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¿Y si ganan los malos?
COLUMN/COLUMNA

¿Y si ganan los malos?

Andrés Ortiz Moyano

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Ahora que las pelis de superhéroes inundan los cines y las plataformas de streaming hasta provocar disnea, no les extrañará la imagen de los típicos supervillanos compinchados. Ya saben, un puñado de malos malísimos que, hartos de recibir siempre estopa por parte de los buenos, se conchaban para tumbar al superhéroe de turno en bases ultra secretas. Normalmente no suelen terminar bien porque, a última hora, los malos tienen sus propios objetivos y los héroes los vencen pertinaz y épicamente en un bucle sin fin pues, ¡qué demonios!, hay que hacer más pelis a mayor gloria de los dividendos del ratón Mickey.

Sirva esta infantiloide introducción para ilustrar que las relaciones internacionales suelen ser, a pesar del empeño de los analistas geopolíticos fungiformes, bastante diáfanas. Y en este sentido, la imagen del aquelarre de los malos no está muy desencaminada.

De hecho, llevamos varios lustros asistiendo a un cambio de modelo internacional que puede resumirse en varios puntos: la decadencia del imperio estadounidense, la deriva democrática de América del sur, la pérdida total de interés en Oriente Medio, el complejo permanente de Europa, la compra de África por parte de China, y el calentamiento político y militar del Indo-Pacífico. En este incierto escenario existen varios países a los que Occidente considera parias internacionales por sus desafectos con los derechos humanos y otros molestos escollos morales para los herederos de Atenas, entre los que, espero, nos encontremos usted y yo.

A la cabeza, por supuesto, y desde la invasión de Ucrania más, está Rusia. Pero también Irán, Venezuela, Cuba, Corea del Norte, Nicaragua, Siria… Estados autoritarios que suponen, ciertamente, un riesgo para la convivencia entre los seres humanos. Una liga de la injusticia internacional en toda regla. Aceptamos que son los villanos, faltaría más, pero, ¿y si por una vez estos villanos ganan a los buenos?

En marzo, Vladimir Putin jaleó sin tapujos la “formación de un orden mundial multipolar más equitativo”. En otras palabras, la intención de Moscú de estrechar lazos con países no occidentales, concretamente “desarrollando una cooperación plena y de confianza” con Irán y otros estados objeto de las famosas sanciones occidentales.

De la necesidad, virtud, aunque ésta sea oscura. Ambos países trabajan desde hace años y han fortalecido su cooperación en diversos frentes. Reanudaron las ventas de armas rusas a Irán y desde 2001 tienen un acuerdo de cooperación. Si bien Rusia ha mantenido una posición dominante como un actor militar y económico superior, así como exportador clave de petróleo y gas, su lucha por conseguir la victoria en Ucrania ha llevado a un reequilibrio en la alianza: Moscú se ha visto obligado a necesitar más apoyo de Irán. La relación también se ha extendido a la esfera económica, pues han establecido vínculos directos entre sus sistemas bancarios y han firmado un programa para exportar gas natural licuado.

Para contrarrestar los efectos de las sanciones, se han esforzado por construir sus propias redes internacionales de solidaridad. Trabajaron, conjunta o paralelamente, sobre dos ejes: un mayor interés en Oriente y aprovechar el descontento de otros países con el actual orden internacional.

China, cómo no, se ha confirmado como un importante socio para ambos países. Ha optado por dejar que Rusia e Irán libren sus propias guerras locales, en Siria y en Ucrania, sin implicarse directamente ni intervenir, pero tampoco es que sea del todo neutral. Pekín ha sido el principal beneficiario del petróleo y el gas con descuento que Irán y Rusia no pueden exportar a otros lugares debido a las sanciones internacionales. El reciente patrocinio chino del acercamiento entre Irán y Arabia Saudí y la visita de Xi Jinping a Moscú son también claros signos del creciente perfil de China como “principal potencia euroasiática”. Los regímenes iraní y ruso, por tanto, dependerán cada vez más de China para su supervivencia.

