Flashback
La escritura en claro: Sergio González Rodríguez

La escritura en claro: Sergio González Rodríguez

Anadeli Bencomo

Aún estoy consternada por la reciente muerte de Sergio González Rodríguez quien fuera sin duda alguna el más fiel cronista de las pesadillas del México contemporáneo, desde su texto clásico sobre los feminicidios en Ciudad Juárez, Huesos en el desierto, hasta su recuento de la masacre de los estudiantes de Ayotzinapa en Los 43 de Iguala. Era un investigador incansable, que iba más allá de la labor del periodista reportero pues él mismo alegaba que los datos y los hechos aunque apuntaban a una cierta verdad, no eran suficientes para comprenderla. Y ésta era precisamente la premisa que guiaba su escritura: la de desenmascarar la opacidad de los informes oficiales o la aparente transparencia de las cifras que cuantifican las tragedias.

A la palabra tergiversadora y encubridora de la industria mediática, de la política, de las fuerzas del orden, Sergio González Rodríguez oponía la claridad de la escritura. Lo expresaba de manera contundente en Los 43 de Iguala: “La escritura posee, entre otros cometidos, el de sondear la persistencia de lo perverso, que quiere ser invisible.”(12) Heredero de la tradición de la crónica crítica y cívica, se diferencia de la personalidad estilística y pública de los inevitables Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska. Con respecto al primero, se distingue al no recargar su prosa con los malabarismos expresivos que distinguieron a la prosa de Monsiváis, siempre atento a defender el estatuto literario de la crónica. Frente a Poniatowska, Sergio González Rodríguez se posiciona en un lugar menos extremo a la hora de enjuiciar a los hechos y a sus protagonistas. Poniatowska siempre ha tomado partido por los débiles, los pobres, los movimientos de la izquierda mexicana, mientras González Rodríguez es más cauto a la hora de levantar sus actas de víctimas y culpables. Si en Huesos en el desierto el autor había denunciado sin medias tintas a los aparatos judiciales y a los intereses de ciertos sectores poderosos que jugaban un rol  importante en el enmascaramiento de los feminicidios de Ciudad Juárez, en El hombre sin cabeza, en Campo de guerra y en Los 43 de Iguala las responsabilidades no se asignan de manera definitoria a uno o dos bandos involucrados en el problema de la violencia en México.

Es precisamente en esta manera de aproximarse a los hechos que Sergio González se diferenció no sólo de sus precursores en la tarea de denunciar los desafueros nacionales, sino también de los periodistas más jóvenes que actualmente toman el pulso a los escenarios devastados por el narcotráfico, la violencia criminal, la corrupción oficial e informal. Los 43 de Iguala es deudor, sin duda alguna, del trabajo de periodistas como Marcela Turati, Anabel Hernández o John Gibler. No obstante, es claro que la obra de Sergio González Rodríguez trasciende los marcos de la labor periodística para inscribirse dentro del campo de la reflexión ensayística, a través de una argumentación y una escritura que lo distinguieron de sus pares. En este último libro el apartado de notas ocupa casi un 20% de las páginas del volumen, lo que indica la gran cantidad de fuentes consultadas para este estudio. No había en la reflexión de González Rodríguez mayor espacio o gusto para la improvisación; todo lo contrario. Sus ensayos/crónicas publicadas por más de dos décadas por Anagrama nos ayudaron a considerar una nueva óptica para encararnos a los viejos problemas de la corrupción y el abuso de poder que permean buena parte de las instituciones en México.

