Current Events
1993 vs 2023. Algunos paralelismos y una lección capital

1993 vs 2023. Algunos paralelismos y una lección capital

Roberto Salinas León

Getting your Trinity Audio player ready...

Los que ignoran la historia, dice la ominosa proposición de Santayana (o Churchill, o Burke), están condenados a repetirla. Habría que mantener esta advertencia en mente en la medida que el país se acerca al 2024, a la luz de los hechos que han caracterizado este 2023,  así como el intenso debate político alrededor de la próxima jornada electoral.

Los paralelismos que existen entre el 2023 y los sucesos de 1993 son dramáticos y reveladores, y conllevan lecciones capitales sobre el futuro. Hay similitudes que son anecdóticas, y quizás una mera fuente para una simpática conversación—digamos, dejar afuera a Marcelo Ebrard en la nueva edición del dedazo tropical es similar a la “traición” que sufrió Manuel Camacho Solís en aquel entonces. O, también, está la popularidad del actual mandatario y el “ya sabes quién” de entonces, que en ambos casos registran niveles cercanos al 60% en las encuestas. Hay otros, pero que se quedarán en eso—asuntos fortuitos del desenlace de la historia moderna, meros casos para el anecdotario de curiosidades.

El tipo de cambio, en 1993, era fuente de una intensa discusión sobre su supuesta sobrevaluación; de hecho, fue en ese momento que se bautizó la fortaleza cambiaria con el épico apelativo “super-peso.” El desenlace es bien conocido.

Los paralelismos en materia económica, sin embargo, conllevan advertencias capitales. El tipo de cambio, en 1993, era fuente de una intensa discusión sobre su supuesta sobrevaluación; de hecho, fue en ese momento que se bautizó la fortaleza cambiaria con el épico apelativo “super-peso.” El desenlace es bien conocido. Treinta años después, enfrentamos un fenómeno similar, con una fuerte apreciación del tipo de cambio peso-dólar, que ha sorprendido hasta los más optimistas sobre el futuro de la economía mexicana.

Sin duda, hay diferencias: en ese entonces la economía operaba bajo un sistema cambiario dual, una mini-flotación dentro de una banda con un piso y un techo predefinido. Hoy, opera bajo un marco de flotación. La justificación para suponer que el tipo de cambio permanecería estable, en 1993, era la entrada en vigor del TLC norteamericano—la “llave al primer mundo” y la base para un auge de nueva inversión productiva. Hoy, los especialistas citan el fenómeno del “near-shoring” como la base de un gran auge de inversión productiva, derivado de la reubicación de proyectos industriales en territorio mexicano, ante la dramática disrupción de cadenas de suministro que presenciamos en la pandemia.

El error entonces, decía Edna Jaima en una reciente conferencia, fue interpretar el TLC como un “punto de llegada, en vez de un punto de partida.” La entrada en vigor del tratado norteamericano se interpretó como la “camisa de fuerza dorada” que llevaría al país hacia la prosperidad al instante. A la postre, y a pesar de los enormes beneficios de la apertura norteamericana en los niveles de comercio exterior, así como con la calidad institucional de “reglas de juego” regionales (ahora a prueba de fuego con toda la serie de disputas alrededor del maíz transgénico, el sector energético, y otros), el hecho es que no se realizaron las tareas debidas en política económica interna para darle el soporte requerido al tratado, y a los agentes económicos al sur de la frontera del Río Grande.

La sobreventa de expectativas se está dando una vez más. El “near-shoring” es una promesa creíble, pero requiere cumplir con una serie de condiciones para aprovechar la ventana de oportunidad: inversión en capital humano, inversión en infraestructura y logística de primer mundo; reglas claras y predecibles, que faciliten la atracción de los flujos de inversión; y respeto a los derechos de propiedad.

