María Corina Machado explicada
Gisela Kozak
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Cómo es posible que una persona aliada de los Estados Unidos de Donald Trump gane el Premio Nobel de La Paz, una mujer que para colmo se ha reunido con VOX en España, es respaldada por Javier Milei y considera a Netanyahu un interlocutor válido. También se asegura que ha pedido que Estados Unidos invada a Venezuela y acabe con el país a bombazos (versión del gobierno de Nicolás Maduro que no suele someterse a revisión)…
Cómo es posible que una persona aliada de los Estados Unidos de Donald Trump gane el Premio Nobel de La Paz, una mujer que para colmo se ha reunido con VOX en España, es respaldada por Javier Milei y considera a Netanyahu un interlocutor válido. También se asegura que ha pedido que Estados Unidos invada a Venezuela y acabe con el país a bombazos (versión del gobierno de Nicolás Maduro que no suele someterse a revisión). Por qué venezolanos de distintos signos políticos, incluso ex chavistas, celebran el premio obtenido por María Corina Machado: ¿acaso estamos sumidos en la locura? ¿O será que el movimiento liderado por Machado nos da la oportunidad a los venezolanos de distintos signos políticos de votar por ella o también por otros candidatos si no convence la propuesta de la lideresa liberal, como bien indicó una colega venezolana, Magdalena López, en las redes sociales? Lo que queremos como venezolanos es poder votar, expresarnos en libertad y reconstruir nuestro devastado país.
Ha habido multitud de noticias en plataformas de contenido y ni hablar de los comentarios en redes sociales. Visto desde una perspectiva ideológica de izquierda antigringa sobran las razones para rechazar el premio a Machado: el amigo de mi enemigo es mi enemigo y, además, hay gente que piensa que Venezuela, Nicaragua, Cuba, Rusia, China e Irán son opciones de gobierno muy aceptables y de carácter antiimperialista. Otros no piensan así y reconocen que Venezuela es una dictadura y quieren que salga de su drama por un acuerdo interno, pero me temo que este camino está cerrado después de innumerables diálogos gobierno-oposición. La razón es muy simple: así como la ONU, Amnistía Internacional y Human Right Watch han documentado los crímenes de lesa humanidad respecto a Gaza, lo han hecho respecto a la dictadura de Maduro en Venezuela, información pública y notoria con una simple búsqueda digital con o sin IA. Es decir, Maduro y la nomenclatura se aferran al poder y no piensan soltarlo de ningún modo. A diferencia de la Sudáfrica de Nelson Mandela, en Venezuela no existe un Frederik de Klerk, presidente del gobierno segregacionista de ese país que facilitó el fin del sistema que lo puso frente al gobierno, el despreciable “apartheid”. Ambos ganaron el Premio Nobel de la Paz por este logro. No hay que poseer una trayectoria ejemplar sino haber logrado el cierre pacífico de un grave conflicto.
Existe la posibilidad de diálogo sobre el tema entre personas que aceptan valores comunes, pese a ser adversarios ideológicos, como el pluralismo político, la alternabilidad en el poder y la lucha pacífica, aunque nos disgusten Trump o Netanyahu o Hamas o Putin. Incluso, hay otra opción: aquellos que como el intelectual italiano Enzo Traverso en su libro Gaza ante la historia, aceptan que Hamas no tiene nada que ver con la izquierda pero que ha dado la cara por su pueblo (ejerciendo una extrema violencia como bien se sabe); en este caso, cabe la opción de aceptar que María Corina Machado no ha disparado un solo tiro y que su lucha por la democracia ha sido pacífica. Por esta razón es que se le premia. Fidel Castro fue un dictador y —a diferencia de Donald Trump, que saldrá de la presidencia en fecha ya estimada— solo la muerte lo alejó del poder; no obstante, apoyó la causa de Nelson Mandela, como también lo hizo el expresidente estadounidense Bill Clinton. Dos países históricamente enemigos pueden coincidir de vez en cuando.
Para explicarme mejor tocaré los aspectos políticos, económicos y geopolíticos que explican la unanimidad de la oposición venezolana respecto al Premio Nobel de La Paz 2025, así se tengan importantes diferencias ideológicas con la ganadora.
María Corina Machado construyó desde las bases mismas de la sociedad, recorriendo ciudad por ciudad y pueblo por pueblo, un movimiento popular que prendió entre los sectores más desfavorecidos del país. Lo hizo en el contexto de un gobierno que intentaba lavarse la cara con elecciones que no reconoce si le son adversas, como ocurrió con el parlamento mayoritariamente opositor del 2015 al que dejó privado de atribuciones para ejercer su función. Machado y la oposición organizada de los más diversos signos ideológicos tuvieron que soportar la suspensión de la personalidad jurídica de sus partidos y el robo de sus símbolos para entregarlos a políticos colaboracionistas. Es como si el gobierno de Milei prohibiera la existencia legal del peronismo y le entregara sus símbolos y el nombre del partido a un sector marginal de militantes que quieren congraciarse con el libertario, o como si le quitara todas las atribuciones al gobierno de Axel Kicillof en Buenos Aires.
