tanto de su prehistoria y génesis como de los avatares y aventuras que rodearon su traducción al español, [2] al francés, al alemán, al holandés, al polaco, al chino, al ruso…, y desde luego una historia documental de este libro mismo en el que se hace un mapa de los talleres de la “literatura potencial” (para recordar a José de la Colina y a Raymond Quenau), desde Georges Perec hasta las máquinas de traducir crecientemente sembradas por todo el planeta.

III. Le Ton beau de Marot es una historia nostálgica. Cuando el autor empezó a escribirla, su esposa Carol todavía estaba viva; murió repentinamente de un tumor cerebral, dejándolo plantado con dos hijos (M. y D.), un gran libro escrito (el mencionado Gödel, Escher, Bach) y uno a medio escribir. El gran debate expuesto aquí gira en torno a la pregunta de si eso que “hacen” las máquinas es “pensamiento”, y si se pude decir, y hasta dónde, que “tienen” “conciencia”. ¿Las máquinas pueden traducir? Al final de la obra, donde se barajan decenas de versiones del poema de Clément Marot (1496-1544) [3] titulado “A une Demoyselle Malade”, aparecen varios traslados producidos por máquinas de traducir, además de las decenas de aproximaciones propuestas a otros idiomas, firmadas o promovidas por el autor. Transcribo el poema de Clément Marot junto con una de las muchas versiones de Hofstadter, seguida de una tentativa mía.

“A une Damoyselle malade”

Ma mignonne,
Je vous donne
Le bon jour
Le sejour
C’est prison.
Guérison.
Récouvrez.
Puis ouvrez
Votre porte
Et qu’on sorte
Vitement
Car Clément
Le vous mande
Va, friande
De ta bouche,
Qui se couche
En danger
Pour manger
Confitures;
Si tu dures
Trop malade
Couleur fade
Tu prendras,
Et perdras
L’embonpoint.
Dieu te doint
Santé bonne,
Ma mignonne.

——-

“To a sick Damsel” (C. Marot / D. Hofstadter)

My sweet,
I bid you
A good day;
The stay is prison.
Health recover,
Then open your door,
And go out
Quickly,
For Clément
Tells you to.
Go, indulger
Of thy mouth
Lying abed
In danger,
Off to eat
Fruit preserves;
If you stay’st
Too sick
Pale shade,
Thou wilt acquire
And wilt lose
Thy plump form,
God grant thee
Good health
My sweet.

——-

“A una damisela enferma” (C. Marot / A.C.)

Querida mía,
Que tengas
Buen día
Casa
vale prisión
Que recobres
la salud
Que tu puerta
se abra
para salir
prestamente
Te lo ruega
Clemente
El antojo
de tu boca
trae el riesgo
de la cama
por tantos
dulces probar.
Si duras
enferma tanto
Pálido color
tendrás
y perderás
tu linda tez
Dios te dé
buena salud
Querida mía

IV. ¿Quién era Clément Marot? Responde Robert Escarpit en su Historia de la literatura francesa: “Clément Marot (1496-1544), hijo de un notable poeta rhétoriquer, era protestante y debió su vida únicamente a la protección del Rey Francisco I. Tuvo que salir varias veces de Francia para evitar ser enjuiciado. A pesar de la seriedad de sus convicciones religiosas, fue un poeta liviano y divertido más que genial. Retiene todavía en su arte muchos rasgos de la escuela medieval a la cual pertenecía su padre. Algunas de sus traducciones de los Salmos, oficialmente adoptadas por los protestantes, alcanzan verdadera belleza poética.” [4]

Tres facetas principales tiene Clément Marot. El poeta galante y ligero de las rimas, los epigramas y los blasones (el libro de los Blasons fue muy apreciado por los surrealistas y reeditado por Jean-Clarence Lambert en 1967), el poeta religioso autor de un Infierno y traductor de los Salmos, el editor de las obras de Francois Villon, que llegó a alcanzar tanta fama como autor que se le atribuyó una edición de la obra medieval Le Roman de la Rose. De esos tres aspectos, Hofstadter sólo explora el primero, aunque le hubiese convenido mucho a su proyecto hacer un estudio más amplio y exhaustivo del poeta. Clément Marot fue contemporáneo de Rabelais, y cliente y “amigo” de los editores Etienne Dolet y Sebastien Gryphe, de cuyas prensas salieron varias de sus obras. Renovó la métrica francesa y su figura fue clave en el tránsito de la Edad Media al Renacimiento. Fantaseo pensando en la obra que hubiese podido dedicar a Marot, en la estela del Rabelais de John Cowper Powys, en donde se le cita no por casualidad varias veces junto con Francois I (su protector) y, desde luego, Martin Lutero. [5]

