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Evangelistas en América: los votos de la fe

Evangelistas en América: los votos de la fe

Andrés Ortiz Moyano

El auge de la comunidad evangelista en muchos países americanos se refleja en una creciente y, en ocasiones, decisiva importancia en procesos electorales.

Quizás el velo se le cayó a muchos el pasado mes de octubre cuando Jair Bolsonaro ganó las elecciones a la presidencia de Brasil gracias a su contundente victoria en las urnas. ¿Cómo un discurso político basado en un mensaje duro, en ocasiones agresivo en lo referente a homosexuales, mujeres o minorías étnicas, entre otros, pudo conseguir un apoyo tan multitudinario en un país tradicionalmente más afín a la izquierda? Entre la maraña de incredulidad, sorpresa, confusión e incluso miedo, los análisis han señalado cuatro causas principales.

Millones de brasileños han aupado con su voto a la presidencia al militar paulista como respuesta a un cúmulo de despropósitos. Por un lado, los duros coletazos de la terrible recesión económica sufrida entre 2014 y 2016, que ha doblado el número de desempleados y minado hasta los cimientos el prestigio del Partido de los Trabajadores, personalizado en la ex presidenta imputada por corrupción Dilma Roussef. Precisamente, otro de los motivos es la propia crisis de los partidos de centro-izquierda e izquierda, fuertemente castigados en las urnas y emponzoñados por interminables y graves casos de corrupción. Por otro lado, los insoportables altos índices de inseguridad ciudadana y ratio de asesinatos en Brasil; Bolsonaro ha reiterado su compromiso con una reducción drásticas de estas cifras.

Y, por último, quizás la causa más llamativa: el apoyo de la comunidad evangélica de Brasil, que representa el 27% de brasileños, una cifra que se ha disparado en las últimas dos décadas. No deja de resultar paradigmático que la propia destitución de Rousseff se ejecutó gracias al voto en masa de 90 congresistas evangelistas.

En efecto, el auge de las comunidades evangélicas es una realidad notoria y fulgurante en los últimos años, pero ¿hasta qué punto es un factor crítico que realmente influye en el devenir de los estados americanos, ora a través de elecciones como las de Brasil, ora como lobby o grupo de poder y presión?

Se trata de un fenómeno global de notable magnitud en todo el mundo cristiano, aunque lo cierto es que la influencia anglicana se demuestra mucho más sensible en el continente americano. Los ejemplos son variados y, en algunos casos, no son nuevos. Como en Ecuador y Perú, donde los ex presidentes Abdalá Bucaram y Alberto Fujimori, respectivamente, ya se beneficiaron del apoyo recurrente de esta comunidad religiosa durante los años 90.

Ya en nuestros días, por ejemplo, en Colombia, aunque la comunidad evangelista apenas llega al 15% de la población total del país, se acepta que jugaron un papel fundamental para el triunfo del NO en las votaciones sobre el acuerdo de paz con las FARC de 2016. La Confederación Evangélica de Colombia explicó los cerca de cuatro millones de votos evangélicos, entre otras causas, por el “intolerable enfoque de género” que proponían los textos elaborados por el gobierno y el grupo paramilitar.

En uno de los países más convulsos del momento, Venezuela, los evangelistas también se movilizan de forma significativa. En las presidenciales de 2018, el ex pastor evangelista venezolano Fabricio Bertucci decidió competir en las urnas con Nicolás Maduro. Bertucci logró más de un 10% de votos en unas elecciones flagrantemente sospechosas de amaño con un mensaje del todo antagónico al chavista. Venezuela tiene una población de algo más de 30 millones de habitantes, de los cuales, la Iglesia Maranatha (evangelista) estima contar con el apoyo de diez millones, aunque las cifras reales se sitúan en torno al 17-19%.

También las elecciones de Costa Rica han tenido un marcado acento religioso. Carlos Alvarado se impuso con contundencia (más del 60% de votos) al pastor evangelista Fabricio Alvarado, aunque éste fue la opción más votada en la primera vuelta. En el pequeño país centroamericano los protestantes ya son el 25% de la población.

Y es que pronto se puede hablar de nuevos países con mayoría evangelista, como Nicaragua, Honduras o Guatemala. En este último caso, destaca el presidente Jimmy Morales, actor y pastor evangelista, que arrasó en 2016 con un 67% de votos, pero cuyo mandato se está definiendo por las continuas controversias, especialmente cuando su hermano y su propio hijo fueron detenidos por corrupción y blanqueo de capitales en 2017. La popularidad de Morales se ha derrumbado en tan sólo dos años desde el 80% de aprobación hasta el 10%.

