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Francisco Hinojosa

Siempre llega el momento en la vida de todo ser humano en el que se hace una pregunta inevitable: ¿cuál es el origen del universo? A mí me llegó ese día ayer, después de ver un pésimo partido de futbol de la segunda división. ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿A dónde vamos? Fueron estas las otras preguntas que me hice dos días después de haber cumplido 61 años y a dos semanas de haber visto por primera vez

           Siempre llega el momento en la vida de todo ser humano en el que se hace una pregunta inevitable: ¿cuál es el origen del universo? A mí me llegó ese día ayer, después de ver un pésimo partido de futbol de la segunda división. ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿A dónde vamos? Fueron estas las otras preguntas que me hice dos días después de haber cumplido 61 años y a dos semanas de haber visto por primera vez 2001: Odisea del espacio.

            Decidí no ponerme a investigar sobre el asunto para no dejarme influenciar por opiniones ajenas y forjar mi propia teoría. Sé que antes de mí mentes muy lúcidas se han hecho las mismas preguntas y han llegado a respuestas, si bien no del todo comprobables, sí lo suficientemente interesantes como para exponerlas ante sus hijos un domingo en McDonald’s.

            Empecé por pensar que el universo es infinito. Luego quise definir las palabras universo e infinito, pero me desesperé y me puse a ver una serie de televisión. A los quince minutos hubo un corte de comerciales de propaganda política, ya que pronto habría que votar por gobernadores, diputados, alcaldes y esas cosas. El asunto de las próximas elecciones me interesó más que el origen del universo. Me puse a investigar sobre ello por internet. Al cabo de una hora y media quedé convencido de que yo podría ser un buen candidato a delegado.

            Hice una lista de los partidos que me podrían proponer. En realidad, por mi trayectoria los tres principales tendrían buenos argumentos para acogerme en su lista de representantes populares elegidos. Y tendrían en mí a un funcionario público sincero y más o menos coherente.

            Al día siguiente me presenté en el primer partido de mi lista. Llevé por si las dudas mi credencial del INE y un comprobante de domicilio.

            –Vengo por lo de las candidaturas –le dije al señor que me atendió en una oficinita digna de un veterinario de pericos.

            –¿En qué le puedo servir?

            –Le digo que vengo por una de las candidaturas del partido. Tengo el perfil que ustedes necesitan para ser delegado, de preferencia de la Cuauhtémoc, ya que allí vivo.

            –¿Quién me dijo que lo había recomendado?

            –No se lo dije porque nadie me recomienda.

            –¿Con que quiere ser jefe delegacional?

            –Afirmativo.

            –¿A qué se dedica?

            –Soy escritor.

            –¿Y por qué quiere dejar de escribir?

            –Yo no quiero dejar de escribir.

            –¿Cree que le sobrará tiempo si resulta elegido?

            –No lo sé, sería la primera vez que lo hago. Y creo que sería lo más justo que me impulsaran. He leído que ya hay payasos, futbolistas y actrices que van a competir en las próximas elecciones. Y según ellos seguirán payaseando, metiendo goles o autogoles y esperando que las contraten para una película. Faltan escritores. Por eso yo soy su mejor opción.

            –Si fuera electo como jefe de la delegación Cuauhtémoc, ¿qué sería lo primero que haría?

            –Compraría varias motocacas.

            –¿Motocacas?

            –Son unas motocicletas provistas de una aspiradora que recoge los excrementos que los perros van dejando en los parques.

            –¿Y qué más?

            –Detendría a todos los delincuentes. La ciudadanía necesita alguien con mano firme que le haga frente a los asaltantes y vendedores de droga.

            –¿Y usted tiene esa mano firme?

            –Mírela, no tiembla al decirle que acabaré con el crimen organizado en la demarcación.

            –¿Y qué más?

            –Habría talleres literarios gratuitos impartidos por nuestras mejores plumas.

            –¿Y eso qué es?

            –Que le enseñaremos a escribir a la gente para que así pueda tener de qué mantenerse, en vez de andar de ambulantes y franeleros. Será la única delegación de la ciudad sin cacas de perros, sin delincuentes y llena de novelistas y poetas. O sea: gente honorable. Además de todo, no necesitaría presupuesto: lo sacaría de las multas a los automovilistas que ignoran el reglamento de tránsito tan solo en avenida Nuevo León. Y me sobraría para apoyar, digamos, a otras tres delegaciones del D. F.

            –Me parece un estupendo su plan de gobierno. Faltaría un pequeño detalle para que el partido lo postule: se necesitan 40 mil firmas que lo apoyen.

            –Muy fácil: me comunico con los directores de las escuelas a las que he ido y les pido la firma de todos sus alumnos. ¿Para cuándo las quiere?

            –Firmas de adultos con credencial para votar, por supuesto.

            –Muy fácil: que los niños junten las firmas de sus padres. Y hasta de sus abuelos.

            –¿Usted cree que esto es un juego?

            –Sí. No.

            –Decídase.

            –Para el payaso es una función más. Para el futbolista, un juego fuera del banquillo. Para la actriz, la actuación en una mala película de policías y ladrones. Y para mí, una gran responsabilidad.

            –Pero uno de ellos hace tristemente reír a los niños, el otro inventó la cuauhtemiña, que para los que saben de futbol es solo comparable con la llegada del hombre a la luna, y la tercera actúa como miembro del PRI dentro y fuera de la cámara. Vaya: son populares. En cambio, un escritor es un escritor es un escritor, ¿qué más? Mire, aquí como amigos, le sugiero que mejor vaya con el Partido Verde.

            –Imposible: me gustan los animales en los circos.

            –A ellos también.

            –O sea: ¿son unos hipócritas, unos corruptos?

            –Ay, señor, corrupción es una palabra muy compleja. La gente la usa así como así sin entender su profundo significado. Se lo voy a plantear como una paradoja: sin corrupción no se puede gobernar; gracias a la corrupción no se puede gobernar. ¿Me agarra la onda?

            –Pues va a ver que conmigo sí se puede gobernar con las manos limpias.

            –No le aseguro nada, pero si quiere que lo ayude a conseguir su candidatura necesita tener un padrino.

            –¿A qué se refiere?

            –Alguien que aporte los recursos necesarios para la campaña.

            –¿Dinero? ¿Cuánto?

            –Digamos que lo mínimo es un número con siete ceros a la derecha. Hay algunos candidatos que lo han logrado con ocho. Y la verdad, todo lo que invierten lo recuperan en los primeros meses.

            –O sea: es como comprar la candidatura sin estar seguros de ganar en las urnas.

            –Afirmativo. En las elecciones, como en el póker, hay que saber jugar y también tener suerte.

            –No tengo dinero ni padrino.

            –Consígalo para dentro de tres años y quizás le demos una diputación de las pluris. En esas no se necesitan votos, solo cheques, ¿me hago entender?

            –No sabía que era tan difícil llegar a ser delegado. Lo pensaré para la próxima. Que tenga un buen día.

            –Un último consejo: no vuelva a usar la palabra corrupción hasta que no entienda el sentido profundo que encierra. Y por cierto: son dos mil pesos por la consulta.

HinojosaFrancisco Hinojosa es poeta, narrador y editor. Es autor y antologador de más de cincuenta libros y columnista en Literal. Su twitter es @panchohinojosah


Posted: March 30, 2015 at 7:41 am

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