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La farsa para inflar el ego de López Obrador
COLUMN/COLUMNA

La farsa para inflar el ego de López Obrador

Sergio Negrete Cárdenas

AMLO esperaba cuando iniciaba su gobierno que para 2021 ya tendría una impresionante cosecha de éxitos. Transcurridos tres años, imaginaba que arrasaría en la elección intermedia, permitiéndole modificar la Constitución a su gusto. 

A los autoritarios les encanta disfrazarse de demócratas. Lo suyo no es una elección competida y limpia, algo que detestan, sino la voz del “pueblo” al que claman representar e interpretar. Lo que promueven son las encuestas amañadas, consultas a modo o referéndums tramposos que les permiten justificar sus acciones, sobre todo si se trata de reafirmarse en el poder. Son los instrumentos por muchos dictadores para pretender que no lo son.

 

El gobierno del mesiánico

Llega, por fin, la consulta estelar, aquella que eclipsará todas las realizadas por AMLO desde que fue Presidente Electo y durante su gobierno. La más trascendente fue, y seguirá siendo, la consulta del aeropuerto realizada en octubre 2018, pocas semanas antes de tomar posesión. Fue una farsa para justificar lo que de todas formas quería hacer, y de paso desmantelando la obra de infraestructura más importante del sexenio que estaba por concluir. Fue un costoso y destructivo capricho.

Porque se trata del ego de un mesiánico, de una persona que requiere constantemente sentirse el centro de atención, que manda, al tiempo que reafirma que el pueblo lo adora. No es que Andrés Manuel López Obrador no quiera o no le guste gobernar, es que su entendimiento del ejercicio del poder está cimentado en sentirse poseedor de un extraordinario intelecto y convencido de la extraordinaria fuerza de su voluntarismo. Es, después de todo, alguien que creció en el delirio del priato, sobre todo el setentero echeverrista y lopezportillista. Esos tiempos en que el Señor-Presidente-de-la-República era el Astro Rey del sistema político nacional, en torno al cual giraba absolutamente todo y era, a los ojos de muchos, omnipotente.

Es, después de todo, alguien que creció en el delirio del priato, sobre todo el setentero echeverrista y lopezportillista. Esos tiempos en que el Señor-Presidente-de-la-República era el Astro Rey del sistema político nacional, en torno al cual giraba absolutamente todo y era, a los ojos de muchos, omnipotente.

Por eso el tabasqueño cree que gobernar es presentar ciertas ideas generales, simplemente esperando que se ejecuten como lo espera en su imaginación. Lo suyo no son los detalles, que ignora por completo, sino las grandes acciones que dibuja el estadista. Todas, además, posibles de realizar porque gobernar “no tiene ciencia” (esa frase que le encanta citar a Obrador, quien se siente un genio en tantos campos del saber). ¿Programas sociales? Nada de padrones o reglas, que se reparta el dinero con unos criterios básicos. ¿Sembrar millones de árboles frutales y maderables? Solo es cuestión de entregar dinero a campesinos para que lo hagan.

¿Reducir la inseguridad? Todo era cuestión de mandar un mensaje a los cárteles y mafias criminales que no te meterás con ellos y que esperas que no se metan contigo, diciendo simplemente “abrazos, no balazos”. ¿Buscar petróleo? Ahí está, en aguas someras, esperando una administración honesta y eficiente que lo extraiga. ¿Un aeropuerto, un tren, una refinería? Cuestión de unos planos y decir dónde se ponen, o marcar la ruta, así, sin problema alguno. ¿Refinerías? Rápido se van a reconfigurar. ¿Qué hace el Presidente tras dictar lo que debe ejecutarse en las primeras semanas de gobierno? ¿Qué sigue en los años de mandato? Informar, supervisar y darse baños de pueblo para “estar cerca de la gente”. Ofrecer mañaneras y andar por todo el país, de paso ofreciendo consejos turísticos y de fondas para degustar garnachas.

 

Momento estelar que no fue

AMLO esperaba cuando iniciaba su gobierno que para 2021 ya tendría una impresionante cosecha de éxitos. Transcurridos tres años, imaginaba que arrasaría en la elección intermedia, permitiéndole modificar la Constitución a su gusto. Con el espaldarazo del “revocatorio” (que proponía tuviera lugar en la misma fecha), incluso poder justificar su reelección inmediata. Así, obligado por el pueblo, un sexenio más en Palacio Nacional.

Pero el “revocatorio” se fijó para abril de 2022, y lo que el oriundo de Macuspana tiene por mostrar es un país que se hunde, tanto por la inseguridad como por la economía. Encabeza una administración podrida hasta la médula por la corrupción, con sus obras faraónicas evidenciadas como inútiles y onerosos elefantes blancos.

En una ironía monumental, hoy trata de convencer a aquellos que no lo apoyan que tienen una oportunidad dorada que deben aprovechar, para así inflar la participación (y su ego).

Le queda el consuelo de seguirse sintiendo aclamado por las masas. Por eso insiste en ese ejercicio tan costoso como inútil, obstinado en presentar una burda mentira: que la votación trata de “ratificarlo”, con esas masas que lo adoran aclamando que se quede en la presidencia, cuando se le eligió hasta 2024. En una ironía monumental, hoy trata de convencer a aquellos que no lo apoyan que tienen una oportunidad dorada que deben aprovechar, para así inflar la participación (y su ego).

 

La mejor opción es la abstención

Para aquellos que quieren que López Obrador siga, no necesitan hacer nada. Para los que desean que se vaya, lo mismo, porque no se irá bajo ninguna circunstancia. Fue derrotado en 2006 y hasta el día de hoy clama que le hicieron fraude. No dudó de proclamarse “Presidente Legítimo” y de tratar de impedir la toma de posesión de Felipe Calderón por la fuerza, mostrando desde entonces que es todo menos un demócrata. Lo mismo, otro fraude electoral, acusa sobre la elección de 2012. Por años dijo que no quería la Presidencia con un “denme por muerto”. Mentía entonces de la misma forma en que miente ahora al decir que renunciaría si pierde, aunque el resultado no llegase a ser vinculatorio.

Lo que el autoritario quiere es reafirmarse. La mejor respuesta que se le puede dar es no cometer el error de engordarle el caldo.

 

Negrete Cárdenas. Profesor de Tiempo Completo en la Escuela de Negocios del ITESO. Trabajó en el Fondo Monetario Internacional. Profesor en varias universidades de España y México, destacadamente la Universidad Pompeu Fabra y la Escuela Superior de Comercio Internacional, en Barcelona, la UNAM y la Escuela de Periodismo Carlos Septién en la Ciudad de México. Doctor en Economía y Maestría en Economía Internacional por la Universidad de Essex. Diplomado en Política Exterior de Estados Unidos por la Universidad de Maryland. Licenciado en Economía por el ITAM y en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Twitter: @econokafka

 

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Posted: March 14, 2022 at 9:14 pm

There is 1 comment for this article
  1. Ramiro Rocha at 4:01 pm

    Y en el colmo de la sumisión indigna, el legislativo “interpretando” para hacer pasar como legal la sucia promoción al proceso, cuando ellos mismo legislaron que era ilegal. Así el miedo del cuatrote al repudio ciudadano. Déjemoslos solos.

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