Essay
Maternidad en gris

Maternidad en gris

Lucia Charry

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La maternidad por mucho tiempo se ha visto salpicada de colores rosa y celeste, se permite algún que otro verde pastel o lila y así, se imagina linda, armoniosa, tierna, impecable. También antes se vio como una bendición, por la influencia religiosa de “id y multiplicaos”. Sin embargo, la verdadera maternidad sucede entre los grises.

Es un viaje confuso que empieza con la incertidumbre del embarazo, el miedo y el dolor del parto, sangre, los pezones agrietados, niños con vómitos nocturnos, fiebres de madrugada, las caídas de los primeros pasos, la papilla regada ensenándolos a comer, hasta tareas la noche del domingo, actos del colegio insufribles, recitales o competencias somníferas. La cosas se agudiza años después, con adolescentes que azotan puertas y voltean los ojos.

El tema de la maternidad no se ha tratado lo suficiente en toda su dimensión social, política, en foros públicos y educativos para ser entendida y mucho menos como tema literario. Escaso es lo que se ha dicho de esa maternidad real, de carne y hueso, lejos de la postal o el anuncio de televisión. A finales de los años setenta Adriene Rich en su libro “Nacemos de Mujer” empieza a analizar una maternidad lejos del lente del capitalismo y el patriarcado.

Lo de ser madre ha sido un camino cuesta arriba, de muchas exigencias sociales y abundantes renuncias. Es hasta ahora que se empiezan a cambiar los roles. Con una nueva mirada ylas mujeres se atreven hablar de la experiencia de una forma más honesta, como hace lo Nuria Labari en “La mejor madre del Mundo” que deshace el mito materno y propone una maternidad libre de culpas y exigencias.

La maternidad es una experiencia única. No todas las maternidades son iguales, sin embargo, existen muchas convergencias con las de las demás y es por eso necesario hablarlas, comentarlas, desmenuzarlas y reflexionar sobre ellas, para que toda la sociedad pueda comprenderla y desmitificarla.

Dentro de lo universal del tema, aparte del proceso de gestación y el camino que cada madre recorre de la mano de sus hijos o viceversa, hay unas maternidades que no son estándar, que no corresponden al patrón. De esas maternidades también la sociedad debe ser consciente para analizarlas, incorporarlas, apoyarlas, reconocerlas, legislar y sobre todo escribir.

Esas otras “maternidades”, ese subgrupo también sucede en un espectro de grises quizás aún más oscuros y las he catalogado desde mi perspectiva. Esta clasificación no corresponde a un estudio minucioso, a un trabajo de investigación o de campo, sino más bien sale de la observación y de la reflexión.

Empezaré con la madre soltera que fue un cliché tan explotado en las telenovelas latinoamericanas; el de la mujer engañada y estigmatizada, del cual nos tenemos que deshacer. Si bien es cierto que son muy valientes, porque el paquete sola no es fácil. Lo que necesitan estas Madres sin pareja; prefiero llamarlas así para sacudirnos del estereotipo, y en general todas las madres, son horarios más flexibles en las empresas, mejores guarderías del estado y la iniciativa privada, apoyos sociales y una más justa legislación. Hay un dicho en inglés “It takes a village to raise a child”, para ejemplificar esto.

Además, en los últimos años, mujeres que han postergado la maternidad por tener otras prioridades, deciden en cierto momento de su vida tener un hijo solas, entonces su maternidad nada tiene que ver con el estereotipo, simplemente decidieron ser madre y padre al mismo tiempo.

Hace algunos años conocí una mujer que había tenido un hijo con síndrome de Down y lo que ella se preguntaba a nivel consciente e inconsciente era ¿por qué a mí?

