Kazuo Ishiguro, un escritor de lo que nos pasa por dentro

Hoy, a la mañana, todos nos levantamos para saber a quién había elegido el jurado del Premio Nobel. Fue Kazuo Ishiguro (Nagasaki, 1954), alguien muy conocido por todos los que amamos los libros y enseguida empezamos a pensar en Lo que queda del día, ese poema escrito en varias páginas y que habla de lo que nos pasa por dentro.

Claro, cualquiera podría decir, ¿qué es la literatura?, y con ello hablar del pasado, del presente, de todo lo que sucede en el exterior, en la lejanía, en esas fronteras donde los migrantes gritan socorro sin ser atendidos, en esa ciudad ucraniana perdida por el desastre de Chernobyl, por esas dictaduras que –gracias al Premio Nobel– la rumana Herta Müller, ha podido denunciar.

¿Cantamos un tema de Bob Dylan? ¿Por qué si yo estaba tan de acuerdo cuando ganó el Nobel ahora estoy tan en desacuerdo? Porque probablemente una canción no diga qué pasa con la literatura cuando nos pasa algo por dentro. Sí, una canción es importante, pero como decía cierto músico brasileño –cuyo nombre no puedo recordar– “no creas nunca lo que dicen las canciones”.

Cuando ganó –no hace mucho– el peruano Mario Vargas Llosa, coincidimos todos en que escribe bien, pero al lado esos discursos neoliberales, salir en la portada de Hola!, vestir siempre de traje, al lado de los poderosos –alguien me dijo que en su cumpleaños número 80 había más ex presidentes que escritores–, había algo que no tenía nada que ver con la literatura.

Como no tienen mucho que ver los últimos seis o siete Premios Nobel que se han dado, incluido el de Mario Vargas Llosa o lo que nosotros entendemos de él.

Aquí podríamos decir lo que es la literatura y no acertaríamos, pero sí lo que es un escritor: un hombre torturado por la historia que va a venir, preso de su propia imaginación o como diría Nélida Piñón: “la imaginación se va haciendo cada vez menos con el paso de los años, hay que alimentar a la imaginación”.

Pienso mucho ahora en Lo que queda del día, así como pienso en Campos de Londres o como en 2666 o Los detectives salvajes. ¿Qué es la literatura?: ese libro que te lleva a una pared donde no hay huecos, donde te hundes la cabeza hasta lastimarte, donde no sales igual de cómo entraste y que te convierte en un drogadicto en abstinencia, como un preso a punto de salir cuando encuentres la próxima novela.

Sí, creo que un lector es un yonqui. Alguien que ya probó la heroína con Lionel Asbo (Martin Amis) o –volvemos a Ishiguro– con Nunca me abandones, esa historia que te dejó demudado, en la que Kazuo narra el proceso de desarrollo y aprendizaje de una niña (Kathy H) internada en un centro en Inglaterra donde los niños son criados para ser donantes.

¿Todos somos clones en una tierra absolutamente olvidada por sus habitantes? ¿Quiénes son esos que en nombre del dinero y del poder mandan al mundo a un sitio donde todos podemos ser exactamente iguales, como hormigas en un hormiguero, exactamente en el punto de la muerte?

Pienso en él, un hombre con cara de japonés, nombrado Oficial de la Orden del Imperio Británico y, en 1998, Caballero de las Artes y las Letras por el gobierno francés. Pienso en El gigante enterrado, una novela ambientada en un pasado remoto y legendario que vuelve sobre los grandes y eternos temas que inquietan a los seres humanos, donde Ishiguro construye una narración bellísima, entre el viaje iniciático, la fábula y la épica.

Pienso en el Nobel: después de mucho tiempo obligada a analizar la literatura, ese espacio por donde el hombre se hace hombre y que nos da sentido a nuestros días, tan fútiles, tan evasivos.

*Imagen de Alexander Baxevanis

Mónica Maristain. Es autora del poemario Antes (Literal Publishing, 2017) Editora de SinEmbargo, Cultura & Espectáculos 

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Posted: October 5, 2017 at 4:40 pm