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La pedagogía del fraude
COLUMN/COLUMNA

La pedagogía del fraude

José Antonio Aguilar Rivera

El narcisismo y solipsismo de considerar ese pasado como “colonial” es […] un daño autoinflingido y una renuncia a una herencia humana que nos pertenece a todos por derecho propio. Es el resentimiento disfrazado de ánimo justiciero que daña a sus supuestos beneficiarios.

Mucho se ha hablado del proyecto pedagógico del gobierno actual. El propósito de la Nueva Escuela Mexicana es, como señala  Eduardo Beckhoff, transformar la educación básica, para que ya no sea un proyecto “neoliberal y colonialista” y centre su atención en las necesidades y visión de las comunidades más vulnerables del país. La crítica es, fundamentalmente, ideológica: “La NEM afirma que con los procesos de colonización no sólo se impulsó un modo y estilo de vida europeo sobre los pueblos conquistados, sino que también se llevó a cabo un ‘epistemicidio’ de los procesos cognoscitivos y de las formas de conocer de los pueblos colonizados. Por ello, se busca: 1) superar la visión eurocéntrica del mundo, así como sus categorías de análisis, valores y procedimientos; 2) combatir las distintas formas de opresión capitalista, colonialista y patriarcal; 3) emancipar a los sectores excluidos (pobres, mujeres, indígenas, discapacitados, etc.); 4) recoger la visión de la realidad de los grupos marginados; 5) luchar en contra del espíritu individualista, consumista y conservador y patriarcal que implantó el ‘neoliberalismo’, 6) formar ciudadanos con sentido comunitario, orgullos por su identidad cultural y étnica, y; 7) impulsar la capacidad comunitaria, en vez de la individual”.[1]

Entre los muchos actos perniciosos de este régimen tal vez este sea el que tenga el mayor potencial destructivo a largo plazo. A diferencia de la devastación institucional, palpable e inmediata, la transformación de los principios pedagógicos, si se implementa, aunque sea a medias, producirá un daño que puede durar una generación en un campo estructuralmente precario. Es la imagen en espejo de las mejores y más altas aspiraciones de la escuela mexicana. Se trata, cabalmente, de una “anti cruzada”, contraria a la emprendida por José Vasconcelos en los años veinte del siglo pasado. Como ministro de educación imprimió decenas de miles de ejemplares de Platón y otros clásicos y los distribuyó por los pueblos más recónditos del país. Vasconcelos creía que llevar estos libros a los hogares más humildes de México era un acto simultáneo de patriotismo y de cultura. De cultura porque transmitían aquello que es fundamental en las personas, por sobre las diferencias de “tiempo y raza”. Los amos de la SEP hoy lo considerarían, en cambio, un acto de desbalagado “colonialismo”.

Para comprender la charlatanería contenida en el proyecto de la NEM tal vez sea instructivo detenerse en el libro Rescuing Socrates de Roosevelt Montás: un dominicano que llegó a Nueva York de su pequeño pueblo isleño a los doce años en los ochenta del siglo XX.[2] Como un inmigrante pobre y sin saber inglés, Montás enfrentaba en Queens un futuro poco prometedor. La nueva escuela mexicana le habría instruido en conservar los saberes ancestrales de su pueblo. En lugar de ello, un día por casualidad descubrió en la basura de la calle, sitio proverbial para hallar tesoros en Manhattan, una copia de los Harvard Classics de los Diálogos de Platón. Ahí estaban la Apología y el Critón, los últimos intercambios de Sócrates antes de beber la cicuta. Vasconcelos habría sonreído con entusiasmo si hubiera visto al joven dominicano leyendo el libro. Quien se fijó en Montás fue un profesor, educado en Princeton, un hombre de negocios que se había retirado y decidido dedicarse a enseñar en una escuela pública de Queens. Reparó en ese adolescente leyendo a Platón en un pasillo. Ese mentor, que nunca le dio clases, lo tomó bajo su ala y alentó su vocación intelectual. Lo animó a solicitar admisión a la Universidad de Columbia, donde hizo primero una licenciatura en literatura y después un doctorado. Acabó por convertirse ahí mismo en profesor y director, por una década, del core curriculum, una rareza de esa universidad que enseña a los estudiantes una lista de obras clásicas de la civilización occidental. Cada verano regresa a enseñar los clásicos a una escuela pública de los barrios pobres de Nueva York. La vida de Montás habría sido literalmente otra si no se hubiera topado con Platón esa mañana en las calles de Manhattan.