Debo agradecerle al autor que me haya llevado a releer, al tomar del brazo a Clément Marot, los hermosos libros de Lucien Febvre (1878-1956) Le problème de l’incroyance au 16 e siècle. La religion de Rabelais y La apparition du livre, en colaboración Henry Jean Martin, donde aparece ese jardín encantado que es el del Renacimiento en Francia y donde conviven la música y el ocultismo, la poesía y la religión. Lutero y Ronsard, Rabelais, Dolet, Budé y desde luego Clément Marot, que aparece algunas veces en esta obra publicada en 1937 y en la que se vislumbra lo que quería decir el fundador de la Escuela de los Anales cuando hablaba de un proyecto de historia total. Se dice en La apparition du livre:

Conocemos la importancia que tiene el canto de los salmos en la Iglesia reformada. Traducidos por Marot o por Théodore de Bèze, los entonaban los protestantes… el mismo texto sagrado estaba en los labios de los condenados a la hoguera y en los de las tropas luteranas, que durante las guerras de religión iban al combate. La traducción de Marot había sido varias veces prohibida en Francia, a pesar de lo cual Francisco I gustaba de ella y la leía, mientras que Enrique II la cantaba y la hacía cantar.” [6]

V. Le Ton beau de Marot es un libro-alcachofa o varios libros en uno. Es también una autobiografía intelectual no sólo de la persona sino de la época y, en la medida en que el autor es uno de los testigos, cronistas o participantes del experimento asociado a la llamada “inteligencia artificial”, o sea a la “robótica inteligente”. No sólo es una historia de la IA o AI (artificial intelligence), sino también una obra sobre las aventuras y desventuras de la soberbia intelectual y tecnológica. En medio y alrededor, se ventilan algunos hechos de la vida del poeta francés del Renacimiento, Clément Marot. Si Gödel, Escher, Bach está traducido a muchos idiomas, Le Ton beau de Marot, donde se habla tanto de la aventura de traducir el primero, no está traducido, ni cabría hacerlo fácilmente, al español, como lo dice y sabe bien el propio autor.

VI. Le Ton beau de Marot es un libro sobre la traducción, y ciertamente algo más. Reflexión sobre el sentido del lenguaje y de la posibilidad misma de traducir y de lo que significa el trasvase y traslape entre las culturas y las lenguas, su eje es la traslación, una y otra vez acometida, comentada y trabajada del citado poema de Clément Marot. Las 28 líneas del poema original “A une Demoyselle Malade” son vertidas y divertidas por don Douglas. R. H. al inglés antiguo y moderno, al alemán, al holandés, al italiano, al neerlandés, al francés contemporáneo, puestas en forma de canción popular y hasta en rap por su banda de amigos, discípulos, traductores, mamá, esposa, y colaboradores europeos y norte o usamericanos, finalmente, el poema es expuesto a la traducción por tres programas de traducción automática, uno de ellos el llamado “Systran”.

Le Ton Beau de Marot representa una buena ocasión para saber qué piensan los que están detrás de la llamada Inteligencia Artificial y para saber cómo se programan las computadoras que, en cierto modo, a veces en modo incierto, forman parte de nuestra vida cotidiana. Desde luego, el autor es lector y, casi podría decirse, seguidor de George Steiner y de After Babel, cosa que me hizo estar en terreno conocido, pues tuve la fortuna de traducir Después de Babel.

VII. Una de las cosas que me intriga del libro es su reticencia a haber incursionado en el español y el portugués, a pesar de que con su esposa Carol solían ir a las fondas de California a consumir comida mexicana. El otro tema inquietante es su omisión y eclipse de las lenguas indígenas del continente americano y de los Estados Unidos y Canadá en particular, parámetros que le hubiesen dado al libro otra dimensión, para no hablar de su omisión del árabe y de la cultura islámica.

Si bien es cierto que pocas veces se menciona a la cultura hispánica y sus letras a lo largo de las 632 páginas, diseñadas y compuestas por el propio autor en Akimbo Fullwrite, Jorge Luis Borges y su “Pierre Menard” registran varias menciones que son clave en las páginas 260, 279-280, 288, 371, 538-539, 583, 589… Clave en relación con el tema axial del lugar del texto en el espacio y el tiempo de la lectura y en relación con el tema de la búsqueda de la perfección en la traducción. Con Borges viene citado de paso Cervantes, y Don Quixote en las pp. 280 y 436. La segunda referencia hispánica es la del dirigente chicano César Chávez, al cual Douglas admiró en su juventud por su política de la no-violencia (p. 466), y finalmente una referencia a Gabriel García Márquez, que aparece citado por el traductor japonés Hiroaki Satto, quien elogió a su traductor Gregory Rabasa por haber realizado una obra superior al original en el momento de pronunciar las palabras con que recibió en 1982 el premio a la traducción junto con Burton Watson. El capítulo en que se cita esta afirmación se titula “Messagism as Literary Machism” (p. 556).