Un resultado de este grave error de lectura fue el surgimiento del fenómeno llamado “los dos Méxicos”—regiones altamente integradas al mapamundi comercial, que se han convertido en ejemplos de progreso, inversión y competitividad, versus zonas marginadas, radicalmente distintas, con tasas de crecimiento económico crónicamente a la baja, y niveles de marginación intolerables. La sobreventa de expectativas se está dando una vez más. El “near-shoring” es una promesa creíble, pero requiere cumplir con una serie de condiciones para aprovechar la ventana de oportunidad: inversión en capital humano, inversión en infraestructura y logística de primer mundo; reglas claras y predecibles, que faciliten la atracción de los flujos de inversión; y respeto a los derechos de propiedad. No es una “varita mágica” y las nuevas inversiones no se darán por sí mismas—contrario a lo que parece ser la actitud de las actuales autoridades económicas. La lección de 1993 debería estar presente en el desarrollo de una estrategia nacional ante el “near-shoring.”

El paralelismo más sobresaliente entre 1993 y 2023 se encuentra en el plano de la deuda pública y el déficit fiscal. En 1993 inició el ciclo de aumento de tasas de interés por parte de la “Fed,” que en el año posterior generó un fuerte reacomodo de capitales globales. En la actualidad, hemos vivido un escenario de “choque” en el mundo de las tasas de interés, pasando de un régimen monetario “ultra-acomodaticio” con tasas de interés estadounidenses equivalentes a cero, a un régimen restrictivo, con tasas de referencia arriba del 5%. En 1994, primer año de la autonomía del banco central, la autoridad monetaria no ajustó las tasas de interés internas, factor que a la postre fue decisivo en el desenlace del llamado ”error de diciembre” y la dramática devaluación del tipo de cambio. En la actualidad, el banco central ha ajustado las tasas internas con fuertes incrementos, un fenómeno que incluso ha derivado en la atracción de mayores flujos de inversión concentrados en papel doméstico. Y ello, a su vez, ha jugado un papel determinante en la apreciación del tipo de cambio.

Sin embargo, las altas tasas de interés locales también han generado fuertes presiones sobre el financiamiento de la deuda pública. En 1993, la administración salinista “presumía” los logros en la reducción del déficit fiscal y el ordenamiento de la deuda pública; y en buena medida, con justa razón. Sin embargo, en la medida que se aproximaba el episodio electoral, el gobierno recurrió a fuentes de financiamiento extraordinarias, con un aumento significativo de partidas fiscales principalmente para obras públicas, mismas que no se contabilizaron en cuenta pública oficial. El concepto representaba erogaciones extrapresupuestales por vía de intermediación financiera de la banca de desarrollo, misma que produjo un gasto federal equivalente a 4.4% del producto interno bruto. Así, ya sin el maquillaje macroeconómico, el déficit fiscal del gobierno que se programó para 1994 resultó siendo alrededor del 5% del producto nacional.

El mito genial de la austeridad republicana quedó tal cual como Emperador Tropical—totalmente desenmascarado, abiertamente expansionista, en plena antesala de año electoral. 

Existe un fenómeno muy similar, si bien más honesto (léase: desintermediado), en el proyecto presupuestal para 2024. El déficit fiscal o déficit en los requerimientos financieros del sector público es justamente de alrededor del 5% del producto. El mito genial de la austeridad republicana quedó tal cual como Emperador Tropical—totalmente desenmascarado, abiertamente expansionista, en plena antesala de año electoral. Un aspecto distinto es que, en 1993-1994, las erogaciones realizadas por vía de intermediación financiera por lo menos estaban sujetas a criterios de costo-beneficio; mientras que tres décadas después, el criterio es “lo que mi dedito diga,” sin consideración alguna de que se estará destinado dinero “bueno” del contribuyente a hoyos negros con dimensiones ad infinitum, como lo son el Tren Maya (que jamás será rentable, como si ello fuese símbolo de orgullo popular bueno y sabio), o la refinería Dos Bocas (atinadamente rebautizada “Cuatro Bocas” por Jorge Suárez Vélez).