En una reciente entrevista con Yasha Mounk, Montás no esconde su rechazo a los proyectos ideológicos que, como el almodrote mexicano, postulan que los clásicos de la civilización occidental no son para todos.[3] Sobre los sermones pedagógicos afirma: “creo que esta enseñanza culturalmente sensible es un tipo extremo de fraude. Sí, uno debe tomar en consideración el tipo de riqueza cultural de su pupilo para organizar la manera de presentar la información, abrevar y utilizar esa riqueza. Cuando esto se hace bien, y de manera reflexiva, es una buena cosa, apropiada y benéfica. Algo muy poderoso. Sin embargo, a menudo  eso se convierte en un estereotipo, un  machote, de lo que esa cultura es o de lo que es culturalmente relevante”. Esos estereotipos de los “otros saberes” acaban por reforzar los prejuicios sociales. La ciencia occidental es de los países centrales o coloniales, mientras que el arsenal cultural de los países periféricos o colonizados lo componen los “otros saberes”. A Montás la noción de que personas de ciertas culturas o grupos minoritarios no poseen “el aparato humano para conectar con las grandes preguntas fundamentales, que sí poseen otros estudiantes  o individuos, le parece  muy peligrosa. Dénle García Márquez al dominicano, a su esposa blanca y anglosajona, Aristóteles. Lo mismo aplica para los prejuicios culturales de la nueva escuela mexicana. El reduccionismo, la estrechez de miras y a fin de cuentas la condescendencia de estas posturas es innegable: “Creo que hemos hecho más daño que bien al incorporar ese tipo de pensamiento en nuestra curricula. Como estudiante de secundaria hallé que Platón era muy alentador. Descubrí que Platón afirmaba los aspectos más profundos de mi identidad… Eso no tenía nada que ver con mi etnicidad ni con mi cultura ni tampoco con mi lengua: tenía que ve de manera fundamental con mi sentido del ser, con la posibilidad de vivir en sociedad. Esto pasa una y otra vez: veo a alumnos que son capaces de conectar con, por ejemplo, Dante; no porque Dante fuera italiano y estuviera inmerso en la teología católica medieval. Hay algo más en Dante, un punto de conexión, que hace que no sea más cercano a un italo-americano que a un norteamericano dominicano”.

Ante la charlatanería pedagógica oficial la respuesta es afirmar el valor universal de la educación. Como alega Montás, defender a los clásicos significa defender un tipo de educación que se toma en serio la idea de que el presente emergió del pasado. “Si uno pone estos textos en las manos de los alumnos y los hace conversar sobre ellos, su poder y su relevancia se hacen  evidentes y muy obvios”.  El narcisismo y solipsismo de considerar ese pasado como “colonial” es, a la vez, un daño autoinflingido y una renuncia a una herencia humana que nos pertenece a todos por derecho propio. Es el resentimiento disfrazado de ánimo justiciero que daña a sus supuestos beneficiarios.  Por eso es importante combatir esa charlatanería con todas las armas de la tradición humanista de occidente. Eso es precisamente lo que hace Roosevelt Montás con Platón bajo el brazo.

NOTAS

[1] Eduardo Beckhoff, “El ABC de la nueva escuela mexicana”, El Universal, 29 agosto 2022

https://www.eluniversal.com.mx/opinion/eduardo-backhoff-escudero/el-abc-de-la-nueva-escuela-mexicana?utm_source=web&utm_medium=social_buttons&utm_campaign=social_sharing&utm_content=copy_link

[2] Roosevelt Montás, Rescuing Socrates: How the Great Books Changed My Life and Why They Matter for a New Generation, Princeton, Princeton University Press, 2021.  https://a.co/d/1UZ1oIc

[3] https://www.persuasion.community/p/montas?utm_source=substack&utm_medium=email&utm_content=share#details

 

 

José Antonio Aguilar Rivera (Ph.D. Ciencia Política, Universidad de Chicago) es profesor de Ciencia Política en la División de Estudios Políticos del CIDE. Es autor, entre otros libros, de El sonido y la furia. La persuasión multicultural en México y Estados Unidos (Taurus, 2004) y La geometría y el mito. Un ensayo sobre la libertad y el liberalismo en México, 1821-1970 (FCE, 2010). Publica regularmente sus columnas Panóptico, en Nexos, y Amicus Curiae en Literal Magazine. Twitter: @jaaguila1

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Posted: September 1, 2022 at 7:12 pm

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