Essay
El ejercicio de la libertad a través de los talleres literarios
COLUMN/COLUMNA

El ejercicio de la libertad a través de los talleres literarios

Michelle Roche Rodríguez

Pocas estrategias son tan adecuadas para visibilizar la escritura de las mujeres como los talleres literarios que comenzaron a proliferar en América Latina desde los años sesenta. Como grupos de lectura y escritura creativa dirigidos por un autor o autora donde se analizan y se corrigen textos de sus participantes, los talleres derriban el mito de que la escritura es resultado exclusivo de la intuición y crean lugares democráticos para el debate cultural donde lo escrito por hombres y mujeres se avalúa por el mismo rasero. No es casual que germinaran hacia el final de la segunda ola del feminismo, cuando después de adquirir derechos civiles como el sufragio y el divorcio, la lucha se trazó metas relacionadas con la presencia de las mujeres en el espacio público en iguales condiciones que los hombres. Fue en aquella época cuando las escritoras comenzaron a buscar modelos femeninos en la literatura para saber si tenían la experiencia adecuada para esa profesión, una búsqueda que ha seguido dando frutos en el siglo XXI, descubriendo genealogías de letras en las cuales muchas nos hemos inscrito.

Los talleres literarios han sido instrumentales en esa búsqueda.

Reflexiono sobre esto después de entrevistar a la narradora argentina Clara Obligado, conversación que coincide con los días en que estoy leyendo un libro donde se reúnen por primera vez los cuentos de la chilena Pía Barros, Una antología insumisa (2022). Las dos tienen medio siglo impartiendo talleres, la primera comenzó en la España del postfranquismo a donde la llevó el exilio y la segunda, durante la dictadura de Augusto Pinochet. El esfuerzo de formar nuevas generaciones de lectores sostenido durante tanto tiempo prueba que en la profesión de la literatura que hacen ambas son fundamentales estos espacios como formas de ejercitar la libertad. Solo basta con leer la larga lista de figuras de la literatura chilena formados en los talleres de Barros, desde Pedro Lemebel hasta Alejandra Costamagna. «No solo es una cuentista emblemática sino también una tejedora literaria, maestra generosa, fundadora de editoriales y de colectivos», escribe Andrea Jeftanovic en el epílogo de Una antología insumisa. «Me debo a esos talleres y a su mirada animosa», cuenta Nona Fernández en el mismo libro: «ahí escuché hablar por primera vez del feminismo y conocí a autoras que nunca había oído nombrar».

A través de sus talleres, Obligado aprovecha su condición de inmigrante en España para abrir un lugar a la lengua mestiza de los latinoamericanos. Como en el caso de Barros, la formación de lectores acordes con sus preocupaciones sociales y poéticas particulares ha servido para fortalecer el debate cultural en la sociedad. En Una casa lejos de casa: La escritura extranjera (2020), Obligado señala que quienes llegaron a España recién terminada la dictadura franquista se planteaban dos posibilidades: un diálogo de sordos o crear un lector para hacerse entender. Ella se aferra a la segunda posibilidad a través de los talleres. «Los artistas (…) horadan el muro de las identidades, generan temblores de tierra, y emerge una doble negación: la de la existencia de una literatura nueva que se genera dentro de España y la del papel que tienen los inmigrantes en la articulación de una construcción cultural en la que se elaboran nuevas estrategias de identidad», escribe en el libro: «Si queremos que el contacto sea fértil, de lo que se trataría es de crear nuevas zonas de colaboración y de cuestionamiento que definan la sociedad».

Se trata de buscar espacios para incorporar nuevas voces. La trascendencia de los talleres de Barros no se limita a su prodigalidad, pues además de los que reúne en su casa cada semana, organiza otros en sectores urbanos periféricos y en escuelas rurales. Se debe también a la necesidad de hacer pública la escritura privada: porque promueve la publicación de antologías y establece empresas editoriales con el objeto de poner en circulación a la mayor cantidad posible de voces. En 1985, la Editorial Ergo Sum surgió del taller clandestino homónimo, conformado casi en exclusiva por mujeres, con la finalidad de promover la cooperatividad entre actores culturales al plantear desde el margen discursos independientes de la dictadura pinochetista y del mercado. Este proyecto autogestionado se mantiene hasta ahora publicando bellos libros-objeto ecológicos en los cuales abordan temas sociales. Desde los años noventa, Obligado también edita compendios de cuentos de nuevas voces narrativas. Cree que, igual que pasa en Estados Unidos, el desarrollo de la narrativa breve en los países hispanohablantes es consecuencia de la proliferación de talleres, así como del trabajo de editoriales independientes como Páginas de Espuma, empresa dedicada al género, dirigida por Juan Casamayor y Encarnación Molina, con quienes ella tiene un diálogo constante.

Me interesa el trabajo de Barros y de Obligado como organizadoras de talleres porque contraviene la idea de que la escritura es un don y de que basta con la intuición para producir un texto literario. Es cierto que sin necesidad de talleres muchas personas escriben bien, incluso bellamente. Pero es un error pensar que los talleres se proponen enseñar a escribir a la gente; su utilidad se encuentra en la formación de públicos. Quienes se forman en talleres aprenden a vincular su trabajo con autores y autoras del pasado, tienen la oportunidad de establecer vínculos con aquellos de su generación con quienes tienen intereses similares y, lo más importante: comprenden que la literatura no es algo que deba ser tomado a la ligera, sino una profesión. Los interesados en promover el mito de que la escritura ingenua o intuitiva son las mismas que cuentan el tiempo en monedas y, en consecuencia, consideran a la cultura un quehacer superfluo con el cual pasar las horas ociosas. Qué bueno que, mientras estos pierden el tiempo, desde los espacios democráticos como los propuestos por Barros y Obligado se piensan estrategias para mejorar a las sociedades.

BARROS, Pía. Una antología insumisa (2022) Editorial Universidad Santiago de Chile. Estudio Crítico de Macarena Lobos Martínez y Epílogo de Andrea Jeftanovic Avdaloff.

OBLIGADO, Clara. Una casa lejos de casa: La escritura extranjera (2020), Ediciones Contrabando.

 

*Foto de Alexis Brown en Unsplash

 

Michelle Roche Rodríguez (Caracas, 1979) es narradora, crítica literaria y periodista. Ha publicado Álbum de familia: Conversaciones sobre identidad y cultura en Venezuela (2013), Madre mía que estás en el mito (2016),  la colección de cuentos Gente decente (2017, Premio de Narrativa Francisco Ayala) y Malasangre (2020). Colabora con varias revistas literarias españolas y medios culturales venezolanos. Trabajó en el diario El Nacional, fue profesora en la Escuela de Letras de la Universidad Católica Andrés Bello y fundó Colofón Revista Literaria en 2014. Reside en Madrid desde 2015. Su página web es www.michellerocherodriguez.com.

Fotografía © Emilio Kabchi.

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Posted: November 2, 2023 at 10:23 pm

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