Así con su ego herido, con la culpa de haber hecho algo mal durante el embarazo, con la sensación de injustica hacia la vida; se convirtió en la Madre del hijo imperfecto. Porque así se sienten, por lo menos al principio muchas de las madres de niños con necesidades especiales. Empiezan a ejercer su maternidad desde una trinchera, enfrentándose a las miradas de lastima de los otros, a la comparación inconsciente de su hijo versus los demás niños, a las terapias y todo lo que constituye una batalla campal para sacar adelante a ese ser y a ella misma.

Hay mujeres que, por imposición social, porque desde niñas al cargar una muñeca se sintieron condicionadas a ese rol o porque creyeron que era consecuencia lógica del matrimonio o quizá por convencimiento y genuino deseo, quieren ser madres, pero a veces la anatomía, la física o la química están en su contra.

Aquellas mujeres a las que ser madres no se las da de forma natural, se someten a espantosos tratamientos de fertilidad, inyecciones, invitros, bombas de hormonas para lograr concebir. Esperan en silencio y con angustia superar el primer trimestre. Todas saben que la mayoría de los abortos espontáneos ocurren antes de las doce semanas de gestación. Cuentan los días, las semanas y las horas para poder superar la meta y gritarle al mundo que por fin van a tener un bebé.

En muchos casos sucede entonces lo más temido y lo pierden. Hablar sobre la pérdida de un embrión, un feto o un niño que no nació sigue siendo un gran tabú cultural en muchas sociedades. El sesenta por ciento de los tratamientos de fertilización asistida terminan en aborto, según un estudio de la Asociación Americana de ginecología y obstetricia 2022.  Después de muchos intentos de quiebras económicas y fracturas de pareja, las mujeres se dan por vencidas y son las Madres que se quedaron en el intento, con toda la carga emocional y social que esto genera.

Algo parecido, triste y doloroso al igual que el grupo anterior sucede con las madres que gestaron, pero que su hijo murió durante el embarazo en una etapa avanzada de gestación o durante el parto. Cada diez y seis segundos en el mundo se produce una muerte fetal, por complicaciones, del embarazo, desprendimientos de placenta, hemorragias o mal formaciones congénitas. La mayoría de estas muertes suceden en países en vías de desarrollo y en países desarrollados como Estados Unidos, por ejemplo, los nacimientos de niños muertos son dos veces más probables en las mujeres de raza negra o latina que en las mujeres blancas. A pesar del enorme conflicto psicológico que producen estas muertes, el problema está pasando desapercibido en la sociedad. (March of Dimes 2022)

Existen casos de madres que continuaron con el embarazo aun sabiendo que el bebé al nacer moriría, por diversos temas de salud. Se imaginan a esa mujer embarazada en la fila del supermercado sorteando las conversaciones de algún ingenuo que, al verla barrigona, le pregunta que ¿cuantos meses tiene?, ¿que cuando nace y qué si será niño o niña? Esas son las Madres del hijo que no fue. Algunas llegan a tener otros hijos y hasta grandes familias, sin embargo, las devastadoras consecuencias de la perdida de una vida las cargan por años.

Igual de ignorado está el problema de las Madres de la desesperanza. Mujeres que vieron a sus hijos crecer, que creyeron que se graduarían, trabajarían, tendrían pareja y hasta una familia. De repente un día desaparecen por acción del estado, por persecución política, víctimas de dictaduras, del crimen organizado, trata de personas o narcotráfico. Las madres se organizan, protestan y realizan marchas. Convierten la búsqueda en su misión de vida. Al principio con la esperanza de encontrar al hijo vivo, luego muerto, y al final por lo menos una osamenta que les permita tener un cierre definitivo.

La desaparición forzada afecta no sólo la vida de un individuo, de una familia, de un país, sino de toda la humanidad. La sociedad carga con esa gran fosa común y es muy poco lo que se hace al respecto. Son noventa y cinco mil las personas desaparecidas, según cifras de las Naciones Unidas en el 2021. Las madres viven en un llanto sin consuelo y en una lucha desgarradora por saber la verdad. Envejecen buscando y la mayoría mueren sin encontrar la justicia. Nunca he conocido una madre de estas, pero basta ver el noticiero nocturno o revisar la historia reciente para reconocerlas.

