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“Es la economía (familiar), estúpido”

“Es la economía (familiar), estúpido”

Roberto Salinas León

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La contundencia de la victoria electoral de Claudia Sheinbaum, y de su partido Morena en el mapa político del país, ha despertado incógnitas sobre el porvenir de la economía mexicana, justo en la antesala del aparente retorno de un sistema hegemónico “unipartidista”. ¿Qué pasó? ¿Y sobre todo, qué pasará?

Una forma de interpretar el desenlace de la jornada electoral del 2 de junio es por medio de una ligera iteración a la famosa premisa de Bill Clinton “it’s the economy, stupid”, en nuestro caso, “es la economía familiar, estúpido.” Sin duda, en la oposición, hubo una lectura equivocada sobre los “pulsos” sociales, y una subestimación definitiva del poder de los “coat-tails” de López Obrador—a pesar de desastres en el sistema de salud, en educación, así como en la deconstrucción de pesos y contrapesos de nuestra (ya de por sí frágil) democracia liberal.

Todo esto, y mucho más, no hizo diferencia en el sentir de la gran mayoría de los votantes, los cuales eligieron por la continuidad en el poder adquisitivo del bolsillo familiar. Sin duda, los apoyos a grupos clientelares, mediante una reasignación destructiva de las finanzas públicas, tuvo un impacto capital, tanto en el bolsillo del ciudadano como en las preferencias electorales. López Obrador, además, supo vender los subsidios directos en forma magistral—como resultado de obra suya, cosa que es falsa. Es, al final del día, dinero del contribuyente. Otra obra de teatro político extraordinaria fue atribuirse el incremento de salarios reales, sobre todo en regiones altamente ligadas a la expansión de la inversión en comercio exterior, como consecuencia de un aumento de hasta 120% del salario mínimo. En realidad, tal como han explicado varios analistas, este aumento es producto de una serie de factores ligados al efecto de la expansión de inversión, por ejemplo en centros de manufactura, y el alza consecuente en demanda laboral, así como de ciertos cambios demográficos. El incremento en el salario mínimo simplemente reconoció un fenómenos que ya había sucedido.

Empero, suena mucho más “sexy” desde la perspectiva de rentabilidad política afirmar que el alza en salarios reales es producto del aumento en el salario mínimo, que, digamos, la típica explicación de un economista iluminado, al tenor de “el aumento en salarios reales es consecuencia inter-generacional derivado de la integración de factores de producción, y el consiguiente aumento de la productividad por unidad laboral, en el contexto de una integración de cadenas de producción a lo largo de la región norteamericana, producto de las reglas de juego regionales que están institucionalizadas en el TMEC,” o algo similarmente inexplicable en lenguaje sencillo de peras y manzanas. El aumento de las remesas es otro caso sobresaliente. AMLO sistemáticamente presumía, al mejor estilo de la “posverdad” que caracteriza a los populismos contemporáneos, el aumento de remesas como logro de la 4T—cosa que es no es así, sino todo lo contrario. Las remesas, las cuales alcanzarán un máximo histórico de hasta 67 mil millones de dólares en 2024 son un fiel barómetro de la absoluta mediocridad de la economía mexicana, la cual promedió apenas 1.1% durante el sexenio obradorista. Para completar faltantes en el bolsillo familiar, es necesario recurrir a la tía, al sobrino, a los hijos, o a los amigos, que trabajan en el exterior, y mandan divisas al país. El resultado, sin duda, es un complemento importante al bolsillo familiar. Un fenómeno negativo se vendió como gran logro económico

Así, nos atrevemos a postular la hipótesis que el voto por la continuidad fue un voto ligado a la mejora en el poder adquisitivo de los seres cotidianos en territorio mexicano. O sea, “es la economía familiar, estúpido.”

¿Y ahora, qué sigue? Los desafíos son monumentales—en seguridad, finanzas públicas, crecimiento y corrupción, reconstruir los terribles daños en salud y educación, y mucho más. En materia económica, el régimen de Claudia enfrenta dos desafíos capitales: la estabilidad macroeconómica y la oportunidad de un mayor crecimiento ligado a la inversión productiva ante el “near-shoring.” Sheinbaum hereda el déficit fiscal más elevado en 36 años, sin posibilidad de financiar el hueco financiero mediante emisión monetaria (dada la autonomía del banco central). La única forma de reducir el déficit público es por medio de un aumento en impuestos (la cacareada reforma fiscal) o mediante recortes o reasignaciones en el gasto público; y mediante nuevas emisiones de deuda pública. Pero el desafío va más allá de la gama de opciones de financiamiento. Rogelio Ramírez de la O, quién seguirá al mando en Hacienda, dice que la reducción del déficit en 2025 se logrará por el hecho que las obras insignia de la 4T “habrán terminado.” Sí, pero no. Los caprichos presidenciales, como la refinería Dos Bocas o el Tren Maya, simplemente no tienen futuro como proyectos sustentables, o autofinanciables. Son hoyos negros financieros, donde literalmente se estará tirando dinero bueno (¿y sabio?) al malo. Van a requerir de nuevas rondas de financiamiento fiscal, con recursos frescos del contribuyente presente (los que pagan impuestos) o erarios en el futuro (deuda pública).