¿Cómo se pretende financiar el déficit presupuestal? Con nuevas contrataciones de deuda, a costa del erario (es más, a costa de erarios inexistentes, los tataranietos tributarios que verán vida nueva en épocas futuras, pero ya plenamente endeudados). Otro mito genial del actual gobierno es que no se ha aumentado la deuda pública. En los primeros cinco años de la 4T, el endeudamiento nuevo ascendió a 4.6 billones de pesos, pero en 2024 se contratarán 1.7 billones más. Asimismo, se reconocen por primera vez 8.3 mil millones USD expresamente para Pemex, cuya deuda tendrá 27 mil millones USD de vencimientos en 2024—adicional a la gigantesca deuda que ya tiene con proveedores. Es literalmente increíble el drama financiero que vive la paraestatal. En 2024, Pemex enfrentará el colosal reto de refinanciar vencimientos, en un escenario de tasas de interés adverso y cuando las calificaciones crediticias de la empresa son el equivalente a los junk bonds de antaño. Todavía recordamos la orgullosa declaración del flamante John Ackerman, presumiendo en 2019 que los estados financieros de Pemex durante la 4T serían ¡un modelo de salud financiera a seguir!

En 1993-1994, las autoridades financieras recurrieron a la figura de los tesobonos para mitigar la salida de capitales—instrumentos de deuda denominados en dólares. Y el gran problema después del “efecto tequila” fue, precisamente, que se “amontonaron” los vencimientos, en el peor momento. En 2023 se ha observado una situación similar: la paraestatal petrolera ha emitido bonos denominados en dólares para financiar gasto corriente (ni siquiera para inversión), con cupones pagaderos en divisa estadounidense superiores al 10% anual. La próxima administración enfrentará la brutal realidad de reconocer que la empresa, ahora empeñada en administrar un modelo de autarquía en nombre de la soberanía nacional, está en quiebra técnica.

Estos paralelismos, insistimos, van más allá de un comparativo anecdótico. Una lección capital es que no hay nada escrito en el futuro. En las palabras de Mervyn King, antes gobernador del Banco de Inglaterra, vivimos en una era de incertidumbre radical, donde calcular probabilidades sobre todos los escenarios que puedan ocurrir en el futuro equivale a un acto de mala fe. No hay nada escrito, todo puede pasar—tal como nos demostró el annus horribilis de 1994, así como otros diversos casos en las últimas tres décadas, y ciertamente tal como sucedió con un momento tan atípico como la pandemia.

Sin embargo, sí podemos (y debemos) aprender del pasado, sobre todo en el rubro de errores y omisiones. Robert Kaplan, en su magnífico The Tragic Mind, nos invita a “pensar en forma trágica”, conscientes de nuestras limitaciones, de reconocer el gran peligro de que un político pueda controlar la realidad, o imponer visiones preconcebidas de cómo se debe administrar la virtud. Los paralelismos anteriores son, meramente, simples recordatorios que todo puede pasar en el futuro, pero que debemos mantener cautela sobre lo que ha sucedido en el pasado. Vale la pena adherirse a reglas probadas de prudencia, manejo de riesgos, y humildad ante el conocimiento humano.

 

Roberto Salinas León (Ph.D. en Filosofía y Teoría Política, Universidad de Purdue) es director ejecutivo del Centro Latinoamericano de Atlas Network. Es presidente de Alamos Alliance, uno de los coloquios económicos más importantes en América Latina. Ha publicado en medios como El Economista, Forbes, Nexos, The Wall Street Journal, Investor’s Business Daily, y varios otros. Twitter: @rsalinasleon

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.
Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores y columnistas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de esta revista ni de sus editores, aunque sí refrendamos y respaldamos su derecho a expresarlas en toda su pluralidad. / Our contributors and columnists are solely responsible for the opinions expressed here, which do not necessarily reflect the point of view of this magazine or its editors. However, we do reaffirm and support their right to voice said opinions with full plurality.

 

 

 


Posted: November 24, 2023 at 10:56 pm

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *