Essay
Por andar buscando
COLUMN/COLUMNA

Por andar buscando

Socorro Venegas

nadie me conoce yo hablo la noche
nadie me conoce yo hablo mi cuerpo
nadie me conoce yo hablo la lluvia
nadie me conoce yo hablo los muertos
Alejandra Pizarnik

Cuánta esperanza hay en encontrar la ternura donde menos se le espera, así sea afuera de una agencia del Sistema de Identificación de Cadáveres del Servicio Médico Forense (Semefo) en México. Hace unos días escuché los testimonios de varias mujeres, activistas, madres, esposas que buscan a sus familiares muchas veces a pesar del Estado, ariesgando sus vidas para seguir cualquier pista que las pueda llevar a una certeza.

Escribí en mi columna del mes pasado sobre la aterradora experiencia de ver desaparecer a un ser amado frente a nuestros ojos, mientras una niebla tenaz, infalible, se apodera de su mente. Pero otras veces esa desaparición es producto de un mal social, una crisis de violencia e inseguridad. Hablo del país donde cada día son asesinadas 10 u 11 mujeres. Donde ahora mismo, entre esas asesinadas o desaparecidas, hay cada vez más adolescentes. Y también sus violentadores son cada vez más jóvenes, de acuerdo con lo que escuché de activistas y madres buscadoras de Familias Unidas por Nuestros Desparecidos Jalisco (FUNDEJ) y la Red de Maternidades Expandidas.

Dice María de la Luz Vázquez, de la colectiva FUNDEJ, que no quieren darle la bienvenida a nuevas personas a su grupo.Tienen un módulo permanente afuera de Semefo en Guadalajara, Jalisco, para ayudar a quienes van en busca de algún ser querido, y cada día se integran entre tres y cinco personas nuevas. Personas a las que les dan apoyo legal, pues se han vuelto expertas vadeadoras del sistema judicial mexicano; personas a las que escuchan, a las que sostienen y muchas veces acompañan para que no entren solas a realizar los procedimientos de reconocimiento de los cuerpos.

Las desapariciones no son fenómenos, dice María de la Luz, que le hace honor a su nombre. Lleva en el pecho una impresión sobre tela con una foto de su esposo desaparecido, y pide que se use el lenguaje con precisión: son desapariciones forzadas. “No somos bandera política ni pobrecitos: somos seres humanos”. Y va también contra los lugares comunes de las frases que buscan consolar: “No podemos decirle a nadie ´tu hijo está en un lugar mejor´. No, no está mejor”.

También dice que ante la denuncia de desapariciones de mujeres jóvenes la primera respuesta de las autoridades suele ser sugerir que las mujeres jóvenes no desaparecieron, que se fueron con el novio o están implicadas en hechos ilícitos. “Les respondo: búsquenlas, si hicieron algo malo que se aplique la ley, pero búsquenlas”.

La suya es una lucha solitaria, desde un sector al que llamamos sociedad civil como si realmente estuviéramos organizados para cuidarlas. La verdad es que las buscadoras solo se tienen a ellas mismas y a sus precarias redes de apoyo, ¿sabían que se intercambian su perfil de ADN para que cuando hagan un viaje a cualquier lugar del país lo lleven a las autoridades, por si detectaran alguna coincidencia, por si acaso allá encontraran a sus desaparecidos y al fin los pueden identificar?

“No tenemos quién nos defienda. No podemos estar luchando contra delincuentes y también contra el gobierno”, asesta María de la Luz. Esa vulnerabilidad es atroz. La asociación independiente Artículo 19 reporta 21 personas buscadoras asesinadas entre 2010 y 2024 (https://www.youtube.com/watch?v=ro-3Var6qN0). El primer nombre consignado en ese informe es emblemático: Marisela Escobedo, de Chihuahua, asesinada al exigir justicia por el feminicidio de su hija Rubí Marisol Frayre, de 16 años de edad.

Otro dato es que 90% de las familias donde hay un familiar desaparecido se desintegra. Y de ese modo inicia un ciclo terrible: quedan niños solos que podrían ser fácilmente captados por la delincuencia.

La experiencia de María de la Luz revela algo que explica pero no justifica la forma en que solemos desviar la mirada de esta realidad: todos somos vulnerables, todos podemos desaparecer “por andar buscando lo que nos duele”. Ellas, ellos, los padres, las madres, las y los familiares de desaparecidos, son una reserva moral en este país. Y se les debe verdad y justicia, pero antes: necesitan toda la protección del Estado mexicano.

*Foto de Jakub Kriz en Unsplash

Socorro Venegas es escritora y editora. Su libro más reciente es Ceniza roja (Páginas de Espuma, 2022). Ha publicado, entre otros, el libro de cuentos La memoria donde ardía (Páginas de Espuma, 2019), las novelas Vestido de novia (Tusquets, 2014) y La noche será negra y blanca (Era, 2009), que serán publicadas en España por la editorial Contraseña. Ha recibido el Premio Nacional de Cuento “Benemérito de América”, Premio Nacional de Novela Ópera Prima “Carlos Fuentes”, Premio al Fomento de la Lectura de la Feria del Libro de León. Ha dirigido proyectos editoriales en el Fondo de Cultura Económica, donde creó la colección de álbum ilustrado “Resonancias”. Es directora general de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM, donde creó la colección de novela y memoria “Vindictas”, que recupera la obra de escritoras marginalizadas del siglo pasado. Su Twitter es @SocorroVenegas

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Posted: April 17, 2024 at 8:07 pm

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