Se podría pensar que a este mismo grupo pertenecen las Madres del Duelo en las que la ley de la naturaleza se alteró y les tocó a ellas enterrar a sus hijos por una enfermedad o un accidente. Tener una prueba fehaciente de qué pasó, una certeza y una tumba donde llorarlos, las coloca en otra categoría que no por eso deja de ser trágica.

Contrario a aquellas mujeres que hicieron todo lo posible por ser madres tenemos a las Madres obligadas: niñas y mujeres a las que se les impone llevar a término un embarazo sin haberlo buscado y deseado. El estado y la sociedad no les facilita la posibilidad de interrumpir el embarazo.

No todas las mujeres desean ser madres o quieren tener un gran número de hijos; las expectativas reproductivas están influenciadas por la cultura y la ideología y difieren según el grupo social y el contexto histórico. A estas mujeres les toco ser madres sin quererlo, sin acceso a métodos anticonceptivos y esto se hace todavía más complejo cuando se embarazaron producto de una violación o matrimonio infantil. En esos casos la maternidad es traumática, se dificulta la recuperación de la mujer y se les perpetua como víctimas al someterlas a una maternidad forzada. El ejercicio de la sexualidad y la reproducción deberían ser siempre deseados y planeados, lamentablemente no siempre es así.

Las más juzgadas y satanizadas son Las Madres que se Fueron porque se atrevieron a salir a vivir una vida dejando atrás al hijo. Sin entender que quizá huyen de un círculo de violencia o se resisten a jugar un papel, que no quisieron ejercer y para lo cual nunca se les dio otra alternativa.

En una sociedad que no apoya, que no educa, injusta, que no tiene buenos sistemas de salud física y mental, un ser humano puede ser lanzado de forma fácil y sin opciones al camino de la delincuencia. Aquí encontramos a las Madres a Pesar de, pues estos individuos: los asesinos, matones y violadores también tienen una madre y ellas deciden amarlos a pesar de su crimen. Las podemos ver afuera de las cárceles haciendo una larga cola para entregarles un paquete con un poco de comida, ropa, cigarros y cariño. Buscando un abogado que a veces no pueden pagar, con tal de que consigan mejorar la condena de sus hijos.

El tema de la adopción se tuvo por mucho tiempo en voz baja y en secreto. Eran pocas las familias que hablaban abiertamente de sus procesos de adopción y del por qué decidieron llevarlo a cabo, como si al hacerlo asumieran un estigma por no poder o querer concebir. Hay que considerar que hay toda una gama de aspectos legales, sociales, familiares y emocionales al respecto. Ahora se sabe que ocultarle a un niño que es adoptado es erróneo y se empieza a hablar de lo complejo que es esto, para la madre biológica, para el niño o niña adoptado y para los padres adoptivos.

Se les ha denominado Madres del alma, porque sin haber gestado, asumen el reto de la maternidad con tal grado de compromiso, logrando establecer un vínculo tan fuerte como el de las madres biológicas, dándole la oportunidad a un niño/a de crecer y desarrollarse en otro ambiente. Claro aquí hay que destacar que no todos los casos son afortunados y no siempre se da el enamoramiento madre/hijo que se desea y eso también genera otros retos, porque el compromiso de amar y cuidar a ese desconocido se adquirió por la vía legal y en muy pocas ocasiones puede ser reversible.

Tan mal paradas en la literatura, sobre todo en los cuantos infantiles están las madrastras, que les ha tocado ser Madres por Añadidura: las circunstancias por las que llegan a serlo son diversas. No obstante, pareciera que llegan a ejercer ese rol con la batalla perdida y se van recuperando en el combate. Son muchos los prejuicios al respecto: que viene a apoderase del amor del padre, a romper la relación y a competir. Con el lema velado de divide y vencerás el patriarcado ha puesto a las mujeres unas en contra de las otras. Como si la ex, la suegra, la nuera o la madrasta fueran enemigas entre sí por el solo hecho de ostentar el título.