En Chile también se palpa la influencia de los evangelistas. Durante las elecciones de 2017, el candidato Juan Antonio Kast movilizó a la comunidad de fieles (un 13-14% del país) con mensajes muy parejos a los de Bolsonaro. Se registraron apoyos en zonas rurales y obreras históricamente de izquierdas que, sorpresivamente, cambiaron a un voto mucho más conservador seducidos por el mensaje de familia tradicional de Karst.

Y un poco más arriba, en Estados Unidos, el triunfo del propio Donald Trump en 2016 se cimentó con base en el apoyo decidido de las comunidades evangelistas. Demuestra un dinamismo y una relevancia creciente, sobre todo movido por intereses políticos. Y es que el votante evangelista, según los expertos, se define más por su formación en cuanto a valores y su fe, que en lo relacionado con su ideología.

Se puede decir que es una nueva modalidad de populismo, tan presente en nuestros días. Los partidos más tradicionales y conservadores siempre han orbitado en torno a los católicos mientras que los evangelistas parecían desentenderse de la política. Sin embargo, esta tendencia ha cambiado, y ahora son los protestantes los mejores socios de conservadores, aunque de forma unidireccional, desde los segundos hasta los primeros y no al revés. Y es que el fervor religioso parece paliar una de las grandes fallas de los partidos tradicionales: la movilización de las masas.

Históricamente, los partidos de derecha se nutrían sobre todo de las clases sociales altas. Ahora le vienen los apoyos de los humildes, gracias a la estrategia de alineamiento a pastores que generan emoción y sentimiento en el votante. Una de las razones de este calado se debe a cuestiones más prosaicas, como el cambio de entornos rurales a urbanos, donde las iglesias evangélicas atomizadas se hicieron fuertes en los suburbios.

Como explica el escritor Andrew Chestnut, del Pew Research Center, referente especializado en religión: “Varias son las razones que permitieron que el pentecostalismo, el protestantismo y, en general, la religión evangélica, haya tenido una aceptación tan importante en América Latina. Han absorbido la cultura latinoamericana. La música que se escucha en las iglesias cristianas se parece a los ritmos que la gente disfruta fuera de los actos religiosos, por ejemplo. En solo un siglo, las iglesias evangélicas se han “latinoamericanizado” mucho más que la Iglesia católica en cuatro siglos. Por otro lado, algunas personas se convierten al pentecostalismo en momentos de crisis de salud, porque dicha religión pone un gran énfasis en la sanación a través de la fe. Y los pastores tienden a sonar más como congregadores. A menudo son iletrados y le hablan a su congregación en la misma forma en que la gente habla entre sí en la calle. En la Iglesia católica, en cambio, los sacerdotes suelen sonar como parte de la élite, y muchas veces lo son”.

El propio declive popular del catolicismo (que aún sigue siendo abrumadoramente mayoritario en América) es otra de las causas, aunque la Iglesia romana latinoamericana parece, no obstante, haberse convertido en un socio recurrente (o quizás un patrón) de las actividades evangelistas de manera puntual. Por ejemplo, en ocasiones ambas iglesias se han movilizado conjuntamente para defender el modelo tradicional de familia y denunciar propuestas inasumibles para ellos.

No es de extrañar que la Iglesia católica establezca su propia estrategia, basada en una sutil colaboración más que en el enfrentamiento directo. Y es que, según el Pew Research Center, desde los 70, América Latina ha atestiguado una caída de su población católica. Los números son rotundos: de un 92% de población católica, el continente pasó a tener ahora solo un 69%. Mientras tanto, la cantidad de evangélicos ha crecido de forma exponencial, con más de 19.000 iglesias evangélicas en el continente, según datos del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), y son casi 100 millones de fieles. Pero más allá del auge de los evangelistas, parece que los católicos ven más allá y marcan en rojo lo que entienden como su verdadera amenaza: los aún tímidos, pero firmes avances del ateísmo y, en menor medida, de otras religiones en la zona.

Así pues, aun asumiendo la enorme cantidad de factores que pueden influir en un voto, parece evidente que el auge del evangelicanismo se ha traducido en una relevancia directa en la agenda política de un número creciente de países, en especial en Latinoamérica. No se trata, todavía, de un movimiento abrumador y masivo, pero sí es ya una realidad que la comunidad evangelista se ha posicionado con fuerza y relevancia en elecciones y agendas de una determinada manera de hacer política.

 

*Imagen de Robert Couse Baker

 

Andrés Ortiz Moyano, periodista y escritor. Autor de Los falsos profetas. Claves de la propaganda yihadista, #YIHAD. Cómo el Estado Islámico ha conquistado internet y los medios de comunicación; Yo, Shepard y Adalides del Este: Creación. Twitter: @andresortmoy

 

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Posted: March 3, 2019 at 5:09 pm

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