El poder absoluto ciega y la nomenclatura madurista le aseguró a Maduro que las primarias opositoras del año 2023 no tendrían éxito, pero resulta que las ganó Machado, tal como lo reconocieron sus adversarios también opositores aspirantes a la candidatura presidencial. Desde luego, la dictadura la inhabilitó para ser candidata y hubo que sustituirla por un desconocido, el diplomático Edgardo González Urrutia. De nuevo, el entorno del dictador le aseguró que aquello no iría a ninguna parte porque María Corina Machado no podía traspasar su respaldo popular a nadie.
Lo logró.
Finalmente, el gobierno se robó una elecciones en julio del año pasado y no ha mostrado las actas electorales que prueban su victoria ni ha publicado las cifras oficiales en la página web del Consejo Nacional Electoral, organismo que cuando Chávez ganaba las elecciones sí que lo hacía.
No es la primera dictadura de izquierda que cuenta con la complicidad de gobiernos, líderes e intelectuales que presumen de su superioridad moral frente a las derecha cuando han apoyado regímenes terribles como el soviético, el chino y el cubano.
No es la primera dictadura de izquierda que cuenta con la complicidad de gobiernos, líderes e intelectuales que presumen de su superioridad moral frente a las derecha cuando han apoyado regímenes terribles como el soviético, el chino y el cubano. De nuevo se vuelven a equivocar y nos han dejado solos a los venezolanos. La geopolítica mundial es clarísima: China, Rusia, Irán y la India son aliados, en particular los tres primeros, del madurismo. No queda más que pedir apoyo a Europa occidental y a Estados Unidos —cuyo presidente es Donald Trump y su actual supremacía indica la debacle democrática que vive el mundo. No hay de otra: hay que aliarse con Estados Unidos porque aunque Trump no nos gusta a todos los opositores, menos nos gustan Nicolás Maduro, Putin y Xi Jinping. Puede que Machado se exceda en cumplidos hacia el mandatario estadounidense, pero no está de más recordar que Trump quería el Nobel de la Paz para él. Trump tiene al mundo tragando grueso, comenzando con políticos superduros al estilo de Benjamin Netanyahu, al que obligó a disculparse públicamente con Qatar por haberle lanzado un bombardeo. Trump ha arrastrado a México por el suelo en muy diversos foros, pero aparte de que el expresidente AMLO sentía cierta peculiar simpatía por él, la actual presidenta lo torea: ellas sabe que Trump pasará, mientras que la amplia gama de intereses comunes entre ambos países sigue y seguirá en pie. Además, la presidenta Sheinbaum acaba de declarar que no asiste a la Cumbre de las Américas porque las tres perlas del Caribe —Cuba, Nicaragua y Venezuela— no asistirán. Al menos el presidente chileno Gabriel Boric reconoce la índole de la dictadura de mi país, pero la mexicana solo demuestra que el problema no son las dictaduras siempre y cuando sean antigringas.
Venezuela está en la ruina, en una situación comparable a la de los países más pobres de la región porque la revolución reventó la gallina de los huevos de oro, la industria petrolera, y no precisamente por motivos ecológicos sino por gravísimas fallas de gestión, lo cual es aplicable a los servicios públicos y la infraestructura nacional. No tiene nada que ver con las sanciones petroleras del 2019: la ruina comenzó mucho antes, con una hiperinflación salvaje, desabastecimiento y una debacle del aparato productivo del país. La economía criminal, el petróleo que se sigue vendiendo a otros países distintos a Estados Unidos que pagaba en dinero contante y sonante, la devastación del Arco Minero del Orinoco —una de las regiones naturales más espectaculares y delicadas del planeta— para obtener minerales, por no hablar de las tasas brutales impuestas a los venezolanos en el exterior para disponer de sus documentos legales, conforman la economía anémica de un país que fue una potencia petrolera.
Hay un grupo de políticos sin respaldo que mágicamente fueron habilitados por la dictadura para participar en su último simulacro electoral, quienes se arrodillan frente al gobierno en nombre de un espíritu conciliador que no es más que cobardía y envidia. Venezuela detesta a la dictadura que la desangró, lo demás son cuentos de camino de analistas cómodamente asentados en el primer mundo que ni siquiera vale la pena mencionar.
Recuerden: la izquierda democrática no ha querido sentarse con la oposición venezolana, nos han dejado a un lado. Mi gente y mi vida me importan mucho más que la aprobación de personas que no han sufrido jamás lo que hemos sufrido los venezolanos, así que esta feminista y activista LGBTQ sí celebra el Premio Nobel a María Corina Machado.
Gisela Kozak es escritora, editora y docente venezolana. Reside actualmente en México y su último libro es El deseo es un piano invisible (cuentos, 2025).
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Posted: October 19, 2025 at 8:33 pm








Insufrible texto
Excelente artículo. Creo que es un intento objetivo y lúcido de explicar la realidad venezolana, así como la postura de muchos venezolanos que, sin apoyar a Trump y aun conscientes de sus violaciones a los derechos humanos y sus ideas y acciones anti democráticas, aplaudimos la elección de Machado como ganadora del premio Nobel de la Paz.
apoyan solo de medio lado a Trump, la invasión, con todos los aliados mundiales de extrema derecha, Vox, Milei, la puta que los parió. Eso es como aquello de “solo la puntita”