Essay
La secreta pasión de Margaret Atwood por el cómic

La secreta pasión de Margaret Atwood por el cómic

Irma Gallo

Aunque ha ganado premios como el Booker, el Príncipe de Asturias y el National Book Critics Circle, el gran público supo de la existencia de Margaret Atwood (1939) gracias a Netflix y a HBO. Alias Grace se publicó en 1996 y El cuento de la criada en el lejano 1985, pero el formato de serie de televisión les dio a estas dos novelas de la escritora canadiense una difusión inusitada, ésa que no dan los reconocimientos literarios.

Las protagonistas de ambas novelas son mujeres fuertes, decididas, rebeldes. Por eso, a la autora se le colgó la etiqueta de feminista. Sin embargo, en una entrevista que concedió al periódico Río Negro en Buenos Aires, haciendo gala de esa ironía que la caracteriza, se desmarcó de esta categorización: “al momento en que pones a una mujer como protagonista, como ser pensante bueno o malo, la obra es considerada feminista, pero esa es la visión de quienes consideran que las mujeres no deberían pensar. Mi propuesta comienza con que las mujeres son personas, una idea bastante radical”.

A finales de 2016, Atwood fue duramente criticada por firmar, junto con otros académicos e intelectuales, una carta dirigida a la Universidad de la Columbia Británica en la que se defendía el derecho a un juicio justo para el profesor Stephen Galloway, acusado de abuso sexual. A consecuencia de esto, le llovieron tuits de feministas que la criticaban por no ponerse del lado de las víctimas. En enero de 2018 publicó, en The Globe and Mail de Toronto, un texto titulado: “Soy una mala feminista?” en donde afirmaba: “Creo que para tener derechos civiles y humanos para las mujeres deben existir derechos civiles y humanos. Punto. Incluido el derecho a la justicia fundamental”.

Así de polémica es Atwood, quien en El cuento de la criada retrata una sociedad distópica en donde las mujeres en edad fértil son convertidas en esclavas sexuales de los hombres de poder, ya que sus esposas —a las que no dejarán, por supuesto— no pueden tener hijos.

Confieso —no es presunción— que yo sí conocía a Margaret Atwood antes del furor que provocaron las dos series, sobre todo El cuento…, que ganó cinco premios Emmy en 2017. Cerca de 2005 cayó en mis manos un ejemplar de El asesino ciego, la novela con la que ganó los premios Booker y Hammett Prize, ambos en 2000. Me costó trabajo leerla (otra confesión) porque es una novela dentro de la novela, porque mezcla géneros como la novela realista y la de ciencia ficción. Pero aun así la disfruté, y Atwood se convirtió en una autora infaltable en mis libreros: El cuento de la criada, Alias Grace, pero también Nada se acaba, El asesino ciego, Oryx y Crake, y Por último el corazón forman parte de mi biblioteca personal, a la que se acaba de integrar el cómic Angel Catbird, ilustrado por Johnnie Christmas, coloreado por Tamra Bonvillain, y publicado por Sexto Piso y la Secretaría de Cultura en 2018.

En primer lugar, debo decir que me sorprendió muchísimo saber que Margaret Atwood —de quien creía conocer todo— había hecho un cómic. Y como la misma autora lo admite en la Introducción, no soy la única: “Quizá resulte extraño que a alguien conocido por sus novelas y su poesía le dé por escribir cómics (…) ¿Por qué una venerable dama literaria como yo —una anciana dama galardonada con premios literarios, una agradable dama que debería descansar en sus laureles y en su mecedora, digna y emblemática—, por qué esa venerable dama literaria se pone a tontear con un superhéroe gato-búho volador y clubes nocturnos para felinos, por no mencionar hombres-rata gigantes?”

Atwood responde a esta pregunta relatando su historia personal con los cómics, cómo disfrutaba de la lectura de La pequeña Lulú, Batman, Linterna verde y Dick Tracy, entre otras, y cómo, desde niña, dibujaba sus propias historietas que “tenían como protagonistas a un par de superheroicos conejos voladores, demasiado alegres y adictos a las cabriolas para que pudieran considerarse pesos pesados”. Y por si alguien dudara de su palabra, esta edición de Sexto Piso incluye un dibujo que hizo a los seis o siete años de edad, en donde hay un par de gatos naïf con alas, además de algunos bocetos para el vestuario de su personaje Cat Leone. (Sobra decir, pero lo diré, que estos bocetos los hizo la Margaret adulta, muchos años después que los gatos con alas).

Angel Catbird es el resultado de la pasión de Margaret Atwood por los cómics —en la década de los setenta ya había publicado una tira política, Kanadian Kultchur Komix en una revista que se llamaba This Magazine—, y de su preocupación por la conservación de las aves. Atwood ama a los gatos y dice que durante cincuenta años siempre la acompañaron: “La única razón de que ahora no tenga ninguno es que me da miedo tropezar con él. Eso y dejarlo huérfano, por decirlo de algún modo”.

En su búsqueda para encontrar la mejor manera de proteger tanto a las aves como a los felinos, Margaret se encontró con Nature Canada, una institución que dirige la campaña #SafeCatSafeBird, que proporciona estadísticas de cuántos gatos mueren atropellados y cuántas aves devoradas por gatos en Canadá y Estados Unidos cada año. A lo largo de las páginas de Angel Catbird se muestran algunas de estas estadísticas y hay consejos para cuidar a ambas especies.

La anécdota de esta primera novela gráfica de Margaret Atwood es sencilla: Strig Felidus es un ingeniero cuyo ADN se mezcla accidentalmente con el de un gato y el de un búho y se convierte en Angel Catbird. A partir de ahí, con la ayuda de Cat Leone, medio gata medio humana, el Conde Gátula, otros hombres-gato y, por supuesto, algunas aves, luchará contra el maligno profesor Muroid, que junto con su ejército de ratas, pretende dominar al mundo.

Aquí no se extrañan ni la fina ironía ni las propuestas distópicas de otras novelas de Margaret Atwood, pero si esto no fuera argumento suficiente para atreverse a leerla, las ilustraciones, el color y los “extras” (bocetos no solo de la propia Margaret sino también del ilustrador y la colorista, de cómo llegaron a definir a los personajes finales, storyboards, etc.) convierten a Angel Catbird en un objeto de deseo, te gusten o no los cómics.

¿Y quién le va a decir que no a un objeto del deseo, producto, además, de la imaginación de esta inusual dama casi octogenaria, la gran Margaret Atwood? Yo no.

 

*Imagen de Michael Sauers

 

Irma Gallo es periodista y escritora . Colabora para Canal 22, GatopardoEl GráficoRevista Cambio, y eventualmente para otros medios. Es autora de Profesión: mamá (Vergara, 2014), #yonomásdigo (B de Block, 2015) yCuando el cielo se pinta de anaranjado. Ser mujer en México (UANL, 2016).

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Posted: March 17, 2019 at 8:45 pm

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