Interview
Una conversación con Richard Serra

Una conversación con Richard Serra

Naief Yehya

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Nueva York. – El 26 de marzo de 2024, falleció de neumonía a los 85 años el artista Richard Serra, escultor que con sus obras transformó la noción entre el equilibrio y la estética, y que a partir del minimalismo creó expresiones maximalistas capaces de afectar el espacio y el tiempo con sus proporciones descomunales y desafíos a la gravedad. Sus grandes piezas rompían la frontera entre el arte público y el de galería, así como entre la escultura y la arquitectura. Sus obras son monumentales y a la vez delicadas, tienen una pesadez intimidante pero pueden imaginarse livianas por sus atrevidas curvas, formas cónicas y ausencia de anclas o cimientos para fijarlas al suelo. Mientras Robert Hughes, lo consideró, “el último expresionista abstracto”, otros veían en las espirales y elipses de su obra post 1990 a un auténtico barroco.

Serra nació en San Francisco en 1938, en el seno de una familia de bajos recursos. Su padre era de origen mallorquino y trabajaba en un astillero como instalador de tuberías. Su madre era descendiente de judíos inmigrantes de Odessa. Él mismo trabajó en una acerería mientras estudiaba literatura, donde tuvo la suerte de ser alumno de Aldous Huxley y Margaret Mead, pero se decidió por las artes, que estudió en Yale donde conoció a Robert Rauschenberg, Philip Guston y Frank Stella entre otros. En 1966 se alejó definitivamente de la pintura para consagrarse a la escultura. Al mudarse a Nueva York trabajó haciendo mudanzas con sus amigos, los músicos Philip Glass y Steve Reich. No tardó mucho tiempo en ser invitado a la galería de Leo Castelli.

Sus obras invitan a la exploración, a introducirse en pasajes estrechos que evocan ámbitos de ciencia ficción, espacios claustrofóbicos y aplastantes, que a la vez se sienten como oasis de reflexión entre la corrosión. Las superficies rojizas de las obras les dan una condición de permanencia, de impenetrabilidad y de misterio, como si fueran algo que siempre ha estado ahí. Su obra arrastraba al espectador a la experiencia, a transformar las percepciones y al vértigo. Estos monolitos lúdicos y provocadores que se envuelven en sí mismos afectan el entorno al crear vorágines de sensaciones. Uno puede imaginarse en un astillero, donde inmensas piezas de barco o de naves espaciales languidecen cubiertas de óxido, en espera a ser ensambladas. La proporción y la extrañeza causan un desconcierto que recuerda inevitablemente la sección inicial y final de 2001 Odisea del espacio, de Stanley Kubrick (1968).

En junio de 2007 fui invitado a una conversación con Richard Serra en el segundo piso del Museo de arte moderno a la cual asistí con el artista mexicano Alfonso Mena. Ahí nos recibió un amable pero circunspecto Richard Serra, completamente vestido de negro. Nos explicó que las gigantescas esculturas que se exhibían en esa sala, Band, Sequence y Torque Torus Inversion (todas de 2006), fueron creadas específicamente para aquella exposición. “Cada una fue hecha de acuerdo con las características del espacio y una de ellas va a ser enviada al museo del condado de Los Ángeles, será expuesta en una sala que es prácticamente idéntica que el espacio donde está ahora. Conceptualmente nunca había hecho piezas como estas, por ejemplo no había usado el torque espiral para diseñar una pieza. Nada de lo que se puede ver aquí había sido visto antes. Hacer estas esculturas implica mucho tiempo y trabajo. Tan sólo para diseñar una de estas piezas dediqué un año y dos años y medio en otra”.

Escultura: cuarenta años fue una muestra impresionante de la obra de Serra, estaba dividida en tres partes: una muestra retrospectiva de piezas emblemáticas de los años 60 como One Ton Prop (House of Cards) (1969), una muestra de dos piezas al aire libre Intersection (1993) y Torqued Ellipse IV (1998) y las tres obras mencionadas antes. En su momento fue la exposición más ambiciosa y monumental jamás montada en este museo. Lo siguiente es la conversación que tuvimos aquel día con Serra.

¿Cómo llegó a estas formas?

Richard Serra: El trabajo surge del trabajo, no se trata de inspiración sino que al tratar de resolver un problema a menudo se da con nuevas propuestas y nuevas forma. No es que haya de pronto un nuevo paradigma que rompa con el pasado.

¿Las piezas hechas para este espacio son intrínsecamente diferentes de aquellas hechas para exteriores?

R.S.: Todo contexto tiene su propio tono ideológico, cada museo tiene su propia estética, yo tenía que hacer tres piezas, que eran para mi tres formas distintas de abordar la sala

¿Siente haber perdido algo en su paso de las piezas de pequeño formato a las obras masivas que realiza ahora?

