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Contigo o sintigo
COLUMN/COLUMNA

Contigo o sintigo

Francisco Hinojosa

 Hace poco más de veinticinco años me encontré con José Emilio Pacheco en una feria del libro en Lima. Lo vi a lo lejos en el lobby del hotel porque no había tenido tiempo de cortarse el pelo antes de viajar. La agregada cultural le consiguió un peluquero a domicilio. Poco más tarde ya me acerqué a él y luego de un breve saludo me dijo a bocajarro: “Pero no vamos a hablar de política, ¿verdad?” Por supuesto que a mí lo que más me interesaba era conversar sobre tantas cosas en las que él era un erudito que admiraba mucho y lo que menos se me antojaba era meterme a hablar sobre políticos, elecciones, adversidades y todo el cochinero que suele acompañar las campañas, la compra de votos y las descalificaciones racionales o irracionales. Además, José Emilio, las pocas veces que tuve el privilegio de hablar extensamente con él, era un gran conversador.

…podemos manifestar nuestro parecer con pleno derecho a través de la asistencia a marchas y, sobre todo, de nuestro voto. Es lo mejor que tenemos: la democracia.

Poco más tarde, o quizás el día siguiente, me explicó acerca de su petición de que no habláramos de política. Me dijo que en su generación y en su juventud solía haber diferencias de opinión al respecto, pero que se podían conversar sin mayores sobresaltos. Mucho menos con insultos y “¡córtalas!”. Conversaciones respetuosas de la opinión ajena.

En ese entonces competían por la presidencia varios priístas. Sin embargo las encuestas valoraban más al panista Vicente Fox como el candidato que mayor simpatía tenía entre los ciudadanos. El dedazo –con todas sus variantes de compra de votos, urnas embarazadas, corporativismo, fraude y un etcétera que los mexicanos bien conocemos– había sido cancelado por el presidente en turno, Ernesto Zedillo. No fue nada fácil para la ciudadanía ilustrada confrontarse: una continuidad versus un cambio, un empresario sin experiencia contra varios políticos de la vieja guardia.

Regreso al tema: José Emilio no quería enemistarse ni conmigo ni con nadie por algo que podría ser hablado sin que hubiera un pleito en el que los amigos se dejaran de hablar, se insultaran o rompieran lo que muchos años los había unido. Y en efecto tuve la oportunidad de platicar sobre muchas cosas que ya no recuerdo. Un poeta local cuyo nombre también he olvidado nos invitó a comer ceviche, platillo que se come en Perú mejor que en cualquier otra parte del mundo. Nos llevó a una serie de restaurantes con vista al mar. Preguntó en dos de ellos si lo preparaban con corvina. Hasta el tercero consiguió uno que sí lo tenía. Nos sentamos todos, yo creo que unos seis, de frente al océano. Si alguien nos hubiera tomado una foto de frente bien podría haber circulado como el retrato de una última cena con escritores. Por fortuna me senté a su lado, continuamos con la charla y por supuesto no hablamos de política.

Hoy estamos reviviendo un escenario parecido al que se vivió en ese año 2000, especialmente entre la clase media ilustrada: se pueden romper amistades de mucho tiempo si se tocan temas políticos: partidos, personajes, propuestas, candidatos para las todavía lejanas elecciones, corcholatas, chapulines, grilla, etcétera.

Hoy estamos reviviendo un escenario parecido al que se vivió en ese año 2000, especialmente entre la clase media ilustrada: se pueden romper amistades de mucho tiempo si se tocan temas políticos: partidos, personajes, propuestas, candidatos para las todavía lejanas elecciones, corcholatas, chapulines, grilla, etcétera. Muchos sabemos que es mejor hablar del clima, de alguna serie de Netflix o de libros, a menos de que quienes conversan sepan con antelación que comparten afinidades en dichos asuntos. Y por supuesto es un hecho que no solamente tiene que ver con nuestro país: es algo que está en la esencia del ser humano.

Salvo excepciones, que no son pocas, pueden convivir en un estadio hinchas de equipos históricamente adversarios sin que haya reclamos mutuos. Recuerdo que alguna vez, estando en un bar de Barcelona, vimos en los televisores una final de no recuedo qué torneo entre el Barça y algún equipo inglés. Cuando este último anotó un primer gol, dos comensales pegaron un grito de alegría, que callaron de inmediato al notar el silencio que se hacía en el local. Nadie se metió con ellos ni les reclamó su entusiasmo. Se puede convivir en paz a pesar de nuestras diferencias.

Finalmente podemos manifestar nuestro parecer con pleno derecho a través de la asistencia a marchas y, sobre todo, de nuestro voto. Es lo mejor que tenemos: la democracia, que por supuesto también significa no estar necesariamente de acuerdo con nuestros familiares, vecinos y amigos.

 

Francisco Hinojosa es poeta, narrador y editor. Es autor y antologador de más de cincuenta libros y columnista de Literal. Su twitter es @panchohinojosah

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Posted: February 22, 2023 at 9:50 pm

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