La mención al traductor Hiroaki Satto se da en el marco de la exposición que hace Douglas R.H., acerca de la obra de Matsuo Basho, aunque él no habla japonés, como antes la hizo de Pushkin, aunque no domina el ruso y luego lo hará de Dante, cuya lengua sí entiende… Además de Pushkin y Dante, al autor le han atraído y lo han influido las obras de dos polacos. Uno contemporáneo, el escritor Stanislaw Lem, y el otro, el músico Fréderic Chopin. Las obras para piano de éste fascinaron desde su juventud al autor, lo llevaron a hacer peregrinaciones y aun a atrever algunos experimentos relacionados con la Inteligencia Artificial, como me consta por algún testimonio de un asistente a una de sus conferencias dictadas entre la publicación de Gödel, Escher, Bach y la edición de Le Ton Beau de Marot. Chopin es mencionado muchas veces en el libro: sus sonatas, sus mazurkas, sus impromptus, sus fantasías, sus polonesas, su leyenda como compositor y definidor de un “alma nacional” polaca, su tumba, sus transcripciones a instrumentos extraños, sus adaptaciones, su lugar en la historia y en la difusión de la música recorren estas páginas. Pero ¿dónde está Chopin?, ¿está en sus partituras, en sus interpretaciones, en sus adaptaciones, en sus variaciones? Casi podría decirse que Chopin ocupa un lugar simétrico al que tiene en Gödel, Escer, Bach el músico alemán.

Douglas R. Hofstadter estaría de acuerdo en que las traducciones producidas por las máquinas son deficientes, aunque cada vez lo son menos, y eso no significa nunca que una máquina pueda leer, a pesar de que, por otro lado, la llamada especie humana está cada vez más robotizada y pre-programada, y de que esa conjunción creciente no deja de ser inquietante.

Aunque Douglas R. Hofstadter ya sabía que su esposa Carol iba a morir, me apenó saber que Le Ton beau de Marot, debe ser leído como Le Ton beau de Carol.

 

Adolfo Castañón. Poeta, traductor y ensayista. Es autor de más de 30 volúmenes. Los más recientes de ellos son Tránsito de Octavio Paz (2014) y Por el país de Montaigne (2015), ambos publicados por El Colegio de México. Premio Alfonso Reyes 2018. Twitter: @avecesprosa

 

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.

 

 

NOTAS

Douglas Hofstadter, Le Ton beau de Marot. In Praise of the Music of Language, Nueva York, Basic Books de Harper and Collins, 1997. Bibliografía, permisos, agradecimientos, índice en letra de 8 pts. Consta de XVII capítulos, más introducción y conclusión. Tiene 632 páginas, mide 24.5 cm de alto, 19.7 de ancho, 5 cm de grueso, pesa 1 kilo con 50 gramos.

2 Primera lengua a la que se tradujo esta obra, en México por el argentino Mario Usabiaga para el sello de Conacyt y por instancias de Augusto Monterroso.

3 Marot, Clément, Oeuvres complètes, rev. sur les meilleures éds., avec une notice et un glossaire par Abel Grenier, Paris, Garnier frères, 1938.

Oeuvres complètes, présentation, notes, glossaire, chronologie et bibliographie par Francois Rigolot, Paris, GF-Flammarion, 2007.

Les Pseaumes de David, mis en rime Françoise par Clem. Marot & Theodore De Beze, Londres, Imprimé par R. Everingham, & se vend chez R. Bentley … et chez J. Hindmarsh …, M.DCLXXXVI, 1686.

4 R.G. Escarpit, Historia de la literatura francesa, México, FCE, Breviarios (núm. 4), 4ª ed., 1965. Trad. del autor.

5 John Cowper Powys, Rabelais : sa vie, l’histoire qu’il raconte, et une interprétation de son génie et de sa religion, Introduction, traduction et notes de Catherine Lieutenant, ED, La Thalamege, Vervier, France, 1990.

6 Lucien Febvre, Henri Jean Martin, La aparición del libro, trad., Ediciones del Castor, Universidad de Guadalajara, Libraria, Buenos Aires 1a ed, UTEHA,1962, Segunda edición, México, 2000. p. 380.


Posted: July 22, 2020 at 8:10 pm

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