Venezuela: liderazgo más allá de lo electoral
Gisela Kozak
¿Liderazgo con autoridad moral que trascienda el escenario de las hipotéticas elecciones? ¿Qué tiene que ver la política, vista como voluntad de poder, con la moral? ¿Con qué se come eso? ¿Quién necesita moral cuando tiene hambre? ¿Resistencia para qué, si lo que hay que hacer es ganar cualquier elección? ¿Sin armas es posible imponer condiciones a una dictadura? ¿La gente tiene más estómago que conciencia de sí misma y de cómo quiere vivir? ¿Para qué necesitamos líderes al estilo Gandhi, Vaclav Havel, Andrei Sajarov, Lech Walesa, Nelson Mandela? ¿Quiénes son esos? ¿Será verdad que la gente lo que quiere es “su latica de sardina”, palabras de un economista escuchadas en una reunión política hace ya unos cuantos años?
Un liderazgo con autoridad moral se construye desde el sacrificio personal, la verticalidad política y una trayectoria que avale la honestidad de acciones y propósitos. Nelson Mandela no fue un santón, imagen que se ha vulgarizado en un mundo requerido de mitos; fue un político cabal que tuvo la capacidad de convertirse en referencia para su gente, más allá de los vaivenes de la lucha política. ¿Acaso un liderazgo así no constituye una necesidad apremiante en un país donde un gobierno autoritario maneja a capricho las instancias electorales y judiciales y se sirve del voto para manipular a su antojo? Está claro que nadie sabe con certeza si habrá primarias y elecciones, lo que sí está más que probado es que la revolución va a torpedear cualquier iniciativa que merme su poder. La apuesta, con la incertidumbre del caso, sería crear las condiciones para que algún día, no sabemos cuando, el juego electoral empuje a una salida verdaderamente democrática.
En el presente, las peleas intestinas de la oposición salen a la luz, ventiladas en redes sociales y en los medios de comunicación. La agenda, para variar, la impone el gobierno: el debate gira alrededor de si María Corina Machado, recientemente inhabilitada y sin ascendiente entre la oposición que se describe así misma como conciliadora, debe o no retirarse de las primarias. Pese a su innegable respaldo popular, Machado, según voces al estilo de Luis Vicente León, debería apartarse en favor de una candidatura que pueda inscribirse en el Consejo Nacional Electoral, dominado por el gobierno. ¿Acaso los apoyos a las precandidaturas con más chance automáticamente serán transferidos a una figura tolerada por el Gobierno de Maduro? ¿O cundirá la decepción, como ha ocurrido en el pasado? Un pizca de humor no está de más: Benjamin Rausseo, un comediante que creó su emporio de entretenimiento a punta de chistes sexuales, misóginos, homofóbicos, clasistas y racistas, pero que tiene éxito entre electores de los sectores populares y medios, podría ser una opción presidencial bien vista por el chavismo-madurismo.
La revolución se ha valido de las elecciones, un evento clave de la democracia, para dividir a la oposición y quemar a los políticos opositores. Henrique Capriles Radonski tuvo la oportunidad de convertirse en el gran líder de referencia de Venezuela luego de ganar millones de votos en 2012 y 2013, pero en lugar de conducir un movimiento nacional de resistencia, trastabilló a causa de las derrotas y su presencia pública ya nunca ha sido la misma. Juan Guaidó, cuya fulgurante estrella se apagó tan rápidamente como prendió, no pasó la prueba de fuego del fracaso. Lo mismo ha ocurrido con quien una vez mostró su valentía para enfrentarse a la revolución y develar su verdadera naturaleza: Leopoldo López. Su prisión ha sido objeto de sospecha: ¿es un loco? ¿Un obseso por el poder? ¿Calculó mal? ¿Quería convertirse en un Nelson Mandela y no lo logró? El punto de quiebre fue la asonada cívico-militar de abril de 2019 que no llegó a ningún lado: sobró la pena y no la gloria. López se exilió y vive actualmente en España. Sus adversarios dentro de la oposición paladean con gusto su caída: uno menos con aspiraciones heroicas. De hecho, a él y a María Corina Machado los culpan de las muertes de manifestantes en 2014, como si las torturas y asesinatos fueran obra suya y no del gobierno actual.
Es la hora de María Corina Machado, pero tiene todo en contra. No solo es la figura política más detestada por la nomenclatura revolucionaria; también tiene enemigos jurados dentro de la oposición. Es mujer en un país machista en el que ha predominado el militarismo; es liberal en un país de tradición agresivamente estatista; la acusan de no orientar su política hacia los vastos sectores populares del país, además de propiciar una salida de fuerza, una intervención armada quirúrgica por una fuerza multinacional; la identifican con la derecha al estilo del español VOX, siendo una mujer de convicciones cosmopolitas y no nacionalistas; la identifican también con la derecha democrática cuando en realidad es liberal de centro, un matiz imposible de detectar en un universo político cuyo vocabulario hegemónico en las redes y en los medios incluye en la derecha hasta a los socialdemócratas.
En cualquier caso, Machado capitaliza el gran descontento de las bases de la sociedad y de sectores de los partidos políticos, incluso de orientación oficialista, hartos del desastre cotidiano de Venezuela y de la repetición de liderazgos que han fallado en ocasiones anteriores. Sin embargo, el recelo de las cúpulas partidistas de Primero Justicia, Acción Democrática, Voluntad Popular y de Un Nuevo Tiempo, acompañado por la opinión de analistas políticos e “influencers” en redes sociales que la detestan con franqueza o señalan defectos que no reconocen en otros políticos -como la impronta religiosa de su llamado a escoger entre el bien y el mal-, no puede ser menospreciada.
Necesitamos con urgencia un(a) líder(esa) con autoridad moral, pero ni siquiera un masivo respaldo en las primarias -si estas se llevan a cabo- es capaz de generarlo si no se tienen el ascendiente necesario y la capacidad de resistir hasta que las condiciones permitan que la acción lleve al camino a la victoria. ¿Puede Machado convertirse en un liderazgo de esta naturaleza pese a contar con un rechazo tan marcado en importantes sectores opositores con indudable peso organizativo o con influencia en la opinión pública? ¿O de nuevo el tema electoral terminará en la decepción de los humillados y ofendidos, de aquellos que no extrañan la “latica de sardina” porque hace tiempo la perdieron?
Gisela Kozak Rovero (Caracas, 1963). Activista política y escritora. Algunos de sus libros son Latidos de Caracas (Novela. Caracas: Alfaguara, 2006); Venezuela, el país que siempre nace (Investigación. Caracas: Alfa, 2007); Todas las lunas (Novela. Sudaquia, New York, 2013); Literatura asediada: revoluciones políticas, culturales y sociales (Investigación. Caracas: EBUC, 2012); Ni tan chéveres ni tan iguales. El “cheverismo” venezolano y otras formas del disimulo (Ensayo. Caracas: Punto Cero, 2014). Es articulista de opinión del diario venezolano Tal Cual y de la revista digital ProDaVinci. Twitter: @giselakozak
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Posted: July 27, 2023 at 9:57 pm