El giro trascendental que le imprime González Rodríguez a su obra a partir de El hombre sin cabeza consiste en estudiar y entender los brotes de la violencia en México como signos de una barbarie mayor, relacionada a la cultura de la era global y del capitalismo tardío. México forma parte de este mundo interconectado por redes, técnicamente sofisticado pero que paradójicamente ha dado lugar al resurgimiento de pulsiones mórbidas, atávicas o primitivas, que propalan en las sociedades actuales miedos, represiones y otros temores colectivos. En este sentido, me parece muy acertada la imagen que usa reiteradamente González Rodríguez para representar estas fuerzas violentas y oscuras que azotan a las sociedades hoy en día. En El hombre sin cabeza, por ejemplo, recurre a la imagen de La Boca del Diablo (pozo Meléndez) como metáfora de ese submundo que amenaza con devorar el futuro de un México asediado por las pesadillas siniestras del narcotráfico, la pobreza extrema, la corrupción oficial, el culto a la Santa Muerte, y tantos otros repertorios de la debacle propia de una aterradora geopolítica global. En Los 43 de Iguala se refiere a las minas de plata cerca de Taxco, a esas grietas que figuran como entradas o salidas de ese infierno que conforman las circunstancias de las desapariciones y la impunidad que las rodea. A los estudiantes de Ayotzinapa parece que se los hubiera tragado la tierra, no se recuperan jamás sus cuerpos, calcinados según las averiguaciones del caso. Este suceso acontecido en Guerrero constituye así otro ejemplo de esta suerte de agujeros negros o bocaminas donde se arrojan de manera real y simbólica los restos de las víctimas a quienes no se desea desenterrar.

Quisiera también señalar la manera particular que tiene González Rodríguez de organizar sus ensayos y que es identificable ya en sus primeras obras. En El Centauro en el paisaje (1992) se reconoce la influencia de un libro como Mitologías de Roland Barthes en la manera en que el texto de González Rodríguez presenta sus breves textos sobre una variedad dilatada de temas, desde la pieza sobre espías famosos del siglo XX hasta el recuento de las 4 fotos más freak en México. El catálogo recuerda en esa suerte de intermitencia azarosa de temas, los modos de la navegación electrónica popularizados en las últimas décadas por buscadores como Google y Wikipedia. Lo importante es recordar que este libro, finalista del concurso de ensayos en Anagrama, es antediluviano, si lo pensamos en términos de la ubicuidad naturalizada por el Internet. Me gusta pensarlo y recordarlo así, como un autor adelantado a su tiempo e incluso como una suerte de Noé del México de finales del XX y principios del XXI.   

La obra de Sergio González Rodríguez, efectivamente, tiene como misión salvar el recuerdo de estos tiempos tumultuosos para el lector futuro. Sus libros levantan las actas donde constarán las coordenadas de este México abatido por fuerzas disolutivas que incitan feminicidios, homicidios masivos, decapitaciones, juvenicidios como el perpetrado en Guerrero en el 2014. Este incansable ensayista era capaz de sumergirse en las honduras de lo macabro y lo perverso para hurgar seriamente en las pruebas, para escuchar a los testigos, para interrogar a dolientes y familiares. Esta insistencia en indagar en los bajos fondos, en los escándalos, en las crisis nacionales, en las regiones escabrosas, es aún más admirable en la medida en que entendemos al leer sus libros, que Sergio González Rodríguez no era inmune al dolor, a la desazón, a la depresión e incluso al horror convocado por estos escenarios abordados por él. Si sus argumentos y su razón se fortalecían en cada entrega ensayística, su mirada iba tornándose inevitablemente más triste. Al Sergio González Rodríguez que conocí a mediados de los noventa en la ciudad de México le sobraba coraje e indignación: estaba entonces metido en sus investigaciones sobre las muertas de Juárez. Lo seguí viendo y lo seguí leyendo. Mientras sentía que sus libros eran cada vez más suyos y más contundentes, sus ojos iban perdiendo ese brillo de boxeador que me impresionó tanto al conocerlo. Sin embargo, Sergio González Rodríguez siguió tirando sus ganchos hasta final de la pelea con la eficacia de un campeón de peso pesado.

AnadeliAnadeli Bencomo es autora de los libros Entre héroes, fantasmas y apocalípticos. Testigos y paisajes en la crónica mexicana (Colección Voces del Fuego) y Voces y voceros de la megalópolis: la crónica periodístico-literaria en México (Editorial Iberoamericana/Vervuert, 2002), entre otros. Es colaboradora de Literal.

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Posted: April 11, 2017 at 10:04 pm

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