Extraños territorios
Angelina Muñiz-Huberman
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Estamos inmersos en extraños territorios. Todo lo que hacemos es extraño y, peor aún, no nos damos cuenta. Creemos en las rutinas y en los horarios. De niños vamos al colegio y estamos rodeados de otros niños y de maestros. Nos imponen actividades y las aceptamos. Nos quitan la libertad y quedamos enmarcados. Lo que queda fuera del marco es prohibido. Es amenazante, crea miedo, es el no indiscutible. Lo extraño está encasillado. Mejor no retarlo.
Como es extraño se desconoce. Se exagera. Se vilipendia. Nadie osa enfrentarlo. Y si se atreve peor para él.
La verdad es que cada acto que efectuamos es extraño.
Nos acostumbramos.
Por ejemplo, a trabajar. ¿Para qué tenemos que trabajar? Con lo inmejorable que sería pasarnos el día tumbados bajo un árbol.
Nada más estirar la mano.
Tomar la fruta.
Y saborearla.
Pero.
Salimos del Paraíso.
Y he aquí los territorios extraños.
Nada es conocido.
Todo sorprende.
Entonces surge el entendimiento, el aprendizaje, la educación y las cosas se echan a perder. El mundo es inmenso. Hay que caminarlo, navegarlo, volarlo. Subir a la montaña para ver el panorama y elegir el mejor camino. Evitar las cuevas, el otro lado, el fondo del mar.
Lo extraño perdura.
Lo extraño nos habita.
A veces nos ataca con furor. Microbios y virus nos esperan a la vuelta de la esquina. Algunos son conocidos y periódicamente nos visitan. Otros aparecen de la nada para instalarse sin permiso. Sin tarjeta de presentación nos asedian y quisieran mostrar su poderío para acabar con nosotros.
Pensar en la magnitud de lo invisible, lo inaudible, lo insípido, lo intocable, lo inodoro que están ahí y no lo percibimos ni lo entendemos.
Pasando a dimensiones cósmicas nos encontramos con el caso de los neutrinos. Según el Diccionario de la Lengua Española son partículas eléctricamente neutras del grupo de los fermiones cuya masa es inapreciable. Por eso, han sido llamados “partículas fantasma”. Tienen la capacidad de atravesar la materia sin alterarla. Para ellos no somos territorio extraño. Según información digital: “Sesenta y seis mil millones de neutrinos atraviesan cada segundo cada centímetro cuadrado de piel de cada persona de la Tierra. Entran en el cuerpo humano y vuelven a salir sin chocar con nada”. De nuevo, para ellos no hay territorio extraño. Tienen libertad de movimiento. O tal vez no. Dependen de los astros y de las leyes del universo.
Lo que pasa con los seres humanos es que siempre están imaginando.
El reino de la imaginación es interminable:
entra y sale
como los neutrinos.
En realidad somos una copia
de lo que ya existe.
Basta comparar
una radiografía del cerebro
con una imagen astronómica
y el universo se pone en movimiento.
Astros y planetas son otros extraños -no diré territorios- lugares. Con sólo ver el cielo con sus puntos luminosos, y el sol y la luna, no hay más qué decir. Los astronautas lo saben. ¿Qué nos cuentan de sus viajes? Historias que van conformando la astronomía. La ciencia explicando. El gerundio triunfando.
El imparable universo.
El tiempo trastocado.
Lo que vemos ya no existe.
En su libro Astronomía, ¿para qué? Julieta Fierro nos dice:
“El universo es todo lo que existe: el espacio, el tiempo, la materia y la energía; y está en continua evolución. Se encuentra en un estado de expansión acelerada, cada vez es mayor la distancia entre los cúmulos de galaxias que integran la telaraña cósmica”.
Es decir, un universo no sólo extraño sino sujeto a cambios, en crecimiento, en desarrollo. Y nosotros en medio.
Nos unimos a Sócrates sabiendo que nada sabemos.
Por ejemplo, nuestro cuerpo tan cercano y tan lleno de misterios. Los órganos internos se nos escapan. ¿Cómo explicar cada uno y cómo huyen? Ni aún con la lección de anatomía, ¿verdad Rembrandt?
Soñar. Otro universo incomprensible, a pesar de Freud. Ver con los ojos cerrados. Inventar historias increíbles. Olvidar.
La oruga sobre la hoja,
el rocío sobre la hoja,
el viento sin más.
El tiempo pasa y he aquí la vejez, el más extraño de los territorios. Todo se desbarata. Peor aún que la adolescencia, pero también equiparable. Nada recomendable. El cuerpo cambia sus funciones por otras, el muro estrellado.
No se sabe qué hacer.
Visión tardía.
Sonidos rotos.
Sabores equivocados.
¿Dónde está el perfume?
Tacto perdido.
No hay paisajes.
El mundo de cabeza.
En la mano
extraños territorios
que esparcimos
a nuestro alrededor
como siembra el campesino
la semilla del esperar.
Foto de Felix Mittermeier en Unsplash
Angelina Muñiz Huberman es autora de más de 50 libros. Ha ganado el Premio Xavier Villaurrutia , el Premio Sor Juana Inés de la Cruz el Premio José Fuentes Mares, Magda Donato, Woman of Valor Award, Manuel Levinsky, Universidad Nacional de México, Protagonista de la Literatura Mexicana, Orden de Isabel la Católica, Premio Nacional de Lingüística y Literatura 2018, entre otros. Recibió el doctorado Honoris Causa por la Universidad Autónoma de México y es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
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Posted: July 15, 2025 at 9:47 pm