A esto, hay que añadir el aumento de erogaciones por pago de intereses de deuda mexicana ante los aumentos de riesgo país que se dieron por motivo de la última ocurrencia del obradorato, de someter a voto popular a los representantes en la Suprema Corte, o de eliminar de inmediato órganos como le COFECE o el INAI. Las finanzas públicas son el sustento de la estabilidad macroeconómica, la cual costó muchísimo dolor generacional conseguir. No pueden estar sujetas a ocurrencias, buenos deseos, y mucho menos a la epistemología del “me canso ganso.”

Un caso alarmante es la terrible situación que enfrenta Petróleos Mexicanos, la empresa petrolera más endeudada del mundo (105 mil millones de dólares), con otros 37 mil millones en deuda a proveedores y “otros gastos.” Es, en realidad, el equivalente de un titanic financiero, hundiéndose en forma lenta y sumamente atormentada para los contribuyentes, con un altísimo costo de oportunidad. A la fecha, en el sexenio actual, el rescate de la soberanía (léase: estatismo petrolero echeverrista) nos ha costado a los ciudadanos contribuyentes un billón de pesos, a la vez que la producción de ha desplomado de 1.8 a 1.5 millones de barriles diarios.  Esto es insostenible, por no decir indigno. Claudia se podría dar el lujo de una encuesta popular a modo: ¿Qué prefieres, seguir subsidiando al titanic soberano pero en bancarrota técnica con tu bolsillo familiar, nido de corrupción y abyecta ineficiencia, o que puedas usar los recursos para pagar tus gastos de salud y educación de tus hijos?

Hagamos, entonces, otra iteración a la tesis de Clinton: “es la estabilidad, estúpido.” No subestimemos la enorme tarea de rehacer las finanzas públicas después del desastre fiscal que hereda Claudia. Esta vez no es diferente, como diría Carmen Reinhart. La factura podría resultar devastadora, sobre todo para la generación revaluada que ya se acostumbró a vivir en un clima de estabilidad macroeconómica.

Otro gran desafío, después del miserable desempeño en crecimiento durante este sexenio, es elevar la tasa de crecimiento, en una forma que sea incluyente o “compartida”. El “near-shoring” presenta una ventana de oportunidad dorada para Claudia, pero para materializar la coyuntura en realidad deberá dar, como apunta The Economist, un “U-turn” en energía y electricidad, reconsiderar la participación de inversión privada y consolidar un suministro competitivo y confiable de insumos energéticos. Los proyectos como Tesla o Amazon ya se están tambaleando, y como ellos varios otros, que primero ven las bondades de invertir en nuestro territorio, hasta ver que no cuentan con lo básico: infraestructura, agua, electricidad, energía, y más. Y, para no quedarnos cortos, también habrá que considerar otra herencia destructiva que posiblemente herede la próxima administración: el Plan C.

El “segundo piso” de la 4T puede resultar un desastre institucional para Claudia, no tan sólo porque de facto significa el regreso de la “dictadura perfecta,” (paradójicamente, con legitimidad democrática) sino porque acabaría cerrando la ventana dorada del “near-shoring,” además de poner en riesgo la permanencia del TMEC. En las palabras de Jorge Suárez Vélez: “ningún gran proyecto de inversión se establecerá en un país” que carezca de “recursos legales en cortes profesionales.” Con ello, también, habría la posibilidad de una pérdida del grado de inversión—y con ello, un nuevo episodio de trauma cambiario en la peor tradición de la generación devaluada.

Al final, entonces, quizá Bill Clinton tenía razón: “es la economía, estúpido.” Para la próxima presidente de México, reconocer esto implica dar una vuelta en U del populismo visceral de su patriarca político. La economía familiar le quedará muy agradecida.

 

Roberto Salinas León (Ph.D. en Filosofía y Teoría Política, Universidad de Purdue) es director ejecutivo del Centro Latinoamericano de Atlas Network. Es presidente de Alamos Alliance, uno de los coloquios económicos más importantes en América Latina. Ha publicado en medios como El Economista, Forbes, Nexos, The Wall Street Journal, Investor’s Business Daily, y varios otros. Twitter: @rsalinasleon

 

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Posted: June 21, 2024 at 7:10 am

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