Por lo que a estas mujeres les toca luchar por reivindicarse y demostrar que pueden ser amables y solidarias, como sea que les toque llevar la relación con ese hijo/a: de medio tiempo, de tiempo completo o maternidad en segundo plano compartida con la madre biológica.

Hay madres que se resisten ante dicho de “madre sólo hay una” y deciden ser Dos Madres. Buscan su lugar en la sociedad, abogan por sus derechos, porque sea legitima su unión y puedan ser reconocidas como madres de un mismo hijo/a, sin importar quien lo haya concebido y que poco a poco y con muchos esfuerzos van teniendo un lugar y empiezan a hacer aceptadas sin ser ni juzgadas ni cuestionadas.

Hablando de parejas homoparentales deberíamos también reconocer e incluir a las parejas de hombres que deciden maternar desde su condición masculina y que son señalados por supuestamente haber privado al hijo de una figura materna. Estos, como las anteriores se van abriendo paso y ganando terreno a pesar de la contienda.

A casi todas las madres nos ha pasado que no somos el ideal de mamá que teníamos planeado y nos tocó ser la madre que nuestros hijos necesitaban. En el fondo tenemos que vivir con lo que pensábamos que iba a ser y lo que resultó siendo. Embarazarte y tener un hijo es una ruleta rusa, porque uno no sabe qué tipo de hijo le va a tocar. Una misma mamá tiene que jugar múltiples personalidades porque cada hijo tiene necesidades diferentes.

El libro “Nueve Lunas” de Gabriela Wiener, habla de esto. Describe de una forma precisa y honesta la experiencia gestacional y escudriña el tema universal de la maternidad que por escandaloso se convierte en un manual anti-mamás.

No hay que ver a la madre como una figura romantizada, perfecta, inmaculada y abnegada. Las madres son mujeres reales que se equivocaron, se adaptaron, perdieron, aprendieron, improvisaron y en momentos hasta claudicaron.

A excepción de los cambios físicos, el parto y la poca presión social; además de que el reloj biológico no juega casi en su contra, la paternidad también tiene sus bemoles. Por mucho tiempo a los padres se les mantuvo alejados, poco involucrados y no se les permitió ser cariñosos, tiernos y besucones, porque no combinaba con la idea social del hombre fuerte y proveedor.

Son diversos los tipos de maternidades, (caben muchas más categorías en esta lista) de aquí que se deben entender y combinar.

Si bien es cierto que debido a como está constituida la sociedad actual, no podemos delegar la maternidad al plano de lo colectivo, como en algunas sociedad pequeñas y tribales. Lo que si podemos hacer es integrar maternidad y paternidad, desmitificarlas, deconstruirlas para poder hablar mejor de “La Crianza” exigiéndole a la sociedad y al estado una mayor infraestructura de apoyo.

Creo que la experiencia de la maternidad puede ser mucho más gratificante para muchas mujeres, si existe una mayor red de soporte a nivel social, mejores políticas públicas al respecto, y si el poder hablar de los aspectos negativos, los retos y dificultades de la experiencia de la maternidad no fuera criticado o satanizado.

*Foto de Aditya Romansa en Unsplash

Lucia Charry. 1968 Bogotá Colombia. Realizó sus estudios Universitarios en Ciencias de la Comunicación en la Ciudad de México. Realizó sus estudios de posgrado en La Universidad de Massachusetts. Ha publicado cuentos en antologías colectivas, diferentes artículos, ensayos en revistas en español en Los Ángeles, CA y Houston, Texas, en donde reside actualmente. Sus cuentos han sido publicados en Ipstori y en las antologías Dime si no has querido y  Suele pasar que nos quedemos de Literal Publishing. Su Twitter es @charrylu

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Posted: May 8, 2024 at 10:18 pm

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