Además de su estrecha relación con China, Rusia e Irán también han conseguido mantener relaciones tanto con Pakistán como con India, de la que es su principal proveedor de petróleo y de armas. Por su parte, el comercio de Irán con ambos progresa adecuadamente, mientras que Teherán comparte intereses con Nueva Delhi en Afganistán.

Por otra parte, Rusia e Irán también intentan explotar los agravios contra el actual orden internacional en los países de renta baja o media de América, África y Asia. Han desarrollado estrechos vínculos con países como Venezuela, Nicaragua y Cuba.

En África, se afanan por desarrollar su influencia con tres objetivos principales. En primer lugar, desean mantener estrechas relaciones económicas y políticas con potencias regionales como Nigeria, que ha firmado acuerdos de cooperación militar con los dos, además de con Argelia y Sudáfrica. En segundo, buscan consolidar sus relaciones con países ricos en recursos, como Angola, Mozambique y Guinea Ecuatorial, antiguos socios de la URSS y todavía importantes clientes de las armas rusas. Por último, tienen como objetivo aprovechar la presencia de regímenes en descomposición en los que pueden presentarse como clavos ardiendo, como ha hecho Rusia en Sudán en 2017, en la República Centroafricana en 2020 y en Mali en 2021, mediante el grupo Wagner.

Irán también ha buscado oportunidades en Somalia y Eritrea, ganando puntos de apoyo y concesiones económicas a cambio de garantías de seguridad.

En resumen, los malos se mueven… y con decisión. Así pues, en este sentido, ¿qué pueden hacer las democracias occidentales para evitar el triunfo de los parias?

Por un lado, no hay que olvidar que a pesar de la decadencia occidentqal, EEUU y sus aliados siguen siendo, con varios cuerpos de ventaja, los principales jueces de la arena internacional. Esa posición es más ventajosa a la hora de replantearse algunas acciones.

Pero, ¿cómo tumbar una dictadura más allá de sanciones que contrarrestan con otros mercados y una respuesta fácil en la retórica de los sancionados? La clave, quizás y como siempre, radica en fomentar un cambio a través de la sociedad civil merced a una estrategia soft que, para empezar, separe a los gobiernos autocráticos de su población y empresas. Es más lento y sin garantías, sí, pero los cambios suelen ser más profundos y, sobre todo, irreversibles. Lo que los analistas llaman “paciencia estratégica”.

Para empezar, Occidente debería centrar el tiro en los grandes “swing states”: países que valoran las normas liberal-democráticas al tiempo que simpatizan con el descontento de países como Rusia o Irán con el actual orden internacional. Este club incluye a ocho de los países del G20: Argentina, Brasil, Arabia Saudí, Sudáfrica, India, Indonesia, México y Turquía. Se trata de grandes economías y potencias emergentes sobre las que Moscú, Pekín y Teherán intentan influir.

Por otra parte, en el ámbito de la seguridad, los países occidentales deben plantear una disuasión nuclear sólida, incluyendo el despliegue continuado de portaaviones y el despliegue de aviones de doble capacidad frente a la amenaza de los parias. Por otra parte, seguir caminando en la independencia tecnológica y desarrollar capacidades altamente letales como las armas hipersónicas y de energía dirigida, o los vehículos no tripulados. Por último, supondría reforzar la resistencia frente a las amenazas cibernéticas e híbridas y luchar contra la desinformación o la desestabilización.

La democracia, de facto y como concepto, desde luego que no vive su mejor momento. De ahí que la amenaza de perder el partido sea cada vez más tangible. Actualmente, por errores propios y desafectos de las mismas sociedades demócraticas, apenas pasa por un mero perfil helénico de virtud; pero debe ser mucho más que eso. Debe actuar para defenderse en un mundo hostil gobernado por cada vez más supervillanos.

 

-Foto de Jon Tyson en Unsplash

 

Andrés Ortiz Moyano, periodista y escritor. Autor de Los falsos profetasClaves de la propaganda yihadista; #YIHAD. Cómo el Estado Islámico ha conquistado internet y los medios de comunicación; Yo, Shepard y Adalides del Este: Creación. Twitter: @andresortmoy

 

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Posted: September 3, 2023 at 10:10 pm

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