R.S.: No, yo en realidad trabajo todo el tiempo con mis manos. Estas no son obras que se hagan en el monitor de una computadora. Si algo soy es un hacedor de modelos, todo mi trabajo lo hago a partir de modelos de entre una pulgada y un pie. Nunca dibujo mis piezas sino que las modelo y una vez que las termino y estoy satisfecho con ellas entonces se hacen los dibujos y estos son enviados para ser calculados y eventualmente a ser fabricados en una acerería. Montar esta exposición no fue cosa fácil, tomó mucho trabajo y esfuerzo pero finalmente es un trabajo metódico y sistemático. Cada una de las planchas puede sostenerse por sí misma en equilibrio, todas están diseñadas de esa manera, por lo que una vez que fueron subidas por grúas e introducidas en el edificio las movimos con patines y las deslizamos hasta el lugar donde quedarían. Es importante señalar que esfuerzo sin pensamiento es labor sin redención.

Algunos han dicho que su trabajo evoca laberintos.

R.S.: No pienso en laberintos cuando hago mis piezas, me gustan y me interesan los laberintos pero no construyo en función de esa idea. Nadie se va a perder dentro de una de mis piezas. Lo que a mi realmente me interesa es la construcción de espacios, el acero es el material que me permite crear estos espacios y que me da la facilidad de fabricar formas muy particulares, pero el acero es tan sólo la envoltura, es la piel de los espacios. Por tanto lo importante es el movimiento y las sensaciones no el volumen ni el peso. La materia impone su propia forma a las formas. Con cemento o tabiques u otro material no podría yo crear la misma sensación que me permite crear el acero.

¿Trata de crear una continuidad con sus formas?

R.S.: Alguna continuidad existe pero las piezas no imponen una narrativa particular, no obligan al espectador a comportarse de alguna manera específica ni a seguir un recorrido determinado, por el contrario el espectador puede hacer lo que quiera, caminar al lado de la pieza, entrar, salir, lo que se le ocurra. Por lo que cada uno reinventa su propia experiencia con la pieza. Una vez que el trabajo se baja del pedestal e interfiere en el espacio del visitante pueden suceder un número de cosas. Cada persona trae su propio bagaje a la experiencia y por tanto lo vive de su propia manera. Como se trata de un espacio público, la obra provoca ideas y pensamientos que probablemente no ocurrirían en otro espacio y ante otro tipo de obra. Aquí lo público y lo privado conviven de maneras inesperadas. Yo no hago mis esculturas con la finalidad de tornarlas espacios de flujo masivo de personas, pero en estas salas habrá un a circulación de 5 a 6 mil personas por día o bien en Bilbao, donde mi escultura La materia del tiempo es recorrida por miles de personas a diario la experiencia es distinta a lo que podría esperarse si se tratara de obras que estuvieran solitarias.

¿Cuándo sintió interés por intervenir con sus obras en espacios públicos?

R.S.: Mi trabajo comenzó a ocupar el espacio público y a intervenirlo desde muy temprano en mi carrera, recuerdo que durante los años 70 estaba trabajando con Jasper Johns, creando una pieza cuando se me ocurrió poner una lámina en un rincón y a partir de ese acto comencé a entender de manera diferente el espacio y comencé a apropiarlo de otra manera.

¿Cómo obtiene el acabado de las superficies?

R.S.: El metal continúa oxidándose por unos 8 a 10 años y después se detiene el proceso de oxidación y deja de cambiar la apariencia que adquiere un tono café, casi ámbar, entonces el color se vuelve uniforme. Mucha gente insiste en especular al respecto de la coloración de las superficies, pero en realidad es una pérdida de tiempo ya que aún está en proceso de transformación.

¿Ha considerado utilizar otros materiales?

R.S.: No, no me interesa. Ya estoy muy ocupado con el acero.

Hay quienes mencionan el vértigo como parte de la experiencia de recorrer sus esculturas.

R.S.: No es mi intención ni me interesa el vértigo o el mareo. Es cierto que algunas personas lo sienten y se debe a la ausencia de líneas verticales con las cuales el visitante se pueda orientar. No hago esculturas para afectar o para crear efectos.

¿Para quién crea su trabajo?

R.S.: En esencia para mí.

¿Con quién trabaja?

R.S.: Trabajo únicamente con cuatro personas, entre las que se encuentra mi esposa y mi asistente de oficina. Nada más, no soy una industria, ni siquiera una industria casera.

¿A quiénes considera como sus principales influencias?

R.S.: Uno aprende de la historia del arte. Viví por un año en Florencia, donde aprendí mucho, pero he aprendido de Cézanne, de Goya, de Pollock, de Donatello. Todos son nuestros padres y uno tan sólo puede aspirar a ser digno de montarse sobre sus hombros.

¿Qué planes tiene para el futuro?

R.S.: Yo no anticipo el trabajo que haré más adelante, dependo de las comisiones que se me hacen. Uno simplemente sigue trabajando. Esta muestra es una especie de evaluación de cuarenta años de trabajo, pero el trabajo no se detiene por eso.

 

*Photo by Bill Mead on Unsplash

 

naief-yehya-150x150Naief Yehya es narrador, periodista y crítico cultural. Es autor, entre otros títulos, de Pornocultura, el espectro de la violencia sexualizada en los medios (Planeta, 2013) y de la colección de cuentos Rebanadas (DGP-Conaculta, 2012). Es columnista de Literal y de La Jornada Semanal. Twitter: @nyehya

 

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Posted: April 10, 2024 at 8:39 pm

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